“Yo quiero mucho al rey… pero ¡lástima que no sea un sastre!”, la frase le pertenece a la emperatriz Sissi pero bien pudo haber sido pronunciada por Letizia, reina de España. Es que desde que conoció y se enamoró de Felipe su vida pasó a ser criticada en formato continuo. El entonces príncipe heredero había tenido varias novias pero ninguna “casadera”. Sus hermanas ya habían pasado por el altar y él seguía soltero y sin apuro. Hasta que conoció a la presentadora de informativos en TVE.
El heredero al trono español se enamoró perdidamente de esa periodista que vivía en un departamento “mucho más chico que mi cuarto” como observó en una de sus primeras citas. Letizia era indudablemente bella, autónoma -hoy diríamos empoderada- y se notaba inteligente. También era plebeya, divorciada, indiferente a la religión y con ideas republicanas más que monárquicas. Un combo que resultaba atractivo y subyugante para Felipe, el hombre, pero complejísimo para Felipe, el Borbón.
Ya se sabe que si hay algo en lo que ha salido Felipe VI a su padre es en ser cabezota. Solo así consiguió recibir la aprobación de sus padres para que aceptaran a la periodista. La historia es conocida. Primero dijo que estaba enamorado, pero sus padres le dijeron “ajá”. Argumentó que además de enamorado estaba feliz y había encontrado a la mujer de su vida. Sus padres contestaron “nos alegramos pero no”. Así que Felipe al “enamorado, feliz y comprometido” le agregó una amenaza: si no aceptaban a Letizia renunciaba al trono. Sus padres cambiaron el “no” convencido por el “sí” obligado.
De la noche a la mañana Letizia dejó su trabajo, su piso en Valdebernardo, su ropa, su auto, todo. Sintió eso que describió Cortázar sobre el amor “como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. El 3 de noviembre de 2003, tras siete meses de noviazgo oculto, el príncipe heredero anunciaba frente a la prensa en el Palacio del Prado su compromiso matrimonial con la periodista Letizia Ortiz. A cámara dijo: “Me da muchísima alegría poder manifestar lo feliz que me hace nuestro compromiso”. Ese mismo día, Letizia comprobó que el futuro no sería fácil.
En esa conferencia de prensa, los periodistas destacaron lo feliz que se veía al futuro monarca. Aunque nadie lo expresó en voz alta, más de uno debe haber suspirado aliviado porque el príncipe había cumplido 36 años y ya era tiempo -como decían las abuelas- que sentara cabeza y abandonara el equipo de los solteros. Se notaba la complicidad de miradas de la pareja, las sonrisas y el buen trato a los periodistas. La novia vestía un favorecedor traje pantalón sastre blanco, con un leve tono celeste, de Armani, y zapatos negros. Además lucía la “alianza de la eternidad” una sortija de tres mi euros regalo de su novio. Toda la conferencia la dieron tomados de la mano como dos enamorados comunes con una historia poco común.
Al otro día, Letizia recibió su primer baño de realidad. Las crónicas no destacaban el amor evidente de los novios sino el “Déjame hablar” con el que en un momento interrumpió a Felipe. Nada grave en una pareja salvo que en este caso el interrumpido era el heredero al trono.
La vida de Letizia empezó a ser investigada con rigurosidad. Lo que era una familia normal, discreta y de clase media pasó a ser estudiada con precisión de entomólogo. Jesús Ortiz, su padre periodista quizá por entender el oficio fue el primero en hacer declaraciones. “Letizia es cariñosa, entregada, perfeccionista, deliciosa, muy responsable y con la cabeza bien amueblada”, dijo a Tele5.
Telma su hermana mayor no tenía título de condesa ni de duquesa pero sí otros más reales. Graduada universitaria en Economía, trabajaba en la ONG Médicos sin fronteras, de esto se dijo poco pero de lo que se publicó mucho fue que en su cumpleaños Letizia presentó a Felipe. Cuando su hermana anunció su compromiso, ella preparaba las valijas para ir a una misión humanitaria a Sudán. La menor de las hermanas, Erika, era especialista en Bellas Artes. Sin embargo, de toda la familia la que atrajo todos los focos fue su madre, Paloma Rocasolano. Enfermera, divorciada luego de 27 años del padre de sus hijas. Hasta ahí nada raro, se podía tolerar, Lo que resultó intolerable fueron tres pequeños “detallecitos”. Paloma no era creyente, prefería a los republicanos y era delegada del sindicato de enfermería. Con estos antecedentes se entiende por qué a la hija, la empezaron a llamar la “Cenicienta roja”.
De presentar las noticias, Letizia pasó a protagonizarlas. Su familia pasó de ser anónima a pública, cada uno de sus movimientos comenzó a ser seguido y comentado. La presión era tal que según se dijo, un mes antes de la boda, ante la presión que se ejercía sobre ella, mientras viajaba con su madre y suegra a la casa del modisto Manuel Pertegaz que le haría el vestido y tras una fuerte discusión con su prometido en el avión que les llevaba a Barcelona por un asunto de protocolo, Letizia sufrió un ataque de ansiedad en toda regla y amenazó con suspender la boda.
El 22 de mayo 2004 en la Catedral de Almudena se casaban el príncipe Felipe y Letizia. A partir del enlace real ella llevó el título de princesa consorte. La ceremonia religiosa fue televisada ante los ojos de miles de personas en un acto que duró casi cuatro horas. La pareja real se mostró cercana, afectuosa y cariñosa ante los ojos de los medios. Los expertos aseguran que Felipe cumplió con su deseo de casarse “por amor”.
Todo parecía idílico sin embargo al otro día hubo críticas y nuevamente las protagonizó Letizia. Que había estado muy seria, que no se la vio sonreír con naturalidad. El vestido que lució y para el que fue asesorada por la reina Sofía también fue muy criticado. Aunque todos coincidieron en que era “una obra de arte” por sus bordados con hilos de oro también se escribió que era “un traje incómodo, pesado que no resalta su figura”. Una de las críticas fue letal. La crítica del gurú de la moda, Pelayo Díaz: “Letizia es una mujer independiente, decidida, que sabe lo que quiere. El vestido que llevó el día de su boda era equivocado, no representaba a la mujer que lo llevaba. Un vestido tiene que hablar de ti, no dar señales equivocadas”.
Desde entonces y hace ya 17 años, Letizia no logra ser “reina de los corazones” de los españoles. Haga bien o mal las cosas, todo es motivo de crítica.
La ahora reina adhiere a una dieta saludable. En un encuentro informal con antiguos compañeros de profesión, disfrutó de unas hamburguesas de soja con verduras, más unos nuggets de queso de cabra con salsa de jengibre y de yuca con salsas. Al otro día, se la cuestionó, cómo siendo española podía preferir los vegetales a un buen jamón serrano. El escándalo no es el mismo hacia Sofía que también es vegetariana. A la madre de Felipe no se la critica porque reveló que la ausencia de carne en sus menús tiene que ver con la promesa que hizo al fallecer su padre, el Rey Pablo, de cáncer de estómago de no volver a comer carne. O sea se aceptar ser vegetariana por sacrificio, pero no por convicción.
Con la bebida a Letizia no le fue mejor. En los brindis institucionales levanta la copa, sonríe y ahí finaliza su cometido. Ni siquiera hace amago de mojarse los labios. No había explicación oficial hasta que un indiscreto micrófono abierto captó su respuesta: “Ya no bebo, soy abstemia completamente”. Otra vez los comentarios acerca de una reina que no aceptaba una copa de vino, cuando se sabe que el tinto es un producto españolísimo.
Otro aspecto donde “no se le perdona una” es como mamá. Letizia, como casi todas las madres del mundo, siempre estuvo muy preocupada por la educación de Leonor y Sofía, sus hijas. Evita que sean fotografiadas en público y logró que en el colegio donde asisten se prohíba el uso de celulares. El gesto no se entendió como cuidado de privacidad sino molestó por “autoritario”. Entre otras normas, les prohibió aceptar regalos y están obligadas a ir a dormir temprano: a las nueve de la noche, aunque los fines de semana el horario puede extenderse según las actividades sociales. En la semana no pueden ver tele, pero si sábado y domingo. Letizia tampoco les permite tener conexión a internet de lunes a viernes. Para garantizar un menú saludable, tienen prohibidas las golosinas: una orden que deben observar con atención porque ni siquiera los fines de semana se trasgrede.
Otra prioridad, compartida por Felipe era que las infantas hablaran en todas las lenguas cooficiales de la Península. Las niñas aprendieron en catalán, euskera y gallego. Además tanto Leonor como Sofía son bilingües en inglés. Leonor además de manejarse con el francés, está inmersa en el aprendizaje del chino y el árabe. Esta educación logró que cada vez que las infantas se presentan en público se alabe que se comportan de un modo extraordinario. Pero lejos de reconocerle algún mérito a la madre, se la critica por ser “demasiado exigente” con ellas.
Incidentes que en una pareja pueden parecer comunes con Letizia se magnifican. En 2011, Felipe se puso a conversar con el concejal de las fiestas Carlos González-Garcés cuando su esposa se acercó a él y le dijo malhumorada: “Si te paras con cualquiera, no vamos a acabar nunca”. Al otro día se criticaba a la Letizia por mandona y a Felipe por sumiso.
Con el vestuario no le va mejor. Para la boda real de Victoria de Suecia por su vestido de manga corta la llamaron “Princesa fósforo” y en la ceremonia de coronación de Guillermo y Máxima dijeron que su tocado era “el peor de la historia”. En una visita a una fábrica de Castilla se colocó una bata protectora y la criticaron por su falta de glamour. En vez de pensar “al que le quede bien una bata que tire la primera crítica”.
Letizia no es fanática de las joyas. Felipe como los miembros de la familia real británica no usan su anillo de bodas y “no pasa nada”. Pero cuando Letizia dejó de usarlo, se empezó a especular que estaba enojada. Simplemente había dejado de usar la alianza matrimonial porque los continuos apretones de manos en los eventos le producían heridas en las manos.
El hecho que sin duda la ubicó última cómoda en la tabla de las más populares fue su desencuentro con la reina Sofía en la Misa de Pascua de 2018. El típico chisporroteo de nuera y cuñada o entre una abuela algo entrometida y una madre algo rígida se transformó en un asunto de estado donde para la gente hubo una víctima, Sofía y una victimaria, Letizia. Incluso ante el suicidio de su hermana por una profunda depresión, la acusada fue Letizia cuando su ex cuñado le gritó: “Vosotros la habéis matado”.
Los juicios contra Letizia no cesan. Algunos no entienden como ese hombre guapo, royal al que vieron crecer de chiquito decidió casarse con una mujer de clase media. No importa que sigan enamorados, que sean padres de dos princesitas modelo. A Letizia se la reprende casi casi que como deporte nacional. Que es autoritaria, mandona, soberbia, que su tono de voz es molesto, que su mirada es inquisidora y desagradable, que ella solita pone en peligro la monarquía. ‘Me cae fatal’, es la respuesta habitual de los españoles, sobre todo por parte de señoras que jamás cruzaron una palabra con ella.
Quizá el problema no sea Letizia sino una guerra cultural en la que se mezclan el clasismo, los prejuicios culturales y una lucha de poder entre dos mundos. Las amigas de Letizia denuncian “doble vara” entre el trato a Juan Carlos I al que se le perdonan falta graves y a ella a la que condenan por faltas menores.
Como se pregunta el diario digital español El Confidencial: ¿Hay algo de machismo subterráneo en defender a Juan Carlos I y criticar a Letizia Ortiz por los mismos actos? ¿Y en denunciar que Letizia manda en Palacio porque Felipe es un calzonazos? Son preguntas difíciles de responder, pero parece evidente que Juan Carlos I caía bien y Letizia cae mal, del mismo modo que una persona campechana cae bien y una distante cae mal”.
El periodista Marco Chavarri prefirió la ironía: “El abuelo de Letizia es taxista. TAXISTA. ¿Hay un gremio que despierte más antipatía? Que podía ser zapatero remendón, o qué sé yo, dependiente de un economato, pero no, peseta…. ¡Y la madre es sindicalista! Si es que es de coña… Para colmo a Letizia no le gusta beber y es vegetariana. En fin… Letizia lo tiene todo para ser atacada”.
En una de esas la respuesta a tanta crítica la encontró la escritora británica Lady Colin Campbell: “Hay mucha gente que le gusta tener una Reina de clase media, pero disfrutan criticándola porque es como criticar a un primo”. Si Campbell está en lo correcto hoy Letizia hará suyas las palabras de Sissi: “Yo quiero mucho al rey… pero ¡lástima que no sea un sastre!”.
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