El 11 de enero de 1976 conoció a quien aún hoy es su amor, su pareja y la madre de sus cinco hijos. En agosto del mismo año le diagnosticaron retinitis pigmentaria, le advirtieron que perdería la visión y que quedaría ciego. Tenía 17 años, iba a quinto año y soñaba con su carrera de Medicina. Pero el médico que lo atendió fue lapidario al hablarle a sus padres: “Su hijo será ciego, la recomendación es que no haga más deporte, que no estudie y que a lo sumo ponga un kiosco y lo atienda”. La madre y el padre de Marcelo Ciani ―hoy licenciado en Psicología, especialista en Educación y autor de tres libros― se quebraron. Sin embargo, él siguió adelante.
Ese podría ser el inicio de uno de los nueve “libros vivientes” que forman parte del Proyecto Biblioteca Presente que comenzó la semana pasada y se desarrolla en la Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez de Rosario. Un espacio de encuentro táctil, real, cara a cara entre personas. La biblioteca, además de prestar libros, es un lugar para compartir historias personales.
A la historia de Marcelo, denominada La escritura y la vida se le suman Originarios, saberes de raíz, con Ricardo López; Recetas con historia, con Ana Theiler; La memoria del afecto, con Graciela Diez; El deporte como superación personal, con Marcela Jurado; Sobrevivir a la dictadura, con Martha Díaz; La música como puente, con Mariángeles Carmona; La vida de un deportista de alto rendimiento, con Julián Molina y Sospecha de maquillaje, con More García. La propuesta de estos “libros humanos” es simple: estas personas narran en voz alta su historia. Otras, las escuchan.
Se programaron tres jornadas: el 17 de septiembre, el 22 de octubre y el 26 de noviembre. Serán encuentros abiertos y gratuitos, pero con cupos limitados. Para inscribirse hay que completar un formulario en este enlace.
“Biblioteca Presente es un espacio de encuentro que rompe con visiones hegemónicas del mundo como, por ejemplo, que una biblioteca solo tiene que ser habitada por libros o solo por ciertos saberes”, argumenta el subdirector de la Biblioteca Argentina Federico Tinivella. “Es una idea de pluralidad donde todos los saberes son importantes, son diferentes, no hay mejores ni peores. Porque pensamos que una biblioteca debe ser habitada por diversos públicos”, agrega.
La historia de Marcelo
Marcelo Ciani nació en Rosario y fue a la universidad en Córdoba cuando ya era ciego. Desde muy pequeño tenía contacto con los libros. Se acuerda de El gato con botas, el primer libro que le regalaron cuando no sabía leer ni escribir: “Para sostenerlo debía alzarlo con las dos manos, es la imagen que tengo de niño. Lo ponía sobre la cama, era de tapas blancas y letras grandes. Me lo leía mi vieja”.
De ese pasado en el barrio Echesortu en el Gran Rosario recuerda que los vendedores de libros siempre pasaban por su casa; era muy habitual que recorrieran los hogares. Su madre solía comprarle los que trataban sobre animales, sobre la selva o enciclopedias. “Yo vivía en la parte de atrás, en la casa de adelante vivía el abuelo que tenía dos pequeñas bibliotecas. El primer libro que saqué, a los 10 años, fue La Divina Comedia. Tapa roja, letras doradas. Yo tenía ese berretín de sentir el olor a tinta y al papel”, recuerda. Lo leyó todo de un tirón y entendió lo que puede entender un niño de 10 años.
Los recuerdos de Marcelo van desde esa Rosario en la infancia cuando toda su familia era “peronista y de Central” hasta su etapa universitaria en la que estudiaba junto a tres compañeros y él, a pesar de su ceguera, era el encargado de tomar apuntes a mano mientras los otros leían. Dice Ciani que fue el primer ciego en recibirse como psicólogo en Córdoba. Y cuenta también que, al igual que Valentino, su único hijo varón y el menor de cinco, él no es de Rosario Central: es de Newell´s y espera volver a la cancha.
Durante la entrevista, Marcelo se pone a prueba como libro viviente: la charla excede los 30 minutos que dispone la organización del proyecto y pide disculpas.
La inspiración danesa
Con la necesidad imperiosa de combatir la xenofobia que, debido a la intensa inmigración, fue brotando en la sociedad danesa y escandinava y, además, para promover la comprensión y el diálogo con otras etnias, culturas y religiones nació el Proyecto de Bibliotecas Humanas, a comienzos del milenio. Fueron el periodista danés Ronni Abelger, su hermano Dany y sus colegas Asma Mouna y Christoffer Erichsen quienes crearon en Copenhague la primera Menneskebiblioteket. El evento original, celebrado durante el festival de verano de Roskilde, duró ocho horas al día durante cuatro jornadas seguidas y contó con más de cincuenta “libros humanos”. Abelger partió de una idea clara: igual que no podemos juzgar el contenido de los libros por su cubierta, no podemos prejuzgar a las personas por su aspecto, origen o circunstancias.
La inspiración viajó desde Dinamarca hasta la Argentina.
Los libros humanos son personas con una historia que se ofrecen a contarla de forma voluntaria y gratuita. Al compartir sus vivencias, otras personas aprenden nuevas realidades, empatizan con su situación y rompen prejuicios y a través del diálogo, la tolerancia y la comprensión.
“Pensamos en “convertir en libros” a ciertas personas que poseen ciertos saberes. La experiencia ya se había desarrollado en la Biblioteca Vasconcelos de México, en algunas de Colombia y algo se hizo en Buenos Aires. Pero, dentro de lo que analizamos, muchos de los libros tenían un sesgo vinculado a cierta meritocracia”, describe Tinivella. “Se trataba de historias de superación de problemáticas o bien de personas con una particularidad extrema”, agrega.
Si bien en la Biblioteca Argentina de Rosario se tomó la idea, procuraron resignificarla. “Son personas con experiencias de vida muy heterogéneas y variadas. Se presentan desde un libro con recetas nativas hasta uno sobre cómo a una mujer le cambió la vida andar en bicicleta”, describe el subdirector de esta biblioteca que en 2019 fue ampliada y remodelada y contó con financiamiento del Gobierno provincial por más de 200 millones de pesos.
“Una de las funciones de la biblioteca pública es facilitar los saberes, ofrecer un lugar donde conectarse con el saber del otro sin prejuicios. Este proyecto emana una idea de pluralidad en la que todos los saberes son importantes, son diferentes, no hay mejores ni peores. En una biblioteca que pretendemos que sea habitada por diversos públicos”, subraya Tinivella.
En momentos de hiperconexión, digitalización e infoxicación, Tinivella sostiene que “es lindo detenerse un momento” y se refiere a los tesoros que poseen las bibliotecas. “Tener tiempo, el encuentro con un otro anónimo y la construcción de una memoria social son tres valores de este proyecto”, destaca.
—No hay estridencia en los libros humanos… ¿son historias muy cotidianas?
—Son crónicas de uno mismo, una especie de biografía en tiempo presente o un ensayo. Cada uno de los libros humanos va repensando su propia historia y se reescribe todo el tiempo. Lo que sucede en cada encuentro se podría expresar en algo encantador que me dijo hace algunos días, More García, una chica trans que es poeta: “Yo soy un enigma. Me voy construyendo todo el tiempo”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN