Durante tres días, una ciudad de 40 mil habitantes con dos parques industriales en expansión y que es conocida en la región por ser un epicentro de fábricas de muebles se convierte en un set de cine. En Cañada de Gómez, en el sur de la provincia de Santa Fe, más de 350 personas ―entre estudiantes de escuelas secundarias y coordinadores del Proyecto Cortos 72 Horas― pueblan cada esquina de la ciudad.
En la ciudad santafesina se habla de la “generación 72 horas” cuando se hace referencia a los jóvenes que participaron durante los últimos diez años en esta actividad de alfabetización audiovisual e inclusión educativa. La idea es sencilla de enunciar, pero exige una coordinación metódica y una planificación detallista a la hora de la ejecución. Desde la municipalidad de Cañada de Gómez se convoca a estudiantes secundarios de distintas escuelas de la ciudad y la región, luego se realiza un sorteo del que surgen equipos heterogéneos guiados cada uno por un realizador audiovisual. La misión es realizar 10 cortometrajes en tres días. Este año se desarrolló entre el 1 y el 3 de septiembre.
En las 72 horas se atraviesan todas las etapas de realización de una película. El primer día se escribe el guion, durante el segundo se lleva adelante el rodaje y en el tercero, la posproducción.
Pero la experiencia no termina ahí, ya que luego se realiza una gala de estrenos con público. Allí un jurado especializado selecciona el mejor cortometraje, tras valorar aspectos como la creatividad, la apropiación del lenguaje audiovisual y el trabajo en equipo. El municipio premia al grupo ganador con un viaje educativo para que continúe su formación en festivales internacionales de cine.
“Desde el primer momento nos relacionamos con los chicos y empezamos a compartir ideas. Elegimos un drama y todos estuvimos de acuerdo. Una hora después de compartir la idea, ya estábamos eligiendo a los actores”, dice Santiago González, uno de los estudiantes que ejerció el rol de director de su equipo. “Hicimos unos planos muy buenos. Quedamos muy contentos y yo me llevo una buena experiencia: aprendés a relacionarte con la gente. Me anoté con dos compañeros para entrar en confianza, sin saber nada de cine”, agrega este estudiante de quinto año.
“Para la municipalidad, Cortos 72 Horas es una política prioritaria de inclusión, diversidad e integración de nuestras juventudes. Es por ello que tenemos la firme decisión de sostener, promover y extender esta experiencia de alfabetización audiovisual que ya hemos compartido con diferentes festivales del país, entre ellos el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata”, sostiene Stella Clérici, intendenta de Cañada de Gómez.
Cuando la municipalidad creó la experiencia tuvo como finalidad generar un espacio de encuentro de las juventudes para afianzar vínculos socio-comunitarios. ¿Cuáles son sus miradas sobre el mundo, las realidades que las circundan y las problemáticas que las atraviesan?, se preguntaron desde la organización. El despliegue del potencial creativo de los participantes que se produce cada año a partir del acceso a herramientas tecnológicas del campo audiovisual es la expresión de un sinfín de miradas del mundo.
Para esta generación que ya cuenta con experiencia en plataformas y dispositivos audiovisuales en las redes sociales, el certamen es también un desafío narrativo. Los jóvenes participantes no solo tienen que elegir qué contar sino también cómo hacerlo. Y con una cuenta regresiva que suma adrenalina en el proceso creativo. “Faltan menos de dos horas para entregar el material, tengo muchos nervios. Y más aún cuando me toca el rol de editora, porque soy la que le da la última puntada a todo lo que se cosió en estos tres días”, exclamó Gimena Antúnez cuando estaba a punto de sonar la campana final para la entrega de todas las producciones. Gimena destacó el compañerismo, no solo puertas adentro de cada grupo, sino también entre todos los equipos.
El comienzo
Cuando el reloj se pone en funcionamiento, los minutos valen oro. El tiempo corre y la creatividad es como una olla a presión que debe ir en sintonía con la logística, la coordinación, el guion, la fotografía y el arte de los actores. “El lenguaje audiovisual es la tiza del siglo XXI”, sostiene Fabián Rodríguez, a cargo de la Dirección de Comunicación de la municipalidad y uno de los organizadores del encuentro. En este sentido, se destaca desde la organización que la experiencia es “esencialmente educativa, ya que se centra en la alfabetización audiovisual a partir de la apropiación reflexiva del lenguaje”. Y este año, luego del aislamiento social impuesto durante la pandemia, los jóvenes volvieron a tomar las calles para grabar.
“El lenguaje audiovisual sigue siendo lo que motoriza esta experiencia que ya lleva diez años de vida. Más que nunca, en el contexto de la lenta salida de la pandemia, Cortos 72 Horas se consolida como un espacio formidable de alfabetización integral”, dice Rodríguez. “Me quedan muchos momentos y aprendizajes sobre cine. Me gusta escribir y nunca había hecho un guion”, cuenta Gimena, quien participó este año por primera vez . “No solo se aprende lo básico sobre cine, sino que podés ver qué ocurre detrás de la escena, algo que como público uno no se entera que existe”, se entusiasma la estudiante.
Cortos 72 Horas fue la primera gran actividad propuesta desde el municipio de la ciudad santafesina en la que los jóvenes se volvieron a encontrar en una experiencia de “aprendizaje situado”. En tal sentido, Rodríguez describe que las tres jornadas que vivieron los estudiantes estuvieron atravesadas por “la celebración del reencuentro, la posibilidad de expresarse nuevamente y compartir la búsqueda de una meta común”. El hilo conductor implícito en esta historia fue lo festivo, lo lúdico y la emoción de regresar a las calles luego de dos años de encierro.
Una herramienta educativa
Desde la organización del ciclo sostienen que la educación no puede dejar de incluir el lenguaje audiovisual. Más allá de las tres jornadas de pura práctica, el proyecto tiene un marco teórico y pedagógico. “La construcción de las narrativas audiovisuales pone en el centro la imagen como portadora de una multiplicidad de sentidos y posibilita que los y las jóvenes puedan plasmar sus visiones sobre los temas que los interpelan”, sostiene Rodríguez.
—¿Cómo se transforma la vida de los jóvenes antes y después de la experiencia?
—Deja una huella indeleble, a partir de lo que viven en las tres jornadas intensivas. Como resultado, se siguen vinculando, sumándose al staff de voluntarios, participando como coordinadores de equipos o en la logística general del festival.
Cuando Rodríguez, comunicador social y mentor del proyecto, habla de la base pedagógica, pone énfasis en el trabajo integrado y colaborativo para alcanzar una meta concreta: realizar y producir un cortometraje en equipo. La clave pasa por promover entre los jóvenes el desarrollo de habilidades, competencias y aptitudes colaborativas en el marco de una experiencia en la que el aprendizaje ocurre en plena acción. El escenario es la calle y los protagonistas son ellos.
Los pilares, más allá de las propuestas estéticas y las búsquedas narrativas, son la inclusión, la gratuidad en el acceso a las tecnologías, la integración y la diversidad, ya que los participantes se distribuyen en equipos integrados por estudiantes de distintas escuelas con realidades socioculturales y geográficas muy diferentes entre sí.
Los ganadores
Este año, las temáticas abordadas por los jóvenes fueron desde el abuso sexual infantil hasta cortos en clave de comedia. “Más allá de las diversas temáticas, lo que se evidencia es una madurez, tanto en el tono como en la construcción audiovisual de cada cortometraje. Esto impacta en programaciones cada vez más armónicas y seductoras para los espectadores”, agrega Rodríguez.
El corto ganador de este año se denomina Malva y narra crudamente una historia de abuso sexual infantil. El audiovisual expande la voz a una generación que no se calla, con responsabilidad, con una mirada contemporánea y sin caer en lugares comunes. Malva también fue elegido por el público como el mejor cortometraje.
El cortometraje N&N ganó la primera mención. Se trata de una historia que narra las vicisitudes de dos estudiantes tomando clases en pandemia. Un gesto de época, necesario y contundente. Con planos subjetivos como espejos que toman vida en estas cuarentenas extensivas. El humor como salvavidas. Las otras dos menciones fueron para Lazos rotos y Viraje. Todos los cortometrajes se pueden ver en la página del festival https://cortos72horas.com.ar/
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN