La historia del feminismo en el Perú no data solo de estos últimos años, sino que comenzó casi con el mismo nacimiento de la República, en el siglo XIX.
Y en esta larga historia de lucha de las mujeres por lograr el reconocimiento que se merecen, ha tenido un sinfín de protagonistas y heroínas que desde su lugar en la línea de tiempo, ha contribuido poco a poco lograr que todas las peruanas sean tratadas de manera igualitaria, respetándoles sus derechos.
Una de las esas próceres del feminismo peruano fue Zoila Aurora Cáceres Moreno, hija de uno de los peruanos del milenio: el Mariscal Andrés Avelino Cáceres y de Antonia Moreno Leyva.
Como reza el refrán “de tal palo, tal astilla”, Zoila también emprendió su propia lucha con la que dejaría marcado su nombre en la historia del Perú.
Educación de lujo
Nacida un 29 de marzo de 1877, la familia Cáceres Moreno gozó de cierta holgura económica al ser su padre el presidente de la Nación. Aunque en sus primeros años de vida tuvo soportar las consecuencia de la Guerra del Pacífico, que duraría hasta 1884.
Cuando cumplió 14 años ocurrió un hecho que cambiaría de manera drástica su manera de pensar. Andrés Avelino fue nombrado ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia entre los años 1891 y 1892..
Esta situación le abrió la oportunidad a Zoila Aurora de estudiar en la prestigiosa y progresista universidad de La Soborna de París. En esta casa de estudios se graduó en la Escuela de Altos Estudios Sociales.
Fue precisamente en este lugar cuando abrió los ojos al nuevo concepto del rol de la mujer en la sociedad y que serviría como principal inspiración en su obra literaria. Por si fuera poco, aprendió a hablar perfectamente en inglés, francés y alemán.
También en la ‘Ciudad Luz’ conoció y contrajo matrimonio con el escritorio guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien se desempeñaba como crítico literario, escritor, periodista y diplomático. Era una especie de supertstar del modernismo literario de esos tiempos. Sin embargo, la unión duró poco (de 1905 a 1906) y no tuvieron hijos.
Primera acción
Tras su regresó en su querida Lima, fundó el “Centro Social de Señoras”. En este lugar, se dedicó a la enseñanza de varios oficios a mujeres de bajos recursos económicos. La idea es que estas tuvieran las herramientas necesarias para ganarse la vida por sí mismas.
Con el pasar de los años, este lugar se convirtió en una escuela dedicada a todas las mujeres para que puedan trabajar en empleos que estaban en boga a principios del siglo XX como tiendas comerciales, oficina de correos, telégrafos y telefonía.
La joven ‘Evangelina’
Ese fue precisamente, el seudónimo que empezó a usar en las primeras crónicas que enviaba al diario ‘El Comercio’ desde París. De igual manera, en la capital francesa, en 1909 publicó su primera obra “Mujeres de Ayer y de Hoy”. También fundó, el mismo año, la “Unión Literaria de los Países Latinos”.
Fiel aprendiz de otras renombradas escritoras feministas peruanas de la época como Clorinda Matto de Turner y Margarita Práxedes Muñoz; Zoila Aurora Cáceres Moreno trazó su propio camino por el mundo literario y como tal fue reconocida en diversos círculos intelectuales de todo el continente americano.
Entre sus obras destacan: La Campaña de la Breña (que son las memorias de su padre); La Rosa Muerta, La Emancipación de la mujer, Las perlas de la rosa, La ciudad del sol, Mi vida con Enrique Gómez Carrillo, La princesa Suma Tica, Labor de Armonía interamericana en los Estados Unidos de Norteamérica, Epistolario relativo a Miguel de Unamuno.
Todas sus obras tuvieron alcance internacional ya que no solo se publicaron en Lima, sino también en París y en Madrid (España).
Por si eso no fuera poco, la hija mayor del Mariscal Andrés Avelino Cáceres también de desempeñó como una conspicua crítica e historiadora del arte. Pero al no haber suficientes lugares en Lima para poder expresar sus ideas, por su condición de mujer, a Zoila Aurora no se le pudo ocurrir mejor idea que organizar una conferencia para dar sus puntos de vista sobre lo que tenía que decir al respecto.
La misma ocurrió en 1911 en el auditorio del colegio Nuestra Señora de Guadalupe y fue titulada ‘El estudio de la pintura en el Perú’. En esta ponencia, expuso con maestría inusitada sus impresiones sobre las obras de renombrados artistas como Francisco “Pancho” Fierro, Ignacio Merino, Francisco Laso y Daniel Hernández; dejando con la boca abierta a más de un espectador.
Asimismo, fue una de las principales impulsoras de que los nuevos artistas se dediquen a realizar cuadros con temática nacional.
Voto femenino
Pero tal vez el momento más importante en la vida de Zoila Cáceres fue cuando en 1924 fundó el colectivo ‘Feminismo Peruano’ con el cual se dedicó a exigir el derecho a la ciudadanía de todas las mujeres, su derecho al sufragio y, principalmente, la reforma del Código Civil vigente que databa desde 1851. En el mismo, la mujer no era más un objeto propiedad de sus esposos.
Para el año de 1930, el comandante Luis Sánchez Cerro derrocó al entonces presidente del país Augusto B. Leguía, así fue como Zoila Cáceres regresó al activismo con el mencionado grupo para exigir al gobierno golpista la igualdad de salario de hombres y mujeres al desempeñar el mismo trabajo. De igual manera, inició una campaña en para otorgarle el derecho a voto las mujeres.
Este movimiento tuvo su momento más acalorado cuando el 29 de noviembre de 1930, con las elecciones para la Asamblea Constituyente ya convocadas, Zoila Aurora le dirigió una carta abierta al dictador Luis M. Sánchez Cerro para pedirle que reconociera el derecho de la mujer a elegir y ser elegida. Este solo fue el primero de muchos pedidos para que las mujeres mayores de edad puedan votar. Finalmente, este derecho se haría realidad recién en 1955.
¡Si no hay solución!
Al año siguiente, 1931, un grupo de mujeres telefonistas le escribió una carta para pedirle apoyo a la huelga que estaban pensando en realizar, pues las condiciones de trabajo no eran las mejores y sus empleadores hacían oídos sordos a sus pedidos de mejora.
La huelga explota el 25 de agosto del ‘31 y Cáceres logró que una comisión especial revisara las paupérrimas condiciones de trabajo en el que las telefonistas debían trabajar. También fue la encargada de elaborar el pliego de reclamos, fundó el sindicato de telefonistas y publicó una serie de artículos en’ El Comercio’ a favor de las huelguistas.
Esta historia tuvo un final feliz pues los jefes de las telefonistas accedieron a los pedidos y mejoró notablemente las condiciones de trabajo de las empleadas.
Su última gran misión como feminista en el Perú fue cuando participó de la “Comisión Interamericana de Mujeres” en Washington (Estados Unidos), representando al Perú.
Luego de esos se mudó a España, en donde viviría sus últimos años de vida para morir en Madrid, un 14 de febrero de 1958.
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