En agosto de 2020, en las playas de la Isla Mauricio, un paraíso natural del océano Índico donde se ubica uno de los arrecifes de coral más grandes del mundo, muchos de sus habitantes y algunos turistas hicieron cola en improvisadas peluquerías para raparse. Los peluqueros isleños no detenían sus tijeras pero no porque fueran a ganar mucho dinero: los cortes eran gratuitos y formaban parte de una peculiar campaña de donación de cabello. No era marketing ni moda, sino una acción desesperada de voluntarios que trataban de mitigar el daño ambiental de las mil toneladas de fueloil que había vertido el barco japonés MV Wakashio al encallar ―el 25 de julio anterior― en ese ecosistema vital.
Si bien las autoridades mauricianas les habían pedido a los voluntarios que se mantuvieran alejados de la zona del desastre, centenares de personas llevaron hasta ahí los tubos de tela rellenos con el pelo humano, paja, plumas y otros materiales naturales absorbentes y formaron parte de las acciones que contribuyeron a limitar el daño. El desastre ecológico fue controlado y se puso a prueba el uso de las denominadas hair booms para aceites y petróleo derramados en mares y ríos, gracias a la capacidad de absorción de los cabellos.
La idea de usar pelo humano y de otros mamíferos como solución sustentable al daño que producen los derrames petroleros está fechada a finales de la década de 1980 en los Estados Unidos. La historia oficial dice que el peluquero Phil McCrory estaba en su casa de Alabama mirando por televisión el terrible efecto que estaba teniendo el derrame de 41 toneladas de petróleo en las costas de Alaska cuando encalló el buque Exxon Valdéz, el 24 de marzo de 1989. McCrory prestó especial atención a una nutria marina empetrolada y advirtió que era notable cómo el aceite quedaba adherido al pelo del animal mientras que a su alrededor el agua era clara y limpia. Acaso por su oficio o por su vocación ambientalista, se le ocurrió que la capacidad de absorción del pelo tenía que ver en el asunto y podría servir para paliar los efectos del desastre.
Para comprobar su presunción, el peluquero aprovechó el pelo de sus clientes y rellenó una media de su esposa y así fabricó un artefacto que puso a prueba en una pileta de lona llena de agua y aceite de motor usado. En poco tiempo, el agua de la pileta estaba limpia y la media de la señora McCrory inservible. Así nacieron las hair booms, cilindros rellenos de residuos capilares que flotan y absorben el petróleo de la superficie del agua. El inventor las patentó en 1995 con el nombre de OttiMat y tuvo que esperar para verlas en acción hasta 2007, cuando en un derrame de combustible en la Bahía de San Francisco se las utilizó para contener el desastre. Fueron producidas por una empresa que le había comprado la patente.
A partir de esa experiencia, McCrory se asoció a la ambientalista Lisa Gautier en la organización Matter of Trust (Cuestión de Confianza) y crearon el Programa Clean Wave con el que pudieron llamar la atención de algunas reparticiones públicas estadounidenses para que se interesaran en el uso de las hair booms. El argumento para impulsar el uso del pelo para cuidar el ambiente tuvo como eje el hecho de que es un material natural, que además abunda: “Hay más de 2500 derrames de petróleo al año, en promedio. También hay más de 370.000 peluquerías en los Estados Unidos. Y más de 200.000 peluqueros de mascotas. Cada uno de ellos corta un promedio de dos libras (un kilo) de cabello / piel por día”, advierten en su página web.
Nada descabellado
La validación científica del método ha tenido varias etapas. Al principio, McCrory decidió consultar al ingeniero ambiental Rony Hann, de la Universidad de Texas, quien confirmó que el invento funcionaba. “Es un absorbente de derrames de petróleo sorprendentemente bueno”, explicó Hann en una nota del sitio aarp.org. A partir de la creación del Programa Clean Wave, también algunos ámbitos gubernamentales se interesaron en probar el método. En 1998, la NASA evaluó el uso de las esteras rellenas de cabello humano y consideró que el resultado era favorable. En concreto, lo que determinaron los técnicos de la agencia espacial es que medio kilo de pelo puede absorber 3,8 litros de aceite en solo dos minutos, contra las 48 horas que tardan otros productos que se usan en casos de derrames de combustible.
El cabello puede absorber de tres a nueve veces su peso en aceite y no hay otro material que tenga esa capacidad, pero además tiene la ventaja de que puede reutilizarse. Los compuestos que se utilizan habitualmente para la limpieza de océanos y ríos son productos sintéticos, habitualmente producidos con polipropileno y otros tipos de polímeros plásticos que cumplen una función de contención en la emergencia pero suelen convertirse en un problema, especialmente cuando se los usa en aguas agitadas y las barreras plásticas se rompen.
Las hair booms fueron usadas durante un tiempo por la Guardia Costera estadounidense, especialmente en el derrame de 800 millones de litros de crudo provocado por la plataforma marina Deepwater Horizon, frente a las costas del Golfo de México, en 2010. En esa ocasión se comprobó la eficacia de la absorción, pero también algunos de los inconvenientes del método. Las aguas turbulentas de altamar generaron que muchas se hundieran y se requirió mucho recurso humano para maniobrar con las mangas rellenas de cabello.
Esas experiencias sirvieron para encontrar el mejor uso para las hair booms en tareas que están siendo analizadas en varios países, especialmente en Australia. En julio de 2020, la Universidad Tecnológica de Sydney (UTS) publicó un estudio que demuestra que el pelo humano y la piel de algunos animales, especialmente los perros, son mucho más efectivas que los materiales de uso habitual en la limpieza de derrames de petróleo crudo en tierra, lo que abre un nuevo enfoque para el sistema que hasta ahora se había pensado para trabajar en aguas.
“Este es un hallazgo muy emocionante para los administradores que deben responder cuando se dan situaciones de petróleo derramado de camiones, oleoductos con fugas o tanques de almacenamiento. Todos estos escenarios terrestres pueden tratarse de manera efectiva con absorbentes de origen sostenible; la piel de perro, en particular, fue sorprendentemente buena para la limpieza de derrames de petróleo, y las esteras de fieltro de cabello humano fueron muy fáciles de aplicar para eliminar de los derrames”, dice la autora principal del estudio, la científica ambiental Megan Murray, en la comunicación oficial de la investigación.
Los materiales sintéticos que se utilizan para esos derrames en tierra son mucho más costosos y tienen efectos contaminantes posteriores. La alternativa biodegradable que hasta ahora se usa es la turba, que tiene un gran poder de absorción, pero al ser un recurso no renovable daña los ecosistemas donde se obtiene. “Descubrimos que la turba no es tan eficaz para limpiar los derrames de petróleo en la tierra en comparación con los productos de pelo humano y la piel de los perros, y no es útil en absoluto para los entornos arenosos”, sostiene Murray.
Todo al pelo
Más allá del uso para limpiar derrames de hidrocarburos, el reciclado de cabello humano tiene una larga historia vinculada a sus múltiples propiedades. El uso más conocido del pelo cortado es el de la industria de pelucas, extensiones y otros accesorios. Países como China e India lideran el mercado mundial gracias a que sus poblaciones no han masificado el uso de cosméticos industriales para el tratamiento capilar y eso permite que sus cabellos no estén dañados y conserven todas sus propiedades. En otras partes del mundo, paradójicamente, el marketing de la industria cosmética que propone “cuidar y restaurar” los cabellos genera un efecto contrario.
Existe una variedad de pelo, el remy, que se obtiene de los cortes que se realizan en los templos religiosos de India y que es muy apreciado porque se trata de un cabello muy cuidado naturalmente y tiene una fortaleza que permite que no se enrede. Los 300 millones de dólares que deja la exportación de ese pelo es vital para el sostenimiento de los templos en la India.
Pero el cabello humano también se usa en la agricultura, en aplicaciones médicas, en la construcción y en la cosmética. Es uno de los materiales orgánicos con mayor contenido de nitrógeno porque está compuesto predominantemente por proteínas. Además, contiene azufre, carbono y otros veinte elementos esenciales para las plantas. En la agricultura tradicional china, el cabello humano se mezclaba con estiércol de ganado para preparar abono que se aplicaba a los campos en la temporada de invierno.
Aquí el camino del invento de McCrory vuelve a cruzarse con otro uso del pelo cortado. World Response Group, la empresa de Florida, Estados Unidos, que en 2008 le compró la patente al peluquero de Alabama, adaptó los productos antiderrames para su uso en la agricultura: hizo mangas rellenas y pequeñas alfombras de pelo para poner en el fondo de las macetas. Según los fabricantes, este producto permite crecer los cultivos con mucha más fuerza y reduce la necesidad de utilizar herbicidas.
En un pormenorizado estudio de los múltiples usos posibles del pelo, titulado El residuo de cabello humano y su utilización, Ankush Gupta, del Instituto Nacional de Ciencia, Tecnología y Desarrollo de Nueva Delhi, en la India, da cuenta de una larga lista de posibilidades para aprovechar las cabelleras cortadas. Desde el obvio uso para testear nuevos productos de cuidado capilar hasta los pinceles cosméticos o el refuerzo de materiales de construcción en casas a base de arcilla, ecológicamente sustentables.
También puede usarse en estructuras arquitectónicas que deben soportar altas presiones como los pozos petroleros; con resinas adecuadas, puede servir de aditivo para la producción de muebles y marcos de anteojos; sirve en fórmulas de cosmética y farmacológicas que aprovechan los aminoácidos del pelo; también se aplica como agente leudante para panificados (pero esto ha sido prohibido en muchos países); en tejidos, filtros de aceite e incluso para usos sumamente específicos como el control de plagas en la producción de coco. En este último caso, se lo usa para que el escarabajo rinoceronte no pueda atacar los cultivos al quedar enredado en las matas de pelo que se ponen alrededor de las plantas. Por supuesto, no falta en este detalle de usos la absorción en derrames petroleros.
Peluqueros organizados
La reutilización del pelo que se corta en las peluquerías de humanos y en las veterinarias para todos estos usos y especialmente para rellenar mangas que absorban derrames de petróleo y aceites requiere de una logística específica. En los principales países que lo exportan, solo se reutiliza entre el 1 y el 2 % de este residuo. Se calcula que una pequeña ciudad de 100 mil habitantes produce 10 mil kilos anuales de residuos originados en cortes de pelo. Darles a estos cabellos sueltos un destino productivo es un desafío para los especialistas en economía circular, la innovadora ciencia que busca reducir la contaminación derivada de la basura que se genera en un mundo acostumbrado a usar, tirar y despilfarrar recursos.
Por ahora, la forma en que se recolecta el cabello para atacar los derrames petroleros es la acción comunitaria como la de las personas que entregaron sus cabelleras a los peluqueros de la Isla Mauricio en 2020. La organización Green Salon, ha logrado reunir a 600 peluqueros británicos e irlandeses con el objetivo común de destinar el pelo que cortan a quienes organizan los trabajos de limpieza de derrames en el Reino Unido. Los 500 kilos reunidos el primer año sirvieron para limitar un derrame de petróleo en Irlanda, limpiar las vías fluviales y hacer compost.
Una iniciativa similar se desarrolla en Francia desde 2015 y reúne a tres mil peluqueros galos. Coiffeurs Justes (Peluquerías Justas) envía a sus socios bolsas de papel para que las llenen con los residuos capilares y las envíen a los centros de recolección de la organización. Ahí el destino es muy similar al del sistema británico: relleno de mangas anticontaminantes, fertilizante y compost. Lo mismo hace la asociación Sustainable Salons Australia, con el agregado de que tienen su propia planta de tratamiento y proponen a sus socios cambiar productos contaminantes de uso común en las peluquerías por otros biodegradables.
La noticia se esparce y los desechos capilares empiezan a tener un destino más noble que los vertederos de basura contaminante. Por ahora es un pequeño gesto que puede ayudar a mitigar en parte los desastres que generan los derrames de petróleo, en un planeta que está dando muestras de sobra de que necesita ser salvado por los pelos.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN