La boda real de Victoria de Suecia: una ceremonia plebeya que al rey Carlos Gustavo le costó diez años aprobar

En junio de 2010 la heredera al trono sueco se casó con Daniel Westling, un joven sin antecedentes royals que había sido su preparador físico. El noviazgo comenzó con la desaprobación del rey que hasta dejó de dirigirle la palabra a su hija. La particularidades de un casamiento que contó con la actuación de Roxette

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La princesa heredera Victoria de
La princesa heredera Victoria de Suecia, duquesa de Västergötland, y su esposo, el príncipe Daniel, duque de Västergötland, se encuentran con el público en general después de su ceremonia de boda el 19 de junio de 2010 en Estocolmo, Suecia (Stephane Cardinale/Corbis via Getty Images)

En las escuelas se solía distinguir a algunos alumnos con el “premio al esfuerzo”. Un honor para aquellos que quizá no lograban las mejores calificaciones pero se destacaban por voluntad y firmeza. Si esa distinción se entregara entre las monarquías europeas, sin duda, Victoria de Suecia se la llevaría, no solo por todo lo que le costó ser aceptada como heredera también por ser la protagonista de una de las historias de amor más polémicas y plebeyas.

Victoria Ingrid Alice Désirée nació el 14 de julio de 1977. Era la primogénita del rey Carlos Gustavo, era sana, era heredera y era mujer, por lo que el rey no ocultó su desilusión. La Ley Sálica indicaba que el trono debía ser ocupado por un hombre. El monarca comenzó los trámites para cambiar la legislación y que Victoria pudiera acceder al trono, no tanto por un ideal deconstruido sino porque los médicos le aseguraron que su esposa no volvería a ser madre. Se equivocaron. El 13 de mayo de 1979 nació el príncipe Felipe.

Ante el nacimiento del varón, el rey decidió que sería el heredero. La ley que permitía coronar a una mujer no estaba promulgada, pero ya había sido aceptada. Gustavo argumentó: “Mi hijo ha nacido con derechos”. Y el Parlamento le contestó: “Y los ha perdido”. Y como en Suecia las leyes están para cumplirlas y no solo son “orientativas”, el rey que es rey pero no está por arriba de la ley tuvo que aceptar que su primogénita sea la heredera.

Victoria creció rodeada de cosas bonitas pero pronto supo que la vida, a veces, no es tan bonita. Alumna en la escuela pública Smedslättsskolan, en Bromma mostró dificultades para aprender a leer. Alguien le explicó que ella, como su padre y también su hermano, padecía dislexia, una dificultad de aprendizaje. Y ya sabemos que ante lo distinto, los niños pueden ser adorables pero también crueles. “Oía cosas que me hacían daño. Era incapaz de leer o de escribir. Las letras pegaban saltos... ¡y todos se reían de mí!”, se sinceró años después. Pese a las burlas y a sus dificultades, no solo se graduó en tiempo y forma, además logró expresarse con fluidez en inglés, alemán y francés.

Daniel Westling era el dueño
Daniel Westling era el dueño de una exclusiva cadena de gimnasios de Estocolmo donde la princesa se había inscripto por consejo de su hermana. Comenzaron siendo amigos antes de enamorarse (Stephane Cardinale/Corbis via Getty Images)

Cuando cumplió 18 años comenzaron sus actividades reales. Discursos, visitas a la ONU, a la Unión Europea, al Parlamento sueco, a ministerios, viajes protocolares por su país y eventos de royals. Cada uno de sus movimientos era seguido y analizado. Se decía que Victoria era una mujer bella que se esforzaba por cumplir su rol pero que no era tan carismática como su hermano ni deslumbrante como su hermana, Magdalena. La presión era enorme para una joven que pese a ser una royal estaba convencida de “que era estúpida y lenta” y luchaba por superar su temor a hablar en público: nacer royal te garantiza derechos nobiliarios pero no autoestima. La princesa comenzó a mostrar cambios drásticos en su peso.

Ante el evidente trastorno alimenticio de esa joven que “quería todo el tiempo hacer y ser mucho más de lo que podía”, los reyes actuaron como padres. Admitieron el problema y buscaron solucionarlo. La princesa dejó sus compromisos oficiales, postergó su entrada en la universidad y abandonó su país para mudarse a Estados Unidos. Se puso en manos de los mejores médicos y expertos y comenzó un exigente y exhaustivo tratamiento que implicaba no solo un plan nutricional y una rutina de ejercicios también una terapia psicológica que la ayudó “a aprender a poner nombre a los sentimientos, a marcar límites y a no exigirse demasiado”. Tras dos años de tratamiento superó su anorexia.

Victoria volvió a su país y siguió formándose. Cursó Ciencias Políticas en la Escuela de Defensa Nacional de Estocolmo y se especializó en Cooperación Internacional. También siguió estudios de agricultura y ciencias forestales. Finalmente se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad de Uppsala. Entre libros y actividades protocolares, parecía que no quedaba tiempo para el amor… pero quedaba.

En 2001, titulares y portadas estallaban con el supuesto romance de Victoria de Suecia y Nicolás de Grecia. Ambos eran príncipes, nacidos en una familia real aunque una de ellas -la griega- hacía rato que había perdido su trono. Todos imaginaban que protagonizarían una gran boda donde se reunirían dos monarquías sin candidatos plebeyos. Pero no, esa relación existía en las portadas pero no en la vida.

La princesa Victoria de Suecia,
La princesa Victoria de Suecia, su marido el príncipe Daniel y sus dos hijos, el príncipe Oscar y la princesa Estelle, posan en una imagen familiar en los jardines del palacio de Solliden, con motivo del 43 cumpleaños de la heredera el trono de Suecia, en 2020 (EFE/EPA/Jonas Ekstromer/TT/Archivo)

El que sí existía era Daniel Westling. el dueño de una exclusiva cadena de gimnasios de Estocolmo donde la princesa se había inscripto por consejo de su hermana. El hombre se convirtió en el preparador físico de la princesa. Comenzaron siendo amigos pero entre mancuernas y abdominales llegó el amor.

Apenas supieron del candidato, los reyes se opusieron al noviazgo. Westling gozaba de lo que llamamos una “sólida posición económica”, pero no era royal y ya sabemos que en ese mundo extraño que a veces es la nobleza suele contar más un príncipe sin fortuna que una fortuna sin príncipe.

El rey comenzó a presionar a su hija para que abandonara a su novio y llegó al extremo de pasar varias semanas sin hablarle y se negó durante mucho tiempo a conocerlo. Como padre, Daniel le caía muy bien, pero como rey pensaba que la elección de ese “hombre común” podía perjudicar a la monarquía sueca. Los medios tampoco ayudaban al romance porque consideraban al candidato un hombre algo tosco, poco preparado para atender compromisos oficiales y sin conocimientos de idiomas o protocolos.

Pese a la oposición familiar, la princesa peleó por su relación. Le recordaba a su padre que él también había tenido que luchar por amor cuando se enamoró de su madre que era azafata. Victoria no llegó a amenazar con renunciar al trono como Felipe de España cuando no aceptaban a Letizia ni Guillermo de Holanda cuando no querían a Máxima, ella simplemente hizo “oídos sordos” y continuó su noviazgo. Contaba con dos cartas a su favor. La presión social por su “reloj biológico” y dar un heredero y que según una antigua ley, sus hermanos no se podían casar si ella no lo hacía primero.

Carlos Gustavo llegó al extremo
Carlos Gustavo llegó al extremo de pasar varias semanas sin hablarle a su hija y aunque Daniel le caía muy bien, como rey pensaba que la elección de ese “hombre común” podía perjudicar a la monarquía sueca (AFP PHOTO / TT News Agency / Jonas EKSTROMER / Sweden OUT)

Recién en julio de 2008, el rey otorgó su permiso para que su futuro yerno se instalara en uno de los apartamentos del castillo de Drottningholm, pero la pareja tuvo que esperar un año más para anunciar su compromiso de manera oficial. En 2009 afrontaron un momento muy complejo. Victoria estaba en Groenlandia para concientizar sobre los efectos del cambio climático cuando su novio fue sometido a un trasplante de riñón por una enfermedad congénita. La operación y la recuperación fueron sin complicaciones aunque en ese medio se temió si la operación afectaría la fertilidad del novio y perjudicaría la llegada de un heredero.

Después de un noviazgo de casi una década la princesa impuso su amor y el 24 de febrero de 2009, ocho años después de conocerse y siete años más tarde de hacerse novios oficiales, la casa real sueca anunció su compromiso matrimonial. El 19 de junio de 2010 celebró su boda en la catedral de Catedral de San Nicolás, en Estocolmo, con la realeza europea y las autoridades suecas como testigos del momento.

Para su boda, Victoria lució un vestido blanco perla, de seda satinada y con manga corta. El toque audaz fue el escote en la espalda en forma de ‘V’ que se pondría de moda en años sucesivos. El diseño estaba firmado por Pär Engsheden, uno de sus modistas de cabecera. Su velo de novia era el mismo que su madre, la reina Silvia, llevó en su boda de 1976. No podía faltar una tiara imponente, y eligió la Tiara de los Camafeos, un diseño de oro, perlas y siete camafeos. Una reliquia familiar que Napoleón Bonaparte le regaló a su esposa Josefina y se convirtió en herencia familiar.

La celebración no estuvo exenta de polémicas pero “a la sueca”. Como la mayoría de las novias, Victoria quería que su padre la acompañara hasta el altar. Al trascender su deseo se armó una gran discusión porque algunos consideraron que el gesto de que el rey “entregara” a su hija al novio era machista. Victoria propuso una solución intermedia realizó mitad del trayecto del brazo de su padre y completó el camino hasta el altar junto a Daniel.

Hace unos años, Victoria de
Hace unos años, Victoria de Suecia habló sobre los episodios de anorexia que padeció. “Quería todo el tiempo hacer y ser mucho más de lo que podía”, reconoció (EFE/Toms Kalnins)

A la celebración asistieron 1.200 invitados, todas las monarquías mandaron a sus representantes. Entre ellos estaba Nicolás de Grecia, el novio que nunca fue novio, del brazo de su esposa, Tatiana Blatnik, que deslumbró con un vestido de Carolina Herrera. Según cuentan los expertos fue una de las pocas veces que Máxima Zorreguieta no acertó con su vestuario. Lució un vestido largo de corte sirena con un encaje en color cobre envejecido que, no la favorecía en absoluto.

En la recepción la pareja abrió el baile con el tradicional vals nupcial pero después mostraron su modernidad con la actuación de los artistas suecos furor en ese momento: Roxette. Pero sin duda el momento más emotivo fue el de los discursos. Comenzó el rey, que habló más como padre que como monarca: ‘’Me gustaría expresarte mis felicitaciones por este día. Muchas gracias por el apoyo y el amor que me has mostrado un año más. Gracias a ti y a tu devoción veo el futuro con gran confianza y tranquilidad”. El que, sin embargo, conmovió a todos fue Daniel Westling que visiblemente enamorado le dijo a su esposa: “Me siento orgulloso de ser tu hombre y voy a hacer todo lo posible para seguir haciéndote feliz. Victoria, lo principal es el amor. Te quiero tanto”.

Pasaron trece años desde la boda. El matrimonio tuvo dos hijos, Estela y Oscar. Cuando nacieron, el príncipe Daniel tomó la licencia por paternidad para quedarse con ellos. Hoy nadie cuestiona su rol sino que se valora la responsabilidad y la discreción con la que cumple sus funciones y se destaca que mientras otros royals, como el príncipe Felipe renegaron siempre de su papel de “consortes”, el sueco se muestra conforme y feliz.

Aunque el rey asegura que no está en sus planes abdicar, los suecos aman a su futura reina que quizá no se destaca por un carisma innato pero sí por ser honesta y sincera, por ser quien se animó a hablar de las enfermedades que sufrió no para victimizarse sino para ayudar a los demás. Es cierto que Victoria no brilla con esa elegancia natural de Rania de Jordania ni cuenta con la belleza deslumbrante al estilo Grace Kelly, pero en un mundo de boato ella se muestra cercana y humana. Quizá por eso la eligieron como madrina de tres futuros reyes: los príncipes Amalia de Holanda, Christian de Dinamarca e Ingrid de Noruega. Porque el protocolo se aprende, el vestuario te lo indican y las coronas se heredan, pero ser buena gente muchas veces es una decisión y Victoria de Suecia demostró con creces que es una mujer decidida.

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