Desde el salón comunitario del barrio Luis Lagomarsino, ubicado en el partido de Pilar, salen Jesica Pucheta, Mariana Gómez, Karen Galarza y Luciana Colaso a recorrer las calles de tierra. Cada una lleva dos bolsas negras de las grandes, cargadas, para entregárselas a los vecinos. Las cuatro mujeres son parte de la cuadrilla sanitaria que se creó para hacer obras de mitigación ante la COVID-19 en barrios populares. José Luis Soto, de 54 años, también integra el grupo, pero esta semana está aislado por ser contacto estrecho de una persona enferma con el virus.
Antes de llegar a la primera casa donde entregarán la bolsa que contiene el kit sanitario, Pucheta ―la líder de la cuadrilla― le pide a un vecino que pasa a su lado que se coloque el barbijo y luego le pregunta a qué hora estará en su casa para entregarle los insumos de limpieza. El kit contiene lavandina, detergentes, alcohol etílico y en gel, una caja de espirales, jabón blanco, un trapo rejilla, un trapo de piso y repelente.
Tras caminar una cuadra, el grupo se detiene frente al portón de una casa pintada de celeste. Ahí, Jesica golpea la puerta y enseguida sale una chica en pantuflas para recoger el kit. Antes de irse firma la planilla en la que se lleva el control de los kits entregados.
La cuadrilla sanitaria surgió como iniciativa de la organización Techo, que aplicó a un fondo otorgado por la Secretaría de Integración Socio Urbana ―dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación― y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La intención de la iniciativa fue que los mismos vecinos se involucraran para dar respuesta a la emergencia producto de la pandemia.
El proyecto se llevó adelante en quince barrios en los que Techo tiene trabajo territorial; empezó a mitad de abril ―durante la segunda ola de la pandemia― y está terminando esta semana. Dentro de ese período, se encuestó a más de 2.200 familias y se entregaron 2.121 kits sanitarios.
TECHO está presente en Luis Lagomarsino desde hace diez años. Ahí, en una mesa de trabajo referentes de la organización y vecinos se organizan para mejorar las condiciones del barrio. Desde este enfoque participativo, también se organizó una olla popular como respuesta a la emergencia que generó la pandemia. En esa zona viven familias en situación de vulnerabilidad con poco acceso a agua potable y sin conexión a la red de gas.
“En el barrio se viene trabajando en los reclamos por el agua y la contaminación. Los vecinos y las vecinas son muy activos y están articulando con el municipio”, cuenta Florencia Hermosa, directora general de la Sede Norte (provincia de Buenos Aires) de Techo.
Jesica, que tiene 31 años y vive con sus tres hijos, se sumó a la mesa de trabajo hace tres años y siete meses. Es una de las mujeres que lidera la olla popular. “Me gusta el trabajo comunitario. La mesa escucha a los vecinos y los asesora”, comenta. Antes de la pandemia, trabajaba en un colegio como personal de maestranza.
Luciana, de 27 años, comenzó a participar de la mesa de trabajo hace unos seis meses y cuando le propusieron ser parte de la cuadrilla le pareció una gran oportunidad. Está embarazada de su cuarto hijo.
El marido de Mariana se quedó sin trabajo durante la pandemia y se acercó a buscar comida a la olla popular de los sábados. Así la pareja conoció la mesa de trabajo. “Los voluntarios de Techo nos ayudaron a tener nuestra casa. Estoy muy agradecida y por eso me sumé para ayudar a otros. Quería ser parte del equipo”, dice la joven. Mariana tiene 29 años y un bebé de quince meses.
Durante la pandemia Karen se quedó sin los ingresos que obtenía de la venta en la feria. Tuvo que organizarse únicamente con el sueldo de su marido, que trabaja en el rubro de Seguridad. La joven, de 26 años, es responsable de un comedor para niños donde el año pasado entraron a robar. Ante esa situación, se acercó a una reunión vecinal para contar lo que le había pasado y desde entonces quedó en contacto con la mesa de trabajo. Su deseo es estudiar para ser asistente social.
No es casualidad que de los cinco integrantes del grupo cuatro sean mujeres. “La conformación de la cuadrilla es una muestra de la realidad. En Techo relevamos que tres de cada cuatro referentes de los barrios populares latinoamericanos se identifican como mujeres. La gran mayoría de las mesas de trabajo están lideradas por mujeres y fueron ellas las que tomaron la iniciativa de organizar ollas populares ante la urgencia que trajo la pandemia. Ellas reparten su esfuerzo entre el trabajo que les da ingresos, el cuidado de sus hijos y el laburo comunitario”, dice Hermosa.
La pandemia dejó a las cuatro mujeres sin trabajo. El proyecto planteado por la Secretaría de Integración Socio Urbana y el BID fue una oportunidad para ellas porque les ofrecía un ingreso. Las personas que integraban las cuadrillas tenían que tener monotributo social para prestar el servicio. La demanda fue de cuatro horas, de lunes a viernes. En el caso de Luis Lagomarsino o Maquinista F. Savio, el equipo trabajó entre las 10.30 y las 14.30.
La primera instancia del proyecto consistió en que la cuadrilla realizara encuestas en el barrio. “Logramos hacer entrevistas a 300 familias en dos semanas. Allí preguntamos si tuvieron COVID en el hogar, si hubo casos de dengue, si tenían problemas para comprar insumos de higiene y limpieza y si se habían vacunado. Nos volvíamos con una lista grande de otras necesidades que surgían. De base, relevamos que el 70 % perdió su trabajo por la pandemia. Algunos pudieron reinventarse, pero otros no”, señala Jesica.
No todos los vecinos se animaban a contestar la encuesta. Algunos desconfiaban y preguntaban si los datos eran para un partido político o para la municipalidad. Cuando las encuestadoras se identificaban como vecinas, el proceso fluía más fácilmente. Los encuentros ocurrían en la puerta de las casas, al aire libre. “Después de hacer las preguntas, les contábamos de la mesa de trabajo, que es un espacio en el que pueden ser escuchados y donde pueden participar los sábados a las 14. También les informábamos sobre la olla popular a quienes lo necesitaban”, cuenta Luciana. Jesica agrega que cuando no encontraban a un vecino en su casa, volvían en distintos horarios hasta concretar la entrevista.
En el relevamiento registraron 12 casos de COVID-19. Luciana cuenta que mucha gente no sabía dónde hisoparse o cómo era la inscripción a la vacuna. La cuadrilla les daba la información.
En paralelo al relevamiento, el grupo tenía otras tareas para contribuir con su comunidad. Se encargó de desmalezar y limpiar los microbasurales del barrio, fabricó cestos y puso carteles para concientizar a los vecinos. También, la cuadrilla brindó capacitaciones a comedores de la zona en los que entregó barbijos, alcohol en gel y guantes para las personas que trabajaban en la cocina. Además, dejó folletos que explicaban cómo hacer la desinfección del táper.
Para cerrar el proyecto, en el barrio Luis Lagomarsino se entregaron 320 kits sanitarios. “Ahora que se termina, vamos a seguir como voluntarias en la mesa de trabajo”, dice Jesica.
Hermosa, la integrante de TECHO, reflexiona sobre la experiencia: “La iniciativa tuvo dos aspectos muy importantes. Por un lado, se generó un gran impacto territorial al entrar en contacto con 300 familias del barrio. Saber cuántas estaban afectadas por la pandemia era un insumo necesario para un trabajo posterior. Por otro lado, las vecinas y los vecinos que conformaron las cuadrillas se empoderaron en el proceso y conformaron nuevos liderazgos”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN