“Una herramienta simple puede ayudar mucho”. Esto es lo primero que dice Lisandro Pascuali cuando habla de Inay, un software web desarrollado por un equipo de estudiantes de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de la provincia de Córdoba, para mejorar el trabajo de la Fundación Dignamente contra la desnutrición infantil en Santiago del Estero. A pocos meses de su implementación, los resultados son significativos.
Lisandro Pascuali es estudiante de Ingeniería en Sistemas e Inay ―que significa “hacer” en quichua― es el resultado de un proyecto de tesis en el que trabajó junto a sus compañeros Sebastián Campos, Tomás Olalde, Sergio Sierra, Rodrigo García y Juan Revello. “El software surge de una experiencia de voluntariado social. Siempre quise relacionar el campo de la tecnología con el social, es algo que no se promociona en las carreras técnicas. Fui a Santiago del Estero, conocí de cerca el trabajo de la Fundación y detecté que un software podría mejorar el flujo de la información, acelerar los procesos y mejorarlos. Y así fue”, cuenta Pascuali.
La Fundación Dignamente trabaja en la prevención y el tratamiento de la desnutrición infantil en la Argentina desde hace casi cinco años. Para ello, cuenta con una red de centros con equipos multidisciplinarios ubicados en parajes y pueblos de Santiago del Estero, al límite con Chaco. Ahí, grupos de profesionales de la salud y educadores trabajan para prevenir la desnutrición temprana, recuperar a niños en condiciones de vulnerabilidad extrema y transformar la realidad de sus hogares.
“La aplicación nos permitió digitalizar la historia clínica de cada niño, mejorar el seguimiento, sistematizar datos, crear diagnósticos más generales, analizarlos y mejorar el plan de acción. Nosotros usábamos historias clínicas en papel, pero mucha información se perdía. Ahora el trabajo mejoró sustancialmente porque se aceleraron los procesos”, cuenta Heriberto Roccia, presidente de Dignamente.
El abordaje que hace la fundación de la problemática es integral: trabajan con el cuadro de salud de cada niño o niña pero también con las familias, sobre todo con las madres que son quienes más se encargan del cuidado. “Si se mira solo al niño sin mirar su entorno, el tratamiento no es completo y puede que el niño mejore solo a corto plazo o no se recupere. Hay condiciones externas que determinan el cuidado: el acceso al agua potable en el hogar, los conocimientos de la madre, si sabe o no leer, su situación económica”, explica.
La malnutrición es una de las consecuencias de la pobreza, junto a la falta de acceso a la salud y la mayor exposición a las violencias que también representan riesgos para las infancias y adolescencias. En la Argentina, de 2019 a 2020 hubo un aumento de la pobreza, sobre todo en hogares con niños, niñas y adolescentes y una mujer jefa de hogar. Según los datos del primer semestre de 2020 de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos, el 49 % de los hogares del país con menores de edad es pobre (esto implica el 57 % del total de niñas, niños y adolescentes). Unicef reveló que la pobreza es mayor en los hogares monomarentales; con la pandemia alcanzó al 59 % de los hogares y al 68,3 % de los niños, niñas y adolescentes.
Pascuali expone los beneficios del software con un ejemplo: “La pediatra ve que no hay mejoras en el tratamiento de un niño y no encuentra las causas. Pero resulta que su mamá sufre violencia de género y que, por eso, se mudó con el niño a otra zona donde no hay agua potable. La fundación entiende esto, el equipo de profesionales ve a cada paciente como parte de un contexto. Por eso, se centra en el niño o la niña y, también, en las madres, quienes reciben educación sobre los cuidados, la higiene y formación en oficios para promocionar su independencia económica. Pero si esta información sobre lo contextual, que es cualitativa, no llega a cruzarse a tiempo, se pierde”. Esto es, básicamente, lo que permite Inay: cruzar la información en tiempo real, mejorar los tratamientos, acelerar el proceso y obtener mejores resultados.
“Inay ata cabos”, simplifica aún más Pascuali. El sistema muestra de manera rápida el estado de cada paciente y un cuadro de evolución. Además, cuenta con indicadores de la salud (en un sentido integral) que permiten seguir el tratamiento de cada niño o niña, pero también incluye indicadores externos. “Hay un apartado que dice: ‘conocé a su mamá’. Allí se aloja información sobre la vivienda, la educación, el grado de alfabetización de la madre de cada niño o niña que ingresa al programa, si sufre violencia de género o tiene alguna adicción. También hay indicadores sobre el vínculo con el hijo, el trato, si puede seguir, cumplir con las indicaciones del tratamiento”, describió.
Además de los datos duros, el sistema permite agregar textos cortos con información cualitativa. Ver el cuadro completo permite salir de la experiencia individual y analizar aspectos relevantes en un cuadro de desnutrición infantil ―como la violencia de género― desde un enfoque social. “Muchas veces se toman los casos como una situación excepcional, pero si podemos medirlos de alguna forma, cuantificar y hacer relaciones, la interpretación cambia”, reflexiona el creador de Inay.
Inay en cuatro conceptos
Dignamente cuenta hoy con cuatro centros en los que trabajan 47 profesionales de distintas áreas, que son las y los primeros en beneficiarse con este software. Cuatro de ellas describen la experiencia como usuarias. Y con cuatro conceptos definen sus ventajas.
Versátil: “La herramienta es completa, con todos los parámetros antropométricos integrados que te permite ver la evolución de cada niño de forma rápida y fácil. Así nos olvidamos de las carpetas físicas y todos los profesionales que intervenimos ingresamos a un solo lugar”, describe Romina Pucheta, nutricionista.
Sistémica: “El programa nos permite ver la curva de crecimientos, avances y retrocesos, eso hace que podamos evaluar las intervenciones más efectivas”, aporta Alfonsina Fantoni, psicóloga.
Tiempo real: “En cuestión de minutos contamos con información sobre lo que aconteció en otro consultorio, ese diagnóstico completo es información que me sirve para tomar decisiones más precisas y rápidas”, dice Florencia Fissolo, fonoaudióloga.
Agilidad: “Con solo ingresar a un reporte podemos observar la evolución del niño en cada área e inclusive evaluar cómo llegó y cómo se encuentra hoy”, indica Lara Cabral, coordinadora de los centros.
Resultados
La iniciativa surgió en febrero de 2020. Un año después, el software se puso a prueba y en junio de 2021 comenzó a utilizarse. En tres meses ―destacó el presidente de la fundación― los resultados están a la vista. “¿Qué vemos? Que se acelera la recuperación de los niños y niñas, porque también mejora el trabajo con las familias y, por ende, el cuidado en los hogares. Un resultado que antes llevaba seis meses, ahora lo estamos viendo en tres”, dice Roccia.
Por otro lado, mencionó la incorporación de la telemedicina. “Para instalar el software tuvimos que hacer un cambio estructural. Pusimos antenas de internet, compramos equipamiento, capacitamos al equipo de profesionales. Esto nos permitió agilizar también otras conexiones”, dice Roccia y comenta que algunos casos se supervisan con especialistas de Córdoba y Buenos Aires mediante Inay y videollamadas. Hay lugares a los que la medicina llega más lento o no llega; la conectividad habilita nuevos escenarios.
Sobre esto también reflexiona Pascuali al describir Inay como “una solución tecnológica a un problema estructural”, aunque advierte: existen obstáculos. “Podemos hacer algo sencillo y a la vez innovador que proponga soluciones a problemas complejos. Pero estas soluciones no llegan a todas las personas o a todos los lugares porque sí. Una mamá no va a decir: ‘Yo necesito un sistema informático que registre, procese y agrupe datos para visibilizar mi problema, que es estructural’. Es la tecnología, o mejor dicho, las personas que trabajamos con la ingeniería de sistemas, quienes debemos ir a buscarla”, resalta. La tecnología atraviesa los límites físicos, acelera procesos, acorta distancias, pero hace falta definir cuáles, para qué, hacia dónde.
Inay, entonces, propone y mejora tres conexiones: la situación nutricional de cada niña o niño con lo estructural, la del trabajo profesional interdisciplinario y, por último, la de una rama dura, como la ingeniería, con lo social. “No es nada extraordinario ―concluye Pascuali― es una herramienta simple y realizable. Del lado técnico no hay nada innovador, nada extraordinario, es un software más, pero lo que hay que destacar es su función: sirve para ayudar”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN