Angie Ferrazzini le hace la siguiente pregunta a un grupo de alumnos: “En los supermercados, ¿las góndolas hablan?”. Los chicos y chicas responden que no. “Ah bueno —les dice ella— en cambio en los mercados los productores sí hablan y además te cuentan cómo producen y de dónde vienen sus alimentos”.
Angie es fundadora de Sabe la Tierra, una ONG que a través de mercados construye puentes entre los pequeños productores, los emprendedores de alimentos y los consumidores. De esta manera, genera una relación humana que va más allá de la compra-venta. ¿Cómo lo hace? De muchas formas: a través de sus 10 mercados semanales de pequeños productores, de charlas a empresas y organizaciones y de programas educativos. En todos ellos comparte los beneficios de consumir localmente de manera saludable y responsable con el medioambiente. Para ella, los mercados son conversación y esto permite pensar en una nueva forma de consumir: una más cercana y más consciente. Angie es apasionada de lo que hace y se muestra segura y convencida de que el cambio que propone con su trabajo diario es el correcto para un futuro mejor. Desde 2014, además, es fellow de la Red Internacional Ashoka que reúne a una gran comunidad de emprendedores sociales que desarrollan soluciones innovadoras para los problemas actuales.
Hablemos un poco de tu historia, ¿cómo nació Sabe la Tierra?
Desde siempre me encantaron los mercados. Cada vez que viajaba lo primero que miraba para visitar en las guías eran las ferias y los mercados, porque siempre sentí que por ahí pasaba la cultura del lugar. Yo trabajé como periodista y editaba un suplemento que se llamaba Vida Rural, así que me tocó cubrir muchos emprendimientos rurales y ver de cerca el trabajo de los pequeños productores. Descubrí que el gran cuello de botella de los pequeños o medianos productores siempre era la comercialización. Me quedé con esa idea, pero en ese momento no decidí hacer nada. La idea de crear el primer mercado vino un poco después. Así que en 2009 empecé por lo posible: el jardín de mi propia casa. Abrimos un mercado en mi jardín con 16 emprendedores y productores. Ahí descubrí que me quería dedicar a esto, largué todo y lo convertí en mi proyecto de vida. Es el legado que quiero dejarles a mis hijos.
¿Porqué es necesario crear más mercados de cercanía?
En cuanto empecé a investigar, a relevar productores y emprendimientos y entender sus dificultades, me di cuenta de que era muy necesario crear un espacio genuino de comercialización donde, además de darle visibilidad al pequeño productor, se difundiera y promoviera la alimentación saludable, el consumo responsable, la producción sustentable y el desarrollo local. Entendí también las necesidades de los consumidores y me propuse ser nexo entre ambos. Además, creo que tuvo mucho que ver la maternidad. Yo empecé a preguntarme qué iba a darle de comer a mis hijos y recorría todos los lugares donde vendían cosas orgánicas y agroecológicas. En ese momento vivía en Buenos Aires y me pasaba de un lado al otro, hasta que pensé: ¿por qué no facilitar las cosas y que todo esto esté en un mismo lugar? Ahí nació el primer mercado Sabe la Tierra en 2010 con 30 productores. Hoy tenemos una red de 350 productores, 10 mercados semanales, generamos trabajo para más de 1000 personas y tenemos más de 25 mil consumidores mensuales que recorren todos nuestros mercados.
¿Cómo creció el proyecto?
Al principio fue un proyecto personal, fue ver plasmado mi sueño, lo que a mi siempre me había encantado. Pero después me di cuenta de que el proyecto no iba a ser solo personal, que esto me superaba y que el propósito era compartido por muchas personas. Decidí hacer de Saber la Tierra una ONG que tiene la visión de promover el paradigma de la sustentabilidad y llevar una vida más en consonancia con la naturaleza y el respeto por la tierra. Hoy ponemos en marcha los mercados, que es lo más importante, pero también hacemos tareas educativas, charlas y programas en escuelas y empresas. Este año, a partir de la pandemia, nos dimos cuenta de que las empresas también necesitan que sus empleados estén bien, que se alimenten bien y adopten hábitos saludables. Por eso, armamos un programa de pausas saludables para las empresas, en esta vida que también empieza a ser más remota. También damos talleres a feriantes de todo el país sobre cómo llevar adelante un mercado.
¿Cuál fue el mayor desafío a la hora de expandir la idea?
Aprender a delegar, a armar equipos y, finalmente, contagiar el espíritu de Sabe la Tierra. Encontrar a esas personas que quisieran promover esto y replicar el modelo. Nacimos con un mercado en San Fernando y de ahí empezamos a crecer y a elaborar nuestros manuales de réplica. Hoy, si alguien quiere abrir un mercado puede escribir a través de la página web y, a partir de ahí, nosotros nos contactamos y empieza un uno a uno con todos los manuales que tenemos. Otro de los grandes desafíos que todavía tenemos es cambiar los paradigmas. Los productores tienen que pensar que cuanto mejor es la propuesta de un compañero mejor va a ser el mercado y más gente va a convocar. Pero a veces pasa que todavía están en el paradigma de la competencia y nosotros en el de la cooperación. Pasar de la competencia a la cooperación y entender este proyecto como uno de bien común han sido dos desafíos importantes. Por eso, como emprendedora creo que el mayor logro no es poner algo en marcha sino sostenerlo. Y por eso otro gran desafío fue sostenernos en el crecimiento.
¿Cuál es este estilo de vida alternativo que propone Sabe la Tierra?
Es una vida más en consonancia con la naturaleza y con las personas. Cuidar los alimentos, la tierra y a las personas que la trabajan. Por otro lado, promovemos un consumo más responsable, que quiere decir consumir menos y mejor. Con hábitos que tengan que ver con cuidar el medioambiente, dejando atrás la cultura del tirar-comprar-tirar. Y con una vida más centrada en el ser que en el tener. Por eso, promovemos también otra economía. Entendemos que todos nosotros somos grandes decisores de compra y podemos decidir a quién apoyar con nuestra compra. Entonces, qué importante es apoyar al pequeño y mediano productor que es vecino, que muchas veces tiene detrás un emprendimiento familiar. Esto tiene que ver con el desarrollo local, con el consumo local, con priorizar al pequeño emprendedor y productor y comprar productos que son kilómetros cero. Porque también lo que queremos es que los alimentos no recorran grandes distancias desde el lugar que se producen hasta llegar a la mesa de consumidor. Yo el año pasado me enojé mucho y escribí un par de columnas sobre el tema del consumo, porque parecía que el ticket del supermercado era el pasaporte para salir a la calle y que esos eran los únicos lugares donde se podía ir a comprar “alimentos”. ¿Por qué no los mercados barriales y las ferias al aire libre?
¿Cuál es el beneficio para los productores?
Tienen más visibilidad, encuentran un espacio común compartido que les da la oportunidad de vender sus producciones de manera directa. Muchos se encontraban aislados, cada uno por su lado, sin tener la fortaleza de vender en línea. Entonces lo que nosotros hacemos es darles el marco para poder comercializar sus productos. Al productor, de esta manera, se le da una vidriera y una red de contactos importante. Y por otro lado, al consumidor le permitimos acceder a alimentos saludables cerca de su casa, sin intermediarios en la cadena y a un precio justo. Logramos, de esta manera, ser el nexo entre el productor y el consumidor.
Es decir que hay beneficios para ambos lados del mostrador
Exacto. El productor recibe una mejor paga porque pone su precio justo y no tiene que salir a regalar su producción. Y, además, hay una relación humana en el acto de compra-venta, el consumidor puede saber de dónde vienen sus alimentos, quiénes los producen, bajo qué condiciones y cuidados. Y conoce a quién está apoyando con su compra. El consumidor de Sabe la Tierra ve crecer a su productor amigo y comparte esos logros.
¿Se necesita un cambio de conciencia de los consumidores?
Sí, y es un camino lento, aunque de mucha fidelización. Los consumidores vienen todos los sábados, todos los miércoles o todos los jueves, pero no porque sean fieles a Sabe la Tierra, sino porque ya eligieron consumir de esta forma. Yo siento que ha cambiado muchísimo el consumo: veo, por ejemplo, una tendencia muy fuerte hacia lo vegetariano y vegano, y no solamente desde el lado del consumidor, sino que cada vez hay más productores y emprendedores veganos. También creo que esta elección se refleja en la alimentación, pero rápidamente se traslada a todo lo que tiene que ver con la higiene y la cosmética. Pero sí, falta mucha conciencia sobre el tema de los hábitos de consumo y la verdad es que nosotros no podemos seguir consumiendo como si tuviéramos tres planetas porque tenemos uno solo.
¿La pandemia es una oportunidad para acelerar el cambio de consumo?
Creo que sí. Para mí, una de las mejores cosas de la pandemia tiene que ver con la vuelta a la cocina, sentarnos todos en una mesa y compartir esa comida que hicimos. Estamos más en casa y eso hace que tengamos más tiempo de cocinar. Veo un mayor interés en la compra de insumos para cocinar, el ritmo de vida se desaceleró y eso colabora con mejorar hábitos. Las redes sociales también aportan: mis hijos cocinan recetas de 1 minuto que miran en Tik Tok. Cuando empezó la pandemia me pregunté si Sabe la Tierra iba a tener razón de existir. A los 15 días, con todo cerrado, me di cuenta de que la oportunidad era enorme y que todo lo que veníamos promoviendo estaba y seguiría estando más vigente que nunca. Por un lado, porque la salud tuvo una revalorización importantísima, y la alimentación está íntimamente ligada con la salud. Entonces, es fundamental poder garantizar estos alimentos saludables. Además la pandemia privilegió el consumo de cercanía, los mercados de proximidad. El hecho de no poder movernos mucho a otros barrios o ciudades fortaleció el concepto de desarrollo local que venimos promoviendo hace una década. Pero hay que seguir generando conciencia, es un camino de hormiga.
¿Cuáles son los próximos pasos?
Queremos replicar el modelo de mercado Sabe la Tierra en más barrios y ciudades de la Argentina y Latinoamérica, creemos que es un modelo muy virtuoso donde ganamos todos: el productor porque comparte un espacio que se enriquece con la presencia de todos, el consumidor porque accede a alimentos saludables y locales, el municipio porque los vecinos ganan en salud y bienestar, al mismo tiempo que se generan oportunidades de trabajo para los emprendedores locales y la organización porque puede impactar positivamente en la comunidad.
___
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN