La historia del rey Faisal de Arabia Saudita tiene cuatro vértices ineludibles: fue el hombre que convirtió a Arabia Saudita en el principal proveedor de petróleo del mundo, el que inauguró en una escuela cada tres días, favoreció la apertura hacia las mujeres en los medios en medio de las críticas de los conservadores para finalmente morir asesinado por su sobrino en el Día del Profeta.
Faisal Ibn Abd Al-Aziz fue uno de los cuarenta y tres hijos que tuvo el rey Abd al-Aziz ibn Saud, con su docena de esposas. Saud fue el fundador de la dinastía saudita y el primer monarca de Arabia Saudita. Bajo su reinado se descubrió que bajo esas tierras, para muchos inhóspitas, se ocultaban gigantescos yacimientos de petróleo. Fue entonces que el monarca tomó una decisión: dejaría que compañías estadounidenses se ocuparan de la extracción del petróleo a cambio de protección militar. Este pacto todavía se mantiene y ni siquiera se rompió cuando se comprobó que 15 de los 19 hombres que estrellaron los aviones en los atentados del 11 de septiembre eran sauditas.
Nacido en 1906, Faisal, pronto se distinguió entre sus hermanos. A los 13 años, ya era soldado; a los 19, gobernador, y, a los 26, con la creación del nuevo estado, fue embajador en Francia y el Reino Unido. Cuando su padre murió, en 1953, le sucedió su hijo mayor, Saud. Faisal consideraba que su hermano malgastaba los recursos en lujos y caprichos personales y fue tejiendo alianzas hasta que en 1964 le derrocó y se alzó con la corona. Lo primero que hizo fue abolir el cargo de Primer Ministro y quedarse con el poder absoluto.
Sin descuidar las finanzas, Faisal se lanzó a la modernización del país. Cuando asumió el trono el 9 de cada 10 habitantes eran analfabetos. En poco tiempo logró que descendiera casi a la mitad. Inauguraba una escuela cada tres días. La matrícula de estudiantes varones aumentó un 15 por ciento y la de las mujeres un 62 por ciento. Además de las materias tradicionales (matemática, lectoescritura), las jóvenes sauditas aprendían nutrición, puericultura e higiene, materias que en ese momento resultaban novedosas y hasta vanguardistas. No fue fácil, más de una vez debió mandar tropas para poder inaugurar un establecimiento para mujeres.
El acceso de las mujeres a la educación preocupó al clero y los sectores más conservadores. Para tranquilizarlos aumentó las horas de religión y les otorgó más control en las escuelas para chicas. Según el portal Monarquías, su hijo, Bandar, contó que el Shah de Irán le escribió a Faisal: “Hermano, por favor, modernízate. Abre tu país. Establece escuelas mixtas para varones y mujeres. Deja que las mujeres lleven minifaldas. Abre discos. Sé moderno. En caso contrario, no puedo garantizar que quedes en tu trono”. Faisal le contestó amablemente: “Majestad, aprecio tu consejo. Pero recuerda que no eres el Shah de Francia. No estás en el Elíseo. Estás en Irán. Tu población es 90% musulmana. Por favor, no lo olvides”.
Muchas de estas reformas se debieron a los viajes que en la juventud Faisal realizó por Europa, pero también a su esposa la reina Iffat, una mujer turca independiente y muy culta. Valga un dato. Con Faisal fueron padres de nueve hijos y todos estudiaron en universidades famosas y prestigiosas como Princeton, Harvard, Georgetown, Sandhurst y Cranwell. Gran diferencia con sus 115 primos de los cuales solo 6 terminaron sus estudios.
Las mejoras también llegaron al campo donde fomentó el desarrollo de la agricultora con la optimización del acceso al agua y préstamos para los agricultores. Estableció una red de caminos y rutas que no solo permitieron el tránsito en el territorio también la comunicación con los países vecinos. Además creó aeropuertos y compró aviones. En el campo de la salud, ante la falta de profesionales, contrató extranjeros para trabajar en los hospitales y dispensarios que él inauguró.
Así como Faisal podía implementar medidas progresistas también podía llegar a ser brutal en sus métodos. Mejoró las condiciones laborales de los trabajadores, pero prohibió los sindicatos. Organizó un sofisticado sistema de espías, con agentes formados por la CIA lo que posibilitó la detención de opositores o militares sospechados de no ser leales.
A Faisal no le temblaba el pulso con los propios y tampoco con las potencias extranjeras. Según reseña Vanity Fair en la primavera de 1967, en los preliminares de la Guerra de los Seis Días, para frenar a los israelíes, hubo un conato de embargo petrolero que finalmente no se aplicó porque los saudíes no dieron su visto bueno. La experiencia sirvió para que, en 1973 Arabia Saudí y otros países árabes, como consecuencia del apoyo a Israel por parte de los EEUU y Europa, acordaron subir los precios del petróleo causando una crisis económica mundial sin precedentes, pero que aumentó enormemente los ingresos de los saudíes y convirtió a Faisal en el líder simbólico de la nación árabe, capaz de desafiar a los estadounidenses.
Aunque había unanimidad en sus medidas de política externa, dentro del país los sectores conservadores cuestionaban algunas reformas. Una de las más resistidas fue el acceso de las mujeres a los medios de comunicación. Radio “La Meca” por primera vez incluyó un programa para mujeres presentado por una mujer saudita y sumó un programa en inglés. En las ciudades se inauguraron cines que pasaban películas occidentales y en 1965 se instaló una llamativa antena que habilitó la llegada de un aparato que para algunos era bendición y para otros, maldición: la televisión.
Cuando en 1965 se iniciaron las transmisiones de prueba en la emisora de televisión de Riad, los mismos musulmanes tradicionalistas que decían que la bicicleta era “el caballo del demonio” consideraron al aparato una “nueva blasfemia”. Hubo violentas protestas y el rey autorizó a la policía a controlar con armas las manifestaciones. En una de esas marchas, la policía disparó; su sobrino, el joven príncipe Jalid bin Musaid fue una de las víctimas de esas balas. El hermano del joven príncipe, también llamado Faisal como el rey, decidió que el asesinato de su hermano no quedaría impune, el monarca debía pagar por esta muerte. A partir de ese día y durante una década Faisal bin Musaid planearía su venganza.
Diez años después, de la muerte de su sobrino, el 25 de marzo de 1975 todo parecía perfecto para el rey Faisal. La familia real estaba en orden, la población disfrutaba de bonanza económica, ausencia de impuestos y servicios públicos de calidad. Nada parecía opacar la celebración del Día del Profeta.
Entre los que se acercaron a saludar al monarca estaba Faisal bin Musaid. Algunos guardias dudaron en dejarlo pasar, se sabía que el joven atravesaba problemas con las drogas y el alcohol, pero cómo impedirle el paso al sobrino del rey.
Cuando el monarca lo vio, sonriente se acercó a saludarlo. Su sobrino lo miró y sin decir palabra, sacó una pistola. Tres veces le disparó a su tío antes de ser reducido por los guardias. La primera bala penetró en la barbilla del rey, la segunda le perforó un oído y la tercera rozó la frente. Lo subieron a una ambulancia. En el hospital intentaron una cirugía y transfusiones. Todo fue un vano. A la hora el monarca falleció.
Arabia se conmocionó y occidente, sobre todo Estados Unidos, tembló. Pero en apenas una jornada y cuando Faisal todavía no había sido enterrado. se proclamó rey al príncipe Jalid.
Temiendo ser víctimas de una conspiración, se inició una investigación sobre el asesino del rey. El primer informe describió a Faisal bin Musaid como “víctima de un trastorno mental”. Días después el rey Jalid aseguró que el atentado había sido el “acto aislado de una persona desquiciada, sin planificación extranjera”.
Según cuentan, en sus declaraciones el sobrino asesino mostraba un gran desprecio por todo lo que representaba su tío, incluida la fe islámica, y relató su irrevocable decisión de matarlo. Cuando unas semanas después le mostraron una filmación del funeral de su tío, según los testigos, se mostró “sereno y en paz consigo mismo”.
Faisal bin Musaid fue decapitado el 18 de junio de 1975. Veinte mil personas presenciaron su ejecución. Dos años antes el rey Faisal había sido nombrado “Hombre del Año” por la revista TIME.
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