La boda entre la princesa Beatriz de York y Edoardo Mapelli Mozzi fue secreta e íntima en Windsor y lo mismo sucede con su luna de miel. En el complejo contexto sanitario por la pandemia, la nieta de la reina Isabel II organizó una escapada romántica para festejar su reciente enlace.
Como es habitual en la realeza británica no hubo un comunicado oficial que confirmará el destino elegido para celebrar el amor. Sin embargo, comenzaron las especulaciones. Para algunos, el lugar era obvio: las paradisíacos islas Seychelles que escogieron Kate Middleton y el príncipe William para su viaje de novios. Sin embargo, las restricciones de movilidad impidieron ese plan.
Sin complicarse por no poder viajar a un destino más exótico, la pareja eligió pasar su luna de miel en el sur de Francia, según publica el diario británico Mail on Sunday.
Según la prensa, el novio Edoardo condujo un coche por la carretera que une al Reino Unido con Francia, mientras Beatriz ofició de copilota en la travesía en busca del romántico destino. “Fue una sorpresa verlos este fin de semana”, dijo un testigo al medio Mail on Sunday.
La princesa Beatriz y Edoardo Mapelli Mozzi no son la única pareja de la realeza que ha tenido un discreto viaje de bodas. El lugar elegido por los Duques de Sussex, Harry y Meghan Markle, continúa siendo todo un misterio hasta el presente.
Este plan nupcial es muy similar al que eligió la para su luna de miel la Reina Isabel con Felipe de Edimburgo en plena posguerra.
Previo a la irrupción del coronavirus, la pareja ideaba un viaje más exótico, escaparse a la isla de Lamu, situada en Kenia y donde la familia Mapelli Mozzi posee una propiedad, donde podrían disfrutar de distintas aventuras en el país africano. Debido a las restricciones para viajar, optaron por una escapada romántica y programaron una segunda luna de miel más lujosa y selecta para el mes de agosto, según publica la revista People.
La pandemia no solo ha interferido en el viaje sino en el plan de la boda, que originalmente tenían fecha para mayo y locación en el palacio de St. James, con una exclusiva recepción en los jardines del palacio de Buckingham. En cambio, dieron en sí quiero el pasado 17 de julio en la Capilla Real de Todos los Santos en Royal Lodge, en Windsor, con apenas treinta invitados.
La novia, prefirió no usar un vestido nuevo y recicló uno de su abuela. Escogió el diseño vintage de Norman Hartnell –diseñador predilecto de la reina– que Isabel II ya había lucido en varias ocasiones desde los años 60. En la cabeza, como indica el protocolo real, llevó la tiara Fringe, que usó la monarca el día de su boda en 1947.
El look, la ceremonia e inclusive el viaje vuelven a repetirse en la historia de la monarquía británica.
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