En 1976, Lisa Halaby abordó un avión que la llevaría a Jordania con un solo objetivo: agradar a su padre, Najeeb Halaby. El hombre, luego de avanzar en la administración Kennedy hasta quedar a cargo de la aviación federal, ahora era director ejecutivo de Pan Am y le encomendó a su hija, arquitecta recibida en Princeton, la tarea de dirigir el departamento de planificación y diseño de la compañía aérea Arab Air Service, que comenzaría a operar en Jordania. Sentada en primera clase, Lisa recordó lo que le habían predicho durante un viaje a Irán: “Volverás a Arabia y te casarás con alguien de alta cuna, un aristócrata de la tierra de tus ancestros”. Parecía cuento, pronto se haría realidad.
En Jordania desde el 11 de agosto de 1952 reinaba Hussein. Accedió al trono con apenas 16 años cuando Talal, su padre, abdicó al ser declarado incapacitado para reinar por padecer esquizofrenia. Como el heredero era menor de edad, tomó posesión efectiva de sus poderes el 2 de mayo de 1953.
Bajo su reinado, Jordania pasó de ser una nación de beduinos a un Estado moderno. Mejoró la infraestructura económica e industrial pero también estableció una ley marcial que perseguía a opositores. Fronteras afuera se acercó a Occidente por lo que se lo acusó de “títere del imperialismo estadounidense”. Su sintonía con Tel Aviv le ganó la desconfianza de sus vecinos. En su primer año de reinado sufrió 12 intentos de asesinato y sortearía unos diez más, tanto que lo apodaron “el gran superviviente”.
Mientras gobernaba un país ubicado en el “el polvorín del mundo”, eludía atentados y desbarataba destituciones, Hussein tuvo tiempo para enamorarse. Sus maneras afables, su facilidad de trato, inteligencia e irresistible sonrisa lo transformaban en un hombre de indudable atractivo.
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A los 19 años se casó con Dina bint Abdul Hamid, una princesa egipcia, musulmana y preparada. Tuvieron una hija, Lia pero el matrimonio naufragó a los 18 meses. Según los trascendidos Dina quería ser algo más que un adorno. Su protagonismo no gustó y pagó las consecuencias. Después del divorcio, solo se le permitía ver a su hija en presencia de la reina Zein, su ex suegra.
La siguiente esposa fue Antoinette Avril Gardiner, hija del agregado militar británico en Aman. Se casaron en 1961 y ella tomó el nombre de Muna al Hussein que traducido significa el Deseo de Hussein. El amor duró once años, y tuvieron cuatro hijos. El divorcio llegó cuando Hussein se enamoró de Alia Toukan, una hermosa palestina. El rey repudió a Muna, pero la compensó con un palacio en Aman, una casa en Londres y una holgada pensión.
Con Alia se casó en una boda pequeña con diez invitados. Tuvieron dos hijos, Ali y Haya y adoptaron a Abir conmovidos cuando la familia de la pequeña murió en un accidente. Parecía que el rey había alcanzado la estabilidad emocional, pero el 9 de febrero de 1977, Hussein esperaba a su esposa que volvía de una visita protocolar en el aeropuerto. Ella nunca llegó. Murió cuando se estrelló el helicóptero en el que viajaba.
Cinco meses después, en el mismo aeropuerto donde esperó a esa esposa que nunca llegó, Hussein conoció a Lisa Halaby. Al verla bajar del avión, el rey quedó impactado con esa joven de 26 años espigada, de intensos ojos azules, estadounidense pero de origen sirio. A ella tampoco le resultó indiferente ese hombre poderoso, de voz grave pero cálida, dueño de una conversación única. Los encuentros “casuales” se sucedieron. Tiempo después Lisa sabría que Hussein le había dado una ayudita a Cupido ordenándole a sus secretarios que le sumaran reuniones. De las reuniones por trabajo, el rey pasó a los encuentros personales en el palacio.
El monarca le contaba historias de la cultura jordana, de los cambios introducidos en su país, de la vez que la única medalla que lucía en su uniforme desvió la bala destinada a matarlo. Ella le narraba sus años de estudiante en Princeton cuando marchaba contra la guerra de Vietnam y apoyaba a Luther King o la vez que dejó la universidad un tiempo para trabajar en una pizzería en Colorado. Noor contaría su recuerdo de aquellos días en una entrevista de Vanity Fair cuando en ese período de espera, el rey y ella, como amigos que eran, quedaban para ver películas. Al monarca le encantaban las de John Wayne, especialmente El hombre tranquilo. También le cantaba: Take a chance on me (‘Dame una oportunidad’), de Abba.
El corazón de Lisa decía “sí”, pero su cabeza preguntaba “¿Estás segura?”. Es que Hussein era padre de ocho hijos de sus matrimonios anteriores y además era monarca de un país en permanente conflicto. A sus dudas se sumó un rumor insólito. Se aseguraba que el romance era una maniobra de la CIA para desestabilizar al país. Otro problema fue su religión protestante por lo que debió convertirse de un día para el otro al islam. Y por último, un cuestionamiento que parece ridículo pero que para muchos era clave: era cinco centímetros más alta que el rey. Lo solucionó despidiéndose para siempre de los zapatos con plataforma.
El 15 de junio de 1978 se casaron en una ceremonia que duró cinco minutos en el palacio de Zahran, la única mujer presente era la novia. Lisa abandonó su país, cambió su religión y su nombre. Fue llamada Noor al Hussein que en árabe significa Luz de Hussein. “Cuando miro ahora las fotografías de nuestra boda que aparecieron en primera página en los periódicos de todo el mundo, veo a una mujer joven llena de optimismo y esperanza que sonríe con todo su corazón a un apuesto hombre con barba que responde de forma parecida”, cuenta sobre ese día según reseña Vanity Fair.
Los choques culturales no tardaron en llegar. Para la boda la novia quería un diseño hippie chic a tono con su estilo y el de la época. Pidió un diseño de Yves Saint Laurent, pero le encargaron otro de Dior, contrario a su deseo. Si intentaba introducir cambios en el vestuario de su marido, como una camisa estampada o una corbata de diseño, esas prendas desaparecían de forma misteriosa de su armario. Sus movimientos comenzaron a ser seguidos por guardaespaldas pero también por fotógrafos que la retrataban en París, mientras visitaba las boutiques de Chanel o Dior. Los rumores de infidelidades mutuas también eran constantes.
Después de la boda Lisa se hizo cargo de los ocho hijos de su marido y sumó los propios. Entre 1980 y 1986 llegaron: Hamzah, Hashim, Iman y Raiyah. No fue fácil amalgamar una familia numerosa. Noor admite que “A lo largo de los años me esforcé tanto como pude por incluir en las relaciones familiares a todos los hijos, y siempre pareciera adecuado, también a sus madres, con la esperanza de que un contacto regular nos haría sentir más próximos y reduciría cualquier tensión que pudiera existir. Me gustaría poder decir que la estrategia fue un éxito inequívoco. Visto en retrospectiva, pienso que fue algo ingenuo. Yo pensaba que si irradiaba sentimientos positivos, me serían devueltos en la misma moneda. No era tan sencillo”.
Aunque el rey amaba a su esposa y a sus hijos, sus obligaciones y las largas giras internacionales lo mantenían lejos de su familia. En los inicios de su matrimonio, Hussein le había dicho a su esposa que la gravedad de cualquier problema personal se diluía si se lo comparaba con los problemas que enfrentaba como jefe de Estado. Por eso cuando tuvo que afrontar la pérdida de un embarazo sin su esposo porque él estaba en un viaje a Austria, aceptó su solitario destino cuando le explicó: “Yo también lo he pasado muy mal en este trance. La última vez que estuvimos aquí el sha estaba con nosotros. Y ahora le han expulsado del país”.
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Pese a los rumores sobre las infidelidades del monarca, las críticas, los prejuicios y soledades, Noor y Hussein se mostraban unidos y enamorados. “Mi vida ha sido un cúmulo de tragedias. Ella me ha dado una fuerza y una felicidad que no creía posible volver a encontrar” aseguraba él. En 1988, el matrimonio afrontó un verdadero terremoto cuando se aseguró que el rey estaba enamorado de Rania Najm, una hermosa periodista palestina. Según relata el portal especializado Monarquías, Noor confrontó a su esposo: “Si hay algo de verdad en cualquiera de las cosas que se cuentan y si tu felicidad dependiera de otra mujer, por favor, dímelo, porque te amo mucho como para dejarte ir”.
Durante 20 años el matrimonio se mostró unido. El 2 de febrero de 1999, Hussein diagnosticado con un linfoma viajó a Estados Unidos para someterse a un trasplante de médula ósea, pero tras el fracaso de la operación, tres días después, regresó a su país. El monarca que se enorgullecía de “menospreciar la muerte y conocer la paz interior que alcanzan los que no tienen miedo de morir” falleció el 7 de febrero de 1999.
Noor quedó viuda y entres sus doce hijos se erigiría el próximo rey del país. Se esperaba que el elegido fuera Hamzah, el hijo mayor de Noor, o Hassan, un hermano de Hussein, pero el elegido fue Abdalá, el hijo que había tenido con la princesa Muna, su segunda esposa. “Apoyé plenamente su decisión”, escribió Noor. “Contrariamente a lo que afirmaban los rumores mediáticos –que yo había estado presionando a Hussein para que nombrase sucesor a Hamzah– yo siempre había defendido que Hamzah debía tener la oportunidad de ir a la universidad y de desarrollar sus facultades e intereses intelectuales”.
Acosada por las intrigas palaciegas y con una nueva reina, Rania de Jordania, Noor dejó su patria adoptiva y regresó a Estados Unidos. Desde entonces reparte sus días entre su país natal, estancias en Europa -es muy amiga de la reina Sofía- y alguna visita a Jordania cuando se lo piden por una causa benéfica. Cada vez que aparece Noor impacta con sus pañuelos de seda al cuello, las túnicas con pequeños ribetes en plata y sus joyas de infinidad de colores, en un estilo único que mezcla el mundo árabe y el occidental.
Alguna vez le preguntaron qué consejo le daría a las actuales royals que como ella tuvieron un origen plebeyo y no dudó: “Nosotras nos casamos con sus vidas, más que ellos con las nuestras. Lo nuestro es una elección, no una condición de nacimiento. En mi caso y en el de Hussein, afrontábamos situaciones de vida o muerte. Recuerdo los tiempos difíciles del sufrimiento palestino, la primera guerra de Irak, la pobreza y la desnutrición entre los niños… Cuando formas parte de una Familia Real europea y vives en un ambiente con menos presión política y social, por supuesto también haces frente a momentos difíciles, pero en otro sentido. Por ejemplo, yo no tengo paparazzi saltando desde cada seto de mi casa. Cada uno debe encontrar su propio camino. Pero no hay mayor privilegio que servir a nuestro país”.
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