Un sitio web que con fotos y entrevistas busca revertir estereotipos sobre los refugiados

El sitio web 1000 Dreams, creado por el reputado fotoperiodista Robin Hammond, registra historias de refugiados que fueron fotografiados y entrevistados por otras personas también en condición de refugiadas. El propósito es incidir en la sociedad para que cambien la mirada y las políticas que se aplican sobre ellos

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Se ve el rostro de un refugiado, con su nombre y apellido, y una expresión que revela sueños rotos pero también una empedernida esperanza que lo impulsa hacia adelante. Se ve el rostro de otra persona que también llegó a Europa expulsada de su comunidad y todavía asustada. Se ven cientos de rostros de refugiados, cada uno con una historia propia, única e irrepetible, y con un sueño intransferible e irrenunciable. Cientos de rostros de edades muy dispares ―hay adolescentes, hay jóvenes y también ancianos― que forman un mosaico colorido por sus pieles, sus miradas y sus vestimentas tan distintas entre sí; rostros que a su vez representan a millones de otros rostros de personas que deambulan por el globo en condiciones similares. Rostros que suelen ser retratados con otra mirada, una que los pinta como invasores que arrasarán con los empleos y las identidades europeas.

Dicen que los ojos que no ven son corazones que no sienten. Sin embargo, una vez que los ojos han visto, difícilmente puedan los corazones permanecer indiferentes u olvidar. Y a eso apela 1000 Dreams, el proyecto pensado por el fotógrafo neozelandés Robin Hammond que pone nombre, cara, historia a personas que forman parte de esa masa en principio anónima que Europa recibe a diario como cachetazo, como una amenaza a sus siglos de historia y de sociedad medianamente organizada y consolidada.

El proyecto persigue un objetivo ambicioso: el de cambiar las narrativas predominantes acerca de los refugiados, mostrando en imagen y texto las historias de 1000 personas que llegan a Europa en esa condición. Es una iniciativa que nació para ayudar a los refugiados y tiene la particularidad de estar hecha también por refugiados: son ellos los que hacen las fotos y las entrevistas.

Una historia de las mil de 1000 Dreams: la niña Dibar-Omar que sueña con ser bailarina. (Imagen: Zozan Yasar / Witness Change for OSF)
Una historia de las mil de 1000 Dreams: la niña Dibar-Omar que sueña con ser bailarina. (Imagen: Zozan Yasar / Witness Change for OSF)

El concepto que se tiene de los refugiados es por lo general negativo. En los medios son a menudo descriptos como integrantes de oleadas que socavan la esencia europea y hacen colapsar los servicios sociales del continente.

Las miradas más receptivas, por otro lado, los muestran como víctimas desahuciadas. Aunque más empáticos, estos retratos suelen centrarse en los traumas padecidos por los refugiados en el país de origen pero no en las condiciones deplorables en las que viven en Europa ni en el trato de segunda que reciben en los países que los alojan, que pueden provocar en ellos daños de largo plazo.

Así, estas historias suelen resumirse en un puñado de estereotipos, que como tales traicionan la autenticidad y diversidad de las vivencias reales. ¿Y por qué es tan importante revisar estas narrativas? Porque inciden en políticas y prácticas que, en el mejor de los casos, no son efectivas para los refugiados y, en el peor, pueden tener efectos devastadores en sus vidas.

Nadie como uno para contar la propia historia

1000 Dreams se propone cambiar las narrativas y considera que para lograrlo deben escucharse primero más voces de refugiados, con transparencia y en cantidad y variedad representativas. Esta iniciativa busca amplificar esas voces. Las mil entrevistas que pueden verse en su sitio web abren una puerta a un mundo hecho principalmente de malentendidos.

Las entrevistas aportan información acerca de vidas concretas y sobre el impacto que las políticas y actitudes europeas tienen en ellas. Para que quien las vea desarrolle una mirada más empática, debe sentir identificación, ver a los refugiados como lo que son: individuos con necesidades y sueños parecidos a los suyos. Ese es el impacto que se busca.

Maryam Akbari dejó a su familia a los 15 años; es afgana, viene de Irán y ahora está en Grecia. (Imagen: Zahra Mojahed / Witness Change for OSF)
Maryam Akbari dejó a su familia a los 15 años; es afgana, viene de Irán y ahora está en Grecia. (Imagen: Zahra Mojahed / Witness Change for OSF)

Entre los retratados está, por ejemplo, Ensa Manneh, un joven de 21 años que llegó de Gambia, que sueña con ser cantante y vive ahora en Marsella, Francia. Su viaje a Europa “fue súper difícil”, según cuenta en la entrevista que le hace Sinawi Medine. Y agrega que por carecer de la documentación que le permitiría acceder a un trabajo y a ganar dinero, muchas veces padece hambre. Igualmente, siente que haber superado tanta adversidad lo hizo más fuerte y no abandona su sueño de convertirse en músico.

Maryam Akbari, por su parte, nació en Afganistán, viene de Irán y vive ahora en Grecia. Dejó a su familia a los 15, y tres años después el recuerdo del viaje todavía la atormenta, según le relata a Zahra Mojahed. “La vida ha sido muy difícil desde que llegué a Europa”, confiesa.

Entre las mil historias está la de una artista de tatuajes iraní de 29 años que vive en Suecia y extraña su auto, su casa, pero sobre todo a su familia. O está también la del adolescente que escapó del servicio militar en Eritrea.

“Si bien compartir historias es positivo en sí mismo, esperamos tener un impacto mayor”, cuenta William Lounsbury ―del equipo de Comunicación de 1000 Dreams―. “El día del lanzamiento de la campaña nuestro primer objetivo era alcanzar mil participaciones en los medios sociales y logramos más de 10 millones en una semana”, agrega.

Ensa Manneh se fue de Gambia, vive en Marsella, quiere ser cantante. (Imagen: Sinawi Medine / Witness Change for OSF)
Ensa Manneh se fue de Gambia, vive en Marsella, quiere ser cantante. (Imagen: Sinawi Medine / Witness Change for OSF)

Ceder la lente

Robin Hammond, fotoperiodista, ganador de varios premios de peso y responsable de numerosas portadas de National Geographic es el artífice del proyecto. “No tenía idea de que una fotografía o una serie de fotografías pudiera conmoverme así”, dijo a la sección Lens del New York Times. “No sabía que una fotografía podía hacerme sentir una conexión con gente que nunca había visto antes. Desde ese día supe el tipo de trabajo que quería hacer, uno de derechos humanos”, añadió, respecto del momento en que descubrió su vocación por aplicar su oficio en proyectos relacionados con los derechos de las personas.

Hammond pasó veinte años recorriendo el mundo, contando historias de personas sufrientes y desplazadas y, entre otros trabajos, documentó la masacre de la minoría musulmana Rohingya expulsada de Myanmar. Con 1000 Dreams decidió correrse de la lente para cedérsela a los protagonistas del proyecto.

Robin Hammond, el creador de 1000 Dreams, es un reputado fotoperiodista, autor de varias tapas de National Geographic. (Imagen: perfil de Twitter de Robin Hammond)
Robin Hammond, el creador de 1000 Dreams, es un reputado fotoperiodista, autor de varias tapas de National Geographic. (Imagen: perfil de Twitter de Robin Hammond)

“He hecho la mayor parte de mi carrera en el continente africano, contando las historias de su gente, y quería ver si esta vez podía contribuir a apoyar la capacidad de los refugiados de contar sus propias historias”, dice Hammond en una entrevista de la publicación británica The Guardian del 18 de junio. Y precisa: “En general obtenemos muy poco espacio en los medios gráficos y en el aire. Entonces pensé, ¿hay alguna manera de producir algo diferente?”

Hammond es también el fundador de Witness Change, una organización no gubernamental que busca mejorar la vida de grupos marginalizados con la fotografía como herramienta. Junto con su equipo de trabajo dictó dos talleres presenciales y otros por Zoom para capacitar a los refugiados que participaron en 1000 Dreams, de modo que tuvieran más recursos para tomar las imágenes y conducir las entrevistas.

“No era necesario que tuvieran una experiencia previa aunque sí ayudaba”, precisa Lounsbury respecto del criterio que se contempló para seleccionar a los refugiados fotoperiodistas. “Lo que sí era mandatorio era que mostraran una pasión por la fotografía o por contar historias”, añade. Además, aunque el proyecto está acotado a Europa, la idea es expandir sus fronteras pronto.

Las imágenes y entrevistas a refugiados subidas a 1000 Dreams fueron realizadas por otras personas en condición de refugiadas. (Imagen: Baxi / Witness Change for OSF)
Las imágenes y entrevistas a refugiados subidas a 1000 Dreams fueron realizadas por otras personas en condición de refugiadas. (Imagen: Baxi / Witness Change for OSF)

La página de 1000 Dreams tiene un video con el detrás de escena de las producciones. Si una imagen vale más que mil palabras, ese video equivale a por lo menos un millón de palabras. Por ejemplo, muestra sueños recurrentes en los refugiados, como caminar libremente, reencontrarse con los hijos o ganar una medalla olímpica.

El proyecto dignifica a sus participantes: al refugiado retratado, por un lado, pero también al refugiado que asume el desafío de retratar, por el otro. “A través de la foto pude mostrar su sentimiento, su sueño y su desafío”, analiza una refugiada en Grecia respecto de la persona a la que retrató.

Como apunta otro de los protagonistas de estas historias: “Si como ser humano ves a otro ser humano atravesar desafíos tan grandes, vas a ponerte en sus zapatos y después vas a actuar y ayudar”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

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