Cuando se habla de compañías tecnológicas en general se menciona a un puñado de gigantes que se extienden por el planeta como pulpos y multiplican sus ganancias y están lejos de empatar la dimensión de su negocio con acciones de impacto social positivo. Y, sin embargo, el sector es mucho más amplio y diverso que esos cinco o seis nombres. En los últimos años han surgido emprendimientos que utilizan la tecnología para ser rentables, sí, pero también para crear un futuro mejor. Las plataformas de impacto social son la categoría de negocio social de más rápido crecimiento en los últimos años, según una encuesta realizada por la ONG Global Impact Investing Network (GIIN). El mercado de la inversión de impacto ya alcanzó los 715.000 millones de dólares, informa la misma organización.
“No son un producto de moda. Al contrario, están tomando cada vez más relevancia en el contexto actual, producto del agresivo deterioro del medio ambiente y la crisis social y sanitaria que se acentuó aún más con la pandemia”, remarcó la empresa Deloitte en el artículo Desmitificando las inversiones de impacto.
Un ejemplo de este tipo de emprendimientos es Pachama, una empresa que nació en la cabeza de Diego Sáez-Gil ―un tucumano que actualmente vive en San Francisco― y que apunta a mitigar algunos de los efectos de la crisis climática a través de la restauración de bosques. La idea es simple, pero con un inmenso potencial. Lo que hace Pachama es ayudar a que las empresas, Gobiernos y organizaciones que quieran compensar su huella de carbono puedan hacerlo. Para eso, les facilita la compra de créditos de carbono: contribuciones financieras a ONG y proyectos que ayudan a reducir el carbono en la atmósfera. Pero no es lo único que hacen. Los clientes de Pachama también pueden comprobar, a través de una tecnología que utiliza inteligencia artificial e imágenes satelitales, que los proyectos de reforestación y conservación a los que aportan hagan su trabajo de una manera correcta. Lo que hace Pachama, entonces, es usar su tecnología para validar el esfuerzo que están haciendo esos proyectos.
Hasta ahora, ese proceso de comprobación era manual. Como podemos imaginar, mucho menos confiable y más lento. En la velocidad y confiabilidad de los sistemas de Pachama reside su potencial. No por nada tiene como clientes a empresas como Microsoft, Shopify, Softbank y Globo y, además, recibió una inversión de Right Now Climate Fund, un fondo creado por Amazon en 2019 para apoyar proyectos que ayudan a restaurar y conservar bosques, humedales y pastizales en todo el mundo.
Y no es el único emprendimiento que se enfoca en la reforestación y protección de los árboles. Uno de los más exitosos e importantes de este mundo verde tecnológico es Ecosia, pionero en lo que respecta a utilizar la tecnología para resolver problemas sociales. Ecosia es un buscador completamente diferente a los que conocemos en la actualidad como Google o Bing y, si bien tiene como intención devolverles resultados a las búsquedas que hacen los usuarios, el motivo de su nacimiento es algo más que mostrar publicidad y ganar dinero: destina el 80 % de sus beneficios a la reforestación. Ecosia nació en 2009 de la mano de Christian Kroll quien observó, mientras estudiaba, que todos sus compañeros pensaban solo en las ganancias como el único objetivo de sus potenciales negocios. Él decidió ir por otro lado y enfocarse no solo en generar un rédito económico sino también en ayudar a restaurar el medioambiente. Ecosia hoy, a poco más de una década de su nacimiento, ya plantó más de 130 millones de árboles en países como Perú, Camerún, Nigeria, Guatemala, México, Reino Unido, Brasil y una lista que se extiende por todos los continentes.
Además, sigue creciendo en servicios. En junio de este año lanzó Ecosia Trees, un nuevo proyecto que le ofrece a compañías comprar ―a un euro―árboles que el buscador se encargará de plantar y mantener.
La idea del buscador nació después de un viaje. “Estaba recorriendo Sudamérica en 2006 y me sorprendió ver miles y miles de plantaciones de soja donde antes había selvas tropicales. En lugar de naturaleza y animales, solo había desiertos verdes llenos de químicos”, le contó Kroll al sitio Green Matters. Esto lo empujó a leer sobre deforestación y cómo los árboles ayudan a pelear contra la crisis climática, y así es como Ecosia empezó a tomar forma en su cabeza. Hoy el emprendimiento planta un árbol por cada 45 búsquedas que se hacen en el servicio.
Kroll tiene una filosofía muy rara en el mundo capitalista actual: la de anteponer el propósito por sobre las ganancias. Lo más importante para él no es que su proyecto haga dinero, sino que haga dinero para poder plantar árboles y ayudar a mejorar el mundo. Y, por eso, para preservar los fines de Ecosia en caso de que algo le pasara a él, decidió hacer algo curioso para un CEO: darle todas sus acciones del emprendimiento a Purpose Foundation, que garantiza que nadie pueda vender Ecosia o cambiar su rumbo.
IA for Good nació con una pregunta: “¿Qué pasaría si la inteligencia artificial fuera desarrollada para servir a la humanidad en vez de a los negocios?”. Esta ONG, que fue creada en 2015 por expertos en machine learning y ciencias sociales de los Estados Unidos y Europa, ayuda a que las personas que están intentando hacer del mundo un lugar mejor tengan acceso a las últimas herramientas y tecnologías disponibles en el mercado.
“La inteligencia artificial tiene el potencial de ayudar a la humanidad. En AI for Good investigamos cómo es utilizada, por ejemplo, para combatir el cambio climático con la reducción de las emisiones de carbono en industrias clave como la agricultura, la energía, el transporte. También, se utiliza en el sector de la Salud y de la Educación, y con la intención de que haya una mayor equidad social. Y estos son solo unos pocos ejemplos”, dice José García, investigador de IA for Good. “En mi opinión, la inteligencia artificial tiene un gran potencial como una herramienta para ayudarnos a resolver los grandes problemas que la sociedad enfrenta”, agrega.
AI for Good trabaja reuniendo una amplia red interdisciplinaria de investigadores, organizaciones sin fines de lucro, Gobiernos y actores corporativos para identificar, crear prototipos y escalar soluciones que generen un cambio social positivo. Se centra en tres ejes: política, investigación y, sobre todo, educación. La intención es apoyar proyectos que ayuden a erradicar la pobreza y el hambre, mejorar el acceso a la educación y al agua y mitigar los problemas que más están afectando a las sociedades.
ImpactWayv es una plataforma creada con la intención de unir a personas, empresas y organizaciones sin fines de lucro. Algo así como interconectar al mundo filantrópico con personas que tienen ideas pero no el dinero para llevarlas a cabo. El cofundador y CTO, Benji Bernstein, explica que decidió crear esta red porque veía que “incluso habiendo un enorme potencial en el área, las principales redes sociales se quedaban cortas y carecían de enfoque en lo que respecta al bien social”. “ImpactWayv intenta resolver eso. Se trata de un ecosistema digital que conecta personas, compañías y organizaciones sin fines de lucro para hacer el bien”, resume.
Bernstein asegura que los emprendimientos que nacen con la intención de tener un impacto social positivo recién están en sus inicios. “La pandemia mundial solo aceleró esta tendencia, ya que tanto las personas como las organizaciones observamos que solo a través del compromiso inquebrantable y la colaboración podremos lograr un progreso significativo en estos importantes problemas sociales que nos afectan a todos”, agrega el creador de ImpactWayv.
Y estos son solo algunos ejemplos de emprendimientos que van mucho más allá de generar ingresos como solemos ver en compañías de tecnología que florecen en Silicon Valley. Para este tipo de emprendimientos la rentabilidad está al mismo nivel de un propósito más grande: mejorar el mundo. La buena noticia es que hay cada vez más start-ups con esta finalidad.
___
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.