“Cuando a una persona que se había quedado ciega le devolvés la visión, le cambiás la vida”, expresa Santiago González Virgili, un oftalmólogo de 50 años que vive en Bariloche, Río Negro. A través del Programa Ceguera Cero, Santiago y su equipo de la Fundación 100 Caminos les cambian la vida a cientos de personas que residen en parajes rurales.
Hace más de 17 años, González Virgili se mudó a Bariloche. “Cuando vivía en Buenos Aires trabajaba en un hospital público y me gustaba el vínculo con los pacientes. Cuando me mudé, empecé a trabajar en el Sanatorio San Carlos, que es una clínica privada. El contacto en mi consultorio con personas ciegas me llevó a preguntarme cómo habían llegado a esa situación, cuando las causas de esa ceguera eran evitables. Así surgió la idea de realizar viajes a parajes rurales. Me encontré con lugares muy remotos, con personas que tienen dificultad para acceder a la atención oftalmológica”, cuenta.
La Fundación 100 Caminos nació de la mano de González Virgili hace quince años con el objetivo de erradicar la ceguera por causas que podrían evitarse en la región sur de la provincia de Río Negro. Para concretarlo, se llevan a cabo cuatro campañas al año en las que se brinda atención médica en los parajes rurales. De la misión participa un equipo de oftalmólogos, técnicos y voluntarios.
El 80 % de los casos de ceguera son por causas evitables, por lo que brindar acceso a atención oftalmológica y dar difusión a la necesidad de hacer controles periódicos puede tener una enorme influencia para mejorar la situación de muchas personas. “La problemática de estos pueblos es que las distancias son muy largas y que a sus habitantes les cuesta mucho viajar a los centros de atención y conseguir turnos. Los asuntos que se solucionan fácilmente en las ciudades, a veces en las zonas rurales se agravan”, dice González Virgili y enumera: “Los problemas que suelen llevar a una mala visión, pero son prevenibles y tratables son las cataratas, el glaucoma, la retinopatía diabética y la falta de acceso a anteojos. Por ejemplo, cuando una persona tiene un glaucoma, se le indica usar gotitas en forma crónica. Pero en el campo no hay farmacias para comprarlas; por eso, es difícil darle continuidad al tratamiento y las personas terminan quedando ciegas. Ahora hay tratamientos con láser que permiten evitar el uso de la gota. Eso ayuda a solucionar el problema por un tiempo”.
Otro ejemplo que muestra la necesidad de generar acceso a la atención oftalmológica es el de las cataratas. “La operación es rápida, segura y no es costosa. Te soluciona un problema que te puede dejar ciego si no tenés acceso al tratamiento”, señala González Virgili.
Las cuatro campañas anuales de 100 Caminos buscan prevenir las consecuencias de la falta de acceso a la atención. “Unas semanas antes de viajar, le avisamos a la población de Bariloche de la campaña y recibimos donaciones. El equipo ―de unos 10 oftalmólogos― se junta en el Sanatorio San Carlos, se cargan los equipos en camionetas y salimos bien temprano. Una vez en el paraje armamos consultorios en las aulas de la escuela del lugar y convertimos el salón principal en la sala de espera. A veces hay salitas de atención de salud, pero son chiquitas como para recibir a tanta gente. Se atiende a todas las personas que se presentan”, relata González Virgili.
El equipo de oftalmólogos atiende en cada campaña a entre 50 y 250 personas, según la población del paraje al que va. Además, anualmente realiza entre 40 y 50 procedimientos quirúrgicos y entrega alrededor de 200 anteojos. Y subraya González Virgili: “Todavía tenemos capacidad para atender a más personas”.
En los últimos años, desde la fundación se organizaron con referentes de otras especialidades para que participaran de algunas campañas. Al equipo de 10 oftalmólogos, ópticos, técnicos y voluntarios, se están sumando traumatólogos, kinesiólogos y odontólogos.
Alianzas y financiamiento
La pandemia obligó a suspender las visitas de 100 Caminos a los parajes. “Siempre que viajamos convocamos a todo el pueblo y por eso no pudimos hacerlo durante el período de restricciones sanitarias. Además, no queríamos arriesgarnos a llevar los contagios desde Bariloche hacia los parajes”, explica el oftalmólogo.
Ya en marzo de este año se pudieron retomar los viajes. Las primeras dos campañas se realizaron en Comallo y Río Chico. Este mes la intención es hacer el tercer viaje hacia El Caín. “Siempre nos quedamos una jornada, pero en este caso, como es un pueblo más distante, viajamos un viernes y nos quedamos una noche a dormir”, cuenta.
La fundación generó alianzas con el sector privado para ampliar el alcance del programa. Essilor, la empresa francesa que produce lentes oftálmicas, dona los cristales. Y hay comercios locales que ayudan: ópticas que aportan los marcos y envían personal técnico a los viajes. También, se trabaja en conjunto con el sector público: los maestros son los que ayudan a convocar a los habitantes de los pueblos y los agentes sanitarios de la zona contribuyen a dar seguimiento a los pacientes. “Hay casos que no se pueden resolver en el lugar. Por eso, articulamos con los agentes sanitarios que ayudan a coordinar viajes de pacientes a Bariloche”, detalla González Virgili.
El año pasado, 100 Caminos obtuvo financiamiento de la Embajada de Nueva Zelanda y este año de la de Australia. Esos fondos son para operar pacientes que podrían quedar ciegos. La fundación garantiza la cirugías gratuitas en Bariloche a pacientes en situación de vulnerabilidad.
Cómo crecer
A González Virgili le gustaría replicar el programa en otros lugares de la Argentina y también sueña con hacer campañas en África. Un sueño por el que ya está trabajando: “Estoy en contacto con una fundación que trabaja allá”, señala.
El oftalmólogo tiene varias ideas sobre cómo podría crecer el proyecto: “Nos gustaría generar un quirófano móvil para operar a los pacientes en sus pueblos y que no tengan que trasladarse. También sería bueno hacer una estrategia de teleoftalmología; los agentes sanitarios que están en el terreno podrían enviarnos las imágenes para tratar de resolver problemas a distancia y más rápido. Ambas cuestiones requieren de inversión y equipamiento”.
Hay una imagen que a González Virgili le funciona como motor para seguir haciendo lo que hace:”Recuerdo un señor que se acercó a la escuela en la que estábamos atendiendo, venía con su anteojo recauchutado con cinta y Poxipol. Esos lentes se los habíamos dado hacía dos años. El hombre tenía la posibilidad de ver porque habíamos acercado la atención oftalmológica a su pueblo”.
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