Dicen que la historia siempre tiene dos lados. Y el más conocido es el que escriben los ganadores. Lo cierto es que muchas de estas no tienen nada que ver con lo que enseñan en las escuelas. Y es que, los que ‘perdieron’ o salieron menos favorecidos, también tiene su propia versión de los hechos y estas suelen ser totalmente diferentes a las oficiales.
Un claro ejemplo es lo que supuestamente ocurrió durante los primeros años desde la llegada de los españoles al Perú. Nos referimos a la captura de Atahualpa luego de su encuentro con el cura Valverde en el siglo XVI. Esto es lo que pudo haber pasado en realidad.
Te invito a morir
Mientras Atahualpa descansaba en sus propiedades de Cajamarca, celebrando las contundentes victorias de sus tropas sobre las de su hermano Huáscar, en los primeros días de noviembre de 1532 tomó conocimiento que unos extraños personajes ingresarán a la ciudad.
Se trataban de los españoles que habían partido desde Tumbes y se dirigían a la sierra norte del Tahuantinsuyo para entrevistarse con él. Al creer que eran inofensivos en un primer momento, Atahualpa les permitió el ingreso a su ciudad y aceptó entrevistarse con ellos.
El primer encuentro entre los recién llegados y el Inca se dio en los Baños de Pultumarca (hoy llamados Baños del Inca). El encargado de llevar la voz de los hispanos fue Hernando Pizarro, quien terminó por convencer a Atahualpa de entrevistarse con el líder de la expedición, su hermano Francisco. Para esto, el europeo le prometió devolver todo lo que habían ido tomando en el camino.
En cambio, el Inca debía ir solo con sirviente y ayudantes a la cita, nada de ejércitos o gente armada. Claro, esto como gesto de buena voluntad. Atahualpa no tenía ni la más mínima sospecha de lo que le esperaba.
Acá te espero
Así llegó el 15 de noviembre, cuando Francisco Pizarro y los poco menos de 200 hombres ingresaron a Cajamarca y planearon todo lo que harían cuando el Inca estuviera frente a ellos. Además, contaban con 37 caballos y la ayuda de muchos exmiembros del ejército de Huáscar que deseaban su propia venganza.
Cronistas españoles cuentan que casi nadie pudo dormir producto de la ansiedad, escondidos en las kallancas (un tipo de granero).
A pesar de que era esperado desde tempranas horas del 16 de noviembre, lo cierto es que Atahualpa brillaba por su ausencia. Así que Pizarro mandó a Hernando de Aldana, uno de los conquistadores, a buscarlo para invitarlo una vez más a la cita mortal. Pero los seguidores del Inca casi lo atacan, ya que el líder seguía sin confirmar su asistencia.
Por fin llegó
Pero contra todo lo que creían los españoles, Atahualpa ingresó a Cajamarca en una litera de oro, acompañado de unos cinco mil sirvientes, y a su lado estaban otros dos personajes de suma importancia en el imperio: el Señor de Chincha y el Señor de los chimúes.
Delante de la procesión real, un grupo de sus seguidores iban limpiando las vías por donde pasaría el Inca. Solo se detuvieron cuando llegaron al centro de la ciudad.
Hasta la comitiva se acercó el fray de la orden dominica Vicente de Valverde, quien acompañado del intérprete conocido como ‘Felipillo’ (nunca se supo su verdadero nombre) le pidió dejar su fe pagana, convertirse al cristianismo y aceptar al rey Carlos I de España como su soberano.
Esto, más que molestia, causó más de una duda en Atahualpa, pues no sabía lo que era el cristianismo, no tenía ni idea de quién era Carlos I, por lo que comenzó a hacer preguntas antes los cada vez más nerviosos emisarios españoles.
Entonces el Inca notó que cuando Valverde le hizo el requerimiento de convertirse en un fiel religioso, leía un librito que le llamó mucho la atención. Era un brevario (libro de la liturgia religiosa católica que recoge de manera abreviada las obligaciones públicas religiosas del clero a lo largo del año).
Pidió prestado el curioso objeto. Valverde le habría dicho que ahí estaba la palabra de Dios, por lo que se lo llevó a la oreja. Pero al no escuchar nada (la escritura era desconocida para los incas) lo arrojó lejos, indignado por las mentiras de fraile.
¡Al ataque!
Se dice que Valverde aprovechó esta acción para envalentonar a las tropas españolas y comenzar el ataque que terminó en carnicería.
La desigual batalla inició con disparos de arcabuz, los caballos y las extravagantes y brillantes armaduras provocaron el miedo entre los asistentes que presas del pánico buscaron salir de la amurallada ciudad.
Por si fuera poco, desde las alturas de un edificio cercano Pedro de Candia ‘El griego’, disparó sus cañones provocando que cientos de indígenas mueran mutilados.
Fue tanto el pavor que causó el cobarde ataque sorpresa que las víctimas mortales llegaron a casi tres mil personas. Además, los que lograron sobrevivir se vieron obligados a hacer un forado en una de las paredes de la muralla.
Con relación a Atahualpa, fue el mismo Francisco Pizarro quien impidió su muerte, pues reconoció que más valía vivo y como prisionero. Fue traslado al Amaru Huasi (Casa de la serpiente), en donde pasaría los próximos ocho meses de su vida. Hasta que fuera ejecutado el 26 de junio de 1533.
¿Por qué cayó tan fácil?
A pesar del tiempo trascurrido, una de las preguntas que muchos historiadores se han hecho es por qué el ejército de Atahualpa cayó de manera tan fácil ante un puñado de hombres.
Unos de los que presenta una teoría es el historiador Miguel Maticorena, quien en su libro “La caída del imperio incaico, un dato de Atahualpa” (2008) señala que el Inca habría estado bajo los efectos del alcohol al llegar a Cajamarca.
Según agrega, habría estado festejando una de sus victorias contra el ejército de su hermano Huáscar, tomando chicha en los baños termales de Pultumarca, por eso es que él prácticamente no habría reaccionado ante el ataque de los españoles y mostró poca resistencia al momento de su captura.
Por su parte, el escritor Esteban Mira Cabellos en su obra “Francisco Pizarro: una nueva visión de la conquista del Perú” (2018) señala que el principal error de Atahualpa fue el ordenar la evacuación de Cajamarca antes de su captura. Otro fue el de llegar a la ciudad en andas, convirtiéndose en un blanco demasiado sencillo.
Pero la pregunta quedará instalada para siempre, ¿qué hubiese pasado con la historia del Perú si es que Atahualpa se mostraba un poco más desconfiado de los españoles?
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