Gustavo Rodríguez estará en todos los portales de noticias de hispanoamérica porque este jueves ganó el premio Alfaguara por su novela Cien cuyes. “Es una novela tragicomica situada en la lima de hoy que refleja los conflictos de nuestro tiempo, hostiles con la gente mayor”, dijo el jurado.
En julio de 2022 el autor había conversado con Infobae sobre su novela Treinta kilómetros a la medianoche. Aquí sus palabras, para conocerlo mejor.
La entrevista con Gustavo Rodríguez
Gustavo Rodríguez pone en aprietos a su personaje principal de Treinta kilómetros a la medianoche. Su hija está en un hospital, pero para llegar a ella hace falta recorrer por los tantos y tan diferentes distritos de Lima. El desarrollo de la historia no sería posible sin este escenario donde la desigualdad, la derrota, la mentira y la traición son unos de los tantos baches en el camino.
-Un personaje importante en esta novela es Lima como ciudad. Un lugar donde las promesas son varias, pero las decepciones infinitas. Y esto se refuerza al saber que pronto oiremos más promesas de quienes quieren ser el próximo alcalde de la ciudad.
-Mientras no haya una reforma política que mejore la oferta electoral esto va a seguir ocurriendo. Las elecciones son puestas en escena teatrales donde todos tratan de convencer que su historia es la más creíble. No en vano Miterrand decía que un candidato debía encarnar al héroe creíble del cambio. Toledo, García, Fujimori y hasta Castillo lo fueron en su momento y si fueron elegidos es porque fallan los filtros.
-¿Recuerdas a algún candidato con la peor puesta en escena?
-Si hago una relación de peor puesta en escena, pero mejor apuesta personal mencionaría a Valentín Paniagua. Había sido un presidente honrado y aplaudido, pero cuando estuvo en campaña no tuvo la habilidad de seducir a las masas con la performance que se necesita.
-¿Crees que le sucedería lo mismo a Francisco Sagasti?
-Probablemente sí. El drama de las elecciones es que el ser humano quiere ser engañado. Creemos que llegará alguien a salvarnos y la historia del Perú ha sido eso, darnos cuenta que los héroes creíbles del cambio fueron mesías que nos decepcionaron.
-En cada elección, ¿todavía sientes el deseo de ser engañado?
-Sí, quiero pensar lo mejor de aquel que me parece menos malo. Siempre trato de ver un ángulo positivo, pero cada vez menos. Me desengañé después de Toledo. Es trágico que personas que puedan encarnar la esperanza de todo un pueblo, apelando a su identidad y la inequidad, terminen siendo unos bribones.
-Es decir, tus esperanzas para octubre son nulas.
-Sí y seguirán siéndolo mientras no haya un cambio en las reglas. También quiero que se vayan todos, pero siempre y cuando haya una reforma política.
-Pero le pedimos una reforma política a quienes se perjudicarían con ella. ¿Quiénes deberían asumir la tarea de impulsar esa reforma?
-Tiene que ser la sociedad civil porque los actuales jugadores en la cancha no lo harán. La gente que iba a ir al mundial de Catar debería recuperar esa energía y exigir que se concrete una reforma política en el Perú.
-¿Alguna vez un político sirvió de inspiración literaria?
Me da temor usar como molde de mis personajes a un político porque terminan siendo más sorprendentes que cualquiera que uno pueda crear. Es arriesgarte a que tu producto no descolle respecto a la materia prima de carne y hueso.
-¿Cómo dirías que es la Lima escrita en Treinta kilómetros?
-Sería una especie de confederación de tribus, un croché geográfico en el que los parches se han unido de manera desordenada. Espero que en el futuro podamos tener autoridades que generen cohesión a través del servicio público, sobre todo en el transporte. El día que nuestros alcaldes pisen el acelerador en el tema de transporte para que nos una en nuestras idas y venidas en la ciudad, está será una ciudad más hermosa.
-¿Para dejar de ser la ciudad colonial que somos?
-Una ciudad poscolonial como todo el Perú. Tenemos menos años como república que como colonia. A veces pienso que todos nuestros dramas empezaron cuando Atahualpa cayó al piso en esa plaza de Cajamarca. Ahí empezó la jerarquización que nos divide hasta ahora en la que el poder real y simbólico lo tiene el blanco de afuera y el último en el escalafón es el indio o, mejor dicho, la india que no habla español.
-En tus últimas publicaciones abordaste el tema del feminismo. ¿Cuántos detractores te has ganado por ello?
-No olvidemos que estamos en una sociedad machista, así que me parece natural que existan conservadores, pero siempre me preguntó qué quieren conservar. A la larga conservas un tipo de privilegio del que no eres consciente. Que no me haya declarado feminista creo que ayudó a no tener demasiados odios dirigidos a mi. No debemos quitarle el protagonismo a las verdaderas víctimas que son las mujeres,
-Quizás el reto más importante de la lucha feminista es acercarse a los conservadores y tratar de entenderlos porque ellos no harán los mismo.
-El gran drama de las luchas sociales están en que se acumula frustración, ansiedad y rabia por la injusticia. Hacer catequesis implica ser paciente, empático, pero es complicado serlo frente a la falta de empatía del otro, pero el que insulta pierde una gran oportunidad de ganar una adición.
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