La ingeniera agrónoma Alejandra Tuma sabía que la provincia de Córdoba importaba flores y que la demanda local estaba insatisfecha. También sabía que en la localidad de Obispo Trejo se necesitaba generar puestos de trabajo. Conectó estos dos problemas y pensó en una solución.
Tuma se dedica a la floricultura de manera profesional, con formación universitaria y una maestría hecha en España. Lleva dos décadas trabajando en el rubro, desde la producción de laboratorio, in vitro, hasta un proyecto de impacto social como el que ideó en Obispo Trejo.
Cuando en 2018 vio una convocatoria del Ministerio de Educación de la Nación para proponer actividades de desarrollo local, no dudó en presentarse. Su idea era generar empleo digno a través de la capacitación en la producción sustentable de cultivos florales en el norte cordobés. A mediados de ese año, el proyecto quedó seleccionado y a partir de ese momento se puso en contacto con la municipalidad de Obispo Trejo y armó una convocatoria abierta para brindar capacitaciones en floricultura.
La iniciativa, que se llamó Obispo Trejo Florece, surgió con el objetivo de lograr un mayor desarrollo local y ofrecer oportunidades de trabajo a mujeres y jóvenes de la localidad.
“Cuando empezamos con el proyecto, solo teníamos un terreno baldío y una promesa de que se iban a construir invernaderos en los que se iba a poder trabajar. Las capacitaciones no fueron solo sobre la producción de flores, sino también sobre recursos humanos, marketing y desarrollo territorial; se brindó un certificado de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Córdoba”, cuenta la ingeniera de 44 años. Cincuenta personas asistieron a los cursos durante todo 2019.
Obispo Trejo es una pequeña localidad en el norte de Córdoba que está rodeada de producciones extensivas, para las cuales se requiere poca mano de obra. Se caracteriza por un clima árido y tierra seca. No parecía ser el lugar adecuado para encarar este proyecto, pero Alejandra insistió en llevarlo a cabo.
“Elevamos los canteros para poder producir y decidimos plantar especies que se adaptaran a la zona. Buscamos variedad de flores para que las mujeres que trabajaban en el proyecto armaran ramos que se pudieran comercializar”, cuenta Tuma.
El proyecto sigue adelante en un predio municipal cedido en comodato. El proceso implicó trabajar intensamente en la nivelación del terreno, construir los invernaderos, instalar el sistema de riego por goteo y planificar un cronograma de plantaciones.
Los invernaderos se empezaron a construir en enero de 2020, solo unos meses antes de que llegara la pandemia de COVID-19 al país. Por las restricciones sanitarias, Tuma no pudo acercarse a la zona por un tiempo. Ella vive en Córdoba capital y se mantuvo comunicada por videollamadas con las personas que integran el proyecto.
En paralelo, ideó la forma de llevarles las plantas y flores que los viveros, por las restricciones, no podían venderles a las personas que estaban en la primera línea de la lucha contra el coronavirus. Todos los viernes, en Córdoba se repartían flores a los trabajadores de la salud, bomberos, policías, personal de los geriátricos, entre otros. Cada semana se elegía un lugar distinto. La iniciativa se conoció como Córdoba Florece.
Y mientras tanto el proyecto de Obispo Trejo también floreció. Actualmente, cuenta con ocho invernaderos en actividad, que generan ingresos a unas veinte familias. Las personas que trabajan en la iniciativa reciben asesoramiento profesional y capacitaciones de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Córdoba.
Obispo Trejo Florece produce varios tipos de flores de corte, principalmente bulbos de Lilium, pero también lisianthus, helianthus y statice. El mayor volumen de producción se comercializa en la ciudad de Córdoba, pero las flores también llegan a zonas cercanas a Obispo Trejo y a otras provincias, como Jujuy, Salta y Mendoza.
“Las mujeres que participan de esta iniciativa se sienten más fuertes, útiles y dignas. Volvieron a creer en que se puede ser mejor. Generan sus propios recursos y cuidan el medioambiente a través de prácticas sustentables”, dice Tuma.
Obispo Trejo Florece es un proyecto sustentable de economía circular: con los desechos de las plantas se hace compost para vender o nutrir el suelo y no se utilizan químicos.
En el predio, además de los ocho invernaderos, hay una casa con varias habitaciones. Hoy, ese espacio se utiliza como sala de poscosecha. Ahí, por ejemplo, se secan flores para darles valor agregado.
Hoy Obispo Trejo Florece comercializa flores frescas y secas. “A futuro tenemos el plan de darles otra utilidad a las habitaciones. Las queremos preparar para recibir empresas y personas que quieran vivir turismo de experiencia, armar una propuesta para que los visitantes duerman en un campo de flores, cosechen, armen ramos y reciban capacitaciones de arte floral. La idea es generar otra unidad de negocio para generar más ingresos y más fuentes de trabajo”, cuenta Tuma.
La ingeniera asegura que el proyecto es replicable: “Esta iniciativa se puede adaptar. Nos están llamando de varios municipios. Queremos replicar el proyecto en otras localidades y demostrar que la floricultura es una actividad rentable. Ya vemos una revalorización de la actividad”.
Ella viaja cada quince días a Obispo Trejo para asistir en cuestiones técnicas y se encuentra con el impacto social del proyecto: “Cada vez que voy veo cómo transformó la vida de estas mujeres que trabajan en los invernaderos. La educación cambió la realidad del lugar”.
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