Una mujer que le regala a una amiga una cartera para su cumpleaños. Una persona que cometió un delito y fue condenada a pasar un tiempo privada de su libertad. Alguien que es feliz dentro de una cancha. Una familia que perdió su techo y ahora duerme en la calle. Si esto fuera una película, la historia comenzaría con esas imágenes. No sabemos muy bien de qué se trata la historia. Se ve alegría, tristeza, belleza, desolación, todo a la vez.
La película seguiría con un paneo por la oficina de una agencia de publicidad. Detrás de la ventana cae la lluvia; es un día gris, se puede adivinar el frío que hace del otro lado. Una persona frente a la computadora participa de una videollamada que reúne a voluntarios de organizaciones sociales, recicladores, personas comprometidas con hacer cada día de este mundo un lugar mejor. Hablan de cómo adaptarse a las restricciones que impone la pandemia de COVID-19. La cámara enfoca el almanaque en la pared: es mayo de 2020. No se sabe mucho del futuro. La única certeza es que pronto empezará el invierno y el frío va a golpear duro en la ya durísima vida de las personas en situación de calle.
¿Qué podemos hacer desde nuestro lugar? ¿Qué hacemos con lo que tenemos, con lo que sabemos, como ciudadanos para ayudar? Esas preguntas motivaron ideas e impulsaron acciones, y así nació la campaña solidaria El Otro Frío, que en 2020 llevó 2000 aislantes impermeables a personas en situación de calle y que este año se repitió la entrega entre el 16 de junio y el 26 de julio. De todo lo que pasa alrededor de esa campaña habla esta película. De personas con historias de vida tan distintas como las de Mica, Lucca, Sofi o Milagros —que estando en la cárcel, se volvieron deportistas y empezaron a participar de proyectos solidarios—, la de Goga Dodero, que inventó las mantas aislantes confeccionadas con sachés de leche y la de María Fumarola, que es directora de la Organización Civil Caminos Solidarios que recorre las calles de la ciudad para acompañar a quienes duermen a la intemperie.
La idea
La Sachetera es un proyecto ambiental con un fin solidario que confecciona productos que se destinan a la ayuda humanitaria con sachés de leche reciclados. Todo lo que fabrica lo dona a colectivos que ―como en la campaña El Otro Frío― recorren las calles para asistir a las personas que viven a la intemperie o a fundaciones que les brindan asistencia voluntaria a personas en situación de emergencia.
La idea nació hace nueve años, cuando a Goga Dodero, fundadora de La Sachetera, su mejor amiga le regaló un bolso muy especial para su cumpleaños: estaba hecho con material reciclable y tenía un diseño práctico y resistente. “Fue una inspiración”, evoca Goga el momento de pensar las primeras mantas, “descubrí las propiedades que tenía el saché y enseguida dije: ‘¡Quiero hacer abrigos con esto!’. El paso siguiente fue organizar esa producción, darle un fin, crear un método para que se pudiera replicar”.
Después llegaron las donaciones de gente que empezó a guardar los sachés, a lavarlos, cortarlos y entregarlos. Otras personas, de todas las edades, se sumaron al proyecto para aprender a fabricar las mantas y los ponchos que ya son conocidos en muchísimos lugares de la Argentina y del mundo. La Sachetera se replicó en miles de sitios: colegios, iglesias, grupos de scouts. Actualmente, un grupo de voluntarias concentradas en Buenos Aires, con una representante en Montevideo, coordina las actividades y brinda charlas a instituciones que quieran sumarse a la producción de las mantas aislantes, abrigos y bolsas de dormir.
Antes de la pandemia, cuenta Goga, acostumbraban a reunirse en encuentros de voluntarios programados entre marzo y septiembre, pero las medidas de aislamiento por la pandemia cambiaron la dinámica de trabajo y se puso en duda la continuidad de los proyectos. “No sabíamos cómo seguir, ni cómo organizarnos estando cada una en su casa”, recuerda, “pero tuvimos muchísima suerte porque en medio de la incertidumbre el Consejo Publicitario Argentino tuvo la brillante idea de reunirnos con los Espartanos, que es un grupo de personas en situación de encierro, que también estaban con muchas ganas de hacer algo y en la misma situación que nosotras, paralizados. Nadie podía entrar a los penales por la situación sanitaria. Lo mismo les pasaba a Caminos Solidarios y a Amigos en el camino”, relata.
Cuando María Alvarez Vicente, vicepresidenta del Consejo Publicitario Argentino, la convocó a pensar formas de trabajar junto con otros representantes de organizaciones solidarias, inmediatamente todos dijeron que sí y el resultado fue la combinación de variadas y complementarias habilidades puestas al servicio de la campaña para mitigar el frío que ya va por el segundo año de logros. Durante 2020 se fabricaron 2.000 protectores aislantes y, en lo que va de la campaña 2021, ya se duplicó esa cantidad. Más de 10.000 personas acercaron sus sachés a los puntos de recolección. Cuatro organizaciones de la sociedad civil (Los Espartanos, Amigos en el Camino, Caminos Solidarios y La Sachetera) trabajan con la colaboración de más de diez empresas que aportan logística, selladoras, lugares de acopio, distribución y la difusión de la iniciativa.
Ya se utilizaron 400.000 sachés vacíos y más de 1.000 personas en situación de calle recibieron una colaboración para combatir #ElOtroFrío, un hashtag que alude a que el frío del que duerme en la calle no es el mismo que se siente al esperar el colectivo, andar en bicicleta o salir a caminar.
¿Lo mejor? Los aislantes están confeccionados para que duren varios años. Al sellar con calor los sachés se logra una pieza sólida, liviana y muy fácil de transportar.
Espartanos y espartanas
“Acá adentro hay días en los que te despertás muy desmotivada”, cuenta Mica Suárez, alojada en la unidad 47 del Penal San Martín desde hace dos años. Le falta poco para salir y espera seguir en contacto con la Fundación Espartanos, una organización que forma equipos de rugby para hombres y mujeres en situación de encierro y que promueve la educación, la inserción sociolaboral y la espiritualidad para acompañarlos una vez que salen. “Pero levantarme para hacer las mantas y ayudar a personas que están pasando frío me hace bien porque sé que estoy haciendo algo importante”, retoma Mica.
“Juego al rugby y me gusta mucho, pero esto es otra cosa, es algo voluntario, no lo hago para tener puntos ni para mostrar buena conducta. Lo hago porque le sirve a otra persona que está necesitando ayuda. Me da mucha emoción, además, hacer esto con mis compañeras y con toda la gente, en equipo”.
Con el lema “Nosotros les decimos sí a las segundas oportunidades”, la Fundación Espartanos empezó a trabajar en 2009, cuando a once amigos jugadores de rugby se les ocurrió la idea de enseñar este deporte a personas privadas de su libertad. Así, la cárcel de máxima seguridad de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, no solo se transformó en la sede del equipo de rugby más antiguo de Los Espartanos, sino también en el lugar donde funciona el modelo de integración de la fundación que incluye acciones solidarias como la de fabricar los aislantes.
La fundación tiene más de 300 voluntarios que trabajan junto a los once fundadores. Además, los espartanos y espartanas ―como se identifican los participantes alojados en el Penal San Martín― se encuentran tanto dentro como fuera de las unidades penitenciarias, porque al salir en libertad pueden continuar vinculados a los programas de Espartanos. “El modelo es integral y se replicó en otras cárceles del país y del mundo”, cuenta el coordinador de estos programas Santiago Cerruti.
A Milagros, otra espartana, esta campaña en particular le genera mucha emoción, la define como “un abrazo al alma”. “Espero que esto siga para adelante y que podamos llegar mucho más lejos”, sueña. Sofía se entusiasmó cuando le mostraron un video del momento en que se entregaron unos aislantes que ella misma había fabricado. “Me dio mucha alegría ver la felicidad de la gente que recibía las bolsas, muchas de nosotras también alguna vez estuvimos en su lugar”, revela.
También, Lucca, alojado en la unidad 48, pasó por el desamparo. “Hacer y laburar en conjunto para El Otro Frío me hace bien. Porque lo hago como si fuera para mi, yo también estuve sin nada como esas personas. Aunque a veces pienso que en mi caso no fue por no tener un techo ni estar solo, sino por terquedad de mi parte, por malas influencias que me llevaron a pensar que algo era lo mejor para mí cuando no podía ver que era lo peor, que me estaba llevando a terminar en donde terminé”, reflexiona.
“¿ Y te digo una cosa? Bien merecido estar acá; además, de no haber llegado a esta situación no hubiese conocido a Dios, que es mis pies en la tierra, a los Espartanos y todo lo bueno que había para ver. Ahora puedo reconocer que con honestidad y con esfuerzo, si realmente querés, vas a poder. No me cabe duda de eso porque lo estoy viviendo. Solo miro para adelante y lo malo lo dejo atrás. Hoy siento mucha gratitud al ver que puedo hacer cosas por alguien sin pretender algo a cambio”, concluye Lucca.
Cómo ayudar
Muchas de las 7.000 personas que están en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires no asisten a paradores por miedo a perder sus pertenencias o a padecer situaciones de violencia, entre otros motivos. A la intemperie, quedan expuestas a condiciones de vida muy difíciles, especialmente durante los meses de temperaturas más bajas, los días y las noches de humedad o cuando llueve. “Desde Caminos Solidarios y Amigos en el Camino nos transmitieron la importancia de tener alguna protección aislante para estas personas”, manifiesta Álvarez Vicente.
“En paralelo, veníamos conversando con personas de la Fundación Espartanos que nos contaban que durante la cuarentena, ante la imposibilidad de recibir visitas en el penal, los espartanos y las espartanas no podían hacer sus prácticas de rugby ni de espiritualidad. En este panorama, todo su proceso de resocialización en cierta forma se veía interrumpido. El equipo de La Sachetera inmediatamente armó tutoriales para que aprendieran cómo hacer los aislantes. Y nosotros activamos la campaña de comunicación para la recolección de sachés”, recapitula Álvarez. En el Consejo Publicitario buscaron un mensaje poderoso. “Nos interesó mucho la posibilidad de difundir una acción con tantos impactos: el cuidado del medioambiente, la importancia de darles una segunda oportunidad a las personas privadas de su libertad y visibilizar a las personas que están en situación de calle”, resume Álvarez Vicente.
El mecanismo es así: todos podemos donar nuestros sachés de leche, limpios y en las condiciones que muestran las redes sociales de la campaña (la información, al pie de esta nota), y llevarlos a los puntos de recolección. Desde ahí, Espartanos los lleva a las unidades 47 y 48 del Penal de San Martín, donde los voluntarios y las voluntarias hacen las mantas diseñadas especialmente para esta ocasión. Es un aislante especial de una doble tela plástica que se hace con unos 200 sachés, inspirado en las tradicionales bolsas de dormir de La Sachetera que insumen 76; miden aproximadamente 2 por 1,80 metros, lo que permite abrigar a varias personas. Protege del frío, la lluvia, la humedad y funciona como una barrera rompevientos. Las fundaciones Amigos en el Camino y Caminos Solidarios se los entregan a sus destinatarios.
Para sumarse a #ElOtroFrío pueden acercar las donaciones a los puntos de recolección y consultar las redes sociales de las organizaciones involucradas:
@elotrofrio
@consejopublicitarioargentino
@fundacionespartanos
@caminossolidariosargentina
@amigosenelcamino
@lasachetera
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.