La vez que Perú ‘invadió’ Estados Unidos debido a la fiebre del oro

Un buque de guerra arribó a las costas de California para rescatar a nuestros compatriotas, pero se llevó una sorpresa.

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El bergantín General ‘Gamarra’ (Internet)
El bergantín General ‘Gamarra’ (Internet)

El dinero, el oro y el petróleo, son objetos preciados por el hombre y por los que se han cometido una serie de enfrentamientos a lo largo de la historia. Este fue el motivo, por ejemplo, que llevó a Perú y Estados Unidos a lo que casi se convierte en un conflicto de envergadura continental.

Ocurrió en el año 1848 durante la fiebre del oro originada en California, Estados Unidos.

Antecedentes

“Un nuevo y magnífico clíper para San Francisco”. Publicidad de viajes a California publicada en Nueva York en la década de 1850. (Internet)
“Un nuevo y magnífico clíper para San Francisco”. Publicidad de viajes a California publicada en Nueva York en la década de 1850. (Internet)

Todo comenzó casi de manera inocente cuando unos mineros hallaron oro en Sutter’s Mills, cerca al pueblo de Coloma. Entonces, la noticia se viralizó (el primer viral estadounidense que se hizo mundial) y hasta el lugar llegaron poco menos de medio millón de personas de todas partes del globo terráqueo para intentar sacar provecho a la situación.

Solo en los primeros seis meses de 1849, hasta 10 mil inmigrantes de Chile, México y Perú llegaron al puerto de San Francisco.

Pero la cantidad de foráneos que llegaban a la tierra del ‘Tío Sam’ provocó que aumentaran los índices de criminalidad, el hambre, la miseria y las enfermedades.

En lo que respecta a las situaciones de los peruanos, la mayoría no solo se dedicaban con ahínco a la búsqueda del oro prometido, sino también eran comerciantes y dueños de muchos de los barcos atracados en el puerto de San Francisco.

El gobierno al rescate

Los mineros excavan el lecho de un río, tras haber desviado la corriente hacia un canal preparado para ello. (Harper's Magazine)
Los mineros excavan el lecho de un río, tras haber desviado la corriente hacia un canal preparado para ello. (Harper's Magazine)

Mientras tanto, en Perú, la prensa de limeña solía narrar las penurias de los compatriotas lejos de casa. El entonces presidente de la República, don Ramón Castilla, decidió enviar un buque de guerra con la misión de rescatar a los peruanos.

Es que lo que parecía ser la tierra prometida, era en realidad un infierno, pues los peruanos, y casi todos los latinos, sufrían de permanente racismo y xenofobia por parte de la población local.

Y aunque el gobierno estadounidense protestó por lo que era una evidente violación a su espacio marítimo, finalmente la administración del Zachary Taylor decidió aceptar la intervención peruana debido al caos imperante que se había formado en la zona.

La misión fue encargada al bergantín ‘General Gamarra’, que era un buque construido en Trieste (Italia), en 1843. Era capaz de desplazar 415 toneladas, tenía una longitud de 77 pies, un bao (viga) de 24 pies y un calado de 14 pies.

Solo por si acaso, la embarcación iba armada por 16 cañones y viajaban 136 marineros, todos bajo el mando del capitán de Fragata José María Silva Rodríguez.

Panorama desolador

Un cartel durante la fiebre del oro en California. (Internet)
Un cartel durante la fiebre del oro en California. (Internet)

Finalmente el ‘General Gamarra’ partió un 25 de enero de 1849 y llegó al puerto de San Francisco a mediados de marzo, luego de 45 días de travesía. En sus bodegas llevaba provisiones para nueve meses.

A su arribo al mar estadounidense, el Capitán de Fragata José María Silva Rodríguez no podía creer lo que veía: una gran cantidad de embarcaciones peruanas como “Elisa”, “Susana”, “Mazzeppa”, “Calderón”, “San José”, “Volante”, “Andrea”, “Bella Angelita” y “Atlanta” totalmente abandonadas por sus tripulaciones.

La estadía del ‘Gamarra’ no fue del todo placentera tampoco, pues llegó justo cuando el caos estaba en su punto más alto. Como habrá sido de complicada la situación que hasta los infantes de la Marina peruana debieron prestar ayuda a las autoridades locales para que la situación no se les vaya de las manos y poner orden de una vez.

El final de esta fiebre del oro llegó en 1855 y tan solo algunos pocos aventureros pudieron hace ricos de verdad, el resto, regresó a casa casi con lo mismo con lo que habían llegado.

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