La vida de Rainiero no comenzó como un cuento de hadas sino como un melodrama. Su abuelo, Luis II no tuvo hijos con su esposa Ghislaine. Esto era un problema para Mónaco ya que por un tratado firmado en 1918, si un príncipe Grimaldi moría sin dejar un heredero varón, el territorio se convertiría en una provincia francesa. El monegasco decidió reconocer a Carlota, una hija extramatrimonial que había tenido con una lavandera del palacio. Este reconocimiento implicó una imposición, la casó con el conde Pierre de Polignac. De la unión nació Antoinette y el 31 de mayo de 1923 llegó Rainiero Luigi Enrico Massenzio Bertrando Grimaldi, heredero al trono y que hoy cumpliría cien años.
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Seis años después de su nacimiento, sus padres se separaron. A los once, su abuelo lo mandó a estudiar Reino Unido. Sus compañeros de internado solían burlarse de él por su baja estatura y sobre todo porque su principado era mucho más pequeño que cualquier ducado inglés. Enterado de esto, el monarca lo envió a Suiza. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, mientras Luis II ayudaba a blanquear el dinero de nazis y fascistas, su nieto empezaba a estudiar Ciencias Políticas. En 1942 se enamoró de la actriz Giselle Pascal y durante seis años convivieron en la Riviera Francesa.
En 1949, Luis II murió y su nieto de 26 años asumió el trono como Rainiero III. Fue entonces que se enteró que ese territorio sesenta veces más chico que París estaba en bancarrota así que recurrió a Aristóteles Onassis que compró el 50 % de las acciones del casino y evitó la quiebra.
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Además de los problemas financieros, Rainiero sí o sí precisaba un heredero. El problema es que Giselle resultaba una buena novia pero no parecía una buena soberana ya que era plebeya, hija de unos comerciantes de flores italianos. El noviazgo se rompió y como causal extraoficialmente, se difundió una supuesta esterilidad de la actriz, un diagnóstico falso. Eliminada Pascal había que buscar a una mujer que llenara de glamour el principado para que los millonarios volvieran a su casino y qué mejor que una princesa pero no de un reino pero sí de una fábrica de sueños: Hollywood.
Una boda perfecta con la mujer perfecta
Para 1955, Grace Kelly era una estrella de cine que había protagonizado La ventana indiscreta entre otros films. Invitada al festival de Cannes, la revista Paris Match le propuso realizar una producción de fotos con el príncipe de Mónaco. Y acá para algunos comienza el gran cuento de hadas y para otros, la maravillosa estrategia de marketing. Rainiero y Grace se enamoran. Ella volvió a Estados Unidos y rompió su noviazgo con el actor Jean Pierre Aumont. El príncipe le regaló un anillo de compromiso de diamantes que la actriz no se sacó mientras filmaba Alta sociedad.
No llegaban al año de noviazgo cuando anunciaron la boda. Los románticos veían una increíble historia de amor. Los escépticos sospechaban que el noviazgo y la posterior boda solo eran un gran atractivo turístico para que el pequeño principado casi en bancarrota pasara a ser el lugar elegido por el jet set de Hollywood. Para algunos Rainiero había logrado encontrar a “esa mujer adecuada que puede hacer por Mónaco lo mismo que hizo la coronación de la reina Isabel II por Gran Bretaña”, como le aconsejó Onassis.
La boda se celebró el 18 de abril de 1956 y todo fue perfecto. El vestido costó 60 mil dólares de la época y fue realizado por 36 costureras que tardaron dos meses en terminarlo. Ningún detalle se dejó librado al azar. El velo de tul transparente nacía de una pequeña diadema de flores sobre un casquete bordado con perlas y puntilla, lo que parecía un detalle romántico en realidad estaba pensado para que las cámaras pudieran tomar sin problemas la cara perfecta de la novia.
La ceremonia religiosa se celebró en la catedral de Montecarlo ante 1300 invitados. Al terminar, los novios no saludaron en el atrio como todo mortal sino en el balcón del palacio. Fue la primera boda real transmitida por televisión y en color. La vieron 30 millones de personas. La recepción fue en el Palacio monegasco y entre los 600 invitados estaban Cary Grant, Aga Khan, David Niven, Gloria Swanson, Frank Sinatra, Ava Gardner y Aristóteles Onassis. Afuera 1500 fotógrafos y periodistas de todo el mundo trataban de conseguir la exclusiva. En un momento el caos fue tal que intervino la gendarmería francesa.
Se cuenta que Carlota, la madre del príncipe, fue a la fiesta con René Girier, conocido por su habilidad para robar joyas. Durante la fiesta a varias damas, entre ellas a la madre de Grace, le desaparecieron collares y pulseras, sin pruebas pero tampoco sin dudas, todos apuntaron al novio de la consuegra.
Con el tiempo se supo que antes de dar el sí, el padre de la novia pagó como dote dos millones de dólares de la época. Grace debió realizar estudios médicos que demostraran que era una fértil, capaz de procrear un heredero. En el chequeo, los médicos observaron que Grace no era virgen, algo que en esa época era bastante escandaloso. Ella aseguró que todo era fruto de un accidente de equitación, como Rainiero avaló su versión y los memes no se habían inventado, a nadie se le ocurrió cuestionar virginidades.
Para la luna de miel, los recién casados navegaron durante siete semanas por el Mediterráneo en el Deo Juvante II, un lujoso yate que les obsequió Onassis y que seguramente pocas parejas incluirían en su lista de regalos. Once meses y cinco días después del enlace nació Carolina, la primogénita, en marzo de 1958 llegó Alberto y en 1965, Estefanía.
Conscientes de la atracción que generaban, Rainiero y Grace realizaron un lucrativo contacto con la revista París Match. Garantizaron entrevistas y fotos exclusivas de actividades y celebraciones familiares a cambio de una cifra millonaria.
Con una familia que posaba feliz para las revistas y con un territorio que empezaba a ser una mina de oro, nada parecía opacar el brillo de Mónaco y su príncipe. Pero en 1962, el presidente francés Charles de Gaulle decidió que era momento de terminar con ese paraíso fiscal para los millonarios franceses pero infierno para las arcas galas. Acusó a Mónaco de ser un “imperio de la ruleta” y estableció un bloqueo aduanero. Jaqueado pero no derrotado, Rainiero acordó que a los residentes franceses se le cobrarían impuestos y accedió a que el jefe de la Policía y su Ministro del Interior fueran franceses. De paso le quitó el control del casino a Onassis, su anterior aliado, que abandonó Mónaco a bordo de su yate, el Cristina, mascullando bronca entre cuadros de Van Gogh y Monet.
Con el problema de Francia resuelto, Rainiero amplió sus horizontes. En 1870, Karl Marx había asegurado que “La economía de Mónaco está basada en el juego. Cuando cierre el casino se hundirá”. Vaya a saber si el monarca tuvo en cuenta esa predicción, lo cierto es que liberado de Onassis, decidió diversificar ingresos y jugar a pleno no en la ruleta sino en el negocio inmobiliario. En la década del 60 fundó la Oficina Monegasca de Inversiones Mobiliarias y asociado al multimillonario italiano Gildo Pastor comenzó la construcción de condominios y torres de lujo. Así para muchos, Mónaco más que estado soberano se convirtió en el barrio cerrado más selecto del mundo.
En los 80 no quedaba espacio para construir y Rainiero decidió extender la superficie del principado. No avanzó sobre otros territorios independientes sino sobre el mar. Con una inversión de cien millones de dólares que incluyeron basamentos marítimos de 35 metros de profundidad ganó 22 hectáreas sobre el Mediterráneo. Se decía que Licio Gelli, el oscuro jefe de la logia P2 era uno de los inversores, pero se decían tantas cosas…
Con el anzuelo de no cobrar impuestos ni averiguar sobre el origen de las fortunas y con una banca que rendía mejores dividendos que la Suiza, Mónaco vio aumentar los pedidos de residencia permanente de millonarios. Ante la demanda, Rainiero estableció que el 10% del monto de las operaciones inmobiliarias debían ser para los Grimaldi. A nadie le pareció un abuso, al fin de cuentas como el principado es una monarquía constitucional, el príncipe tenía en sus manos el poder de vetar o aceptar a cada uno de los 40 nuevos residentes que se permiten aceptar por año. Es que como repetía el príncipe “Mónaco siempre será próspero mientras haya tres mil hombres ricos en el mundo”.Mientras Rainiero se ocupaba del principado se despreocupaba de su familia. Grace Kelly se sentía sola y aburrida en el palacio. Las crónicas de época aseguraban que solía escaparse a un departamento en París donde la visitaban hombres jóvenes. Se escribía que se había hecho adicta al alcohol y a las pastillas, que pasaba el día deprimida, pero se escribían tanta cosas.
Los hijos parecían no darle tregua, tanto que un momento dejaron de llamarlos la familia Grimaldi para apodarlos la familia escándalo. Una pequeña enumeración. Carolina, la primogénita, se casa con Philippe Junot, se divorcia a los dos años, se vuelve a casar con un empresario italiano, tiene tres hijos, enviuda, sufre alopecia, se refugia en Francia, se casa con un noble alemán con problemas de alcohol, se separa pero no se divorcia. Alberto, el heredero, se relaciona sin compromiso con Claudia Schiffer, Daiana Ross y Angie Everheart mientras enfrenta rumores de homosexualismo -que no sería un problema salvo porque se necesita un heredero-, tiene una hija con una mesera y luego otro, con una azafata. Estefanía, la menor, intenta probar suerte como cantante, vive diversos amores con famosos, se casa embarazada con su guardaespaldas y se divorcia cuando él le es infiel con una stripper, se vuelve a casar con otro de sus guardaespaldas, se separa y reincide en el matrimonio con un acróbata de circo.
Si todos estos hechos eran escandalosos, uno fue una verdadera tragedia. En 1982, Grace Kelly murió en un accidente de auto y con Estefanía como acompañante. Las imágenes de un Rainiero derrumbado por el dolor junto a Carolina que permanecía estoica recorrieron el mundo. El monarca se refugió en su trabajo, siguió construyendo edificios y en 1993 logró que Mónaco fuera admitido como estado en pleno derecho por la Organización de las Naciones Unidas. Se especuló que su corazón había vuelto a tener dueña cuando se lo vio con Hjordis Niven y luego con Virginia “Ira” Von Fürstenberg, pero se especularon tantas cosas…
El dinero nunca fue un problema. Por sus funciones recibía 5.280.000 dólares anuales, mucho más de lo que se le otorgaba a la reina Isabel de Inglaterra. Entre propiedades, rentas y lujos -era dueño de la tercera colección de estampillas más importante del mundo- su fortuna superaba los 800 millones de dólares.
En 1994 comenzaron sus problemas de salud cuando sufrió un ataque cardíaco. En el 2000 fue intervenido por un tumor en uno de sus pulmones. Los años, las afecciones pulmonares y coronarias fueron minando su salud. El 6 de abril de 2005 falleció a los 81 años. Quizá en sus últimos días recordó la frase que solía repetir su esposa “La idea de que mi vida ha sido un cuento es, en sí misma, un cuento”. Pero ya sabemos, se cuentan tantos cuentos y no todos son buenos cuentos…
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