La voz de María Contreras suena enérgica y alegre. Habla mientras resuelve cuestiones de su casa, ubicada en el barrio popular Las Tunas, en el partido bonaerense de Tigre. Cuenta el impacto que tuvo en su vida y en la de su familia participar de las actividades de formación que propone la organización civil Las Tunas ONG.
Tiene 36 años y hasta poco antes del inicio de la pandemia solo aspiraba a que sus cuatro hijos e hijas terminaran el secundario que ella y su esposo no habían concluido. Aunque tampoco sabía bien cómo acompañarlos para que lo lograran. “Los chicos pasaban horas delante de la televisión, algunos habían repetido grados, su alimentación no contenía verduras ni frutas y la casa estaba desorganizada”, recuerda María.
Hoy, ella —que ya terminó el secundario— está cursando una carrera universitaria, a sus hijos e hijas les va bien en la escuela y la universidad, pasan horas ensayando con la orquesta de la organización civil, mejoró la alimentación de la familia y en la casa hay un espacio acondicionado para estudiar, por mencionar algunos de los cambios que María enumera.
Como la familia de María, hay otras 249 a las que actualmente Las Tunas ONG acompaña de manera constante con becas de estudio y tutorías; talleres de arte y música y cursos de educación para la salud, formación ciudadana, desarrollo económico y desarrollo de las competencias personales.
La ONG comenzó a trabajar en el barrio en 2002, con la misión de ampliar las libertades de las personas, promover el desarrollo de sus capacidades y construir ciudadanía. “En la organización entendemos que todas las personas tenemos capacidades, en la medida que se las descubre aumentamos los márgenes para transformarnos en sujetos de nuestra propia vida”, explica Patricio Grehan, cofundador de Las Tunas.
La capacidad de encontrar soluciones
El barrio Las Tunas está compuesto por unas 110 manzanas en las que viven alrededor de 45.000 personas, organizadas en unas 7.500 familias. “Elegimos trabajar aquí porque para nosotros este barrio es un reflejo en escala de nuestro país”, afirma Grehan.
En la década de 1950, la zona atravesada por riachos de agua transparente “comenzó a ser urbanizada por personas que trabajaban en las metalúrgicas cercanas y contaba con una escuela pública de calidad. Cuando los hijos de esas familias se hicieron adultos, se quedaron viviendo en el mismo terreno, haciendo viviendas de menor calidad que sus padres. Lo mismo pasó años después con los nietos. Al mismo tiempo el arroyo se contaminó por las industrias. La educación pública perdió calidad y en los campos que rodeaban al barrio se construyeron barrios privados”, describe quien también es el director de contenidos de la organización.
Enmarcada en ese contexto y para llevar adelante sus objetivos, la ONG estructuró dos líneas de apoyo a la educación formal. Por un lado, tutorías y becas para estudiantes secundarios y terciarios. Por otro lado, una orquesta infantil y juvenil y un taller de artes plásticas.
A su vez, estas dos líneas de apoyo —a las que en general acceden niños, niñas, adolescentes y jóvenes— son la puerta de entrada para trabajar con las familias de manera más integral otros aspectos como la salud, la economía o el desarrollo de sus capacidades.
Con la educación para la salud se busca que las familias recuperen saberes que habían ido perdiendo. “Antes cocinaban sano, rico y barato; conocían el calendario de vacunación de los niños; podían atender un accidente doméstico y sabían educar en valores a sus hijos”, acota Grehan.
La gran mayoría de las familias tienen trabajo, pero —sostiene el director de Las Tunas ONG— “para aquellas que dependen de subsidios y de los comedores para subsistir, parte de su fragilidad es que pierden esos saberes que mencioné”. Y ejemplifica: “En uno de los talleres mostramos un termómetro, enseñamos a usarlo para detectar cuándo un niño tiene temperatura y qué hacer en esos casos. Lo hicimos porque desde el hospital nos marcaron que llegaban muchos niños convulsionando tras estar largos períodos con fiebre”.
Además, en este año y medio de pandemia la salud fue un tema muy importante. Sobre todo, la salud emocional. Por eso, la ONG lanzó un programa de escucha y detección temprana de la necesidad de acompañamiento profesional.
La alimentación es otro aspecto en el que se trabaja con especial énfasis. María cuenta: “Hace dos años nos dieron un recetario fácil de hacer. A las comidas que nosotros cocinamos les incorporaron verduras y legumbres. Antes no había verduras en casa, cocinábamos fideos, arroz, hamburguesas y salchichas. Tampoco sabía medir una porción. Ahora somos mucho más conscientes de lo que comemos. A su vez, yo le pasé el recetario a familiares y amigos”.
Becas y tutorías para proyectar estudios
Gastón Carrizo tiene 21 años y vive con su mamá, que es costurera, y su papá, que es cortador y tizador. Tienen un taller de costura en su casa.
Desde los 10 años Gastón va al taller de arte de Las Tunas ONG. Cuando terminó el secundario decidió estudiar el Profesorado Superior de Artes Visuales con Orientación en Dibujo y Grabado en el Instituto Santa Ana, en el barrio porteño de Belgrano. Consiguió una beca de Las Tunas ONG y el próximo año ya se recibe de profesor de Nivel Inicial, Primario y Secundario.
“La organización te hace ver que tenés alas y te da las herramientas para volar y hacer más eficiente ese vuelo. Yo sabía que me gustaba dibujar, pero por el contexto del barrio Las Tunas, sin esa ayuda de la organización no se si lo hubiera logrado”, dice él.
Además de estudiar, Gastón hace animaciones, ayuda a su papá en el taller y da cursos virtuales de dibujo para niños y niñas de 9, 10 y 11 años. Y replica lo que aprendió: asigna becas de acuerdo al interés y responsabilidad que demuestra cada estudiante.
Para acceder a estas becas los interesados deben presentar una carta diciendo qué estudian y por qué solicitan este apoyo. Los montos que se otorgan son variables. Actualmente, Las Tunas ONG solventa 66 becas para estudiantes secundarios y 13 para estudios superiores.
Un requisito para mantener la beca es no tener materias previas. De todos modos, si el o la estudiante pierde la beca puede mantener las tutorías —encuentros semanales del estudiante con el tutor, en los que trabajan diversos temas—.
Por ejemplo, como las becas (2.000 pesos para estudios secundarios) se cobran a través de una tarjeta, en las tutorías se enseña a analizar la economía personal, organizar los gastos y el tiempo, planificar las tareas, desarrollar el propio conocimiento. Para este último punto, a comienzos de año, las y los becados se ponen objetivos relacionados con lo académico, con ellos mismos y con los demás.
“En ese momento aparecen qué cosas les gustan, qué cosas los enojan, cuáles son sus habilidades, etc. Se trabaja con las emociones, con la creencia de que hay que esconderlas a menos que esté todo bien, y se evalúa la necesidad de atención psicológica”, cuenta Silvia Wagener, tutora y coordinadora del programa de becas.
También se hace mucho foco en la importancia de alimentarse y dormir bien. “Durante la pandemia se habían acostumbrado a dormir de día y hacer cosas de noche. Pero eso impide sostener vínculos con la escuela o con su familia”, dice Wagener.
Los encuentros son personalizados, aunque durante la pandemia se mantuvieron de modo virtual, prestando atención a si los chicos y chicas tenían dispositivos y conectividad para estudiar. Apunta Wagener: “Evaluamos las dificultades académicas que van teniendo, cuánto influyen las situaciones personales que cada uno atraviesa, y buscamos aportarles herramientas que puedan usar más allá del aprendizaje puntual”.
La psicóloga coincide con Gastón: “En los barrios en situación de vulnerabilidad faltan las oportunidades”. Y sigue: “Me emociona mucho escuchar a chicos que empezaron de pequeños y hoy hablan de sus carreras universitarias, cuando tal vez son los primeros de su familia en alcanzar ese nivel de estudios”.
El sueño de Gastón es viajar al exterior para conocer y aprender y ser profesor en otras partes del mundo. Cuenta: “Estoy muy emocionado con terminar y dar clases. Quiero que mis dibujos e ilustraciones motiven, inspiren a la gente. Cuando mi papá está muy cansado no quiere ver películas tristes, sino algo que lo distraiga pero que le deje algo que sume. Yo quisiera que mis dibujos les sirvan a las personas en esos momentos”.
Gastón firma sus obras como VAIS, palabra formada por las iniciales de cuatro palabras que para él son muy importantes: valor, amor, inteligencia, sinceridad.
Las tutorías son percibidas por los y las jóvenes como un espacio fundamental para el desarrollo de sus vidas: “Me cambió la manera de pensar, me dio las herramientas que necesitaba para realizarme”, dice Kevin Cosundino.
Kevin es músico y desde los 12 años toca la flauta traversa en la Orquesta Infantil y Juvenil Las Tunas ONG. Tiene 23 años, se recibió de técnico de sonido el año pasado y ahora está haciendo un curso de programación. Desde hace cuatro años tiene con su familia un estudio de grabación al que van a ensayar y a grabar discos bandas tanto del barrio Las Tunas como de otros lugares.
Desarrollo de la ciudadanía
Durante 2020, en contexto de pandemia, Las Tunas ONG aprovechó que las personas no podían salir a trabajar para desarrollar un curso de formación en economía para jefes y jefas de familia y así darles herramientas para que pudieran gestionar mejor sus ingresos y egresos.
“Ese programa suscitó tanto interés por lo que pasa en el país que desarrollamos otro más sobre economía junto con Gustavo Lazzari. Así, buscamos que se sepa qué es la economía, cuál es su rol, qué es la inflación, la moneda, el gasto público, la relación económica entre los países”, dice Grehan.
Este curso se plasmó en 24 episodios de pódcast que quedaron abiertos al público. Una vez por semana, la organización se encuentra de modo virtual con unas diez personas del barrio para debatir estos temas.
“Tomar el curso de economía me cambió la mirada. Aprendí que es importante saber quiénes gobiernan y que tengo derecho a saber qué hacen con nuestra plata. Porque uno compra fideos y paga IVA. Me di cuenta de que no puedo vivir en mi mundo porque no soy solo yo”, afirma Antonela Cancino.
Ella tiene 39 años y una familia compuesta por su esposo y tres hijas que vive en Las Tunas. “Dejé el secundario en cuarto año, cuando quedé embarazada de mi hija mayor. Mi marido es techista y apenas ellas crecieron un poco empecé a trabajar limpiando casas. Hasta hace menos de dos años no tenía sueños, estaba entregada, vivía el día a día pensando que era lo que me había tocado y no se podía cambiar. No me importaba quién nos gobernaba porque no sentía que me fueran a cambiar la vida”, cuenta Antonela.
Dos de sus tres hijas recibieron becas de Las Tunas ONG. Hoy la mayor está estudiando Psicología en la UBA, la del medio el Profesorado de Educación Física y la menor, su segundo año del secundario.
“Desde que empezamos a formarnos en la organización me levanto con ganas. Ahora estoy terminando el secundario porque me faltan dos años”, cuenta Antonela.
Hoy su sueño es mejorar sus posibilidades de trabajo. Después del secundario quiere estudiar para ser técnica en diálisis peritoneal. “Cuando mi papá se tuvo que hacer diálisis vi que no había mucha gente que hiciera esto y se necesita”, sostiene.
María Contreras también participó de un taller de economía donde estudió formas de ahorro y maneras de registrar los gastos familiares. “Vimos, por ejemplo, que gastábamos la misma cantidad de pesos en pan que en verduras, que ahorrábamos en pesos que se devaluaban en vez de comprar directamente los materiales de construcción. Al no saber, no nos dábamos cuenta”.
En ese taller de economía, María pudo analizar qué productos entre los que cosía en el taller de costura que tiene con su madre eran más rentables . Vio que las chombas eran las que dejaban más dinero y se focalizó en ellas. De a poco, María y su esposo pudieron hacer mejoras en la casa que antes veían lejanas.
Además, a través de sus hijos —que forman parte de la orquesta— se relacionaron con la música y el arte. María destaca: “Los chicos empezaron a caminar otros ámbitos. Antes solo miraban la tele. Hoy ensayan, les va bien en la escuela, ven otros caminos. Tienen otra confianza en ellos, ven que hay chicos que viajan y que la música puede ser una carrera para ellos”.
Así, trabajando la confianza, el autoconocimiento y la formación, en los últimos años en la familia de María se conversan nuevos temas: “Hablamos de estudiar, de libros, de las emociones, de los sueños y cómo organizarnos para volverlos realidad”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.