Cuando Priyanka Bairwa tenía 15 años y su familia empezó a buscarle un marido, en el interior de la adolescente creció una sensación de rechazo. La joven pudo transformar ese malestar en resistencia y en la bandera de un colectivo en el noreste de la India, un movimiento que se expande gracias a las redes sociales y al trabajo comunitario en un territorio que se caracteriza por el calor seco, la repetición de rituales ancestrales y el despojo repentino de la infancia. Esta es la historia de una niña que hoy es una líder en el país donde el matrimonio infantil es todavía una práctica habitual.
Si bien la ley india prohíbe el matrimonio infantil, la práctica se reproduce en las zonas rurales del país. India ocupa el segundo lugar (luego de Bangladesh) entre los países del sur de Asia en los que se celebran más matrimonios infantiles. Se calcula que 650 millones de mujeres de todo el mundo se casaron cuando eran niñas, y casi la mitad de estos matrimonios fueron en Bangladesh, India, Brasil, Etiopía y Nigeria, según UNICEF, el fondo de las Naciones Unidas para la infancia.
En el informe COVID-19: Una amenaza para el progreso contra el matrimonio infantil, publicado durante el Día Internacional de la Mujer de este año, UNICEF advierte que el cierre de escuelas, las limitaciones económicas, la interrupción de servicios y las muertes de los progenitores debido a la pandemia aumentaron el riesgo para las niñas más vulnerables de ser obligadas a casarse. Es probable que 10 millones más de niñas sean forzadas al matrimonio para finales de la década, lo que amenaza con revertir años de progreso en la reducción de esta práctica, según el análisis publicado el 8 de marzo.
Como ya se contó anteriormente en Soluciones, luego de años de progresos en la lucha contra el matrimonio infantil forzado la pandemia está provocando retrocesos y se necesita una intervención urgente. El acceso a la educación es una de las formas de liberar a las niñas y adolescentes. Por eso, el movimiento liderado por Priyanka Bairwa pone especial énfasis en este punto.
Una práctica ilegal pero persistente
En India, el 47 % de las niñas se casan antes de cumplir los 18 años. Según Girls Not Brides, la red global conformada por más de 1.500 organizaciones de la sociedad civil de 100 países que trabajan en el abordaje de la temática, de los 10 millones de niñas que se casan cada año se estima que 3 millones de ellas viven en la India. Las leyes que prohíben el matrimonio infantil están vigentes desde la década de 1920, pero el tamaño del país y el difícil acceso a las regiones rurales dificultan su aplicación efectiva. Los altos niveles de pobreza, las prácticas tradicionales arraigadas en la sociedad y los rígidos roles de género también contribuyen a su persistencia.
El matrimonio infantil, o el matrimonio que se contrae antes de cumplir 18 años, constituye una violación de los derechos humanos. En palabras de UNICEF, “lleva consigo toda una vida de sufrimiento. Las niñas que se casan antes de cumplir 18 años tienen menos posibilidades de seguir yendo a la escuela y más de ser víctimas de violencia en el hogar. Las niñas y adolescentes tienen más probabilidades de morir a causa de complicaciones durante el embarazo y el parto que las mujeres de entre 20 y 30 años, y es más probable que sus hijos nazcan muertos o mueran en su primer mes de vida”.
En India, muchas niñas al nacer son prometidas en matrimonio. Y durante la adolescencia son entregadas en matrimonio. A una edad muy temprana se les despoja de su infancia y se les obliga a enfrentarse a la vida adulta. Es una práctica habitual en las zonas de Madhya Pradesh, Uttar Pradesh, Rajastán, Chhattisgarh, Bihar y Andhra Pradesh.
La rebelión
Durante octubre de 2020, los padres de Priyanka Bairwa ya habían decidido quién iba a ser el esposo de su hija: un niño de su aldea de Ramathra en el distrito de Karauli. Pero Bairwa rechazó la idea. Durante la pandemia, muchas familias de su aldea estaban ansiosas por casar a sus hijas. “Me negué a quedar atrapada en un matrimonio infantil. Hubo una reacción violenta importante: peleas constantes. Finalmente amenacé con huir y, temiendo que hiciera algo drástico, mi familia lo canceló. Mi madre convenció a mi padre de que me dejara estudiar”, contó la joven en The Guardian.
El sostén económico de la familia recaía principalmente en su madre, Urmila ―quien trabajaba de empleada doméstica― y en los niños mayores. El padre padecía tuberculosis. Priyanka habitualmente ayudaba a su mamá en las tareas del hogar y limpiando en otras casas antes del confinamiento impuesto por la pandemia. Con la llegada de la cuarentena, comenzó a faltar el trabajo. En ese contexto, se aceleró el arreglo de su matrimonio.
Un proyecto colectivo
Childline India informó que hubo un aumento del 17 % de matrimonios infantiles entre junio y julio del año pasado. Childline es un servicio de asesoramiento y asistencia para niños y jóvenes hasta los 19 años. Algunas de las consultas más habituales que atiende son sobre abuso, amenazas e intimidaciones, enfermedades mentales y embarazos en la adolescencia. En Rajastán, una de cada tres mujeres de entre 22 y 24 años se casó antes de los 18, según datos del Gobierno.
En ese contexto, Priyanka Bairwa entendió que su rechazo al matrimonio forzado no era solo una lucha individual, sino que podía ser un proyecto colectivo. Ella sabía de la realidad de miles de niñas que se enfrentaban a problemas similares y eran expulsadas de la escuela y obligadas a contraer matrimonio temprano. Y así inició el movimiento Rajasthan Rising. El primer foco estuvo centrado en su lugar de residencia: las aldeas de Karauli. Pero lo que empezó como una campaña de cercanía en poco tiempo creció y se expandió.
En la entrevista concedida a The Guardian, la joven describe que muchas niñas son expulsadas de la escuela y obligadas a contraer matrimonio precoz. Si bien en India la educación es gratuita hasta el octavo grado ―hasta los 14 años― la joven líder del movimiento denuncia que las becas para estudiantes de comunidades marginadas nunca llegan a tiempo.
Lo que comenzó como un encuentro entre 10 amigas se fue extendiendo a otras aldeas. Con la ayuda y el apoyo de activistas locales empezaron a realizar reuniones con el objetivo de sensibilizar a las niñas sobre sus derechos constitucionales. En marzo de este año, Rajasthan Rising se convirtió en una alianza formal que se extendió por todo el Estado. Las niñas y jóvenes aprendieron a usar dispositivos digitales, se pusieron en contacto con funcionarios de Educación, líderes políticos y ministros para exponer uno de sus objetivos: que todas las niñas reciban educación gratuita hasta el grado 12, esto es hasta los 17 o 18 años, junto con una beca mínima de 5.000 rupias al comienzo de cada ciclo escolar.
Campaña de membresía en las redes
El distrito de Karauli es una de las regiones con la tasa más alta de matrimonio infantil. Según el Instituto de Educación y Desarrollo Alwar Mewat (AMIED), una organización sin fines de lucro que trabaja en las zonas rurales de Rajastán, una de cada dos niñas se casa antes de cumplir los 18 años. AMIED se sumó a la lucha de Rajasthan Rising y brindó capacitación sobre salud y educación. También trabajó en convencer a los padres y madres de la región para que les permitieran a sus hijas formar parte del movimiento.
Rajasthan Rising, que ya cuenta con más de 1.200 integrantes, lanzó en las redes sociales una campaña de membresía con el objetivo de construir liderazgos feministas. “#COVID-19 ha interrumpido la vida de muchas niñas, especialmente las marginadas. Ahora más que nunca necesitamos espacios inclusivos y compartidos para las niñas”, describen en las redes.
El colectivo tiene una plataforma “comprometida con la igualdad de género en India”. “Queremos iniciar una campaña de afiliación, invitando a todas las organizaciones de la sociedad civil (OSC), colectivos e individuos apasionados por la creación de espacios inclusivos para las niñas y mujeres de la India”, anuncia.
Entre los objetivos de la organización está el de comprender los problemas relacionados con la educación de las niñas junto con las discriminaciones de género y casta que deben enfrentar. La baja tasa de alfabetización y la gran cantidad de niños y niñas que quedan fuera del sistema educativo formal son problemas claves que abordan desde el movimiento con el fin de terminar con la práctica del matrimonio infantil forzado. Del éxito de esta campaña, entre otras cosas, depende el futuro de las jóvenes de las zonas rurales de Rajastán. Es una campaña de las niñas, por las niñas y para las niñas.
___
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN