A veces “un minuto de la vida, te cambia la vida en un minuto”, lo supo y comprobó Estefanía de Mónaco aquel fatídico 13 de septiembre de 1982. El día había empezado luminoso. Grace Kelly, -para el mundo, ex estrella de Hollywood y princesa de Mónaco y para ella solo su mamá-, la acompañaría hasta el taller de la casa Dior donde esperaba unirse como becaria.
Eran las 10.30 de la mañana y Grace viajaba con su hija menor, que entonces había cumplido 17 años. Iban en un Rover 3500 de 1972. El chofer del principado estaba por ponerse al volante cuando Grace le dijo que no, que irían solas. El hombre dudó pero acató la orden. Sabía que Grace era una conductora prudente y que había recorrido ciento de veces ese trayecto entre la casa de campo en Roc Agel, Francia, y el Palacio Grimaldi, en Mónaco. El auto pese a sus diez años de antigüedad contaba con caja automática, era veloz y se encontraba en perfectas condiciones. Nada podría salir mal.
Madre e hija se subieron al auto. Ya en la ruta seguramente hablaron de los deseos de Estefanía de estudiar diseño de moda en París. Quizá la muchacha le contó su idea de crear una línea de trajes de baño y ambas se habrán reído recordando que Estefanía odió el primero que tuvo porque “lo heredé de Carolina”. A lo que Grace respondió: “Algo que sucede muy a menudo cuando tienes una hermana mayor”.
De pronto, una curva, un volantazo y un grito atroz. Según la versión oficial, el coche en el que viajaba Grace, conducido por ella misma, cayó a un barranco de unos 40 metros, dio varias vueltas de campana y quedó volcado sobre el techo. Madre e hija quedaron aprisionadas, mientras el vehículo ardía fueron salvadas por un horticultor que apagó el incendio con un matafuegos.
Estefanía logró salir del auto y solo mostraba algunos golpes leves; su madre, en cambio, tenía fracturas en el fémur derecho, la clavícula y las costillas. Su estado era grave y se complicó durante la noche cuando sufrió una severa hemorragia cerebral que fue la que, menos de 24 horas después, acabó con su vida.
Su marido, el príncipe Rainiero de Mónaco y sus tres hijos, Estefanía, Carolina y Alberto, lloraron y se abrazaron desconsolados. Los hijos sabían que perdieron a su madre, Estefanía además perdería la alegría. Por mucho tiempo no volvería a sonreír. Dejaría de ser llamada la “princesa rebelde” para ser “la princesa de la mirada más triste”.
Mientras se preparaban los funerales de Grace Kelly comenzó la reconstrucción del accidente. Los periodistas lograron contactar a Sestop Lecchio, el labriego que apagó el fuego y dueño del terreno donde cayó el auto. El hombre contó que ayudó primero a salir a Estefanía “por la puerta delantera izquierda, la del conductor”, algo que ratificó en la central de policía.
Según Lecchio, “el auto venía a no menos de cien por hora cuando tomó esa peligrosa curva que debe ser encarada a diez…, por muy bien que quien conduce conozca de memoria el camino. Lamentablemente, ninguna de las dos tenía puesto el cinturón de seguridad”.
Los dichos del labriego instalaron un rumor que se tomó por certeza. Era Estefanía y no su madre la que conducía el vehículo. De otro modo no se explicaba que para lograr salir lo hizo por la puerta delantera izquierda. Comenzaron a señalarla como la culpable de la muerte de Grace. Era menor y solía tener comportamientos temerarios.
Se dijo que madre e hija venían discutiendo y que Grace le permitió conducir como un modo de acercarse a ella. Se dijo que Estefanía se sentía opacada por la belleza de Carolina y que Grace decidió dejarla conducir para ayudarla a subir un poco su autoestima. Se argumentó que Grace conocía de memoria el camino por lo que era imposible que no bajara la velocidad en esa curva. Se dijo que madre e hija discutían porque Estefanía quería casarse con su novio, Paul Belmondo y que su madre enojada por no poder convencerla perdió el control del auto. Se aseguraba que el accidente parecía protagonizado por una conductora inexperta y temeraria como Estefanía más que por otra segura y experimentada como Grace.
El Principado tampoco ayudó mucho a desactivar esta teoría. Nunca se dio a conocer un informe pericial del siniestro. Tampoco se mencionó que el hospital municipal Grace de Mónaco no disponía de equipos para afrontar una lesión cerebral como la que sufrió la princesa. Por eso la trasladaron con urgencia a otra clínica privada y que de haberla llevado primero allí, a 50 kilómetros del lugar del suceso, era probable que Grace hubiera salvado su vida.
A la pérdida de su madre, Estefanía debió sumarle el dolor de que la acusaran de haber provocado su muerte. Esto la sumió en una terrible tristeza y culpa. Se encerró en un muro de silencio.
Recién lo rompió en 1989, durante una entrevista “Hay demasiada presión sobre mí, porque todo el mundo dice que yo conducía el coche, que es mi culpa, que he matado a mi madre… No es fácil vivir con eso cuando se tienen 17 años”.
Tuvieron que pasar veinte años para que por primera vez contara su versión. Lo hizo en una entrevista en París Match. “Yo no manejaba, eso está claro. De hecho, salí disparada dentro del auto como mi madre, que fue catapultada hacia el asiento trasero. La puerta del copiloto estaba completamente destrozada. Yo salí por el único lado accesible, el del conductor”.
Sobre la discusión con su madre no la negó pero tampoco la desmintió. Solo aclaró que fue algo “estrictamente entre ellas dos”. Además aportó un dato que hasta ese momento no se conocía. Durante el viaje Grace se había quejó de un fuerte dolor de cabeza y que en un instante llegó a desmayarse y perder el control. Ante eso, Estefanía intentó aplicar el freno de mano “estaba a punto de presentarme a mi examen de conducir, sabía que debía ponerlo en posición para detener el automóvil. Lo intenté todo, incluso puse el freno de mano. ¿Si mi madre confundió el pedal del freno con el acelerador? No lo sé. Pero yo no estaba conduciendo”.
Al finalizar la entrevista dejó una frase que mostraba que la herida por la muerte de su madre estaba muy lejos de cicatrizar. “No solo tuve que pasar por el horrible trauma de perder a mi madre a una edad muy joven, sino también estar a su lado en el momento del accidente. Nadie puede imaginar lo que sufrí… ¡y lo que sigo sufriendo!”.
Su relato es similar al que aparece en el libro Rainier and Grace: An intimate portrait. Su autor Jeffrey Robinson asegura que Carolina le contó la versión que su hermana le dio del accidente: “‘Mamá me decía todo el rato que no podía frenar, que los frenos no funcionaban’. Me dijo que mi madre estaba en un estado de pánico. Así que Estefanía tiró del freno de mano, pero el coche no se detuvo”.
Desde el día del accidente el Rover fue llevado al garaje del Palacio de Roquebrune, en Mónaco, y jamás salió de allí.
Huérfana de madre, Estefanía intentó encontrarle un rumbo a su vida. Probó como modelo y diseñadora, gimnasta y amazona, compositora y cantante. Se casó con su guardaespaldas, Daniel Ducruet (dos hijos con él) y se separó en medio de un escándalo de infidelidad. Luego estuvo en pareja con el acróbata portugués Adans López Peres, tuvo un romance con otro guardaespalda Jean Gottlieb (una hija más) y vivió en un tráiler con el domador de elefantes Franco Knie.
Con 56 años, sin pareja hoy reside en un ático en el Principado y trata de pasar mucho tiempo con sus hijas Pauline y Camille. Sus vecinos están acostumbrados a verla salir con ropa cómoda y sin producción o encontrarla buscando alguna oferta en el supermercado. Preside varias asociaciones y entidades sociales y culturales y está centrada en su labor al frente de la fundación que creó en 2004, Fights Aids Monaco, para ayudar a enfermos de VIH.
Apasionada por los animales, en sus ratos libres cuida de algunos elefantes que rescató del zoo y acogió en una finca de los Grimaldi en la montaña donde además cobija perros, gatos, cabras, caballos y llamas. Lejos de las galas glamorosas o el encuentro con otros royals, ella solo asiste y organiza un gran evento el Festival Internacional de Circo de Montecarlo. Sin olvidar la rebelde que fue se anima a arremeter contra los veganos. “Todos tenemos derecho a poner lo que queramos en nuestro plato. Eso no nos convierte en malas personas. Si yo quiero comerme un buen filete, no impido que otro prefiera comer soja”, asegura Estefanía. “Nunca seré vegana, lo siento, es mi opción. Quiero usar jerséis de lana que mantengan el calor y zapatos de cuero que eviten que mis pies se mojen”.
Hace años que decidió alejarse de su rol de princesa. “No me adapto al rol de princesa, a tener que ir con un vestido maravilloso, a ese lado glamoroso de la monarquía. Eso no es para mí. Yo soy una mujer como cualquier otra, lo único que hago es aprovechar mi notoriedad para cambiar las cosas, para ayudar. Pero no para que las cosas que hago me den notoriedad. En absoluto”, confesó en una entrevista con la revista Vanity Fair en 2015.
Casi cuatro décadas después de ese accidente Estefanía reconoce “A nivel emocional, desgraciadamente son los golpes que te da la vida los que te hacen más fuerte. Lo que nos presenta nuestra existencia, bien sea bueno o malo, es lo que tenemos que vivir. No siempre es fácil tomar la mejor decisión, yo misma me he equivocado en ocasiones. Pero todo tiene un sentido”, confesó al semanario Point de Vue.
Y siguió: “Empecé a pensar de esta manera tras el accidente de coche que le costó la vida a mi madre. Cuando conseguí superar mi ira, el sentimiento de injusticia que me invadía, en lugar de sentir lástima de mí misma, pensé: ‘Espera, lógicamente tú también deberías haber muerto, si continúas con vida es porque hay una razón para ello’”.
Hoy la hija a la que las acusaciones no le permitieron llorar a su madre y la princesa que por fin logró dejar de serlo parece haber encontrado cierta paz. La vida y sobre todo el dolor le enseñaron que, como ella misma afirma, “todos tenemos un lugar en este mundo, es nuestro trabajo encontrarlo”.
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