Hace poco más de siete años que Jor Molina vive en Tilcara, Jujuy. “No tengo acento porque nací y me crié en Coronel Dorrego, un pueblo bonaerense”, dice por teléfono. Ella se presenta como cocinera, militante transfeminista y trabajadora en Radio Nacional. En el verano de 2015-2016 viajó a la costa bonaerense para trabajar en gastronomía y a los pocos días de llegar se dio cuenta de que estaba embarazada. Decidió interrumpir su embarazo y les pidió ayuda a compañeras de la ciudad de Bahía Blanca que la conocían de su militancia social.
Jor tenía 30 años, cursaba la semana 13 de un embarazo que pudo interrumpir en un hospital acompañada por socorristas: feministas que desde hace años articulan con la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, entre otras organizaciones, para que las personas que no quieran seguir adelante con sus embarazos puedan interrumpirlos en lugares seguros y en un marco de cuidados. Para ello, desde 2012 las socorristas ocupan un lugar que el Estado no supo garantizar: el de dar información y acompañar.
Vale aclarar que en 2012, “la Corte Suprema se pronunció con el fallo “F.A.L” sobre el aborto por violación y resolvió que las mujeres violadas, sean “normales o insanas” (de acuerdo al fallo), pueden interrumpir un embarazo sin autorización judicial previa ni temor a sufrir una posterior sanción penal, eximiendo de castigo al médico que practique la intervención. Según el fallo, solo es necesario una declaración jurada que deje constancia del delito del que fue víctima la persona que quiera interrumpir el embarazo”, explican desde la Fundación Huésped.
Luego, en 2015, el Protocolo para la Atención Integral de las Personas con Derecho a la Interrupción Legal del Embarazo (Protocolo ILE) desarrollado por el Ministerio de Salud de la Nación retomó los lineamientos del fallo “F.A.L” y agregó consideraciones en cuanto al concepto de salud e incorporó los aspecto físicos, psíquicos y sociales y aclaró que el peligro de la salud puede ser potencial.
Jor, después de esa experiencia, decidió que ella también quería acompañar a personas que decidieran interrumpir sus embarazos. Se formó con otras socorristas de Jujuy y Tucumán, armó la agrupación (junto a otras compañeras) Socorro Rosa Quebrada de Humahuaca y Puna a mediados de 2016 y se sumó a Socorristas en Red (SenRed), una organización federal que actualmente reúne a 58 colectivas (término que usan para definirse) de socorristas distribuidas en casi todas las provincias argentinas.
Soledad Cañumil también es parte de la SenRed. Ella es de la agrupación Socorro Rosa Rabiosa, fundada en 2017 en Comodoro Rivadavia, Chubut. Habla sin apuro y explica con voz suave: “Acompaño a quienes quieren abortar no por una historia personal, sino por una historia colectiva. Venía participando de acciones de los grupos feministas y en la lucha por el aborto legal, y acompañar era lo que más me representaba. También, porque muchas personas se acercaban a nosotras porque necesitaban abortar embarazos no deseados”.
Soledad conoció el funcionamiento de las socorristas en una capacitación de educación sexual integral (ESI) a la que asistió en Trelew y que dictaba Ruth Zurbriggen, coordinadora de La Revuelta, organización colectiva feminista de Neuquén nacida en 2010. Ruth también fue una de las impulsoras de la SenRed, de la que hoy participa activamente.
SenRed se conformó en 2012 con mujeres activistas feministas y transfeministas. Hoy, desde su página web destacan que el acompañamiento a personas gestantes que han decidido interrumpir embarazos inviables para ese momento de sus vidas se hace siguiendo los protocolos de uso de la medicación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“En sus territorios, les socorristas tienen autonomía siempre que no vayan en contra de los principios y acuerdos de la Red”, aclara Ruth. E ilustra: “Un acuerdo es que no burocratizamos los abortos, evitamos los laberintos y demoras a los que muchas veces se ven sometidas las personas que necesitan abortar. Hay algo del orden de la inmediatez y la ejecutividad que es fundamental”.
A esto se suma que SenRed acompaña siguiendo un dispositivo de cuatro momentos que busca, además de asegurar un tratamiento seguro y cuidado, sistematizar la información de todas las personas que llaman.
Así, la Red contabilizó 17.534 acompañamientos en 2020. De los cuales, 50 % de ellos fueron autogestionados y 37 % se hicieron a través del sistema de salud. A pesar de la pandemia, la articulación SenRed con el sistema de salud se incrementó en más del 800 %: pasaron de acompañar a 802 personas que interrumpieron sus embarazos en el sistema de salud en 2019 a 6.430 en 2020. Mientras que el 84 % de las personas que las contactaron el año pasado tenían entre 20 y 39 años.
Volviendo al dispositivo de cuatro momentos con el que SenRed acompaña, Ruth dice: “Hay que entender que el aborto es una experiencia cotidiana y extendida en la vida de las personas gestantes. Las y les socorristas, que existimos desde hace años, solo tratamos de colaborar para que no se viva en soledad ni se realice de manera insegura”.
Todo comienza con un llamado
Los llamados se reciben en las líneas que los grupos de socorristas difunden en redes, afiches, calcomanías. En ese primer llamado dejan en claro que no son médicas sino acompañantes. Es decir, “brindamos información para que la interrupción sea segura y garantice los derechos reconocidos por ley”, dice Ruth.
Por otro lado, tratan de que los celulares estén prendidos la mayor cantidad de horas posible, sobre todo desde 2020 —con la pandemia— y de contar con espacios privados donde poder hablar tranquilas. Para eso articulan con sindicatos, centros culturales o bibliotecas populares. En Neuquén, por ejemplo, Ruth detalla que “el sindicato docente del que muchas ‘revueltas’ formamos parte nos presta una oficina”.
“Elles reciben muchos llamados de gente que trabaja en el campo sin conectividad y que las contactan cuando vuelven a sus casas o pueden ir al pueblo”. Desde Tilcara, Jor destaca que usa el artículo elles porque en todo el país entre quienes acompañan y quienes abortan hay mujeres, trans y personas no binarias. “Nosotres tenemos prendido el celular entre las 10 y las 20 horas, de lunes a sábados. Y como en nuestro caso no acompañamos a más de 50 personas por año, atendemos desde nuestras casas”.
En ese primer llamado, las socorristas arman una conversación que les permite conocerse: saber el nombre, la localidad en la que viven, si confirmaron el embarazo con una ecografía, si necesitan información porque están decidiendo la interrupción o ya la decidieron. “Buscamos que el aborto no se viva como un privilegio ni que se puede dar en cualquier condición. Proponemos que se entienda como un derecho y escuchamos, dejamos que expliquen qué quieren y por qué tienen miedo de ir al hospital a solicitar la medicación (misoprostol) para el aborto al que tienen derecho a partir de la Ley N.° 27610 votada el 30 de diciembre de 2020”, dice Soledad.
Vale aclarar que la Ley IVE establece un sistema mixto de plazos y causales y concede el derecho de personas con capacidad de gestar a interrumpir voluntariamente su embarazo hasta la semana 14 —inclusive— del proceso gestacional. Este derecho coexiste con el sistema de causales previsto en la legislación nacional, que indica que, independientemente de la edad gestacional, la persona gestante tiene derecho a acceder a la interrupción del embarazo si fuera resultado de una violación o si estuviera en peligro la vida o la salud de la persona gestante.
Ahora, suele pasar que a este primer llamado no lo hace la persona embarazada, sino una vecina o un familiar —la pareja o la madre, por ejemplo—. “En esos casos siempre pedimos hablar con la persona embarazada para asegurarnos de que la decisión es de ella y no está siendo obligada por nadie”, explica Ruth.
Soledad recuerda un acompañamiento que hizo hace unos años donde la que llamó fue la mamá de la persona embarazada: “Le dije que tenía que hablar con su hija y tras algunos días de intercambio de mensajes y llamados me contó que su hija estaba en una situación de violencia, que su pareja no le permitía tener contacto con nadie por fuera de su familia, que la llevaba y la iba a buscar al trabajo. Fuimos mediando la información con la mamá, me hice pasar por una clienta del lugar donde trabajaba para verla, escucharla y explicarle cuáles eran sus derechos reconocidos por ley. Todo con mucho cuidado porque lo que menos queríamos era que su pareja la violentara. El día que abortó estuvimos acompañándola junto a su médica a la distancia y su mamá estuvo con ella de manera presencial; cada une estuvo presente dependiendo de lo que la situación permitió”.
A los meses, la mujer le escribió a Soledad para contarle que había logrado separarse de esa pareja violenta. “Muchas veces pasa que el aborto termina empoderando a las mujeres”, dice la socorrista de Comodoro.
Una vez hecho el primer contacto telefónico con la persona embarazada, se pasa al segundo momento.
El encuentro entre activistas socorristas y la persona embarazada
Dependiendo de la cantidad de acompañamientos que hagan y de la cantidad de socorristas que conformen la agrupación, a estos encuentros (que —siempre que la situación epidemiológica lo permita— son presenciales) asiste una o más socorristas con entre una y cuatro personas que quieren interrumpir sus embarazos.
“En estos espacios intentamos que circule la palabra, tratamos de bajar los niveles de culpabilización cuando se vive con culpa. Buscamos colectivizar la decisión, porque así como está la de 25 sin hijes que quiere abortar, está la de 40 que tiene tres y no quiere otre más. De hecho, el 60 % de las personas a las que acompañamos en 2020 ya tenían hijes”, explica Ruth.
En esas rondas colectivas, cuentan desde SenRed, que algunas se atreven a sacar del silencio interrupciones de embarazos anteriores de ellas o que tuvieron lugar en su familia. Otras veces se cuentan violaciones que ellas o las mujeres de su familia han sufrido. Y, por supuesto, la falta de ESI que se puede ver en testimonios como este (que escuchó Jor): “Estoy embarazada porque mi pareja no quiere usar métodos anticonceptivos y no quiere que yo use porque dice que lo voy a engañar”.
También están quienes relatan cómo las han violentado o maltratado en los hospitales desde el momento mismo que han pedido algún anticonceptivo en la farmacia del hospital, motivo por el cual no quieren volver. En esos casos, explica Jor, “no podés decirles a las chicas que vuelvan al hospital donde fueron violentadas, porque las exponés mucho y terminan siendo violentadas nuevamente”.
Lo que pasa, según la socorrista de Tilcara, es que “el Estado no se ha ocupado de informar ni de formar a les profesionales. No saben hacer una AMEU (aspiración manual endouterina). En nuestro caso, en el hospital de Tilcara solo una médica generalista de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir se ocupó de formarse con una ginecóloga de otro hospital y hoy puede hacerlas. Pero muchas veces no es que los médicos sean objetores de conciencia y por eso no lo hacen, sino que simplemente no lo saben hacer”.
Pero la deficiencia en la formación profesional también la denuncian las profesionales en CABA. La AMEU “es un procedimiento sencillo y ambulatorio, pero el profesional que lo hace tiene que estar canchero. De hecho, no se hace en todos los hospitales de CABA por falencia en la formación de los profesionales, porque no se privilegia el cuidado del cuerpo de la mujer y no se reconoce el derecho que tiene la mujer a decidir entre un aborto con medicamentos y una AMEU, por ejemplo”, dice Andrea Berra, psicóloga del Centro de Salud 7 (CeSAC), que depende del Hospital Santojanni, y miembro de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir.
Es importante aclarar que los dos procedimientos con los que la OMS recomienda interrumpir un embarazo son el farmacológico y la AMEU. El farmacológico consiste en tomar comprimidos de misoprostol. Mientras que la AMEU “consiste en la absorción del contenido del útero, que se realiza en consultorio ginecológico y requiere de anestesia local”, explica la psicóloga.
Cuestiones como estas también se conversan en los encuentros que suelen durar unas dos horas. “Se conversa y se escucha con el objetivo de entablar una relación de confianza para que la persona que quiere abortar sepa quién la va a acompañar durante el proceso”, explica Ruth. Y detalla: “Antes de la pandemia las personas embarazadas podían venir con acompañantes. Entonces, podía aparecer una mujer de 40 —que era quien quería interrumpir un embarazo— con su hija de 15 que la acompañaba”.
Además de escuchar, las socorristas dan información sobre cómo interrumpir el embarazo siguiendo los protocolos de la OMS y explican los signos de alarma a los que deben estar atentas, los posibles tránsitos por el sistema de salud y lo que pueden exigir en relación a sus derechos, entre otras cosas. Y, claro, están atentas a cómo elige cada una de las personas embarazadas atravesar ese momento.
El día que interrumpen el embarazo
Las socorristas piden que, durante el día que usan la medicación para provocar la interrupción del embarazo, les vayan contando lo que necesitan. “Algunas te escriben y te dan detalles de lo que están haciendo todo el tiempo. Otras te dicen: ‘Está todo bien, hablamos mañana’. Los abortos son de las personas que abortan y cada una decide cómo lo transita”, dice Ruth.
Si la persona que está en su casa detecta algún signo de alarma, es fundamental la articulación que las socorristas tienen con los centros de salud: por ejemplo, saben cuáles son los profesionales que les van a tratar con respeto y prestarles la atención profesional que necesiten dentro de las posibilidades de cada región.
Jor cuenta: “Acá muchas mujeres en el campo no tienen conectividad y no saben leer el folleto que damos. Por eso, si hace falta ir hasta la casa porque se sienten más seguras si estoy o porque tienen hijos pequeños, voy. En general, cuando es así lo organizamos y las acompaño”.
Los efectos en el cuerpo y las emociones que las personas embarazadas van contando durante la interrupción y una vez finalizada también son registrados y sistematizados por las activistas de SenRed. “Esto nos ha permitido desmitificar ideas como que son les adolescentes les que abortan. Según nuestros datos, acompañamos a personas de entre 13 y 49 años. Otra idea es que abortan porque no tienen dinero y desde nuestra experiencia eso es mentira. Las personas abortan porque no quieren tener une hije u otre hije en este momento de sus vidas”, dice Soledad.
Una vez interrumpido el embarazo, se pasa al cuarto y último momento.
El control médico posinterrupción
“Entre los 7 y 10 días después de haber utilizado la medicación para abortar es importante hacerse un control médico. Hay personas que necesitan una ecografía, otras no. Además, en esa consulta podrán conversar sobre el método anticonceptivo más adecuado para este momento de tu vida”, recomienda SenRed desde su página web.
“Como socorristas cuidamos la vida y la salud de les que abortan, hacemos mucho por sacar a las personas de las zonas de riesgo, y esas zonas de riesgo pueden ser las secuelas físicas o las emocionales. Porque si un médico hace un aborto seguro en términos médicos, pero hace preguntas que te culpabilizan o estigmatizan, la seguridad está puesta entre signos de preguntas”, expone Ruth.
Atravesado ese momento, las socorristas reconocen que es muy común recibir mensajes como estos:
“Ustedes estuvieron en el momento más duro, cuando no estuvo nadie”.
“Ustedes me salvaron la vida”.
“Después de abortar pude separarme gracias a ustedes, pude dejar de tolerar la violencia”.
En diciembre pasado, cuando se sancionó la Ley IVE, “muchas pibas a las que acompañamos y que no están politizadas nos escribieron agradeciéndonos por la lucha que habíamos dado”, dice Jor. Y subraya: “De todas las escuelas de la zona solo tres docentes están tratando de dar ESI. Aún cuesta mucho y la falta de ESI (Jor se refiere a la falta de aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral N.º 26.150) repercute en las personas que atienden las farmacias de los hospitales que no entregan métodos anticonceptivos y prefieren tirarlos vencidos. Y repercute en esas chicas a las que se les negó la anticoncepción y llegan después a nosotres con embarazos no deseados”.
___
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN