Hace un año, en una reunión de amigos por Zoom —uno de esos típicos encuentros que se repetían como único recurso de sociabilidad en los inicios de la cuarentena de 2020— la charla se puso seria. De repente, Manuela, Romina y Bernardo estaban hablando de un problema que el coronavirus había vuelto más grande: la gente en la calle revolviendo los tachos de basura en busca de comida. Hombres, mujeres, niños y ancianos; de día y de noche.
“Siempre me dolió ver eso”, dice Manuela Dicembrino, que tiene 37 años, es correntina y trabaja como neumonóloga infantil del Hospital Garrahan. Junto a ella, en el Zoom, estaban su amiga Romina Rodríguez (de 35 años, recién recibida de nutricionista, pero que trabaja como administrativa) y Bernardo Cenizo (de 36 años, productor de seguros y administrador en una empresa de alquiler de autos). Ambos son de Pehuajó y eran (y son) pareja.
Sigue Manuela: “Me sentía afortunada de estar en mi casa ante una pandemia, en la que no sabíamos qué iba a suceder, con un virus terrible y con noticias que generaban miedo. Pero cuando bajaba y salía, veía a la gente en la calle con frío y hambre. Y me parece que la pandemia nos movilizó para hacer algo frente a eso que no nos gustaba y que nos dolía”. Manuela dice que ver eso les impactaba de igual modo a los tres, y en esa reunión virtual comenzaron a vislumbrar un aporte que, si bien no alcanzaba para remediar el hambre social, quizás podría traer una solución para algunas personas.
“Los tres cocinábamos un plato de más en nuestro día a día y después se lo dejábamos a alguien en situación calle”, sigue Manuela. “Y esa noche charlando estuvimos de acuerdo en que cocinar un plato más era una manera de llegar a la gente con más dificultades para darle, además de la comida, un mensaje: yo soy tu vecino, te veo, sé que la calle está difícil y te comparto la comida de mi mesa”.
Pero no solo eso. De aquella charla entre amigos, nació un proyecto entero. Uno de ellos propuso: ¿Qué tal si ponemos un cajón en la calle, a una altura razonable, para que cualquier vecino pueda dejar ahí un plato de comida destinado a alguien que no tiene para comer? Y alguien más dijo: Sí, sí, y pintemos ese cajón de blanco para que esté y se vea limpio, y digámosles a nuestros vecinos para que se sumen y compartan sus comidas.
“En esa charla fuimos modelando nuestra idea”, dice Manuela. “Y también surgió nuestro nombre: Servir 1 Plato +, que era el concepto. Y surgieron esos cajones con comida: los punto plato”. El 3 de junio, poco después de esa reunión, salieron a la calle en Barrio Norte por primera vez con sus platos de comida y sus dos primeros cajones. Colocaron uno en Santa Fe y Billinghurst y otro en Charcas y Guise.
Lo que vieron los tres amigos —ese aumento de necesidades— era exacto: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la pobreza creció un 7,6 % en el primer semestre de 2020 con respecto al mismo período de 2019, según el informe Condiciones de vida en la Ciudad de Buenos Aires: indigencia y pobreza por ingresos y estratificación de la Dirección General de Estadística y Censos de CABA.
Y de acuerdo al INDEC, en el segundo semestre de 2020 la pobreza en el país trepó hasta un 42 %, al tiempo que la indigencia llegó a 10,5 %. En el segundo semestre de 2019 —presidencia de Mauricio Macri, antes de la pandemia— las cifras eran 35,5 % y 8 %, respectivamente. Así, los valores de pobreza de 2020 resultaron ser los más altos desde 2006.
Servir 1 Plato + se convirtió en poco tiempo en un boom de la solidaridad en tiempos de pandemia. Hoy tiene 150 puntos plato en todo el país (de los cuales 133 están en la Ciudad de Buenos Aires y otros en Corrientes, Posadas, Santa Fe y La Rioja; y muy pronto habrá en Rosario, Trelew y Mar del Plata) y ofrece más de 3.000 platos por semana, o sea, entre 12.000 y 15.000 por mes. Además, recibieron consultas de Estados Unidos, España, Ecuador e Israel para replicar la idea.
La iniciativa creció por el boca a boca y por una cuenta oficial de Instagram (que hoy tiene 13.400 seguidores), adonde llegaban mensajes de personas que querían sumarse a la movida. Servir 1 Plato + no es una fundación ni está relacionada con ningún partido político. No tiene cuenta bancaria y no recibe donaciones de dinero (aunque sí de material como, por ejemplo, pintura blanca para los cajones). Entonces... ¿qué es? “Es una red”, dice Manuela, “que se forma entre personas que comparten las ganas de hacer algo por el otro”.
Y siguen en Zoom. “Hacemos dos o tres reuniones por mes porque cada punto plato tiene un responsable y cada zona tiene un coordinador”, explica Bernardo. “Además, tenemos el contacto de todos los responsables, sea su teléfono o sus redes sociales, y así les pasamos información para indicarles hacia dónde va el proyecto. En las reuniones informamos sobre lo que pensamos y escuchamos sugerencias y alternativas para seguir avanzando”.
Con la colaboración de vecinos que cocinan extra, Servir 1 Plato + logró ayudar a miles de personas. Detrás, hay algunas claves: el cajón del punto plato debe estar en un lugar bien visible, por ejemplo, en las grandes ciudades suele estar cerca de los contenedores de basura o colgado —con precintos de 30 centímetros— de un poste de internet (que no es peligroso como los de electricidad). Y siempre está limpio.
“Queremos que sea un espacio digno donde el vecino pueda apoyar un plato que cocinó con todo el amor y, sobre todo, donde quien recoja ese plato vea que el espacio está pensado para él”, dice Manuela. “Pedimos que el plato de comida se comparta en bandejas descartables con tapa o cubiertos descartables con film y, si es posible, que vaya con un cartel donde diga qué contiene el menú, por si hay alergia a algo. La comida: cuanto más nutritiva, mejor. Además, que esté marcada la fecha y la hora en la que el vecino lo compartió. Así, cuando pasa el responsable puede chequear si ese plato está desde hace mucho tiempo o no. Pero la verdad es que hay mucha necesidad y la comida se aprovecha en pocos minutos. Nosotros proponemos compartir un plato más de nuestra comida, no las sobras. Se trata, en algún sentido, de invitar a una persona a nuestra mesa”.
Si alguien quiere ser responsable de un punto plato, puede comunicarse con Manuela, Bernardo y Romina a través de Instagram o del correo electrónico: servir.unplatomas@gmail.com. “En esos canales le damos las instrucciones”, dice Bernardo, “que son: conseguir un cajón de verdulería y pintarlo de blanco para tenerlo de repuesto y nosotros le llevamos el primer cajón con un folleto con información; además, nos encontramos y caminamos por el barrio para elegir un lugar para instalar el punto plato, y ahí mismo le sugerimos al futuro responsable que lo comente con sus vecinos. Ser responsable es muy simple y muy lindo, sobre todo cuando uno tiene hijos y puede hacer que conozcan las necesidades y que cocinen, junto a uno mismo, para una persona”.
Servir 1 Plato + no tiene un marco formal. Ninguno de los tres fundadores fue antes voluntario en ninguna ONG. Ni, mucho menos, miembro de alguna organización política. Los tres eran, apenas, personas que cocinaban y compartían una ración en silencio con un desconocido en apuros. “Creo que una de las fortalezas de nuestra iniciativa”, dice Manuela, “es que surge de personas muy comunes”. De ahí que servir un plato más es una manera de acompañar al otro de un modo sencillo y flexible, sabiendo que hay gente que pasa por nuestras casas y planteando desde ahí una alternativa muy chiquita. Parece ser individual, pero en realidad se vuelve colectiva”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.