“Muchas veces parece que no tenemos nada en común pero en realidad estamos más cerca de lo que creemos. A todos y todas nos une el cuidado, algo que parece invisible, intangible, que muchas veces damos o recibimos sin darnos cuenta. Hay quienes cuidan en soledad y quienes cuidan en compañía. Hay personas a quienes el cuidado les cuesta más, otras a las que les cuesta menos. Ese cuidado que nos une hay que contarlo”.
Así comienza el spot de lanzamiento de la campaña Contemos los Cuidados, impulsada por ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la Argentina junto al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, PAMI y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). El objetivo de esta iniciativa es hablar de las tareas domésticas y de cuidado para hacerlas visibles, mostrar la relevancia que tienen en la vida de las personas y en la economía de los países, promover políticas orientadas a reconocerlas y redistribuirlas de un modo más igualitario.
En la Argentina “el 86 % del trabajo remunerado de cuidado está en manos de mujeres (representa el 17 % de las mujeres asalariadas del país). Y, en promedio, [ellas] ocupan el doble de tiempo en trabajos de cuidado no remunerados (6,4 horas diarias, frente a las 3,4 dedicadas por los varones)”, informan los organismos responsables de la campaña.
A esta altura no es novedad, la pandemia golpeó con fiereza a las mujeres: multiplicó las tareas de cuidado e hizo más difícil que consiguieran o mantuvieran la independencia económica. Ante esta situación, ONU Mujeres junto a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el PNUD y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) comenzaron a trabajar en el Programa Recuperación Socioeconómica de la Crisis Provocada por la COVID-19 desde una Perspectiva de Género: Promoviendo la Autonomía Económica de las Mujeres y el Cuidado de las Personas Mayores y con Discapacidad en la Argentina.
El objetivo es “incrementar la participación de las mujeres en el mercado laboral mediante una distribución más igualitaria del trabajo doméstico y de los cuidados no remunerados, mejorar las condiciones laborales de quienes se dedican al cuidado de personas con discapacidad y personas mayores y fortalecer la inclusión y la educación financiera de las mujeres para promover una inserción laboral de calidad”.
Para el spot de lanzamiento se convocó a veinte personas con diferentes historias ―cuidadoras y/o receptoras de cuidados― y se les propuso una experiencia: responder 50 preguntas sobre su relación con las tareas domésticas y de cuidados, desde si lavaban los platos hasta si acompañaban a personas mayores a hacer trámites.
Los participantes avanzaban un paso si la respuesta era afirmativa y se quedaban en el lugar si era negativa. Al final, algunas personas habían pasado largamente la mitad del camino y otras habían hecho unos pocos pasos. El resultado mostró de manera muy gráfica que las mujeres asumen la mayor parte de las tareas y empezó a generar debate.
Una invitación a pensar
Cuenta Cecilia Alemany, directora regional adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe y representante de ONU Mujeres en Argentina, sobre la experiencia: “Superó las expectativas, ya que se dieron instancias de reflexión que no teníamos previstas. Cuando terminó, de manera espontánea los participantes armaron un círculo y comenzaron a intercambiar lo que habían vivido y sus historias respecto a los cuidados; se contuvieron y se escucharon con mucha empatía. Eso se vio reflejado en la emoción que muestran los spots. Los cuidados son un tema que nos moviliza y nos atraviesa a todos y todas, y que necesita encontrar más espacios de visibilización y reconocimiento”.
Las personas que participaron, cuenta Alemany, destacaron “lo importante que fue la experiencia porque pudieron conocer historias diferentes a las suyas respecto a los cuidados y cuestionar sus propias prácticas, asumir que las cosas pueden hacerse de otra manera”. “También salió a la luz la necesidad del autocuidado, algo que sobre todo las mujeres dejan de lado por cuidar de otras personas, lo que tiene un impacto negativo en su salud mental y física. Tener tiempo para estudiar, ir a visitas médicas o tener espacios de ocio y diversión son cosas que todas las personas deberían poder hacer, pero para que eso sea posible, es necesario redistribuir los cuidados de forma igualitaria”.
Otras reflexiones que suscitó la experiencia tuvieron que ver con la falta de valoración de quienes realizan tareas domésticas o de cuidado de manera remunerada. “El trabajo doméstico es uno de los sectores de la economía más feminizados, peor remunerado y con mayor informalidad”, señala Alemany. También se habló de reconocer y valorar el aporte de las personas que forman parte de la red de cuidados. “Por ejemplo, el rol de las personas mayores como cuidadoras o el de las personas con discapacidad, que no solo tienen derecho a recibir cuidados sino que también cuidan de otras personas”, agrega la representante de ONU Mujeres.
Verónica González es una de las veinte personas que participaron de la experiencia de la campaña. Es periodista, trabaja en la televisión pública, integra la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI) y es madre de gemelos de 10 años ―Ignacio y Nahuel― y de Lautaro, de 5, a quienes cuida junto a su marido, Lucas. Verónica, además, es ciega.
“Con Lucas siempre nos repartimos tanto en las tareas de la casa como en los cuidados. También contamos con amigos que, cuando lo necesitamos, retiran a los chicos y los llevan al club o a música, realmente esa red de apoyos es invaluable ya que nuestras familias viven en provincia”, cuenta.
“Cuando nacieron los gemelos fue un gran desafío, no es fácil tener dos bebés a la vez y ser una persona ciega le agrega tensión. Yo tuve asistencia abonada por mi obra social desde que los nenes tenían un mes (antes, mi marido tomó licencia) hasta los 2 años. Pero la persona que me asistía no suplía el rol materno y, de hecho, yo no permití que me avasallaran como suele ocurrir con las madres primerizas y más aún si tenemos discapacidad. El primer año fue duro porque dormían poco y nosotros también, claro.
Ahora son grandes y todo es más simple, tienen una relación hermosa y son muy compañeros”.
A Verónica más de una vez le dijeron que no estaba apta para cuidar de dos bebés. Participar de esta campaña le recordó que eso le pasa a muchas personas con discapacidad y que es urgente un cambio de conciencia.
“La campaña me trajo, muy fuertemente, situaciones vividas en las que el común de la gente considera que al ser una mujer ciega no puedo cuidar y, también, cómo esto, en los casos de mujeres con discapacidad intelectual y psicosocial, puede ocasionar que se aleje a los niños y niñas de sus madres por la discriminación hacia personas con discapacidad. Esto sigue ocurriendo y es profundamente violento. En estas situaciones hay personal de la salud y de la justicia que desconoce los derechos de las personas con discapacidad de los que el Estado debe ser garante y, además, debe proveer los apoyos necesarios”, dice.
“También es común que se les atribuyan obligaciones que no tienen a los hijos e hijas de madres con discapacidad : ‘Cuidá a tu mamá, guiala, ayudala’. Los chicos y chicas no son lazarillos y la persona adulta responsable que cuida de ellos, en mi familia, soy yo. Hace poco me pasó en el Banco Nación: una empleada le indicaba a mi hijo de 10 años cómo habilitar una tarjeta, yo no lo podía creer y no logré que cambiara su actitud a pesar de insistir reiteradamente que me hablara a mí. Mi hijo se sintió muy incómodo y me preguntó por qué la señora le hablaba a él y no a mí. Ellos no entienden esos prejuicios tan arraigados socialmente”.
El trabajo no pago de las abuelas
Mónica Treitl tiene 60 años, es licenciada en Administración Pública, dirigente cooperativista en un banco, trabaja en el sector público y en el privado, representa al Frente de Mujeres y Diversidad de la Provincia de Buenos Aires y estudia Abogacía (entre otras actividades). Ella también participó de la experiencia Contemos los Cuidados. Tiene dos hijos y, junto a su marido, cuida a su nieto de ocho años desde el año y medio. “Iba a buscarlo todas las mañanas hasta que volvía su mamá del trabajo. Cuando comenzó el jardín lo llevábamos al colegio, dejaba preparado el almuerzo, lo iba a buscar al mediodía y se quedaba conmigo hasta que volvía su mamá. Desde que empezó la primaria lo pasamos a buscar, lo llevamos al colegio, en ocasiones lo voy a buscar o espero que lo traiga el micro. A veces le preparo la vianda. Durante todos estos años, varias veces lo llevamos al pediatra, a vacunarse y de vacaciones con nosotros”, describe su agenda de cuidadora.
“Visibilizar estas actividades esenciales, tanto para el ámbito familiar como para la comunidad y el mercado, es fundamental. Todos y todas en algún momento necesitamos que alguien nos cuide”, destaca Mónica. “Estas tareas no remuneradas cotidianas, establecidas en términos de roles tradicionales, es decir que mayoritariamente recaen sobre las mujeres, para el pensamiento económico dominante no son un trabajo porque no tienen valor de mercado”.
La Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación hizo el ejercicio de calcular ese valor: aplicó el precio de la hora de trabajo doméstico pago. El resultado fue que las tareas de cuidado aportaban el 15,9 % del PBI, por encima de la industria y el comercio, y que esa proporción había subido al 21,8 % durante la pandemia. La misma dirección trabajó en una “calculadora del cuidado” para que una persona pudiera hacer la cuenta de las horas que le dedica a estas tareas.
Mónica recuerda que cuando ella crió a sus hijos la situación era similar: su madre los cuidaba para que ella pudiera ir a trabajar. Aunque reconoce que se han avanzado algunos pasos en la distribución de las tareas entre varones y mujeres, observa que la desigualdad todavía es profunda. “Los hombres siguen siendo vistos, en la esfera pública, como proveedores del hogar y en términos generales las tareas de cuidado siguen cayendo sobre nosotras. En el contexto de restricciones por la COVID 19 se vio perfectamente que la carga de estas tareas fue mayor para las mujeres y feminidades. Por eso, es fundamental nuestro compromiso en relación a la educación y crianza de nuestros hijos e hijas, dejando de lado prácticas sexistas y propiciando la igualdad en el cuidado y las tareas en nuestras casas”, señala.
Para Mónica, en el camino hacia una redistribución igualitaria del trabajo de cuidado falta una “mayor visibilización de estas tareas, porque lo que no se menciona no existe, y una mirada transversal para desnaturalizar lo aprendido, promoviendo transformaciones que nos tengan en cuenta”.
Como en su caso, el rol de cuidadores de las personas adultas mayores es crucial para muchas familias. Y tampoco existe reconocimiento del tiempo que le dedican al trabajo de cuidado.
Combatir la desigualdad
Alemany dice que “para ONU Mujeres es una prioridad impulsar sistemas integrales de cuidados con la corresponsabilidad del Estado y del sector privado”. Por eso, “uno de los objetivos de esta campaña es generar evidencia para hacer diagnósticos que aporten a las políticas públicas”.
También menciona otros proyectos: “En el marco del Foro Generación Igualdad en México y París —liderado por los Gobiernos de México y Francia durante este 2021— ONU Mujeres y el Gobierno de México lanzaron la Alianza Global por los Cuidados (coliderada por la Argentina) para lograr un cambio transformador de nuestras sociedades en la agenda de los cuidados”. “ONU Mujeres está trabajando en la construcción de sistemas de cuidado robustos, diseñados e implementados desde un enfoque de género”, asegura.
Además, en el marco del Programa Recuperación Socioeconómica de la Crisis Provocada por la COVID-19 desde una Perspectiva de Género se están implementando diversas estrategias orientadas a mejorar la distribución social de los cuidados entre los géneros, a mejorar las condiciones de las y los cuidadores no remunerados y de las y los trabajadores del cuidado y a garantizar el cuidado de calidad de los grupos de población en condiciones de mayor vulnerabilidad, especialmente de las personas adultas mayores y con discapacidad”. Entre esas estrategias está la campaña.
Los convenios para invertir y desarrollar obras públicas con perspectiva de género e infraestructura, tecnología y transporte para un sistema integral de cuidados en el país e “integrar la economía del cuidado en la planificación, diseño e implementación de las políticas macroeconómicas” se cuentan entre las políticas que se están llevando a cabo.
De la experiencia realizada para el spot de la campaña, Alemany destaca que “los varones reconocieron que el trabajo de cuidados recae más en las mujeres, a pesar de que, en función de cada historia, su participación podía ser mayor o menor”. Eduardo, un contador jubilado que de niño fue cuidado por una trabajadora de casas particulares y que cuando fue padre no se ocupó del cuidado de sus hijos, contó que ahora trata de participar del cuidado de sus nietos. Facundo, un técnico de sonido de 34 años que intenta compartir con su pareja el cuidado de su hija de forma equitativa, concluyó que “aún falta mucho por hacer” y que la experiencia le hizo reflexionar en cómo “comprometerse más para revertir la carga mental” que recae sobre su pareja.
“Gracias a esta experiencia constatamos que, si logramos movilizar y hacer reflexionar a la sociedad, se pueden generar diálogos muy ricos y constructivos que nos hagan cuestionarnos la histórica, injusta y desigual distribución de los cuidados entre las mujeres y los varones. El primer paso es ver y reconocer esos cuidados y ver qué personas los llevan a cabo para poder dar el siguiente paso que es el de construir una organización social en la que todos y todas cuidemos con corresponsabilidad”, sostiene Alemany. Como indica el spot de la campaña: “Todos y todas hemos sido cuidados por alguien, cuidaremos o seremos cuidados algún día. Porque el cuidado mueve al mundo”.
___
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN