En la historia del Perú han pasado muchos héroes y próceres que han puesto sus granito de arena para hacer de este país uno libre e independiente del yugo español.
Pero todavía hay muchos de estos personajes que no han tenido el suficiente reconocimiento que los libros de historia les deben con toda justicia.
Uno de esos personajes es José Manuel Valdés, quien ha pasado será recordado por ser el primer doctor afroperuano que además también fue poeta y uno de los próceres más importantes de la independencia de esta tierra del sol.
Niño genio
A pesar de haber sido en un ambiente muy pobre (Lima, 1767), el hijo del indio Baltazar Valdés y de la mulata esclava ya liberta María Cavada, mostró una inteligencia particular desde muy niño.
Al ver esta situación la familia española para la que trabajaba su madre decidió ayudarlo con su educación y lo matricularon en el exclusivo colegio San Ildefonso, reservado solo para hijos de españoles y criollos.
Durante sus años escolares debió soportar todas las muestras de racismo imperantes en la época. Pero su meta de convertirse en doctor fue lo que siempre primó en su mente y eso fue lo que le ayudó a sobrevivir recorriendo cuanta biblioteca encontrara. Fue así que fue como aprendió lo que él mismo llamó ‘el arte de curar’.
El amigo Hipólito
Justamente su mayor ‘problema’ era su color de piel. Apenas pudo alcanzar el título de ‘cirujano latino’ en 1788.
Pero el talento no conoce de raza ni de fronteras, por lo que varios hombres de ciencia, entre ellos Hipólito Unanue, firmaron un documento con un pedido especial al rey de España Carlos IV. Y por medio de una Real Cédula, el 11 de junio de 1806 Valdés fue liberado del requisito indispensable de la dispensa de color para poder ingresar al Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando.
En este lugar, Valdés se arropó bajo el seno protector de Unanue y así pudo graduarse y convertirse en catedrático de medicina clínica.
Publicó un gran número de tratados médicos que lo ayudaron a alcanzar renombre de la región sudamericana.
Pero lo que lo llevó a la fama mundial fue su trabajo sobre la manera en la que influye el bálsamo preparado a base de la planta de copaiba para tratar las convulsiones infantiles. Este documento, que también fue su tesis en la Universidad Mayor de San Marcos, fue publicado en Francia.
Por muchos años, y hasta su muerte, Valdés fue reconocido como el mejor en su campo debido a las innumerables contribuciones a la medicina peruana. Ahí están como muestra las decenas de libros entre los que destacan: “Disertación quirúrgica sobre el chancro uterino”, “Memoria sobre la disentería”, “Relación del estado general del arte obstétrico”, “Memoria sobre las enfermedades que se padecieron en Lima en el año 1821″, ente otros.
Por la patria
Pero Valdés no solo hizo grande a este país por sus contribuciones médicas y obras literarias, también estuvo en el campo de batalla poniendo su granito de arena.
Por ejemplo, en el campamento de Huaura, estuvo curando a cientos de soldados heridos en combate que luchaban al lado del generalísimo San Martín. Además atendió a los presos de las tercianas y otras enfermedades.
Por otro parte, en el artículo ‘Los médicos próceres de la independencia del Perú’, de Óscar Pamo Reyna, José Manuel Valdés es citado como uno de los doctores peruano que se confabularon para ayudar a la independencia peruana junto a Hipólito Unanue, José Pezet, Gabino Chacaltana y José Gregorio Paredes, entre otros.
El poeta
Por si fuera poco, Valdés también fue prolífico con las letras ya que también publicó obras que algunos expertos pueden considerar como verdaderos pilares de la poesía. Entre ellas “Oda a San Martín”, “Poesías espirituales”, “Salterio Peruano de los ciento cincuenta Salmos de David y de algunos cánticos sagrados en verso castellano” y “Vida admirable del bienaventurado fray Martín de Porres”, otro mulato destacado, aunque por otras razones, del siglo XVII.
A pesar de tener una vida adulta apacible y cómoda debido a la gran cantidad de puertas que se le abrieron a varios niveles, lo cierto es que sintió el tema de su color de piel fue un detalle que siempre le jugó en contra, sin importar que tantos títulos académicos haya logrado.
Finalmente, murió como un ciudadano ilustre un 29 de julio de 1843 sin dejar descendencia.
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