De las travesuras que la Reina amaba a las denuncias de abuso sexual: el príncipe Andrés cumple 61 años solo y repudiado

El hijo preferido de Isabel II, el más travieso y quien rompía el protocolo, es hoy un hombre rechazado por el pueblo inglés. La denuncia de abuso de una menor de 17 años en la mansión del empresario Jeffrey Epstein lo ha convertido en un paria de la realeza. Los gestos de la Reina para no dejarlo solo frente a todos

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El príncipe Andrés cumple 61 años (Reuters)
El príncipe Andrés cumple 61 años (Reuters)

Hay una escena épica en la última temporada de la serie The Crown en la que la Margaret Thatcher de Gillian Anderson se quiebra ante la Reina cuando le cuenta que su hijo preferido desapareció en el desierto durante el rally París-Dakar. La maravillosa Isabel II que interpreta Olivia Colman queda entonces perpleja y se lo hace saber luego al hoy convaleciente príncipe Felipe: entre sus cuatro hijos, ella no está segura sobre quién es su favorito.

La monarca encarga entonces a su secretario una serie de entrevistas privadas con cada uno de sus vástagos, hasta que llega a una conclusión: Carlos es demasiado distante y egoísta; Ana, muy rígida y pasional; el menor, Eduardo, demasiado vengativo. Pero Andrés, que secuestra un helicóptero de la Marina para su cita, es divertido y travieso, la hace reír, la sorprende.

Puede que todo lo anterior sea una licencia del guion de Peter Morgan, pero lo que es definitivamente cierto es que en su tercer hijo, nacido exactamente hace 61 años, doce y diez años después que sus hermanos mayores, Carlos y Ana, Isabel encontró a su preferido. Lo que tal vez la Reina no sospechaba era que ese carácter desprejuiciado y alegre que supo conquistarla terminaría por convertirlo en el personaje más repudiado de la realeza por el pueblo inglés.

En rigor, la relación de Isabel con su segundo varón fue distinta desde que llegó al mundo, el 19 de febrero de 1960. Aunque entonces era el segundo en la línea de sucesión –hoy está octavo después de Archie, el hijo de Harry y Meghan– recibió el tratamiento de Su Alteza Real y un nombre y apellido que eran la prueba de que la crisis entre la Reina y su consorte había quedado atrás: el nombre Andrés era un homenaje al padre de Felipe, el príncipe Andrés de Grecia y; a diferencia de sus hermanos, se lo llamó Mountbatten-Windsor. Carlos y Ana solo llevaban el apellido de la familia real, algo que indignaba al esposo de la monarca, que aseguraba que era “el único hombre en el país que no podía dar su apellido a sus propios hijos”.

Isabel disfrutó con él por primera vez de su maternidad: estaba cerca de su marido, había ganado experiencia en el trono, y tenía un tiempo del que no dispuso con la llegada del primogénito, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial y en plena reconstrucción del país; ni con la de su hija, cuando le tocó hacer largas giras protocolares por los países del Commonwealth. Y aunque cuatro años después llegó Eduardo, Andrés siempre fue el mimado de su madre, el único que le permitió ejercer el rol de lleno y hasta prescindir a veces de las niñeras. “Le enseñaba el abecedario, la hora, y le leía cuentos para dormir”, “Solía ir a verlo al colegio con sus guardaespaldas y asistía a sus partidos y jornadas deportivas”, cuenta, por ejemplo, The Telegraph.

Septiembre de 1960: la familia real en el castillo de Balmoral. La reina Isabel II, Felipe de Edimburgo y tres de sus cuatro hijos: Carlos, Ana y Andrés (AP Photo)
Septiembre de 1960: la familia real en el castillo de Balmoral. La reina Isabel II, Felipe de Edimburgo y tres de sus cuatro hijos: Carlos, Ana y Andrés (AP Photo)

Esa cercanía no cambió con los años. “Cada vez que se entera de que Andrés está en el Palacio de Buckingham, le envía una nota escrita a mano, y él siempre va a verla”, filtró un ex asistente del palacio al Daily Mail. El príncipe, a su vez, responde al ritual con devoción: “Si lleva jeans, se pondrá un traje. Y siempre saluda a ‘mamá’ de la misma manera: inclinándose desde el cuello, besando su mano y luego besándola en ambas mejillas. Para ella, él no puede hacer nada mal”.

¿Ser el consentido de una de las mujeres más poderosas del mundo terminó por arruinar su carácter? “Si él no cambia ...”, dice la Reina de Colman en The Crown en otra evidente licencia de guion que anticipa, sin decirlo, el futuro negro de ese chico que se burla con simpatía del protocolo pero que terminó siendo forzado a abandonar sus deberes reales por su escandalosa vinculación con el financista Jeffrey Epstein.

La Reina, sus hijos y nietos en el balcón del palacio de Buckingham, Andrés siempre a su lado (Shutterstock)
La Reina, sus hijos y nietos en el balcón del palacio de Buckingham, Andrés siempre a su lado (Shutterstock)

Puede que en algún momento de su crianza la Reina haya advertido el problema. Como cuando, según la escritora real Ingrid Seward, Andrés se burlaba de los guardias en función, pateaba a los perros y golpeaba las patas de los caballos. Según narra Seward, en una oportunidad, un lacayo se enfureció tanto por las burlas de Andrés que “le dio un golpe que lo dejó tirado en el suelo con un ojo morado”. El lacayo se ofreció entonces a renunciar, pero la Reina se puso de su lado y se negó a castigarlo.

Hubo un tiempo, sin embargo, en que Isabel II estuvo realmente orgullosa de su preferido. Cuando, tras ingresar en la Marina Real Británica en 1978, participó en la Guerra de Malvinas como piloto de helicópteros, volvió convertido en un héroe para el pueblo que hoy le da la espalda. Fue por él que el general argentino Mario Benjamín Menéndez, entonces gobernador de las islas, acuñó la tristemente recordada frase: “Que traigan al principito”. El biógrafo Andrew Morton asegura que la Reina “todavía sigue llevando en su bolso una foto del príncipe Andrés del día que regresó de la guerra”.

Su matrimonio con Sarah Fergie Ferguson fue, desde el vamos, tan incendiario como el color de pelo de la duquesa. Andrés tenía 22 años y además de la fama de héroe, se había convertido en un soltero codiciado. Fergie venía de una familia aristocrática, pero no era precisamente una chica tradicional, aunque tenía la misma simpatía fuera de protocolo que su futuro marido. Se casaron el 23 de julio de 1986 en la Abadía de Westminster, y ese día la Reina les otorgó los títulos de duques de York, condes de Inverness y barones de Killyleagh. Ella recibió automáticamente el tratamiento de Su Alteza Real. Dos años después, el 8 de agosto del 1988, nació Beatriz, y el 23 de marzo de 1990, llegó Eugenia (que acaba de tener a su primer hijo y de convertir a Andrés en abuelo por primera vez).

Su matrimonio con Sarah “Fergie” Ferguson fue, desde el vamos, tan incendiario como el color de pelo de la duquesa. En marzo de 1992 anunciaron su separación, aunque siempre se mantuvieron cerca (Shutterstock)
Su matrimonio con Sarah “Fergie” Ferguson fue, desde el vamos, tan incendiario como el color de pelo de la duquesa. En marzo de 1992 anunciaron su separación, aunque siempre se mantuvieron cerca (Shutterstock)

Tan apasionados como infieles, la historia de amor de los duques de York llegó a su fin –al menos públicamente– después de que Fergie fue sorprendida por los paparazzi en una sesión de fotos muy poco protocolares con otro hombre en Marrakech. Trascendió que, aunque siempre se habían mostrado amorosos en público, entre los compromisos reales y las misiones de la Marina, Andrés solo pasaba con su mujer cuarenta días al año. En marzo de 1992 anunciaron su separación, aunque siempre se mantuvieron cerca.

De nuevo soltero, el príncipe se entregó al estilo de vida relajado –y proclive a lo indecoroso– de quien sabe que no tiene la obligación del heredero. Se hizo habitual que la prensa lo retratara en los nightclubs de la Costa Azul con distintas mujeres y acumuló romances furtivos con la modelo de Playboy Angie Heverhart, con la croata Monica Jakisik (ex de George Clooney), con la estilista Caroline Stanbury y con la cantante Kylie Minogue. Por entonces comenzaron a llamarlo “Andy el cachondo”.

El príncipe Andrés con Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein (detrás con corbata rayada en gris) en Ascot (Shutterstock)
El príncipe Andrés con Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein (detrás con corbata rayada en gris) en Ascot (Shutterstock)

Retirado de la Marina, no parecía tener más proyectos en el horizonte que dedicarse a disfrutar de su fortuna, de su fama y de sus contactos para pasarla bien. Y todo, con el consentimiento –o la vista gorda– de su mamá. De hecho, se ganó otro apodo, “Andy Millas”, por su afición por los medios de transporte de lujo. Como cuando Vanity Fair reveló que había tomado un helicóptero por solo 50 millas para un almuerzo con dignatarios árabes, con un costo de casi €5.000. Es solo una muestra de las miles de facturas de viajes de difícil justificación –como los €500.000 que acumuló entre 2011 y 2012– pese a que ya había renunciado a su puesto como enviado comercial del Reino Unido. Flaco favor para una monarquía crecientemente cuestionada por sus gastos.

Aun así, hasta que fue alcanzado por el escándalo de los abusos de su amigo Epstein –que se suicidó en la cárcel en agosto de 2019 mientras esperaba un juicio por delitos de tráfico sexual– siempre pareció ser protegido y perdonado por la Reina. Lo que la propia Casa Real consideró entonces como “un desastre catastrófico” fue que el príncipe mintiera durante una entrevista que brindó a la BBC, en un intento de limpiar su imagen tras la muerte del financista. El preferido de Isabel II había sido acusado de abuso sexual por parte de Virginia Giuffre (quien entonces tenía 17 años) y decía haberse encontrado en marzo de 2001 en el departamento londinense de la entonces novia de Epstein, Ghislaine Maxwell, en Nueva York y en la isla privada del empresario en las Islas Vírgenes.

Andrés negó la acusación de abuso: según dijo, el día en que Virginia Giuffre aseguraba que había sido abusada, él estaba con su hija en una pizzería de la cadena británica Pizza Express en el sureste de Inglaterra (Grosby)
Andrés negó la acusación de abuso: según dijo, el día en que Virginia Giuffre aseguraba que había sido abusada, él estaba con su hija en una pizzería de la cadena británica Pizza Express en el sureste de Inglaterra (Grosby)

Andrés lo negó: según dijo, el día en que Giuffre aseguraba que había sido abusada, él estaba con su hija en una pizzería de la cadena británica Pizza Express en el sureste de Inglaterra. Cuando le preguntaron por qué se acordaba de ese dato tan concreto, él respondió que porque era “inusual” para él ir a esa pizzería. Sin embargo, el Daily Mail hizo una investigación que demostró que Andrés había mentido. Para el medio, tanto el duque como un guardaespaldas de Scotland Yard pasaron una noche en la casa de Epstein, y durante ese viaje de tres días a los Estados Unidos, Andrés habría abusado de Giuffre.

El príncipe en la entrevista con la BBC donde mintió sobre su relación con Epstein y los abusos
El príncipe en la entrevista con la BBC donde mintió sobre su relación con Epstein y los abusos

Esa desastrosa entrevista y sus consecuencias lo obligaron a alejarse definitivamente de la vida pública. También a limitar sus viajes, ya que los especialistas temen que se convierta “rápidamente en acusado y quede detenido en Nueva York”. Pero incluso después de eso, Isabel encontró la forma de mostrar su apoyo al príncipe al ser fotografiada montando a caballo con él en Windsor.

Hoy la relación de la Reina con su supuesto hijo favorito sigue siendo cercana y hasta habría sido su soporte y confidente durante la separación del príncipe Harry y Meghan Markle de la monarquía. “Es obvio que tiene mucho tiempo libre –dijo una fuente a The Sun–. Pero él habría estado allí de todos modos prestándole el hombro a su madre para que llorara”.

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