Desde la llegada de los conquistadores españoles allá en el siglo XVI, el cristianismo se impuso en el Perú a base látigo y muerte. Vale decir, los que antes adoraban al dios Sol, ahora debían hacerlo al judeocristiano. Caso contrario, la muerte era el destino más seguro para los que osaran tener otras creencias religiosas.
Un claro ejemplo de eso fue la llegada de la Santa Inquisición a Lima (1570). Esta terrible institución cristiana era la encargada de velar por que todos los habitantes de eta tierras siguieran casi a ciegas las enseñanzas de la Biblia.
Otra de sus labores era perseguir y castigar con extrema rudeza, a veces hasta la muerte, a los que se negaban a hacerlo. Principalmente, a judíos y seguidores del Islam, a los que obligaban a convertirse a la religión católica so pena de los castigos mencionados arriba.
Más tolerancia
Una de las grandes oleadas de inmigrantes que llegó al Perú se dio en el siglo XIX. De muchas partes del mundo venían a nuestro país para labrarse un futuro mejor. El ‘problema’ era que muchos de los recién llegados profesaban otras religiones.
Y era en serio una complicación, pues el Estado, que confiaba en dinamizar el desarrollo del país con los extranjeros, seguía teniendo como única religión oficial al catolicismo.
Pero para que la nueva fuerza laboral siga llegando de otros lares, el Estado se vio en la obligación de permitir los matrimonios civiles, los entierros en cementerios laicos y, finalmente, otras religiones.
Para muestra, la Constitución Peruana de 1860, que estuvo vigente en gran parte del siglo XIX y buena parte del XX, rezaba en su artículo 4: “La Nación profesa la Religión Católica, Apostólica, Romana: el Estado la protege, y no permite el ejercicio público de otra alguna”.
Las ideas que pedían mayor tolerancia a las otras expresiones religiones eran cada vez más en la tradicional sociedad limeña de aquellos tiempos. Intelectuales y escritores como Manuel González Prada y Ricardo García Rosell hacían eco de lo que todos hablaban todavía en voz baja por miedo a las consecuencias legales.
El hito del metodista
Uno de los momentos claves para el cambio del artículo que prohibía otras creencias, fue lo que ocurrió en 1890 con el famoso metodista italiano Francisco Penzotti, quien fue encarcelado hasta en dos ocasiones (en Arequipa y Callao) por predicar un culto diferente al que regía en la Carta Magna de aquel entonces. Solo gracias a la presión mediática a nivel internacional, ya que Penzotti era miembro de la American Bible Society su caso fue expuesto en los grandes diarios de los Estados Unidos.
Tras el hecho, la polémica se encendió más aún. Por un lado, los librepensadores, masones y anarquistas que promovían la libertad de culto en todo el país. Por el otro, los conservadores que estaban felices con el status quo. Los principales estaban reunidos en Lima y Arequipa
Cambio de mente
Otro punto de choque cuando llegaron los adventistas a las alturas de Puno y comenzaron a realizar mejoras en la educación local e hicieron que los pobladores de la zona tomen conciencia de su rol en la sociedad. Obviamente, esto no gustó para nada a las autoridades católicas ni a los gamonales.
Todo ocurrió, un tres de marzo de 1913, durante el gobierno de Guillermo BIllinghurst y en el distrito de Platería. Ese día los grupos adventistas y diversas autoridades eclesiásticas provocaron serios incidentes, ya que los adventistas tenían misiones y escuelas para los indígenas. Hasta el obispo de Puno estuvo involucrado
Tras conocer el bochornoso hecho, el presidente Billinghurst envió al militar Teodomiro Gutiérrez Cueva a Puno para poner orden. Más tarde se haría llamar “Rumi Maqui” (mano de piedra, en quechua) y encabezaría una rebelión, pero esa es otra historia.
Por fin, el cambio
Luego de lo ocurrido en Platería, el Senado se presentó un proyecto de ley para cambiar de una buena vez el artículo 4 de la Constitución. Medida que fue respaldada y apoyada por los representantes puneños.
Luego de un largo y ardoroso debate, y muy a pesar de la oposición religiosa de varios sectores y asociaciones como la ‘Unión Católica’ que realizaron marchas entonando alabanzas cristianas, el proyecto de tolerancia de cultos fue aprobado en el Congreso el 11 de noviembre de 1915.
Un hecho que pasó a la posteridad por demostrar una increíble intolerancia, fue cuando el diputado Sánchez Rangel rompió la ley.
Sin embargo, esto no fue impedimento para que el mismo día el presidente José Pardo promulgara la ley N° 2193, derogando la prohibición del ejercicio público de otros cultos diferentes distintos a la religión católica.
Se completaba así un importante paso para el proceso de lograr un estado laico.
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