En la historia del Perú, hay muchos héroes que han ofrendado su vida por el país con tal de verlo libre e independiente. La mayoría de ellos perdió la vida con honores en el campo de batalla como Miguel Grau, Francisco Bolognesi o Alfonso Ugarte, solo por mencionar a algunos.
Pero también hay los que aunque no han muerto en plena acción y también ofrecieron férrea resistencia para que los intereses de la Nación no sean vulnerados.
Un claro ejemplo de eso fue Francisco García Calderón, quien prácticamente fue secuestrado por los chilenos al que no ceder a sus pretensiones expansionistas luego de terminada la Guerra del Pacifico.
Presidente de emergencia
Con la invasión de los chilenos a Lima, el entonces presidente Nicolás de Piérola huyó a Ayacucho para reorganizar el ejército y continuar con una lucha que ya estaba perdida desde hacía buen rato.
Ante el desgobierno, un grupo de notables de Lima eligieron al jurista Francisco García Calderón como Presidente Provisional de la República el 12 de marzo de 1881.
Por ello, García Calderón instauró su nuevo gobierno en el Palacio de la Magdalena, en lo que hoy es el distrito de Pueblo Libre.
La noticia fue bien recibida por los sureños que ya no aceptaban a Piérola como mandatario. Reconocieron a García Calderón como nuevo presidente para gestionar el fin de la guerra, pero el líder peruano sería un hueso muy duro de roer.
Lo quiero todo
Ocurre que una vez sentados en la mesa de negociaciones de paz, los chilenos pidieron que le cedan de manera perpetua las provincias de Arica y Tarapacá. Algo a lo que el presidente peruano se negó en todos los idiomas.
A cambio, el gobierno peruano se comprometió a indemnizar a los de la estrella solitaria por todos los gastos de guerra.
Sin embargo, el 26 de setiembre, los chilenos asaltaron Caja Fiscal del gobierno peruano y embargaron hasta el último sol de sus cuentas del Banco de Londres. Dos días después, Patricio Lynch, jefe de la ocupación chilena suspendió el gobierno de García Calderón.
Como la negativa del peruano se mantenía firme, y en el sur del Perú se estaba gestando un nuevo movimiento que solo se sometía a la autoridad militar peruana, los chilenos no vieron mejor opción que tomarlo prisionero un 6 de noviembre de 1881 y llevarlo prisionero a su país.
Como pretexto, los invasores señalaron que García Calderón quería quedarse en el poder y ser parte de la Compañía Salitrera del Perú, que supuestamente exigía que el Estado le pague la deuda que tenía con ellos. Lo que en realidad querían era ponerle fin de una vez a la guerra.
Antes de partir
Tras darle 24 horas para que se despidiese de sus familiares y amigos, el ‘presidente de la Magdalena’, como sería llamado por la historia, fue llevado hasta el puerto del Callao y embarcado en el buque blindado ‘Almirante Lord Cochrane’. Con él, se fue su esposa Carmen Rey y Basadre.
Aunque esto fue solo una primera ilusión, pues llegando a Pisco fue subido a otro barco no apto para la convivencia de ningún ser humano y ahí hizo el viaje completo hasta Chile, al lado de delincuentes, enfermos y oficiales destituidos. Tal habrá sido la ‘calidad’ de los demás pasajeros que el capitán del barco le recomendó al depuesto presidente que cerrara la puerta de su cuarto con llave cada noche antes de dormir.
Como un prisionero más
Ya en tierras chilenas, el trato tampoco mejoró. A las mentiras de las que fue objeto, se sumaron las presiones de las autoridades chilenas para que firmara el tratado de paz cediendo Arica y Tarapacá.
Con el pasar de los días, el trato de mandatario que había recibido fue cambiando por el de un vulgar delincuente, así como fueron menguando las comodidades.
Luego de estar en Valparaíso, en donde envía cartas al Perú influyendo en la vida política para evitar la cesión de los territorios, fue trasladado a Rancagua, una ciudad muy atrasada en esa época, y su capacidad de comunicación fue limitada dentro de una sucia y fría barraca.
Otra de las torturas a las que se vio expuesto fue cuando nació su hijo Francisco. Y es que el Arzobispo de Santiago le puso como condición para bautizarlo que lo inscribiera como chileno. Por lo que tuvo que esperar hasta llegar a Buenos Aires para recién bautizarlo.
En Chile estuvo retenido hasta 1883, hasta que el Tratado de Ancón fue firmado. Y como tenía prohibido el inmediato retorno al Perú, partió a la Argentina y luego a Europa. Recién en 1886 vio de vuelta la tierra que lo vio nacer.
De vuelta en el país, ocupó varios cargos de importancia como rector de la Universidad Nacional de San Marcos y primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua. Finalmente, moriría en Lima el 21 de septiembre de 1905.
En su honor, el gobierno peruano instauró el 14 de marzo de 1952, la fecha de su natalicio como Día del Abogado.
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