Cuando Juan Carlos de Borbón cumplió 10 años visitó por primera vez España, la tierra de cuyo trono era legítimo heredero y que no conocía. Su familia estaba exiliada en Portugal. Su patria era gobernada por Franco con mano de hierro desde 1939, cuando terminó la guerra civil.
Cuando cumplió 19 años transitaba el luto por la muerte de su hermano, Alfonso. El muchacho había muerto en el mes de marzo del año anterior cuando manipulaba una pistolón que se disparó accidentalmente. Dicen que el futuro monarca quedó tan conmocionado por lo que había sucedido que quiso hacerse monje, algo que sus padres impidieron.
Cuando cumplió 31 años juró fidelidad a las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del Movimiento Nacional, ideario surgido tras el golpe de Estado de Franco en 1936. Llevaba 7 años de casado con Sofía de Grecia y ya habían nacido sus tres hijos: las infantas Elena y Cristina y el príncipe Felipe.
Cuando cumplió 37 años hacia unos meses había sido coronado rey como y asumido la jefatura del Estado.
Cuando cumplió 44 era el héroe de la transición española. El monarca que, con semblante serio y vestido de uniforme, compareció en televisión para condenar el golpe del 23 de febrero de 1981. Fue el tiempo que muchos españoles no dejaron de ser republicanos pero se hicieron “juancarlistas” más que monárquicos.
Cuando cumplió 77, para sorpresa de muchos era el monarca que después de un reinado de más de 38 años, abdicaba en favor de su hijo Felipe.
Hoy cumple 85 años, lejos de su familia, lejos del trono, lejos de sus “amigas entrañables”, lejos de su prestigio pero muy cerca de su ocaso. Cercado por los escándalos debió marchar a un exilio dorado pero exilio al fin. “Con el mismo afán de servicio a España que inspiró mi reinado y ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada, deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad”, le escribió a su hijo para explicar por qué tomaba la decisión de marcharse.
Los “acontecimientos” a los que aludía estaban relacionados con una investigación de fiscales de Suiza y España sobre sus cuentas en el extranjero en un caso de supuesto fraude fiscal y blanqueo de capitales. Pero también con las revelaciones de Corinna Larsen, su amante por más de diez años.
Aunque la prensa española siempre mantuvo silencio sobre la vida privada de sus monarcas, se sabía que Juan Carlos de Borbón era no solo un hombre encantador, culto, también era un seductor serial. Apuesto, poderoso, de aspecto atlético tan carismático como simpático, su encanto era irresistible. Antes de casarse con doña Sofía había tenido un gran amor con María Gabriela de Saboya. Ya casado los rumores de romances clandestinos arreciaban. Se conocían y sabían pero no se publicaban.. Se habló de una supuesta relación con Liliane Sartiau, que incluía una hija extramatrimonial. Sofía aparentemente sabía de todas estas aventuras y además de callar, toleraba. En el libro de Pilar Eyre La soledad de la Reina aseguran que un día lo encontró intimando con la cantante Sara Montiel. Otras mujeres que habrían estado con el monarca fueron la empresaria Sol Bacharach, la condesa Olghina de Robilant, la decoradora Marta Gaya y la política Carmen Díez de Rivera. Sus “amigas entrañables” eran tantas que presumía de ser el “Julio Iglesias de la monarquía”.
Fue Corinna Larsen la que consiguió que el sol ya no se pudiera tapar con las manos. El romance habría surgido cuando ella estaba aún casada con el príncipe alemán Casimir zu Sayn-Wittgenstein, su segundo marido. El monarca cayó rendido ante los encantos de esta alemana que lo cautivó con su belleza, su clase y su inteligencia. Ella se fascinó con ese hombre que contaba muchos chistes, hablaba con todo el mundo y no le hacía notar a nadie que era el rey.
Para poder verla, muchas veces, Juan Carlos I se arriesgó a ser capturado por los flashes, sin importarle las consecuencias. La relación podría haber permanecido en la clandestinidad por muchos años si aquel famoso safari en Botsuana –ocurrido en 2012– no hubiera salido a la luz.
Mientras su país vivía una grave crisis económica, acompañado por el magnate sirio Mohamed Eyad Kayali, Corinna, su hijo Alexander y el primer marido de ella, Philip Adkins –apasionado por la caza de animales–y el monarca llegaban en un vuelo privado al aeropuerto de Maun. Los cinco se trasladaron a Qorokwe, un campamento en el delta de Okavango, el sitio predilecto de los cazadores.
Siete disparos bastaron para que el rey Juan Carlos terminara con la vida de un elefante de más de cincuenta años y cinco mil kilos. Orgulloso, el momento quedó inmortalizado en una foto junto al animal muerto. Mientras esa imagen daba la vuelta al mundo y desataba el escándalo, el monarca tropezó en el campamento y se fracturó la cadera. El viaje utrasecreto con su amante terminó saliendo a la luz y mostró a un rey impiadoso que disfrutaba matando animales, que usaba vuelos privados para cazar en donde tuviera ganas, todo mientras la economía de su país se hundía.
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Juan Carlos tuvo que ser trasladado de urgencia a Madrid, donde fue operado. Dentro del hospital admitió su error: “Lo siento mucho, me he equivocado, y no volverá a suceder”, declaró ante la prensa.
Para abril de 2012, el romance entre Corinna y el rey hacía agua después de que él le confesara lo único que ella le había advertido que no perdonaría: le había sido infiel los últimos tres años con Sol Bacharach, una abogada valenciana de impactante parecido con ella. “Nunca volví a confiar en él, me mantuve en guardia incluso siendo sólo amigos”, dice Corinna, que se enteró de que no era la única. Cómo se enteró fue parte de la crueldad. Él le reprocho haberlo dejado solo mucho tiempo, porque ella se dedicó ¿al spa? ¿a viajar por el mundo? No, nada de eso. Cuidó a su padre en una agonía que duró varios meses.
Si los caballeros no tienen memoria y las damas no tienen pasado, hay que reconocer que algunos pueden tener una linda revancha. Vaya a saber si enojada por la crueldad de la ruptura, Corinna “prendió el ventilador” y reveló intimidades del monarca. En una serie de podcast contó que su ex amante solía llamarla diez veces al día, utilizando el nombre en clave “señor Summer”. Se trata de un acrónimo de “Su Majestad el Rey”. También enviaba flores y cartas todas escritas en papel oficial. “No eran cartas de amor estereotipadas, eran muy sinceras”, cuenta la alemana, las escribía de su puño y letra para decirle lo mucho que la extrañaba.
Cuando ella no estaba dejaba el recado de que había llamado o se comunicaba con ella a través de mensajes con su teléfono personal. “Era muy divertido y persistente”, contaba Corinna, que reconocía que Juan Carlos “era conocido por ser uno de los mayores seductores de la realeza”.
Para más datos, Corinna reveló que al monarca “Le encantaba la informalidad y la calidez de tener un fin de semana así, fuera de protocolo y de la complejidad del matrimonio, siendo él mismo”.
Otra mujer que contó su intimidad con el rey fue Queca Campillo, una reportera gráfica que murió en el año 2015. En el documental Salvar al rey, narró que mantuvo una larga relación. A través de unos audios que grabó antes de morir reveló que la primera vez que se cruzó con Juan Carlos fue durante una recepción, que ella había ido a fotografiar. El rey la saludó protocolarmente pero horas después, ya en su casa recibió el llamado de un desconocido que le preguntaba pícaro: “‘¿A que no sabes quién soy?’. Al decirme eso me di cuenta de que era el Rey y me quedé flipada. Quedamos para que subiera a verle a Zarzuela. Me estaba esperando Sabino Martínez Campo y me subió directamente al despacho del rey. En ese momento empezamos una relación difícil”, se la escucha decir en la grabación. Ambos comenzaron su relación cuando ella estaba casada, tenía 28 años y su hija era un bebé. Llamaba a Juan Carlos directamente a su teléfono y realizaba todo lo que este le pedía para proteger su imagen, incluso si eso implicaba averiguar con sus colegas quien era el autor de fotografías comprometedoras.
Con discreción, logró mantener la relación con el monarca a lo largo de varios años. “No teníamos sitios dónde (vernos) y no había teléfonos móviles. Nos veíamos entrando por Torrelodones, en un camino que al final del todo da a la parte de atrás de Zarzuela. Nos veíamos en una furgoneta que tenían”, desvelaba en sus cintas.
En el documental aparece otra conocida amante, Bárbara Rey, la vedette y presentadora de televisión española que comenzó un amorío con Juan Carlos a principios de los años 80 y duró 17 años. “¿A las tres menos cuarto te va bien que llegue?”, se escucha decir a Juan Carlos I en uno de los audios que la mujer conserva de su relación. En él, el padre de Felipe VI le responde que le avise cuando esté cerca para abrirle el garaje y pueda acceder con el coche: “Te quiero mucho”, se despide de ella. En los audios le indicaba el sitio para reunirse. Un chalet en las afueras de Madrid que fue dispuesto por el CESID, la agencia de inteligencia española. Fue en este chalet donde la pareja estaba reunida y tomaron una foto mientras Juan Carlos tocaba un pecho de la actriz.
Bárbara aprovechó el momento y chantajeó al rey, para que esa foto no saliera a la luz. Por su silencio le pagaron más de un millón de dólares y le consiguieron un contrato en Televisión Española.
Las aventuras amorosas del rey llegaron a casi cinco mil mujeres. Al menos es así si se cree lo que escribió Amadeo Martínez Inglés, un alto mando del ejército retirado, autor de un libro sobre la adicción sexual del Monarca, titulado Juan Carlos: el rey de las 5.000 amantes. Allí se lee que ya casado, el rey llegó a tener en simultáneo hasta 10 amantes a la vez. “El Borbón se valía de lujosos “picaderos” situados normalmente fuera de Madrid, en la Comunidades de Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha preferentemente y eran de tres tipos: fincas rurales/cotos de caza, apartamentos privados y hoteles de lujo. El medio de transporte más utilizado era sin ninguna duda el helicóptero a disposición permanente del rey aunque también solía utilizar como desahogo personal los coches deportivos y las motos “, según recopila el portal El español. Al decir de Villarejo sus constantes escapadas amatorias eran causa de tanto dolor en la familia real, que se aplicó inyecciones hormonales féminas e inhibidores de testosterona.
Ante las declaraciones de sus ex amantes y ex guardaespaldas el hoy rey emérito guardó silencio. No contesta, no refuta, pero tampoco desmiente. Seguramente, en la soledad de sus aposentos, ante cada nueva revelación repite furibundo esa frase que alguna vez le dijo al presidente Chávez: “¿Por qué no te callas?”
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