El 2 de diciembre, una multitud de adolescentes se reunió en una casa en la zona del Abasto para mostrar sus proyectos de tecnología, técnica y arte: robótica, cine, impresión 3D, música, videojuegos, fotografía. Era la Muestra de Producciones 2021 de Puerta 18, un programa social de educación no formal gratuita para jóvenes de 13 a 24 años, que funciona desde 2007 en esa casa.
“Abrimos con el objetivo de acercar un montón de herramientas de tecnologías, ideas y disciplinas que no estaban disponibles para todos hace 14 años… y que al día de hoy siguen sin estarlo”, dice Federico Waisbam, el director. Waisbaum es licenciado en Organización y Dirección Institucional, una carrera pensada para trabajar en organizaciones de la sociedad civil u ONG. También es técnico en computación. En sus inicios, no pensaba que los dos caminos se pudieran juntar, pero hoy, a sus 40 años, los ve como dos mundos complementarios: no le interesa la tecnología sin impacto social y no concibe un impacto social real sin tecnología.
La organización es una fundación del grupo IRSA y basa su esquema en el de la organización estadounidense Clubhouse Network, un modelo para jóvenes desarrollado por el Museo de Ciencias de Boston.
“Un pibe sin acceso a una computadora es lo más evidente”, dice Waisbaum. “Pero atendemos otras cosas más difíciles de ver e igual de complejas: hay un montón de nuevos empleos, oficios y vocaciones que los pibes ni siquiera tienen la oportunidad de saber que existen. Difícilmente puedan dedicarse después a eso”.
Para adolescentes de 13 a 18 años, Puerta 18 ofrece actividades relacionadas con la tecnología, el diseño, la ciencia y el arte. El espacio tiene una dinámica muy cambiante: cada jornada se ofrece una actividad diferente; a la par, hay proyectos en equipos o personales para que los chicos elijan cada día en qué tienen ganas de invertir su tiempo. “Buscamos que jueguen y exploren, que hagan proyectos como si fuera un club del mundo tecnológico”, dice Waisbaum. Los más grandes, de 18 a 24 años, necesitan trabajar: “Los acompañamos hasta que consiguen su primer trabajo calificado. Les cambia la vida a ellos y muchas veces también a su entorno familiar”.
Ya hay casi 300 jóvenes que pasaron por Puerta 18 y consiguieron su primer trabajo en tecnología. Hay 900 “socios” activos (si pasan tres meses sin ir, dejan de serlo) y un total de 5.000 que, en estos 14 años, fueron por un tiempo a la casa.
En general, los chicos se quedan por largo tiempo: no van a un solo curso, sino que hacen recorridos de años. Los integrantes de Puerta 18 los acompañan durante todo el proceso: cuando empiezan la secundaria, cuando eligen qué estudiar, cuando buscan empleo. El trabajo está hecho en profundidad por nueve profesores del equipo fijo y un especialista extra para cada curso.
“Al principio solo venían los chicos del barrio”, dice Waisbaum. “Ahora, con las redes sociales, Puerta 18 fue creciendo mucho y si a un chico le gusta la tecnología en general, viene, porque no hay demasiadas propuestas como esta. Tal vez, si te interesa la robótica hay tres escuelas secundarias que la trabajan bien, pero nada más. Puerta 18 es completamente gratuito y hacemos muchos esfuerzos por llegar a algunos barrios con menos posibilidades para invitar a los chicos: Barrio 31, Bajo Flores, Lugano, Zavaleta. También tenemos chicos que vienen de escuelas privadas e incluso de barrios privados, y no es un problema. Es un lugar para chicos con intereses en común que quizás, de otra manera, no se juntarían nunca: es algo que cada vez pasa menos en nuestro país. Acá programan juntos un robot y no es un tema de dónde vienen, porque de lo que hablan es del desafío que tienen que resolver o de los concursos internacionales a los que aplican”.
El acceso real a la tecnología
La brecha digital en la Argentina no es un problema menor. Según la Encuesta permanente de hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el 60,9 % de los hogares urbanos posee acceso a una computadora, el 82,9 % a internet y el 84,3 % al teléfono celular, con igualdad de acceso entre hombres y mujeres (84,4 y 84,2 %, respectivamente). Pero el Estudio sobre el impacto de la COVID-19 en los hogares del Gran Buenos Aires (GBA), también del Indec, muestra que 8 de cada 10 casas no tienen buenas computadoras.
El tema ocupa al Gobierno nacional con el Plan Federal Juana Manso, del Ministerio Nacional de Educación, que se propone conectar a todas las escuelas de la Argentina. Según información oficial, se comenzó reforzando y renovando las 15.900 escuelas conectadas y se continuará brindando conexión a otras 9.000 que ya cuentan con piso tecnológico para ser conectadas. En todos los casos en que sea posible, se proveerá conectividad terrestre. En los establecimientos escolares en los que no haya cobertura, se trabajará con la Secretaría de Innovación Pública, ARSAT y ENACOM para dar con soluciones alternativas, como banda Ka o radioenlace.
La inversión anunciada es de 20.000 millones de pesos para repartir 633.000 netbooks a estudiantes de escuelas secundarias de todo el país. “El Plan es una herramienta para enfrentar la profunda desigualdad que existe en la Argentina; y estas computadoras facilitan el acceso a la tecnología en este contexto de pandemia que estamos transitando y contribuyen al objetivo de seguir trabajando para reducir la brecha digital en la Argentina”, dijo en mayo de 2021 el entonces ministro de Educación Nicolás Trotta.
“Hace mucho que no recibimos chicos sin acceso a una computadora elemental”, sigue Waisbaum en Puerta 18. “Al principio había muchos. Parecería que la brecha digital se achica, pero sigue faltando la posibilidad de crear con tecnología, de pensarse a uno mismo desarrollándose en ese ambiente. En el mundo de la tecnología hay un montón de herramientas, de nuevos empleos y de disciplinas enteras que no existían, pero les quedan muy lejos a los pibes, por eso vienen a buscarnos, a ver si podemos ayudarlos a llegar a ellas. Otros vienen buscando ‘computación’: eso es muchas veces algo de los padres, muy abstracto, y terminan haciendo cosas específicas, como render 3D orientado a arquitectura o posproducción de video o UX o UI, Web 3 o blockchain. En Puerta 18 tenemos la posibilidad de formar muy rápido a pibes con estos perfiles, incluso hay estudiantes de la UBA que vienen a completar con algún curso”, cuenta.
Los cursos para los socios mayores son de 180 a 200 horas: 28 a 35 encuentros. Sigue Waisbaum: “Tratamos de escalonar: si alguien arranca, por ejemplo, haciendo diseño, le sugerimos que después haga diseño web, que tiene mejores posibilidades de salida laboral. Cada uno arma su propio recorrido pero nosotros también sugerimos porque conocemos a los pibes. Y nos vinculamos a las empresas para hacer una intermediación. En ese acercamiento, los chicos terminan de armar su perfil y su proceso formativo”.
Hace catorce años, cuando pensaban qué perfil tendría Puerta 18, Waisbaum y sus colegas encontraron que los adolescentes no tenían demasiadas propuestas fuera de la escuela. Así, ofrecer tecnología fue algo natural que podía convocar y ayudar a hacer una diferencia social importante, algo que generara un cambio. “En ese momento licenciamos el Proyecto Clubhouse para Argentina”, dice Waisbaum, “y eso nos dio un modelo para empezar: no hay materias, sino proyectos abiertos; no hay profesores, sino coordinadores o productores de las ideas de los pibes. Ahora, tantos años después, tenemos una comunidad”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN