Estela Dávila tiene 39 años y si bien desde hace tiempo sueña con ser técnica de laboratorio de análisis clínicos, recién en 2020 comenzó a recorrer el camino para hacer de ese sueño una realidad. La tecnicatura está disponible en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), a unas veinte cuadras de su casa; sin embargo, hasta hace poco, asistir a la universidad era algo casi impensable para ella.
Vive en una casa que alquila en Villa Tesei, un barrio del municipio bonaerense de Hurlingham, junto a su marido, sus dos hijos, su hermano y su mamá. Trabajaba como empleada doméstica, pero debido al contexto de la pandemia de COVID-19 y a un problema de salud se quedó sin trabajo. Entonces, se anotó para terminar el secundario, objetivo que espera alcanzar a mediados del próximo año. Luego, ya se imagina ir a la universidad.
Para que Estela pudiera avanzar en sus estudios se dieron una serie de situaciones en su contexto familiar que lo hicieron posible. Y también mucho tuvo que ver el Programa La Universidad en los Barrios que implementa la UNAHUR en distintos puntos del municipio.
El año pasado, su hija Tiara terminó el primario pero Estela sentía que no había aprendido nada. “Yo no estaba capacitada para explicarle lo que ella no entendía y no contaba con el dinero para pagarle clases particulares”, cuenta. Por eso, este año, cuando la UNAHUR comenzó a dar clases de apoyo escolar en el Club de Fútbol Infantil (CFI) en el que juega Tiara, no dudó y la anotó. También apuntó que había apoyo escolar para adultos.
“Tiara avanzó y mejoró un montón. La veo más enganchada con la escuela, más responsable y más contenta. Ella también estaba muy triste por la muerte de su abuelo a comienzos de este año y todo lo que hacen en las clases de apoyo le sirvió tanto desde lo educativo como desde lo personal. A mí también me ayudan mucho. El otro día no pude asistir a una clase de química, les pedí ayuda a ellos y pude entender lo que habían dado”, dice Estela.
Un puente
Bárbara Ruiz Díaz, integrante del Programa La Universidad en los Barrios que depende de la Secretaría de Extensión y Servicios a la Comunidad de la UNAHUR, explica que las clases de apoyo son parte de una propuesta de trabajo colectivo que busca fortalecer los vínculos entre la universidad, las instituciones educativas, las organizaciones sociales, clubes, merenderos y la comunidad en general.
El objetivo, dice Ruiz Díaz, “es llevar a cabo diferentes acciones pedagógicas situadas y sobre todo dialógicas. Entendemos este programa en particular como una construcción colectiva con el territorio, en función de pensar las propuestas en conjunto, tanto culturales como deportivas y de acompañamiento de las trayectorias educativas”.
-El programa trabaja en tres dimensiones:
-La universidad y el trabajo, que ofrece una formación en oficios, otorga un certificado y está abierta a toda la comunidad sin restricciones de estudios previos ni edad con el objetivo de lograr una rápida inserción laboral.
-La universidad y la cultura, que realiza promoción cultural en la universidad y en la comunidad en general.
-La universidad y la educación comunitaria, que se orienta a fortalecer el derecho a la educación, a través de canales de acceso a la práctica deportiva, a la recreación educativa y al acompañamiento de las trayectorias educativas.
Ruiz Díaz define así la forma de trabajo: “Buscamos acompañar el apoyo a la escolaridad pero no solo haciendo la tarea inmediata, necesaria en el momento. Sino reforzando ese acompañamiento de modo integral creando un vínculo, fortaleciendo la experiencia en el territorio, en el barrio, generando espacios de participación y escucha, de respeto hacia las diferencias”.
Así, desde la UNAHUR buscan que el proceso de aprendizaje sea una construcción colectiva, colaborativa, que fomente la ayuda entre pares, “en el que también se pueda debatir y buscar una solución colectiva para las situaciones problemáticas que vayan surgiendo”, subraya.
Para poner en práctica el programa lo primero que hizo el equipo de la universidad fue caminar las calles de los barrios y visitar sus espacios sociales. Así detectó las necesidades de sus habitantes.
La UNAHUR se inauguró en 2015 y en 2018 comenzó a desarrollar juegotecas, espacios deportivos y de apoyo escolar de manera exploratoria para dialogar con las personas del barrio, conocer sus necesidades y evaluar lo que la universidad podía ofrecerles. “Pensamos en conjunto qué propuestas eran las más apropiadas y cómo se podían llevar adelante”, cuenta Ruiz Díaz.
En 2019 se profundizó la inserción en los territorios y hoy se despliegan actividades en Villa Tesei, Barrio Mitre, Barrio Atepam, William Morris y Hurlingham centro. Por ejemplo, se ofrece apoyo escolar en el Club Ateneo Roca y en el CFI —donde asisten Estela y Tiara—, se abrieron talleres de oficios en la universidad y en la sede de la Unión Ferroviaria, entre otras actividades.
Los integrantes del equipo de La Universidad en los Barrios visitaron los clubes sociales porque entienden que son los espacios que contienen a las familias, donde desde muy pequeños niños y niñas ya están jugando al fútbol y todas las categorías son coordinadas por padres, tíos, abuelos. Allí, hablaron con las comisiones directivas, vieron qué ofertas de actividades tenían, les contaron lo que la universidad hacía, pensaron una biblioteca y propuestas deportivas para las niñas por fuera del fútbol —porque la oferta que las contempla es escasa—.
“Generalmente, lo primero que aparece en ese diálogo es la necesidad de apoyo escolar —cuenta Ruiz Díaz—. Porque las familias trabajan muchas horas y por ahí no tienen el tiempo de acompañar con las tareas inmediatas o no tienen los dispositivos tecnológicos necesarios. Nosotros abordamos el apoyo con el objetivo de darles a los chicos herramientas para resolver por sí solos”.
Cuando profesores y estudiantes de la universidad van a un barrio y ofrecen la posibilidad de que se empiece a gozar de un derecho que hasta ese momento no se podía ejercer, como puede ser la práctica de un deporte, “los pibes y pibas eligen ir, se genera participación y un espacio de encuentro que promueve otras actividades. Mientras practicamos un deporte, preguntamos cómo les va en la escuela, si están trabajando y cómo les va. Estos espacios de socialización abren las puertas para que la comunidad se pueda organizar y lograr cosas que necesita y no tiene”, explica Luis Bamonte, profesor de Deporte Social y Comunitario en el Profesorado Universitario de Educación Física de la UNAHUR.
Cuando los y las docentes que dan apoyo escolar observan que alguien no tiene el DNI, averiguan dónde y cómo pueden conseguirlo. Si hay diez chicos sin escuela, hablan con supervisores y ven la manera de que se los incluya en una. “Se arman esas redes de instituciones y personas que buscan soluciones. Además, al llevar a la universidad al barrio se permite que los chicos y chicas se imaginen yendo, entrando a la universidad”, dice Bamonte.
Leila Santander es la presidenta de la comisión directiva del Club Ateneo Roca del barrio William Morris, donde la UNAHUR ofrece diversas actividades. Ella coincide con Bamonte: “Muchas veces las familias tienen problemas y no saben dónde acudir. La mayoría de las personas que vienen al club veían a la universidad como algo muy lejano, nunca hablaban de la universidad. Desde que empezaron a venir del programa, los chicos tienen apoyo escolar o hacen algún taller cultural con profesores de la UNAHUR y varios padres tomaron los cursos de técnico y arbitraje. Hoy la universidad comienza a estar en sus conversaciones”.
Bamonte habla de la mirada con la que trabajan en la UNAHUR sobre el derecho al deporte: “Cualquier persona puede hacer deporte sin importar sus características físicas. Tradicionalmente se buscaba a quien tuviera el cuerpo indicado y la mejor técnica para practicar un deporte. Nosotros apuntamos a que todos lo hagan, el que juega mal y el que lo hace bien, el nene, la nena, el hombre y la mujer. Nosotros practicamos deportes mixtos de entrada”.
Ampliar horizontes de trabajo
Al hablar con las comisiones de clubes, con los adolescentes y los estudiantes de la universidad que son del barrio, otra necesidad que se repite en sus palabras es la de contar con herramientas para salir a trabajar en cosas básicas y rápidas.
Por eso, la universidad diseñó talleres que se cursan en no más de un año y otorgan una certificación de participación. En estos años desarrolló los cursos de herrería artística, reparación de bicicleta, huerta y diseño de espacios verdes, entrenamiento deportivo —para que las familias tengan más herramientas didácticas con las que llevar adelante las prácticas de fútbol—.
En 2020, se sostuvo de manera virtual todo lo que se pudo. “Desde las clases de apoyo hasta los cursos de oficios —como huerta o entrenamiento deportivo– pasando por las prácticas de hockey, para las que repartimos los palos y las bochas casa por casa y luego, en encuentros sincrónicos los profesores y las profesoras veían cómo jugaban, cómo estaban las chicas y promovía el entrenamiento”, dice Ruiz Díaz.
Adriana Diosquez y Lugones tiene 53 años, es artista plástica y docente jubilada. Siempre le interesó hacer huerta y, siempre que pudo, trabajó con sus estudiantes sobre el tema en particular y el cuidado del medio ambiente en general.
Ella está ofreciendo el taller de huerta donde varios ya desarrollaron sus emprendimientos. Cuenta Ruiz Díaz: “Hay quienes hacen y venden plantines o desarrollan huertas para otras personas”.
Aprender a cuidar las plantas, separar los residuos, armar una compostera son cosas que también le permitieron a Adriana una nueva forma de habitar su barrio. “Empecé a conversar con los vecinos sobre los espacios que tenemos, hicimos un relevamiento del estado en el que estaban y ya pedimos al municipio que reforestara una plaza”, cuenta.
En el marco del curso se desarrolló, en el Club de Fútbol Infantil (CFI) de Villa Tesei, una huerta abierta a la comunidad. Quienes llevan adelante la actividad también tienen acceso al campus virtual de la UNAHUR. A Adriana le gusta mucho ese espacio, donde se pueden hacer preguntas, acceder a materiales o subir parciales. “Ya vi que está la carrera de viverismo y estoy evaluando anotarme”, cuenta.
Desde que la UNAHUR está en el Club Atlético Roca, cuenta Leila, “muchos adultos que no sabían leer ni escribir se acercaron para aprender. Lo mismo nenas y nenes que pasaban de grado sin saber leer y escribir. Los profes generan un vínculo de confianza más allá de lo estrictamente pedagógico con los chicos y las familias, se comunican con sus maestras, y ellos vienen contentos, disfrutan del espacio de apoyo escolar”.
De a poco se van sumando nuevas personas a la universidad. La descubrieron porque, por ejemplo, hicieron un taller de oficios y luego se anotaron para cursar una carrera. Comenta Ruiz Díaz: “Muchas pensaban que la universidad no era para ellas y hoy cumplen el sueño de hacer algo que les gusta”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.
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