A mediados de abril de 2020, Marisol Sánchez tuvo que ir en ambulancia, de urgencia, desde el hospital de Perico, la ciudad donde vive, hasta el Quintana de San Salvador de Jujuy. “Con seis meses de embarazo fui a hacerme un control y como estaba con 5 centímetros de dilatación me tuvieron que derivar. En Perico no hay una neonatología de emergencia. Mi hijo nació el 16 de abril”, cuenta la mujer de 34 años.
Marisol es mamá primeriza y como Alí nació prematuramente le ofrecieron quedarse en una residencia para madres, que hay dentro del Hospital Quintana, para estar cerca de su hijo y evitar el viaje de más de media hora hasta Perico. “Cuando nació mi bebé ingresó a neonatología y la enfermera me comentó que las visitas eran muy estrictas. Por eso me ofrecieron quedarme hasta que le dieran el alta”, recuerda.
UNICEF comenzó a impulsar las residencias para madres hace más de 10 años. En la Argentina, ya se desarrollaron 27 en distintas maternidades públicas. De esta forma, se pretende evitar la separación de la madre y su hijo en aquellos casos en los que se requiera la internación del recién nacido, ya sea por parto prematuro o por alguna enfermedad. También, de esta forma, se busca promover la participación activa de la madre en el cuidado del niño, mantener la lactancia materna y ofrecer intervenciones de educación para la salud. De esta manera, se trata de garantizar los derechos de la madre y del recién nacido al darles la posibilidad de permanecer en el hospital en condiciones adecuadas y dignas. Además, se le brinda contención a todo el grupo familiar, el cual debe reorganizarse frente a una internación neonatológica.
Las residencias para madres se inspiraron en la experiencia del Hospital Materno-Infantil Ramón Sardá que pertenece al sistema público y está ubicado en la zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ah, el Servicio de Voluntarias Damas Rosadas abrió la primera Residencia de Madres de Argentina en 1970 para alojarlas cuando los recién nacidos debían permanecer internados después del alta médica de sus mamás.
La iniciativa se sustenta en los principios del modelo maternidad centrada en la familia (MCF), desarrollado por la Fundación Larguía e implementado en la Maternidad Sardá durante más de 50 años. En 2006, con el apoyo del Ministerio de Salud de la Nación, esta fundación publicó la primera guía para transformar la atención en las maternidades tradicionales en una centrada en la familia.
Las intervenciones neonatales de las MCF han sido reconocidas como ejemplo de buenas prácticas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) para que puedan replicarse. En 2010, la Fundación Larguía y UNICEF revisaron la iniciativa y le incorporaron aspectos relacionados con la seguridad en la atención de las madres y los recién nacidos. Este modelo actualizado se denominó iniciativa maternidad segura y centrada en la familia (MSCF). Luego, en 2012 se presentó la segunda edición, en la que se incorporaron conceptos relacionados con los aspectos particulares que se manifiestan en las maternidades y los servicios de salud perinatal en contextos interculturales.
Las residencias, tal como dice su nombre, son solo para las madres. Por ese motivo, el padre de Alí no se pudo quedar en el Hospital Quintana. Durante un tiempo no pudo ver al bebé por las restricciones de circulación dispuestas frente a la pandemia de COVID-19. Fernando Zingman, especialista en salud de UNICEF, observa que el dispositivo tiene problemas que aún no resuelve. “En general, cuando las madres tienen otros hijos a cargo no se pueden quedar en las residencias. Tampoco queda resuelto el rol del padre y sus visitas”, señala.
Aunque perfectible, Zingman destaca que el modelo MSCF significó un cambio cultural muy grande. “Las residencias demuestran que las madres pueden incorporarse al cuidado de su bebé y que mejora el funcionamiento de las neonatologías. Las madres pueden participar de la atención de sus hijos, y esto es un derecho de los chicos y de las madres. Esto humaniza el proceso”, expresa.
Fortalecer este modelo es importante porque contribuye a reducir la mortalidad infantil, según sostiene UNICEF en su Guía de Buenas prácticas Para Implementar una Residencia para Madres. En el transcurso de 2019, en la Argentina, se registraron 5745 defunciones de menores de un año, lo que resulta en una tasa de mortalidad infantil de 9,2 defunciones cada 1.000 nacidos vivos. Las provincias con mayor índice son las del norte del país: Formosa, Tucumán, Chaco, Corrientes, Salta, Catamarca, La Rioja y Jujuy.
Marisol pasó en el Hospital Quintana tres meses y una semana. “Estar en la residencia me permitió compartir muchas horas con mi bebé. Fue una gran ayuda en tiempo y dinero. Me iba a salir una fortuna ir y venir de Perico todos los días”, cuenta. Y agrega: “Yo me quedaba en el tercer piso y neonatología estaba en el primero. El recorrido hasta mi bebé implicaba cruzar dos pasillos y bajar por el ascensor. Cuando Alí estuvo en terapia intensiva los médicos me avisaban cuándo podía bajar a verlo. Mi bebé pasó por una cirugía de corazón. A los dos meses se estabilizó. Una vez que pasó a la sala para prematuros en crecimiento, todo fue más relajado. Ahí me fueron enseñando a cambiarlo, cuidarlo y darle medicaciones. Cada tres horas eran las atenciones. Cuando el bebé se dormía, yo volvía a la residencia. Era bueno estar ahí porque ante cualquier situación llegaba en menos de cinco minutos”.
En el contexto de la pandemia, además, hubiera sido difícil el transporte para Marisol. Le tocó un momento muy particular. “Estar en el hospital durante la pandemia me generaba miedo. Muchas veces el personal del hospital se ponía en alerta cuando entraban casos sospechosos de COVID-19. Durante el corto recorrido hasta la neonatología yo no tocaba nada. Cualquier bichito podía ser peligroso para mi bebé”, comenta. Atravesar esa situación en las sillas de una sala de espera o durmiendo en un pasillo hubiera sido imposible. La residencia cuenta con cinco habitaciones con baño privado, cocina, sala de estar, comedor, lavadero, patio, terraza, galería y una oficina de admisión. La inversión fue de 12 millones de pesos aportados por UNICEF.
Dado que algunas madres pasan un período prolongado en la residencia y que están en una situación de mucha vulnerabilidad y necesidad de contención y apoyo, se programan actividades y capacitaciones. “Había una enfermera que todas las tardes nos acompañaba y si nos veía mal se acercaba, nos daba contención y nos preguntaba cómo estábamos. Con mucha calma respondía a todas las dudas. Eso me ayudó un montón a disipar los miedos y las angustias. Además, recuerdo tres talleres que me resultaron importantes: el de reanimación cardiopulmonar, el de prematuros y el de lactancia”, relata Marisol.
Las residencias para madres se destacan por fortalecer el vínculo y el apego en lugar de distanciar a madres e hijos en un momento crítico, incorporar activamente a la madre en las acciones de cuidado del recién nacido, establecer un contacto más cercano de la familia con el equipo de salud y aportar conocimientos para mejorar el cuidado de los bebés, brindarle mayor contención a la madre y fomentar la lactancia materna, entre sus ejes centrales de trabajo.
Ahí , también, se pueden hacer nuevos vínculos. “Conocí muchas mamás que se quedaron poquito tiempo. Con algunas de ellas todavía me sigo mensajeando, nos compartimos cosas de los bebés y nos preguntamos las dudas cuando lo necesitamos. En la residencia compartíamos el almuerzo y la cena. También hacíamos juntas el cronograma de actividades”, dice Marisol.
El día que le dieron el alta a Alí, Marisol no pudo volver a su casa. Su marido fue contacto estrecho de una persona que presentó síntomas de COVID-19 y tuvo que aislarse. Entonces, ella se quedó con el bebé una semana y media en la casa de una tía que vive en San Salvador de Jujuy. Cuando pasó el tiempo de aislamiento, la familia se reencontró.
Alí ya tiene un año y medio y Marisol pudo volver a hacer las artesanías que vende en la feria de Perico.
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