La muerte del príncipe Felipe de Edimburgo ha desempolvado sus heroicas hazañas durante la Segunda Guerra Mundial, en la que no solo integró las filas de Inglaterra en los combates contra las fuerzas alemanas, sino que, según los testimonios de sus compañeros de armas, salvó muchas vidas.
Una de esas historias sucedió en enero de 1945, cuando el príncipe Felipe ayudó a salvar la vida de dos hombres mientras operaba el barco ‘Whelp’, después de que un avión inglés fuera alcanzado por cazas japoneses.
El duque activó inmediatamente el sistema de búsqueda y rescate y dirigió el buque a toda velocidad hacia el lugar donde había caído el bombardero.
Los dos hombres lucharon en vano para inflar su balsa salvavidas, y después de 20 minutos en el mar vieron acercarse al ‘Whelp’.
El Príncipe Felipe les consiguió la ropa y se aseguró de que fueran alimentados y bebieran. Por su acto heroico recibió del entonces rey griego Jorge II la Cruz de Guerra Griega del Valor.
Esa historia fue contada por primera vez por Harry Hargreaves, que entonces tenía 85 años, en un foro de la BBC en 2003 donde relató varias anécdotas de la Segunda Guerra Mundial que tuvieron a Felipe, entonces primer teniente de la Royal Navy, como protagonista.
Según Hargreaves, el futuro duque de Edimburgo también fue el cerebro detrás de un frustrado bombardeo de la Lufwaffe (Fuerza Aérea Alemana) contra el barco que comandaba durante la invasión aliada a Sicilia en 1943.
Carrera en la Armada
Su paso por la Armada comenzó en 1938, cuando dejó la Escuela Gordonstou para ingresar como cadete. Desde entonces se formó como oficial la Universidad Naval Real Británica en Dartmouth.
En 1940 se le asignó su primer destino como guardiamarina en el acorazado HMS Ramillies, y se dio la tarea de proteger los convoyes de la Fuerza Expedicionaria Australiana en el Océano Índico.
El príncipe Felipe se transfirió a la Flota del Mediterráneo en octubre de 1940 tras la invasión de Grecia. Allí sirvió a bordo del HMS Valiant y estuvo involucrado en la batalla de Creta, que vio a docenas de barcos de la Royal Navy hundidos o dañados.
El bombardeo en Sicilia
“El príncipe Felipe nos salvó la vida esa noche”, contó Hargreaves en el foro de la BBC.
Hargreaves era un campesino a bordo del destructor HMS Wallace en el que Felipe, hijo del príncipe Andrés de Grecia, había sido nombrado primer teniente, segundo al mando, a la edad de 21 años. En julio de 1943, participando en los desembarcos aliados en Sicilia, el barco fue bombardeado repetidamente en la oscuridad de la noche y su tripulación se dio cuenta de que probablemente perderían la vida.
Fue entonces que Felipe ideó un plan para tirar por la borda una balsa de madera con flotadores de humo que crearían la ilusión de escombros en llamas en el agua. Como esperaba, el avión alemán fue engañado para atacar la balsa mientras el Wallace navegaba a un lugar seguro al amparo de la oscuridad.
“Era obvio que éramos el objetivo de esta noche y no se detendrían hasta que hubiéramos sufrido un golpe fatal. Para todo el mundo era como tener los ojos vendados y tratar de evadir a un enemigo cuyo único problema era apuntar correctamente. Nadie tenía ninguna duda de que un golpe directo era inevitable”, contó Hargreaves.
Los tripulantes estaban desesperados, era claro que en la siguiente ronda de bombardeos, o en la que viniera después de esa, morirían, o por lo menos, sus chances de sobrevivir serían muy bajas. “Habíamos pasado por tanto que el sentimiento de ira y frustración era tan grande como el miedo que sentíamos todos los demás y yo”, resalta el veterano.
Pasaron menos de cinco minutos después de que la aeronave partió y guiándose por lo que había durado el ataque anterior calcularon que tenían unos 20 minutos para pensar en algo antes de que regresaran los cazas alemanes.
Los tripulantes estaban desesperados, era claro que en la siguiente ronda de bombardeos, o en la que viniera después de esa, morirían, o por lo menos, sus chances de sobrevivir serían muy bajas. “Habíamos pasado por tanto que el sentimiento de ira y frustración era tan grande como el miedo que sentíamos todos los demás y yo”, resalta el veterano.
Pasaron menos de cinco minutos después de que la aeronave partió y guiándose por lo que había durado el ataque anterior calcularon que tenían unos 20 minutos para pensar en algo antes de que regresaran los cazas alemanes.
Era imposible que en ese tiempo pudieran navegar muy lejos, ni siquiera lo suficiente para que los aviones alemanes creyeran que se había movido. Entonces el primer teniente Felipe entabló una conversación apresurada con el capitán, y lo siguiente que hicieron fue montar una balsa de madera en la cubierta.
“En cinco minutos lanzaron una balsa por el costado; en cada extremo se sujetó un flotador de humo. Cuando golpeó el agua, los flotadores de humo se activaron y las ondulantes nubes de humo intercaladas con pequeñas ráfagas de llamas dieron una imitación convincente de los escombros en llamas en el agua”, relató Hargreaves.
Después el capitán ordenó que se adelantara el barco y por cinco minutos se navegó lejos de la balsa, luego detuvieron los motores, dando tiempo para que la estela en el agua se apaciguara y no delatara su nuevo posición.
“Nos quedamos allí en silencio en la suave oscuridad y maldecimos a las estrellas, o al menos yo lo hice. Pasó bastante tiempo hasta que oímos que se acercaban los motores de los aviones”, recuerda el veterano.
A los minutos volvió el avión, sus motores rugían tan fuerte que se sentían directamente sobre la cabeza de las tropas aliadas que esperaban en cualquier momento escuchar los bombazos, tal vez el último sonido que escucharían. Pero la artimaña funcionó, y el avión descargó contra la balsa, dejándolos ilesos.
“Nos quedamos allí esperando a que se fuera, lo que hizo, y, en vista de los ataques solitarios tan bien espaciados, estábamos convencidos de que no regresaría. Había sido un pensamiento maravillosamente rápido, transmitido a un equipo dispuesto y puesto en acción como si estuviera ensayado”, recuerda Hargreaves.
Es claro para Hargreaves que tanto él como los demás compañeros que estuvieron en ese bombardeo pudieron vivir largas vidas después de la guerra gracias al joven teniente que años después pasaría a ser esposo de la Reina Isabel II y coronado como Duque de Edimburgo.
“El príncipe Felipe nos salvó la vida esa noche. Supongo que podría haber algunos supervivientes, pero sin duda el barco se habría hundido. Siempre fue muy valiente e ingenioso y pensó muy rápido. Te dirías a ti mismo “¿Qué diablos vamos a hacer ahora?” y a Felipe se le ocurría algo”, concluyó.
Después de la Guerra.
Tras la victoria en Europa en 1944, Philip se trasladó a la flota británica en el Pacífico y estuvo presente durante la firma de la rendición japonesa al año siguiente.
Al culminar la guerra Felipe trabajó como instructor en el establecimiento de capacitación de liderazgo de la Marina, el HMS Royal Arthur en Wiltshire.
En 1947 se casó con la entonces princesa Isabel, con quien se había conocido en 1939 cuando ella visitó la Universidad Naval Real Británica en Dartmouth junto con sus padres, los reyes Jorge VI e Isabel. Entonces Felipe era solo un cadete de 18 años a quien le encargaron mostrarle la universidad a una jovencísima esa Isabel, que solo tenía 13 años, y su hermana menor, la princesa Margarita.
La historia dice que ahí se enamoraron a primera vista, pero luego Felipe se fue a combatir a la guerra. Finalmente, después de cumplido sus deberes militares, le pidió la mano de su hija mayor al Rey Jorge VI y cuando este falleció pasó a convertirse en monarca de Gran Bretaña junto a su esposa.
Su carrera militar continuó oficialmente hasta 1952, alcanzando el rango de comandante.
Luego, fuera del servicio oficial, siguió cosechando títulos militares honorarios, incluido convertirse en Almirante de la Flota de cinco estrellas en la Armada en el acceso de la reina Isabel II al trono en 1953, el puesto más alto disponible en la rama militar.
En 2011, también se convirtió en Lord Alto Almirante, uno de los nueve Grandes Oficiales del Estado inglés.
Felipe de Edimburgo vivió una vida controversial, marcada por más de un escándalo, pero para muchos siempre fue recordado como un héroe de guerra, alguien que pese a ser noble desde nacimiento, combatió por su país y uso su astucia para salvar la vida de muchos hombres.
Felipe murió este viernes 9 de abril de 2020 a la edad de 99 años.
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