La boda de Grace Kelly y Rainiero: una mentira piadosa, un vestido inolvidable y el detalle que presagiaba lágrimas

El 18 de abril de 1956, una de las divas más bellas de Hollywood contrajó enlace en el Palacio de Mónaco. El evento fue seguido por 30 millones de personas. La prenda que lució la novia se convirtió en inspiración e ícono de moda hasta hoy

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El 19 de abril de
El 19 de abril de 1956 el mundo estuvo pendiente de lo que ocurría en la catedral de San Nicolás de la capital monegasca

Cuando el príncipe Rainiero se casó con Grace Kelly el 19 de abril de 1956, el mundo posó los ojos en Mónaco. El minúsculo principado era casi desconocido, tanto que la madre de Grace creyó que su futuro yerno era príncipe pero de Marruecos. El principado era apenas un pequeño punto en los mapas, pero Grace era una estrella de Hollywood. Su elegancia innata, su belleza perfecta, su mezcla exacta de sensualidad y misterio más su pertenencia a una de las familias más ricas y aristocráticas de Filadelfia la convertían en habitual protagonista de películas, galas, eventos sociales y noticias de la meca del cine.

La historia comienza a escribirse en 1949, Rainiero II asumía el trono de Mónaco. Del otro lado del océano, Grace Kelly realizaba trabajos como modelo para marcas de cigarrillos, productos de limpieza y lencería mientras debutaba en una obra de Broadway. Apenas seis años después, Grace era la niña mimada de productores y directores de Hollywood. En el mundillo hollywoodense nadie era indiferente a esa rubia de belleza implacable y corazón intocable. Mientras tanto Rainiero como príncipe intentaba mejorar las finanzas de Mónaco y, asociado con Aristóteles Onassis, convertía al casino monegasco en la Meca de los jugadores millonarios. Como hombre se recuperaba de la ruptura de su noviazgo con Gisele Pascal, una actriz francesa a la que se consideraba no adecuada para ocupar el trono.

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Al conocer a Rainiero, Grace Kelly era una de las actrices más famosas de Hollywood (Reg Birkett/Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

Así llegamos a 1955 cuando en el festival de Cannes, el príncipe de Mónaco conoce a la princesa de Hollywood. Y acá para algunos comienza el gran cuento de hadas y para otros, la maravillosa estrategia de marketing. Rainiero y Grace se enamoran, no llegan al año de novios cuando deciden casarse. Los románticos veían en esta historia una increíble historia de amor. Pero los escépticos sospechaban que el noviazgo y la posterior boda solo eran un gran atractivo turístico para que el pequeño principado casi en bancarrota pasara a ser el lugar elegido por el jet set de Hollywood. Para algunos Rainiero más que la mujer de su vida había logrado encontrar a “La mujer adecuada que puede hacer por Mónaco lo mismo que hizo la coronación de la reina Isabel II por Gran Bretaña”, como le había aconsejado Onassis.

La boda se celebró el 18 de abril de 1956 y todo fue perfecto comenzando por el vestido de la novia. El atuendo fue un regalo de la productora Metro Goldwyn Mayer que se lo encargó a Helen Rose, diseñadora y con dos Oscar por sus trabajos como vestuarista. Rose sabía y mucho de diseños. No solo se había encargado del vestuario de más de 200 películas, también ideó el vestido de novia de Elizabeth Taylor cuando la diva se casó con Conrad Hilton Jr en 1950.

A pesar de la admiración
A pesar de la admiración de Kelly por diseñadores como Christian Dior –elegido para vestirla en la celebración de su compromiso con Rainiero–, el vestido de novia fue diseñado por la vestuarista Helen Rose, como un regalo de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer (Bettmann Archive)

Para Rose, Grace no era una desconocida ya había trabajado con ella en cuatro películas por lo que conocía a la perfección a la perfecta rubia. Ideó un vestido de escote corazón y falda corola de tafetán de seda con fajín y una chaquetilla de encaje con cuello Mao, manga larga y botones que cubría el corpiño, con botonadura frontal. Como punto de partida la diseñadora se basó en una creación propia realizada anteriormente para la película Invitación que lució la actriz Dorothy McGuir.

Ningún detalle se dejó librado al azar. El velo de tul transparente nacía de una pequeña diadema de flores sobre un casquete bordado con perlas y puntilla de Julie Cap, lo que parecía un detalle romántico en realidad estaba pensado para que las cámaras pudieran tomar sin problemas la cara de la novia durante la ceremonia. Sydney Guilaroff, uno de los peluqueros favoritos de Marilyn Monroe, que trabajó con Greta Garbo, Greer Garson, Judy Garland, Elizabety Taylor, Joan Crawford, Ava Gardner, Lana Turner, entre muchas otras se encargó de peinarla.

Grace Kelly y Rainiero de
Grace Kelly y Rainiero de Mónaco, salen de la magnífica catedral de San Nicolás en Mónaco: ya son marido y mujer (Bettmann Archive)

El vestido costó 60 mil dólares de la época y fue realizado por 36 costureras que tardaron dos meses en hacerlo. En su confección se utilizaron veintidós metros de tafetán de seda, noventa metros de malla de seda, tul y encaje de Bruselas de 125 años de antigüedad.

Varios detalles completaron el look de una novia única. En lugar del tradicional ramo de novia de flores, ella llevó un libro, “El manual de la novia” de J.M. Lelen, cubierto de seda, encaje y perlas, decorado con un pequeño ramo de lirios del valle. Conocedora de su rostro perfecto eligió un maquillaje natural en el que solo destacó sus labios en color ladrillo. Para los zapatos, usó un modelo de un tacón bajo apenas 6,35 centímetros para no ser más alta que su marido. El calzado fue un diseño de David Evins e incluyó un penique “de la suerte” en el zapato derecho. El diseño, forrado con encaje, llevaba el nombre de la novia grabado en el zapato izquierdo y el del príncipe en el derecho. Bajo el vestido de boda, las enaguas de Grace tenían diminutos lazos de satén azul.

El velo, de tul, que
El velo, de tul, que lució Grace Kelly medía 90 metros (Bettmann Archive)

Aunque todos los detalles parecen haber sido tenidos en cuenta hubo uno que se pasó. En su encargo, la diseñadora se valió de metros de encaje para cubrir el pecho y brazos de la novia, y de retazos de seda para confeccionar una voluptuosa falda enmarcada con un ligero fajín. Sin embargo, decidió decorar la armoniosa pieza con perlas a lo largo del cuerpo del vestido y el velo. Helen ignoraba la creencia arraigada de que las novias no deberían llevar aquella gema al altar, porque dicen son presagio de las lágrimas que soportaría el matrimonio venidero. Y ya sabemos que en la vida de Grace hubo mucho glamour y mucha pena.

La ceremonia religiosa se celebró en la catedral de Montecarlo ante 1300 invitados. Fue la primera boda real transmitida por televisión y en color. La vieron 30 millones de personas que quedaron atónitos ante esa novia real que brillaba sin lucir una sola joya. Sin tiaras rutilantes, collares de diamantes, solo unos discretos aros de perlas -regalo de su madre- y en uno de sus dedos brillaba el diamante de diez quilates de Cartier que Rainiero le había regalado como anillo de compromiso.

Como indicaba la tradición monegasca,
Como indicaba la tradición monegasca, la novia llegó a la catedral de San Nicolás minutos antes que el novio y del brazo de su padre (Hulton Archive/Getty Images)

El diseño de Rose lucido de modo inigualable por Grace se transformó en inolvidable. No solo impactó en ese momento y fue imitado por miles de novias, aunque pasó el tiempo y pasaron las modas, el vestido jamás envejeció y sigue inspirando a novias actuales.

Se nota su influencia en El Vera Wang de Ivanka Trump; el Marchesa de Nicole Richie; el Dolce & Gabbana de Lady Kitty Spencer, el Valentino de Nicky Hilton y Marie Chantal de Grecia; el Ralph Lauren de Lauren Bush y el Dior de Miranda Kerr, pero sobre todo en el vestido de Kate Middleton diseñado por Sarah Burton para Alexander McQueen. Ceñido a la cintura, con cuerpo bustier, de escote corazón y manga larga de encaje, para los expertos en moda las similitudes eran evidentes. Hasta el velo de ambas se asemejó: un tul corto por delante y más largo por detrás.

El vestido de Grace se
El vestido de Grace se convirtió en un icono en el mundo de la moda, inspirando incluso la prenda que llevó al altar Kate Middleton, duquesa de Cambridge, en el 2011 (Reuters)

Además del vestido inigualable, la novia emanaba un perfume único. Para la boda, Rainiero le encargó a la casa Creed la creación de una fragancia exclusiva para que Grace lo usara en el día de la boda. Se lo bautizó: “Fleurissimo” y fue fabricado en exclusiva para la princesa hasta 1972, cuando comenzó a comercializarse al público. Posteriormente lo usaron Jacqueline Kennedy Onassis y Madonna.

Con el tiempo se supo que antes de la boda, el padre de la novia pagó dos millones de dólares de la época como dote. Además Grace debió realizarse varios estudios médicos para comprobar que era una mujer fértil, capaz de procrear un heredero. En el chequeo los médicos observaron que Grace no era virgen, algo que en esa época era bastante escandaloso. Pero ella aseguró que todo era fruto de un accidente de equitación y acá no ha pasado nada.

Luego de la ceremonia religiosa, la novia cumplió con una vieja tradición del principado. Fue a la Iglesia de Santa Devota a depositar su ramo y pedir la protección de su matrimonio. Terminado ese rito, los recién casados recorrieron, en un Rolls Royce descapotable -regalo de boda de los monegascos- las calles del Principado.

La recepción fue en el Palacio monegasco. Entre los 600 invitados estaban Cary Grant, Aga Khan, David Niven, Gloria Swanson, Frank Sinatra, Ava Gardner y Aristóteles Onassis. El menú ofrecía caviar, salmón, pollo, huevos en gelatina, langosta fría, pollo y champán en abundancia.

En el medio del salón
En el medio del salón el pastel de siete pisos que pesaba 90 kilos, regalo del chef del Hotel de Paris, de Montecarlo sorprendía a todos (Bettmann Archive)

Afuera del palacio 1500 fotógrafos y periodistas de todo el mundo trataban de conseguir la exclusiva. En un momento el caos fue tal que tuvo que intervenir la gendarmería francesa.

Al terminar la boda, los novios no saludaron en el atrio como todo mortal sino en el balcón del palacio. Para la luna de miel, los recién casados se embarcaron durante siete semanas y navegaron por el Mediterráneo en el Deo Juvante II, un lujoso yate regalo de su amigo Onassis.

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Para la luna de miel, los recién casados se embarcaron durante siete semanas y navegaron por el Mediterráneo en el Deo Juvante II, un lujoso yate regalo de su amigo Onassis (Bettmann Archive)

La boda marcó para siempre la historia de Mónaco. Millones de personas vieron en Grace una vida que parecía soñada. Pero lo que parecía no era lo que era. “Cuando acabó la boda no pensé en nada. Me pasé lo menos un año sin leer un solo recorte de prensa; era verdaderamente una pesadilla. Hubo uno o dos momentos realmente maravillosos: la boda y algunos momentos en privado. Pero fue un período muy difícil, tanto para el príncipe como para mí”, confesaría Grace años después.

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