En Francia, las políticas públicas se concentran en los derechos de las mujeres para sostener la tasa de natalidad

El país europeo invierte el 3,6 % del PBI en políticas familiares, lo que les permite a los padres y madres conciliar el trabajo con la familia

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Europa envejece. Esto quiere decir que cada año nacen menos niños y las personas viven más tiempo. Según las Naciones Unidas, el 25 % de la población europea será mayor de 65 años en el 2050. Dicho envejecimiento produce una serie de problemas sociales y financieros para el viejo continente. Pero en el futuro próximo la ecuación puede cambiar, ya que desde hace años, Francia es el país con políticas públicas activas mejor diseñadas para lidiar con este desafío.

“En Europa las previsiones demográficas publicadas por Eurostat indican que los nacimientos se mantendrán estables y la proporción de muertes aumentará. Las generaciones producto del baby boom, que son las personas que tienen entre 60 y 80 años, están envejeciendo y generarán un boom de muertes. Lo que ayuda a compensar el exceso de muertes sobre los nacimientos es la migración. La población europea solo podrá mantenerse constante gracias a los migrantes”, explica Gilles Pison, profesor del Museo Nacional de Historia Natural de Francia e investigador asociado del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED).

Al hacer un promedio de la cantidad de hijos que tienen las mujeres en Europa, el resultado es 1,6. Sin embargo, no todos los países se comportan de la misma forma. En un extremo se encuentra Francia con un promedio de 1,84 niños y en el otro, está España con una media de 1,26.

Si bien en los últimos años disminuyó la tasa de fecundidad en Francia (y se espera el impacto de la COVID-19), el país sigue manteniéndose en los primeros puestos de Europa. En 2019, la edad promedio en que las mujeres francesas comenzaron a ser madres fue de 30,8 años.

El dato que explica por qué este país tiene las tasas de natalidad más altas del continente es que invierte el 3,6 % del PBI en las familias. Esta inversión está compuesta por servicios, transferencias y exenciones fiscales.

El desafío del envejecimiento poblacional

Una de las principales consecuencias del envejecimiento de la población es el aumento del gasto en atención sanitaria y en pensiones. Se vio claramente con la pandemia: si bien todos enfrentan el riesgo de contraer la COVID-19, las personas mayores tienen mayor probabilidad de enfermar gravemente y ocupar camas de internación si se infectan.

Desde el comienzo del siglo XXI, las políticas familiares en Francia buscan que los padres y madres puedan conciliar el trabajo con la familia.
Desde el comienzo del siglo XXI, las políticas familiares en Francia buscan que los padres y madres puedan conciliar el trabajo con la familia.

“Los sistemas de pensiones deben evolucionar si quieren garantizar que los mayores del mañana disfruten de las mismas condiciones de vida que los de hoy. Este tema es objeto de importantes debates en la sociedad y existe un acuerdo bastante generalizado sobre la necesidad de realizar ajustes. Si las tasas de natalidad se mantienen muy bajas durante mucho tiempo y no se compensan con flujos migratorios importantes, el reto puede ser mayor”, explica Pison.

Otro tema a tener en cuenta es que el envejecimiento de la población va acompañado de un aumento de la dependencia. La proporción de personas que trabajan y que pueden brindar atención a las personas mayores se está reduciendo. “Si una mayor duración de la vida implica un deterioro en la salud, se necesitará más asistencia para esos adultos mayores. Ese también es un reto que hay que atender”, opina Pison. Este desequilibrio entre la demanda y la oferta ―que conduce a la escasez de enfermeras y otros proveedores de atención profesional― ya está desafiando a los países que más rápido envejecen, como España o Portugal.

Durante el primer confinamiento del 2020, algunas personas en Francia predijeron un nuevo baby boom basándose en un aumento de las ventas de pruebas de embarazo. “Luego, quedó en evidencia que esos datos reflejaban un aumento de los embarazos no deseados, ligado a las dificultades de acceso a la anticoncepción. Esto lo podemos constatar al ver que también aumentaron los abortos”, cuenta Pison.

Nueve meses después del primer confinamiento se verificó que los nacimientos en Francia disminuyeron. “En enero de 2021, nació un 13 % menos de niños que durante ese mes del 2020. Los nacidos en febrero de 2021, concebidos en mayo de 2020, son un 5 % menos que los que nacieron en ese mes del año anterior. En marzo de 2021, los nacimientos volvieron a los niveles normales, pero es probable que vuelvan a descender en unos meses por los efectos de la segunda ola. El número total de nacimientos debería ser significativamente menor en 2021 que en 2020”, explica Pison.

Al hacer un repaso por las crisis económicas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es posible verificar que suelen ir acompañadas de un descenso de los nacimientos por uno o dos años. El aumento del desempleo y la incertidumbre sobre el futuro llevan a algunas parejas que quieren tener un hijo a posponer sus planes. “A menudo hay una recuperación al final de una crisis. Y eso se espera en países como Francia que tiene importantes políticas familiares y sociales”, desarrolla el especialista.

En Francia, las políticas familiares buscan que los padres y madres puedan conciliar el trabajo con la familia. Desde el comienzo del siglo XXI, todos los Gobiernos de izquierda y derecha aumentaron los recursos presupuestarios del Estado en favor de las familias. Por ese motivo, el país se caracteriza por políticas natalistas estables.

“Las políticas familiares francesas se proponen ayudar a las familias con niños y permitir que los padres y madres trabajen”, explica Gilles Pison, investigador asociado del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED)
“Las políticas familiares francesas se proponen ayudar a las familias con niños y permitir que los padres y madres trabajen”, explica Gilles Pison, investigador asociado del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED)

“Francia fue de los primeros países europeos que experimentó una caída de la fecundidad a partir de la Revolución Francesa. Eso puede tener que ver con el avance del laicismo y las transformaciones políticas, sociales y culturales de finales del siglo XVIII. El descenso en la tasa de natalidad se presentó, entonces, como un problema de política pública, sobre todo en el marco de la rivalidad que existía con otras potencias europeas. Ahí, se empieza a asociar el tener hijos con ser un buen ciudadano, en relación a sacrificarse por la patria para evitar que potencias rivales se apropien del territorio francés”, explica José Florito, coordinador del área de Protección Social del Cippec.

La llegada de un niño o niña a una familia representa una carga financiera sustancial para un hogar, por eso muchas parejas necesitan contar con dos ingresos para mantener su nivel de vida. “Muchas veces, se retrasa la llegada de un hijo porque no se logra conciliar el trabajo y la familia. Los hombres no se plantean cuidar a su recién nacido más allá de unos pocos días, y las mujeres no quieren una vida de ama de casa como la de sus madres o abuelas. Por eso, las políticas familiares francesas se proponen ayudar a las familias con niños y permitir que los padres y madres trabajen”, reflexiona Pison.

Entonces cabe preguntarse, ¿la incorporación de las mujeres al mundo laboral llevó a un descenso de la natalidad? Según el investigador del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia, Laurent Toulemon, son precisamente aquellos países donde la mujer más se ha incorporado al trabajo los que mejores tasas de fertilidad ofrecen. Las tasas de empleo femenino son más altas en el norte de Europa y más bajas en el sur, y es en el norte donde las mujeres tienen más hijos y no al revés.

En Francia, la ayuda del Estado se manifiesta a través de subvenciones, permisos parentales después del parto y servicios de cuidado para niños pequeños. Así, los padres y las madres tienen más recursos económicos y materiales a su disposición para el cuidado de sus hijos.

“Hoy vemos que en Francia la participación de la mujer en el mercado del trabajo no entra en tensión con la maternidad, porque tener hijos no implica una participación menos activa en la vida pública” explica José Florito, coordinador del área de Protección Social del Cippec.
“Hoy vemos que en Francia la participación de la mujer en el mercado del trabajo no entra en tensión con la maternidad, porque tener hijos no implica una participación menos activa en la vida pública” explica José Florito, coordinador del área de Protección Social del Cippec.

En primer lugar, el Estado francés brinda un subsidio por nacimiento o adopción que permite sostener los gastos que aparecen con la llegada del hijo. Esta ayuda puede llegar a los 952 euros por cada nacimiento y a los 1.904 euros en caso de adopción de un hijo de menos de 20 años de edad. Las familias también cuentan con un subsidio básico que sirve para contribuir con los gastos derivados del cuidado del hijo durante los tres primeros años. Estas dos asignaciones dependen del nivel de ingresos de las familias.

Al mismo tiempo, hay dos asignaciones que no están condicionadas por los recursos económicos del hogar y que permiten una mejor conciliación entre la vida laboral y personal. Por un lado, las familias cuentan con la prestación compartida por educación del hijo (PreParE), que permite que el padre o la madre suspenda o reduzca su actividad profesional para atender a su hijo o hija. Y, por último, hay un programa que busca compensar los gastos derivados del cuidado de un niño o niña menor de seis años. La familia puede emplear directamente a un cuidador o cuidadora a domicilio o puede recurrir a una guardería. Esta prestación incluye la financiación de hasta un 85 % del costo del cuidado.

José Florito observa que el 83 % de las familias francesas solicitan este tipo de transferencias al tener hijos. Mientras que en España solo el 11 % está cubierto por prestaciones familiares, ya que son más restrictivas.

Sobre los aspectos del modelo francés que se podrían replicar en la Argentina, Florito analiza: “Solo el 32 % de los niños de entre 0 y 4 accede a algún tipo de oferta institucional de cuidado, enseñanza y crianza (CEC). La dificultad que tienen las familias para acceder a instituciones de CEC recarga a las mujeres y empeora sus posibilidades de acceso y permanencia en el mercado de trabajo, así como la calidad de sus trayectorias laborales. Es importante facilitar la tenencia de hijos sin perjudicar la participación laboral de las madres. Esa tensión es la que hay que resolver”.

Respecto a las licencias, recientemente se anunció que a partir de julio de este año, la licencia de paternidad en Francia pasaría de 14 a 28 días. Tres días de permiso que serán financiados por el empleador, como ya es el caso, y los 25 restantes por el departamento de familia de la Seguridad Social. El costo para el erario se estima en 500 millones de euros a partir de 2022 y poco más de la mitad para 2021. Siete días de licencia serán obligatorios.

“Hoy vemos que en Francia la participación de la mujer en el mercado del trabajo no entra en tensión con la maternidad. Tener hijos no implica una participación menos activa en la vida pública. Esto tiene que ver con el empuje por parte del Estado a través de las políticas que desarrollaron y con una conceptualización de la familia menos rígida que en los países mediterráneos, donde prevalece una mayor división sexual del trabajo. El Estado francés reconoció que si quieren que las familias tengan más hijos, no tienen que penalizar a las mujeres en el mercado de trabajo por ser madres”, desarrolla Florito.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN

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