Ubicado en el corazón de Lima, este uno de los escenarios más frecuentados por los peruanos y extranjeros que buscan vivir una experiencia entre la cultura china y sus fusiones. Sus manifestaciones culinarias no es lo único que sorprende a sus visitantes. Desde el gigantezco arco que lleva la frase “bajo el mismo cielo, todos los hombres son hermanos”, hasta el suelo decorado, todo se complementa para ambientar ese espacio que nos recuerda a un china town.
La calle Capón -ubicado en el tradicional distrito de Barrios Altos y abarca la primera cuadra del jirón Ucayali- se ha convertido en un destino turístico que atrae a cientos de turistas. Recorrer toda su extensión puede tomar varias horas, por lo que muchos prefieren ir desde muy temprano para ver a detalle lo que ofrecen sus comerciantes y nativos del país asiático que encontraron un hogar en Perú.
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Dos culturas unidas
No existen datos específicos que nos permitan determinar el origen de este símbolo de la migración china en la capital, pero existen dos teorías que nos dan el contexto de su nombre y organización. El primero recae en el historiador Eugenio Chang Rodríguez, quien explica que a inicios del siglo 20 este lugar era conocido por castrar cerdos con el propósito de que produzcan mayor cantidad de grasa, un elemento popular que se usaba para elaborar manteca y ser usada en la cocina. Sumada a esa versión, su colega Luis Antonio Eguiguren precisa que en la calle principal se vendían gallos capones, aves que al ser castradas comenzaban un proceso de engorde para aprovechar su carne.
Antes de que adoptara las construcciones que conocemos actualmente, esa calle fue el callejón Otaiza, un lugar de costumbres y lujos que era concurrido por la crema y nata de la sociedad limeña. Con el paso de los años, la crisis financiera golpeó este espacio, por lo que su dueño se vio obligado a alquilar los locales para que los migrantes chinos puedan encontrar un lugar seguro donde vivir.
Con la llegada de más personas, el callejón se convirtió en un foco infecciosodurante las epidemias del cólera y la fiebre amarilla, enfermedades que se expandieron a causa del hacinamiento de los inquilinos.
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Zona turística
Entre los grandes trabajos que dejó el exalcade de Lima, Alberto Andrade, fue el de darle otra vida a este destino. Él encabezó el proyecto “Recuperación de la calle Capón” para que sea turístico y comercial. Esta iniciativa no solo involucró al municipio, también a los vecinos, quienes pudieron adquirir algunas losetas que serían usadas para la pavimentación. Es así como podemos encontrar mensajes de amor grabados, deseos de cumpleaños, fechas de nacimiento, y hasta el horóscopo chino.
“Se colocaron los nombres de aquellos que hacían una contribución para arreglar el piso. Cada persona compraba uno de estos adoquines y le ponía el nombre de sus familiares, fecha especial o hecho significativo de sus vidas”, explicó Juan José Pacheco, historiador de Prolima.
Las fondas chinas
La comida fusión fue uno de los pilares para popularizar la calle Capón, tomando como referencia las fondas chinas. Para el año 1921 se registró el primer chifa, el cual llevó el nombre de “El kun tong”. El arroz chaufa, sopa wantán y los clásicos bocaditos chinos son infaltables para aquellos que deseen vivir una experiencia culinaria sin salir de Lima.
Su ubicación es céntrica, con accesos por la avenida Abancay o por las intersecciones de Mesa Redonda. Los visitantes podrán encontrar productos importados al por mayor y menor, incluso aún se conserva un pequeño mercado dentro de un pasaje donde venden elementos frescos para cocinar.
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