El aceite vegetal es un ingrediente muy común en las cocinas de las casas y tiene múltiples usos. Lo que no es tan frecuente es que sea descartado y tratado correctamente. El aceite vegetal usado (AVU) tiene un potencial impacto negativo en el ambiente: cada litro contamina a 100 de agua y genera la obturación de cañerías y desagües.
Como alternativa para su tratamiento, se puede convertir, mediante un proceso industrial, en biodiesel, un biocombustible que genera menos emisiones de CO2 que los combustibles fósiles. Si bien no hay una ley que regule el reciclaje del aceite vegetal usado, sí existen legislaciones locales que lo incentivan. El circuito suele ser similar en todo el país: empieza por la recolección y acopio del aceite vegetal usado a cargo del municipio o privados. Luego, un transportista habilitado se encarga de llevarlo hasta las plantas operadoras para transformarlo en biocombustible.
RBA Ambiental es una de esas plantas. Opera en la mayoría de los municipios de la provincia de Buenos Aires y en parte de la Ciudad de Buenos Aires y está desde hace ochenta años en el negocio. “Mi abuelo arrancó con el reciclaje de grasas animales, mi papá Rodolfo empezó con el reciclaje de aceite vegetal y hoy mi hijo Francisco, de 21 años, se está sumando al negocio” relata Flavio Porcile, tercera generación de reciclaje de subproductos, que está hoy al frente de la empresa que tiene 14 bases operativas, trabaja en casi todo el país y asegura que tiene la capacidad de procesar 200 toneladas por día, pero no está al tope de su capacidad porque no reciben tanto aceite.
“Primero viene la recolección de gastronomía y de puntos limpios, retiramos el aceite con flota propia y va a nuestra planta en San Miguel, Bella Vista. Una vez que lo recibimos, lo procesamos, corregimos humedad, acidez, eliminamos impurezas y refinamos el producto con una tecnología que logra que de cada litro de aceite residual que llega a la planta, surja un kilo de aceite procesado, no tenemos merma en el proceso”, explica Porcile, que, cuenta, invirtió más de dos millones de dólares en esta planta para lograr este producto que se exporta a Europa, donde es utilizado para la fabricación de biocombustibles. “La planta tiene una capacidad de almacenamiento de siete millones de kilos y ahora estamos reciclando unas 100 toneladas por mes pero tenemos capacidad para mucho más”, subraya.
Si en una sola planta hay capacidad para reciclar por día el doble de lo que se recicla actualmente en un mes, ¿qué está faltando para que el reciclado de aceite vegetal escale? Al describir los desafíos de la actividad, Porcile destaca la falta de una legislación que la ordene ―ya que cada cada jurisdicción decide cómo hacerlo―, la falta de conciencia ciudadana sobre cómo disponer correctamente de estos residuos (en los puntos de recolección los reciben en botellas plásticas y filtrados o colados) y la gran adulteración que hay como consecuencia de los circuitos informales de recolección.
“Nuestra propuesta es educar, capacitar, concientizar y ayudar a las comunidades. Queremos trascender con lo que hacemos. Estamos en municipios lejanos, no por volumen y rentabilidad, porque hay zonas en las que vamos a pérdida en términos geográficos, pero es un tema de responsabilidad social de la compañía”, explica. “Hay una posibilidad de crecimiento enorme a medida que se tome conciencia y haya más transparencia en el proceso, es una oportunidad para el desarrollo argentino”, asegura Porcile.
La oportunidad de desarrollo
“El aceite vegetal usado es una de las tantas corrientes derivadas de los residuos sólidos urbanos que puede ser reciclada y revalorizada. En la provincia de Buenos Aires se generan anualmente volúmenes importantes de AVU, en los últimos registros se habla entre unos 8 o 9 millones de litros por año y un buen porcentaje es acopiado y reciclado. Se calcula que entre 2 y 3 millones de litros anuales son reciclados en la provincia”, explica Natalia Raffeli, doctora en Ingeniería Forestal de la Universidad Nacional de La Plata y asesora del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) de la provincia de Buenos Aires.
Los mayores volúmenes de aceite vegetal usado provienen de establecimientos gastronómicos e industriales que lo utilizan en grandes cantidades. “Generalmente existen empresas privadas que se encargan de reciclar el AVU y acondicionarlo para exportarlo a Europa donde es muy requerido para la fabricación de biodiesel. Otra opción es introducirlo para abastecer el mercado interno, que por ley dictamina que los combustibles fósiles tienen que estar cortados con un biocombustible. Esta ley tiene quince años y en 2022 se tiene que renovar, es una norma que fue estableciendo cortes cada vez más altos como el 10 %, pero que hoy están más bajos, por un tema de costos, de abastecimiento y por lobby petrolero, aunque no deja de ser obligatorio hacerlo”, explica Raffeli.
Cortar los combustibles fósiles con biocombustibles disminuye las emisiones de carbono. Los biocombustibles que más se utilizan en la Argentina son el bioetanol ―hecho de maíz y de caña de azúcar― y el biodiesel que se hace con aceite de soja pero también se puede hacer con aceite vegetal usado. “Esa es una de las corrientes en la que debería introducirse. En la Argentina es muy incipiente pero en otros países hay subsidios e incentivos que logran que sea rentable abastecer al mercado interno”, explica Raffaeli.
“Siempre hay espacio para que los volúmenes de reciclaje de AVU sean mayores, pero tienen que haber incentivos suficientes porque lleva mucha inversión. Para transformar el AVU en biodiesel se usan materiales inflamables, por lo que se requiere una planta industrial, capacitación, estructura. Se está viendo el potencial, está creciendo, hay posibilidad de escalarlo”, asegura.
Los problemas
Uno de los grandes problemas que involucra al sector es la proliferación de circuitos informales de recolección de aceite que derivan en un mercado clandestino de AVU que es el reciclado, refinado y vuelto a empaquetar para ser vendido para el consumo humano, algo muy peligroso. “Una vez que pasa por el proceso de fritura, el aceite vegetal cambia su composición y estos componentes se vuelven dañinos para la salud humana”, explica Raffeli.
Basta realizar un seguimiento sobre los productos que suele prohibir la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) para entender la dimensión del tema: a menudo, el organismo publica la información de aceites truchos que descubre y quita de circulación. En un comunicado del 2 de marzo del 2020, por ejemplo, advirtió sobre unidades falsificadas de aceite de oliva Nucete. Porcile relata que le tocó enfrentarse a lo que define como “mafias” del aceite trucho en Pinamar. No se trata solo de un fenómeno local: un documental llamado El cartel del aceite pirata cuenta cómo operan estas organizaciones ilegales en Colombia.
Ordenar la actividad
En la provincia de Buenos Aires existen políticas públicas que incentivan el reciclaje de cuatro corrientes de residuos: neumáticos fuera de uso, residuos de la construcción y la demolición, residuos electrónicos y aceite vegetal usado. “En general, la recolección del aceite vegetal usado domiciliario y la de grandes generadores gastronómicos como negocios, comedores o rotiserías, la realizan los municipios en centros de acopio transitorio o directamente la hacen empresas privadas llevándoselo y tratándolo en sus plantas. Estas empresas deben estar registradas”,explica Terese Heras, asesora del sector de residuos en el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). “Hay mucha buena voluntad pero no todo está registrado, hay muchas iniciativas pero falta conocer la trazabilidad, se quiere tener un registro más certero”, explica Heras, que comenta que el área que supervisa el tema está en plena reestructuración.
“En mayo 2021 desde el Gobierno provincial se realizó una encuesta a los municipios que demostró que hay mucho interés, voluntad y conocimiento de la importancia del tratamiento de este residuos pero falta sistematizar la gestión”, explica Heras. De los 130 municipios que participaron de la encuesta, cuyos resultados aún no se terminaron de procesar, el 69 % declaró tener un área que se ocupa de los AVU, casi el 60 % dijo tener un programa activo y el 50 % hace campañas de comunicaciones al respecto.
Uno de los grandes desafíos del área es la falta de seguimiento de los actores involucrados, por eso, desde OPDS buscan incentivar a las empresas y cooperativas a que se registren, ordenar los procesos y realizar una propuesta de normativa que se desprenda de la ley de residuos de la provincia, ya que por el momento lo que se realiza son recomendaciones no obligatorias.
Además, en septiembre pasado el organismo envió a la Legislatura provincial un proyecto para legislar la responsabilidad extendida al productor en la gestión, tratamiento y disposición final de más de 7000 toneladas diarias de residuos en la provincia. De ser aprobada, establecerá responsabilidades de productores, envasadores, importadores y todo aquel que coloque un producto en el mercado sobre los residuos especiales de generación universal (REGU) que este producto genere.
Esa normativa abarca un universo más amplio; si bien el aceite vegetal usado es solo una parte de los residuos que se generan, es una parte muy importante. Para Heras, “la gestión de AVU es de suma necesidad por el tiempo de impacto que tiene, falta que las empresas y la ciudadanía tomen conciencia, y que se legisle para ordenar”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN