“Niño admite que fue penal y lo ataja” es el título de un video de YouTube en el que se ve un partido infantil de una copa que se llama Amistad. En una jugada, un defensor detiene la pelota con la mano. El réferi está a punto de cobrar tiro libre, pero el arquero — del mismo equipo que el defensor que cometió la falta— le avisa que en realidad corresponde que marque penal. “Ejemplo de los niños de cómo se juega al fútbol”, se lee en la información del video. “La honestidad”, dice ahora el entrenador Diego Cappelletti, “es lo que les inculcamos en la academia”. En el video se ve que todos en la cancha aplauden la actitud del arquero, y aplauden aún más fuerte cuando ataja el penal. “Todo depende de la planificación anterior”, sigue Cappelletti. “Si vos les inculcás valores a los chicos, los tienen. Y a través del comportamiento de los chicos, uno se da cuenta de si el entrenador del equipo es formador o no”.
Cappelletti tiene 45 años y es un entrenador formativo de fútbol que dirige una academia llamada Creciendo con el Fútbol que es distinta a todas las demás: esta academia les da clases a unos 60 niños y niñas de entre 4 y 12 años en la plaza Houssay y no les cobra ni un peso. Lo único que les pide es que se comprometan como personas y como deportistas con su propio desarrollo humano.
Cappelletti se había recibido en 2003 de director técnico en la Escuela Central de Directores Técnicos de la ATFA (Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino) y se dedicó al fútbol infantil, un área en la que ya desde antes trabajaba en el Club Atlético Vélez Sarsfield. “Era como enseñarle a alguien desde cero”, dice. Siguió ahí hasta 2004. Luego se desempeñó como entrenador de babyfútbol en el club social y deportivo Sol del Plata, de Mataderos. Y formó una escuelita de fútbol en un predio de una parroquia de La Paternal. “Utilizar al deporte como una excusa para ayudar a los chicos a relacionarse y a que salgan del encierro es importante”, explica.
En algún momento, dirigiendo en clubes a los que llegaban niños de barrios plenos de carencias —como Ciudad Oculta o Lugano 1 y 2—, este coach presintió que esos jugadores tan jóvenes eran víctimas de un grave problema social, económico y familiar: la pobreza. “Y pensé: el deporte debe servir como trampolín para la transformación de estos chicos”, sigue. “Uno antes que un deportista es una persona, por eso, primero hay que formar personas”. Cappelletti decidió que ese sería su aporte para una solución.
Ahora, Creciendo con el Fútbol inculca valores en los niños, promueve el cuidado personal, la vida en familia, la atención a la salud (la academia tiene un acuerdo con el Hospital de Clínicas para hacer aptos físicos) y la educación en relación al deporte para que los niños le encuentren un sentido a lo que estudian en la escuela. “Hay que tener una planificación con tiempo y constancia para cumplir un objetivo claro”, agrega. Y no vive de esto, sino de un empleo como administrativo en un centro de testeo de covid y es autor de un libro (Creciendo con el fútbol: anécdotas, consejos y frases) y condujo programas de radio sobre formación deportiva. “El fútbol es ideal para ayudar a crecer a los chicos”, explica.
Criado en Villa Luro, en una familia de padre y madre bancarios y dos hermanas, él mismo pasó sus tardes infantiles jugando en una plaza, la Santojanni. Ahí, un día, el futbolista Roberto “Tito” Pompei —que estaba entonces en la reserva de Vélez— empezó a entrenarlos a él y a sus amigos por el solo gusto de ofrecerles algo a esos niños de potrero. Después, Cappelletti jugó en el club Santiago de Liniers y en las divisiones inferiores de Vélez. “Tuve dos entrenadores que me marcaron”, recuerda, “el Gato Bujedo que me llevó a Vélez y Carlos D’ Amico que me enseñó a fijarme en la cuestión social”.
Cuando llegó a plaza Houssay, en 2016, su proyecto contaba con tres entrenadores, un psicólogo social y un nutricionista, y se hacían 12 fichas por niño con información deportiva y social. “Quisimos estar en una plaza para defender el espacio público”, dice, “y para demostrar que la planificación y lo que les inculcamos a los chicos es más importante que la infraestructura”. La pandemia hizo caer un poco la concurrencia (de hecho, el proyecto tenía otra academia en el barrio Saldías, con 30 niños, y tuvo que cerrarla), pero de todas maneras hay clases dos veces por semana, los sábados y los domingos a la mañana.
El Encuentro Global de Fútbol Comunitario Rural
El fútbol puede ser un arma de inclusión social en cualquier lado. La Red Comunidades Rurales impulsa cada año, desde 2009, el Encuentro Global de Fútbol Comunitario Rural, una experiencia de alto impacto social en la que más de 500 escuelas y comunidades rurales de todas las provincias argentinas y de otros 30 países y territorios (desde la Antártida hasta Zambia) celebran con un partido de fútbol las acciones solidarias que realizan.
“El encuentro nació en medio de la selva de Acambuco en Salta”, cuenta Patricio Sutton, director ejecutivo de la Red Comunidades Rurales. “En una escuela, yo vi cómo jugaban los chicos y las chicas de todas las edades al fútbol en el recreo, y charlando con los docentes les pregunté cuándo venían los padres y cuándo se reunían las familias. ‘Solo para las fiestas patrias o patronales’, me dijeron. Pero cuando los chicos jugaban al fútbol contra otra escuela, ahí sí iban todos. Entonces, ¿qué pasa si les decimos a los chicos que hagan algo por su comunidad y que después lo celebren jugando al fútbol? Así surgió la idea del Encuentro Global”.
El año pasado, el encuentro se suspendió por la pandemia, pero en 2021 los partidos se jugarán el viernes 29 de octubre. “No es un torneo”, dice Sutton. “Es una celebración de cada comunidad”. Participar es fácil: hay que impulsar una acción solidaria en una escuela o en una comunidad rural (arreglar el aljibe, poner una bomba de agua, hacer acciones ambientales, crear un camino para que la ambulancia pueda llegar, etcétera) y, luego, festejar jugando (más información sobre esta iniciativa en www.futbolrural.org.ar)
De la plaza a los equipos de primera
Tres pequeños cracs que empezaron en Creciendo con el Fútbol lograron un lugar en las inferiores más competitivas del país: Facundo Huamantica juega hoy en Boca, Facundo Figueroa, en San Lorenzo y Ramiro Samana y Nazareno Álvez, en Huracán. “Demostramos lo que queríamos demostrar: que la planificación es más importante que la infraestructura y que todos los chicos, si uno les dedica el tiempo que merecen, mejoran”, dice Cappelletti.
En la academia de la plaza, los chicos se agrupan por edad y por condición, es decir, por el nivel de su juego. Y las clases son deportivas y teóricas. “Cada chico tiene su cuaderno”, sigue el DT, “y vemos lecciones como, por ejemplo, las matemáticas y el fútbol, donde les explicamos cómo se forman los ángulos dentro del campo de juego para dar un pase o para correr, y así se potencia el interés del chico en lo que aprende y, después, eso se traslada al colegio”.
Cappelletti recuerda el caso de un niño con retraso madurativo que llegó porque en una academia muy famosa —ubicada no tan lejos de la plaza— le habían dicho a su madre que no podían entrenarlo al mismo nivel que los demás chicos. “En la academia de plaza Houssay mejoró con tiempo y constancia porque nosotros no le ponemos un plazo a ningún chico”, explica el DT. “Empezamos haciéndolo jugar en el nivel inicial, con chicos menores, y de a poco evolucionó. Cuatro años después ya estaba jugando con los chicos de su misma edad”.
En 2018, después de cuatro años de partidos amistosos que foguearon a sus jugadores, Creciendo con el Fútbol se anotó en una liga. “Salimos campeones en las siete categorías. Nadie podía creer cómo el equipo de una plaza podía ganarles a los equipos de los clubes”, dice ahora Cappelletti, y se lo nota orgulloso de verdad.
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