Quizá porque los solemos ver en actividades protocolares y rodeados de “pompa y circunstancia” es que a la mayoría de los mortales nos cuesta imaginar a los royals británicos en actividades cotidianas y sobre todo, divertidas. Sus apariciones públicas suelen estar pautadas bajo rígidas normas ceremoniales llenas de prohibidos y pocos permitidos y se los suele ver serios, concentrados, como expertos actores actuando el rol que el público les pide. Sin embargo, en algunas ocasiones logran relajarse y es entonces cuando realizan comentarios o protagonizan situaciones que si bien horrorizan a los expertos en protocolo, los muestran divertidos, cercanos y sobre todo, humanos.
Como demuestra la serie The Crown, la reina Isabel desde pequeña fue educada con un gran sentido del deber y la responsabilidad. Desde hace 70 años, para ella primero están sus deberes como monarca y luego y muy atrás sus deseos, problemas o necesidades como mujer. Sus apariciones muestran una imagen que combina serenidad con severidad, solemnidad con majestuosidad, por eso resulta difícil imaginarla riendo a carcajadas, haciendo chistes o disfrutando de una broma. Los que la tratan aseguran que cuando las cámaras no la enfocan y los súbditos no la miran, la monarca disfruta de las bromas y de un humor muy british.
Algo de eso dejó entrever el príncipe William en el documental El príncipe Felipe: recuerdos de la familia real, emitido por la BBC. “Después de haber vivido una vida en la que todo tenía que salir bien, cuando algo iba mal a ellos -el príncipe Felipe y la reina Isabel- les causaba risa. A los demás los mortificaba, pero a ellos les encantaba”. En la misma línea el príncipe Harry, contó que sus abuelos disfrutaban cuando algo rompía la severidad de sus rutinas. “Me pregunto si algo saldrá mal este año. Qué excitante”, reveló que decían sus abuelos.
El año pasado, el programa Secrets Of The Royal Palaces, emitido por el canal de televisión Channel 5 en el Reino Unido contó uno de esos momentos “rompe rutinas”. Un albañil realizaba unos trabajos de mantenimiento en el interior del Palacio de Buckingham. Cerca del área, la reina Isabel ordenaba uno de los escritorios de su despacho. Al ver al albañil se acercó a preguntarle si deseaba una taza de té y el hombre enfrascado en su trabajo, sin levantar la vista, contestó: “Sí, con dos de azúcar, por favor, pero no me la sirva en esas tonterías finas de porcelana y llenas de platitos”. Minutos después, le avisaron que estaba el té servido y fue entonces que el hombre se percató que la mujer que le acababa de traer la bebida era la reina Isabel II que lejos de retarlo se alejó con una sonrisa divertida.
Otro momento de humor british se vivió el el 21 de junio de 1982. Ese día nació el príncipe William, el hijo de Diana y Carlos. Según cuentan al conocer a su primer nieto con una pícara sonrisa, Isabel miró a su hijo y agradeció que “no haya heredado las orejas de su padre”. Seguramente, Carlos la escuchó resignado. Cuando él nació, su padre dijo que parecía “un budín de ciruelas”.
El actor Daniel Craig fue otro de los que comprobó que la reina puede tener muy buen humor. En The Late Show aseguró que “es muy divertida” y que le gusta lanzar comentarios graciosos cuando nadie se los espera. Relató que en un encuentro en que debían fotografiarse juntos, ella dijo: “¡Oh, no, este es el que no sonríe!’ Bastante justo, he de decir”, admitió el último James Bond. En los Juegos Olímpicos de Londres, para la ceremonia de inauguración, se proyectó un video donde se veía a la monarca recorriendo los pasillos de Buckingham junto a Craig, en su rol de espía. Al ver la interpretación de su abuela, el príncipe William no solo la felicitó sino que le dijo que su actuación fue tan buena que le sugirió “ser la próxima chica Bond”.
Cada vez que puede Isabel, trata de hacer alguna travesura o responde de un modo inesperado. Durante los Juegos de la Commonwealth de 2014, dos jugadoras de hockey australianas se sacaban un ‘selfie’ cuando ella se coló en segundo plano. La foto de Isabel II “colada” y posando con una sonrisa pícara fue ‘trending topic’ mundial. En otra ocasión mientras posaba para el pintor alemán Lucian Freud, le explicó la razón por la que había contratado al custodio que la acompañaba en la sala. “Como siempre hago al final de una jornada de caza guardaba mis armas cuando un faisán herido me arañó y comencé a sangrar. Este detective creyó que me habían disparado, se tiró encima de mí y me practicó respiración boca a boca. Considero que llegamos a conocernos bastante bien”.
Aunque en sus apariciones públicas se mostraba serio, el príncipe Felipe era un gran bromista casi al límite con lo molesto. “Solía quitarle la tapa al tubo de la mostaza y te pedía que lo sujetaras. Y entonces te apretaba las manos de pronto para que saliera disparada hacia el techo”, recordó William en el documental de la BBC. La broma de Felipe provocaba un verdadero enchastre en la habitación y se ganaba el enojo de la reina por las marcas que quedaban en paredes y techos.
Felipe también fue famoso por algunas respuestas al límite entre lo gracioso y lo políticamente incorrecto. En 1965, durante su visita a una muestra de arte primitivo etíope, aseguró que aquellos objetos parecían “el tipo de cosa que mi hija traería de las clases de manualidades”. En un viaje a las colonias británicas en el Caribe, durante una charla con una enfermera en un hospital, comparó los problemas que ambos sufrían: “Tú tienes los mosquitos, yo tengo a la prensa”. En el año 2001 asistió a un concierto de Elton John y cuando le preguntaron su opinión respondió: “Deseé que se le hubiera estropeado el micrófono”. Cierta vez tenía que descubrir una placa en un estadio de cricket londinense. Cuando las cámaras lo apuntaron para retratar el momento lanzó un “están a punto de ver al experto mundial de las inauguraciones de placas”.
Así como Felipe podía ser burlón con sus comentarios, su esposa sabía “ponerlo en su lugar”. En los primeros años de matrimonio, cierta vez enojado por el protagonismo de su esposa le lanzó un ‘¿Quién te has creído que eres?’ y ella respondió ‘La reina, Felipe. La reina’”.
Los royals aseguran que muchas situaciones cómicas se producen por las reacciones inesperadas que provocan en la gente al verlos. “He visto a gente desmayándose frente a la reina. ¡Asusta bastante porque no sabes qué hacer cuando alguien se desmaya frente a ella! A muchos le tiemblan las rodillas y alguna gente es incapaz de articular palabra. Resulta bastante difícil tratar de conversar con alguien que no puede hablar”, contó William. En una nota de Vanity Fair recordaron la vez que una señora entró a una tienda de ropa muy conocida en el West End, en el lugar se dio cuenta de que la persona que tenía a su lado rebuscando entre los percheros era nada menos que la monarca. De la emoción se hizo pis. Tuvieron que llevarse a la reina que no paraba de reírse y que aclaró que lo que había sucedido “Me pasa muy a menudo”.
De la nueva camada royal, el que parece haber heredado el humor de sus abuelos es Harry. En 2015 estaba en un evento en Auckland y le cubrieron su mano con tempera morada. Sin dudarlo, se acercó a Arthur Edwards, uno de los fotógrafos que más tiempo llevan cubriendo a la familia real y le estampó la mano en su cabeza pelada. En 2013, mientras Harry estaba de novio con Cressida Bonas fueron a un festival donde se encontraron con Ronnie Wood, guitarrista de Los Rolling Stones. Wood abrazó cariñosamente a la novia del príncipe, y Harry no dudó en gritarle en broma “¡quítale las manos de encima a mi novia!”.
Claro que en ciertas ocasiones el bromista… se embroma. Hace dos años Vladimir Kuznetsov y Alexey Stolyarov, dos youtubers rusos famosos por sus bromas telefónicas, se hicieron pasar por Greta Thunberg y por su padre y lograron comunicarse con Harry. Creyendo que hablaba con la activista de 17 años, el esposo de Meghan Markle se desahogó y contó que están “completamente separados de la mayoría de la familia” real británica. Y no solo eso: también habló abiertamente de Boris Johnson, Donald Trump, del Megxit, o del príncipe Andrés, entre otros temas.
Aunque no parezcan mortales, los royals, como todos los mortales buscan maneras de hacer más llevadero su trabajo y obligaciones cotidianas. Y para ello nada mejor que una buena carcajada al fin de cuentas, como dicen que escribió Charles Dickens “Es una ley de la compensación justa, equitativa y saludable, que así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor”.
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