La zona baja del río siempre fue una mezcla de baldío, arenal y espinillos. Había partes de cantera y otras de basural, todo sobre la cuenca. Un poco más cerca de la ciudad, la costa se urbanizó con algunas casas grandes, vistosas. Para 2015 se caían a pedazos: la mitad de las paredes se habían ido con el agua, arrancadas de cuajo junto a los árboles, el pasto, el puente vehicular y la calle misma. Hasta vidas humanas se llevó la inundación de aquel febrero. Ahora se ve el verde, volvieron los pájaros. Y en medio de la pandemia, se inauguró un oasis cordobés, zona protegida que une dos localidades y suma 45 hectáreas.
El proceso de la Reserva Hídrica, Recreativa, Natural, Cultural, Municipal y Parque Ecológico “Parque del Oeste” tomó más de diez años, y fue una idea de vecinos y vecinas que querían proteger su espacio de conexión con la naturaleza. “Queríamos llevarle a la política una idea y no una queja”, explica Marianela Piazzano, profesora de biología y licenciada en genética. Por eso, se reunieron en un grupo al que llamaron Ateneo Construcción Política para aportar miradas desde distintas áreas profesionales y sociales, y trabajaron la idea de la reserva para una campaña de intendencia: su candidato finalmente no ganó. Pero no dejaron dormir el proyecto, y lo presentaron a varias gestiones políticas a través del tiempo.
Mientras tanto, recorrieron la zona elegida, revalorizaron el espacio con trabajo voluntario y se abocaron a la difusión de su idea. La reserva fue creada por la ordenanza N.° 3565, sancionada por el Concejo Deliberante en 2015. Habría que esperar al turbulento 2020 para su inauguración oficial. “No perdimos de vista que con la pandemia y el encierro los espacios abiertos se transformaron en lugares de encuentro; por eso, logramos regalarle el parque a la ciudad en el Día de la Conciencia Ambiental”, dice Piazzano. “El desafío ahora será sostenerlo”, resume el intendente de Jesús María Luis Picat sobre el compromiso que asumió la ciudad.
Cuidar el agua
Jesús María se encuentra apenas unos kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, en un paisaje de transición entre la serranía y la pampa agraria. Un poco de todo eso tiene este espacio natural, entre el río de llanura y el espinal de monte, entre el horizonte de montaña y las actividades ganaderas a su alrededor.
La particularidad de este proyecto es que trascendió de gestión en gestión y esquivó los cuestionamientos de distintos colores políticos. La semilla de la idea conservó su tono original: tener un espacio al aire libre accesible, que fuera representativo de la ciudad. Hubo avances y retrocesos, pero la voluntad de los vecinos sostuvo el impulso. La ordenanza de creación del parque fue aprobada durante la intendencia de Gabriel Frizza, pero la inauguración iba a tener que esperar otra vuelta de elecciones, para finalmente ser firmada por el actual intendente Luis Picat.
“Fue muy interesante la experiencia de participación ciudadana para armar los equipos técnicos cuando desarrollamos el proyecto, con un espacio de talleres y construcción colectiva. Todos veníamos de diferentes áreas y no sabíamos mucho de política, trabajamos mucho para participar y llevar el proyecto. El espíritu del grupo era abarcar proyectos de distinto tipo, pero bueno, luego llegó la realidad, era un voluntariado y nos ocupó la vida; el proyecto del parque era algo grande y a pulmón”, resume Piazzano. Su apego y militancia por este espacio verde la llevó a tomar más responsabilidades políticas, y hoy es la cabeza de la Secretaría de Educación y Desarrollo Humano del municipio.
Inicialmente la reserva se constituyó en 45 hectáreas, pero un terrateniente privado ha firmado una carta de intención para ceder el uso de 35 hectáreas más. De la parte que corresponde al municipio de Sinsacate, entre terrenos públicos y privados suman unas 60 hectáreas. En mayo pasado, las autoridades municipales autorizaron la incorporación de la zona adyacente del Parque del Oeste de Jesús María con el objetivo de crear una única “reserva hídrica, recreativa, natural, cultural y parque ecológico”. Lo que se espera es lograr un parque que alcanzará las cien hectáreas.
El hecho de que se encuentre entre dos departamentos ―Colón y Totoral―, entre dos municipios ―Jesús María y Sinsacate― y entre el espacio de ribera y tierra firme genera el choque de varias jurisdicciones: municipales, de Recursos Hídricos y privadas, lo que multiplica los desafíos.
“Es difícil de administrar. Lo que es importante es que la ciudadanía tomó el proyecto como propio”, resume el intendente Picat.
A los vaivenes políticos, hubo que sumarle un ojo crítico para la mirada desde lo ambiental, para lograr no solo los objetivos de educación y recreación, sino también los de conservación. La ordenanza detalla que se deberá propiciar el esparcimiento, pero asegurando la menor perturbación posible del medio natural en el área de la reserva.
Más monte
Macarena Alzogaray es la flamante custodia del espacio y nos recibe en su pequeña casilla de trabajo. Es guardaparque, egresada de la Escuela Superior Montes Pacheco de Córdoba y trabaja en el proyecto con el foco puesto en el medioambiente: “La mirada ambiental trae un toque de realidad. Creo que las reservas naturales son lugares de lucha y son difíciles de mantener y armar”.
Uno de los principales objetivos de la reserva es custodiar el dique de afloramiento que provee agua potable a un gran sector de la ciudad, y la ordenanza detalla que se debe mantener “el predio libre de ocupantes, asentamientos ya sean temporales o permanentes, animales domésticos que generen depredación sobre las especies vegetales y animales autóctonos”.
“Había que tomar decisiones, como el tipo de cartelería, los cuidados desde si se corta el pasto o no y hasta qué actividades hacer. Algunas cosas son difíciles de entender, como que no se puede venir más con animales; algunos vecinos lo tomaron mal”, resume Macarena.
La contraparte de ese proceso es que cada hectárea protegida cuenta: la provincia de Córdoba está en una situación ambiental crítica, que requiere de acciones de mitigación cuanto menos urgentes. Las inundaciones de 2015 castigaron severamente a Jesús María. Hubo víctimas humanas y materiales; las más graves, muy cerca del ingreso a la reserva. El paisaje cambió drásticamente pero el proyecto renovó su razón de ser y el espacio del Ateneo continuó con sus tareas en el lugar, incluida la reforestación y el cuidado a pulmón.
Alzogaray explica que la vegetación nativa tiene un valor fundamental para disminuir el impacto de las inundaciones e incendios, pasados y futuros. “Es importante mantener la vegetación de las riberas, sabemos que el monte nativo tiene este efecto esponja. Está bueno tener una vegetación variada y abundante”, dice.
La Dirección de Turismo de la ciudad precisa que en el parque se pueden encontrar entre 120 y 130 aves diferentes. También, que el lugar cuenta con tres tipos de ambiente: bosques de aromos, cañaveral y bosque de siempreverde. Entre la flora se destacan los espinillos, tuscas, meloncitos de campo, algarrobos, chañares, moradillos, piquillines, sombras de toro, entre otros.
En cuanto a la fauna, la zona es espacio de zorros, quirquinchos, iguanas, cuises, sapos y culebras. Entre las aves se distinguen el hornero, el benteveo, el semillero, la corbatita, el colibrí, el carpintero, la curucucha, la calandria, el cardenal, la perdiz, el aguilucho, el tordo, el jilguero, el zorzal, el búho y la lechuza.
La reserva también incluye unas acequias históricas de origen jesuítico que son parte del patrimonio local.
Educación y recreación
El nuevo espacio tiene un valor turístico para la ciudad. Allí se pueden hacer actividades como avistaje de flora y fauna, caminatas saludables, recorridos en bicicleta y paseos educativos para conocer la diversidad ambiental de la zona y la práctica de actividades deportivas, educativas, culturales y científicas.
“Se empezaron a desarrollar actividades muy interesantes a partir de la apertura del parque. Por ejemplo, hay grupos de avistaje de aves y otro de astroturismo que salió a ver las estrellas e invitó a la gente a conocer de astronomía. También los colegios empiezan a ir al parque, como parte de las clases de Biología”, destaca Picat.
Actualmente la municipalidad trabaja en la diagramación de una infraestructura adecuada que contemple un ingreso, trazados para recorrer a pie o en bicicleta, lugares de descanso y recreación, miradores y el diseño de un plan de seguridad adecuado para la protección de los ciudadanos y del ambiente.
Para el futuro, vecinas y vecinos, creadores y custodios del parque y también los funcionarios prometen un sueño más grande: la creación del Gran Parque del Oeste que ampliará el acceso desde dos ciudades distintas y superará las cien hectáreas. Por ahora, seguimos respirando verde aquí, en este sendero solitario, con el sonido del río como única compañía.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN