Una de las costumbres más arraigadas que tenemos los peruanos en estas fiestas de fin de año es la tradicional quema de muñecos en el medio de la calle, apenas el reloj toca las doce campanas que indican que ya estamos en el primero de enero.
Para muchos, esta acción representa dejar todo lo malo en el pasado para que solo cosas buenas y nuevas lleguen a nuestras vidas, con el único deseo de que los siguientes 365 días sean mejores que los anteriores
Pero por más que algunos sigan fascinados con esta práctica y la realicen año tras año, lo cierto es que la misma tiene miles de años de haberse instaurado en la psiquis de la humanidad. Y a pesar de las advertencias por los problemas que causa al medioambiente, todo parece indicar que en la noche de este 31 de diciembre seremos testigos de miles muñecos quemados por todo el Perú.
Inicio de la tradición
Según los libros de historia, la quema de muñecos y de objetos viejos en la última noche del año nació en la antigua Grecia.
La tradición dictaba que un rey sagrado debía morir al final de su mandato. Entonces construían una gran figura de madera, que simbolizaba al dignatario, para que fuera quemada. Esto representaba el final de su mandato.
En ese sentido, una estatua de madera del héroe de la mitología griega Hércules fue hallada en el mar Jónico (un brazo del Mar Mediterráneo) para ser llevada luego a un templo en Eritrea.
Esto sería una prueba de que las estatuas de los reyes sagrados siguieron siendo quemadas por varios siglos. Aun después de haberse abolido la tradición de sacrificar al mismo rey en persona.
Por otro lado, la madera de acebuche, material con el que se fabricaban estas estatuas antes de ser quemadas, representaba al Año Nuevo cuando el rey nuevo comenzaba su mandato expulsando a los espíritus del año viejo.
La persona encargada de iniciar el fuego representaba al futuro sucesor del rey que gobernará en el nuevo periodo.
Al resto del mundo
Con el pasar del tiempo, esta costumbre se fue extendiendo por diversos lugares de Europa hasta llegar a España. Así se fue mezclando con otras tradiciones paganas del Viejo Continente como las Saturnales de Roma, rituales celtas o el Olentzero en el País Vasco y Navarra de España (este era un personaje local que llevaba regalos a los niños de esas zonas).
Luego, con el tema de la conquista de América, los españoles cruzaron el charco trayendo consigo todas sus costumbres que fueron adaptadas por los indígenas que sufrían los duros tratos a los que eran sometidos, por los que se creían los dueños de sus vidas.
Es por eso que al principio de esta costumbre en nuestro continente, los mencionados muñecos eran representados con pelucas rubias y ojos azules o verdes.
En Sudamérica
La costumbre de quemar muñecos por fin de año, tal y como la conocemos en el Perú y en esta parte del mundo, nació en eEcuador a principios del siglo XIX.
De acuerdo con algunos historiadores, como María Belén Calvache, estas tradiciones se comenzaron a dar en las ciudades principales como Quito y Guayaquil. La quema era la última parte de una serie de celebraciones católicas que duraban diez días. Desde el 28 de diciembre hasta la bajada de Reyes, el seis de enero.
El día elegido era el 31 de diciembre, cuando un grupo de personas vestidas totalmente de blanco y enmascaradas colocaban muñecos representando a ancianos borrachos. Como estas personas no tenían ‘donde caerse muertas’ ni dejaban testamento, los enmascarados, cual viudas, iban por las calles pidiendo dinero.
Así hasta llegar la media noche, cuando el muñeco se quemaba y antes de eso se leía un ‘testamento’ en el que se dejaba varias cosas a los deudos. Generalmente, este documento incluía presagios en forma de sátira o deseos de prosperidad.
Con el paso de los años, esta costumbre ecuatoriana saltó a otros países como Venezuela, México, Argentina, Chile y, por supuesto, el Perú.
Por estos lares
En nuestro país, la realización de estos muñecos es de varios días antes al 31 de diciembre. En ellos se representa todo lo malo que nos pudo haber pasado todo el año. Para muchos, la quema en sí significa una especie de purificación del alma para volver a empezar.
Los muñecos son armados con ropa vieja y son rellenados con aserrín, papel periódico y cualquier cosa que se pueda quemar. Al final, poco antes de la medianoche, algunos lo bañan con algún tipo de combustible para facilitar el encendido.
Pero también hay de los que prefieren ir a comprar uno al mercado de su localidad, en las tiendas especializadas. Estas suelen tener los rostros de los principales personajes que tuvo el país a lo largo del año, que incluye artistas, deportistas y, sobre todo, políticos.
Lo que sí es obligatorio en todos los muñecos es que deben tener sus testamentos, que son escritos por todas las personas que participaron del armado del muñeco y sirve como catarsis para no volver a repetir lo malo y atraer todo lo bueno en el año venidero.
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