Catalina y Emiliano tienen tres años de edad. Fueron engendraros mediante un proceso de fecundación in vitro en una clínica especializada de Estados Unidos gracias a los óvulos de una donante anónima y los espermas de Ricardo Morán. Los embriones fueron implantados en el vientre subrogado de una mujer y nacieron el 26 de abril de 2019 en Texas. Tres meses después, el productor de televisión llegó a Perú, su país natal, junto a sus dos hijos.
Sin embargo, cuando acudió al Reniec para inscribir a los menores ante la ley, pese a que a ambos menores les corresponde la ciudadanía peruana, esta solicitud fue rechazada. ¿La razón? En la legislación de Perú no existe la figura de gestación subrogada. Asimismo, las leyes solo permiten que sea una mujer la que inscriba a un hijo o hija sin tomar en cuenta la identidad del padre.
Desde entonces, Ricardo Morán emplea una ardua lucha por el reconocimiento de sus dos menores hijos en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil de Perú. Morán llevó este caso hasta el Poder Judicial, quien en una audiencia falló en contra del pedido del comunicador. Pero la decisión fue apelada por la defensa legal del padre.
El productor de los famosos programas La Voz Perú, Yo Soy y Experimentores asegura que será un camino largo y doloroso por la indiferencia que muchas veces recibe de parte de los operadores de justicia. No obstante, está dispuesto a afrontar esta y mil batallas con tal de revertir la situación de exclusión que atraviesan las familias LGBT y monoparentales en Perú.
— Ahora te encuentras de viaje en Estados Unidos junto a tus hijos. ¿Se debe a la situación legal que atraviesas actualmente?
— Ahora estamos en Miami porque tengo que trabajar. Cuando termine este proceso, que será en diciembre, regresamos a Lima y seguiremos viviendo allí hasta que tenga que viajar nuevamente. El próximo año parece que lo vamos a dividir entre Estados Unidos, Bolivia y Perú. En ese lapso seguimos peleando la batalla por la ciudadanía, mis hijos pueden viajar porque tienen pasaportes norteamericanos, pero no los pasaportes peruanos.
Si nos quedáramos en Perú de manera sostenida, eventualmente se convertirían nuevamente en ilegales. Ya fueron ilegales durante tres años y medio allí. Entraron con pasaporte estadounidense, les dieron visa de turista que dura seis meses en Perú, y se quedaron tres años y medio. No quiero repetirlo mientras el tema no se solucione. Lo máximo que permanecerán en en territorio peruano será seis meses, tendré que llevármelos a otro lado, estar yendo y viniendo hasta que algún juez entre en razón.
— ¿Pensaste en mudarte a otro país a raíz de la situación legal que atraviesas junto a tus hijos?
— Aún no hemos llegado a ese punto. La batalla es dura, larga, dolorosa, pero no la hemos perdido. Ante ese supuesto, irme del país es muy difícil porque yo soy peruano, yo trabajo en Perú. Mi empresa Rayo en la botella está allí. Soy una figura pública. Entonces, mudarme a otro país a mis 50 años a empezar de cero es, digamos, el plan apocalíptico, el botón nuclear. Y no voy a hacerlo. No voy a hacerlo hasta que no haya más batalla que dar y creo que la vamos a ganar.
Sería ilegal que perdiéramos. Y si bien ahora tengo que ir y volver varias veces, eso no quiere decir que planee mudarme más adelante, porque esta batalla va a durar.
— Si el Estado peruano nuevamente te niega la nacionalidad a tus hijos, ¿has pensado en acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos?
— Por supuesto que sí, y vamos a ganarle el caso al Perú. El país no es el problema, hay mucha gente allí que quiere a mis hijos, entiende la ley y sabe que nosotros tenemos razón. Sin embargo, también hay otras personas, en las instancias legales, que no lo entienden o no quieren aceptar este proceso.
Tratamos de inscribirlos en el Reniec, nos rechazaron y apelamos. Nos dijeron que no. Presentamos una acción de amparo y se demoraron meses en aceptarla. Nos dieron una audiencia, escucharon, tenían que resolverlo en 10 días y lo hicieron en 60. Nos contestaron negativamente y volvimos a apelar.
Nos dieron una audiencia para la apelación que demoró dos meses más. La escucharon y nos dieron diez días para responder; estos se cumplieron ayer y no sabemos nada. Si nos dicen que no, ya serían jueces muy incompetentes.
Si dicen que no, tendríamos que ir a la Corte Suprema. Hay que ver cuánto tiempo va a tomar que sesione, nos escuchen y demoren en dar el veredicto. Si responden que sí, allí recién acabamos. Si dicen que no, hay que preparar todo el material e irnos a la Comisión de Costa Rica de Derechos Humanos, el cual recibe miles de casos al año y muy pocos pasan a corte porque hay comisión y corte.
Hay que cruzar los dedos para que en un periodo razonable de años nuestro caso pase de la comisión a la corte, y esta sesione, nos dé la razón y obligue el Estado peruano a inscribir a Catalina y Emiliano.
— ¿Qué pasaría con tus hijos durante todo ese proceso?
— Durante todo ese proceso de batalla, mis hijos no pueden permanecer en el Perú más de seis meses. Entonces, cada cuatro o cinco meses los tengo que subir a un avión, llevármelos a otro lado y volver. Felizmente tengo un empleo que me obliga a viajar. Tengo esta situación que no la voy a llamar ideal porque no lo es por ningún lado, pero puedo sacarlos del país y regresar periódicamente para no violar la ley de su visa de permanencia. No es una situación que le desee a nadie. Esta es una situación que no merecen vivir, ningún ser humano merece vivir esto. Es un caso único en el mundo. En ningún otro país ha ocurrido esto. Es una muestra de lo atrasada que está la ley.
Si bien Catalina y Emiliano no entienden nada de lo que está pasando, lo que yo no quiero que ocurra es que en 20 años, Catalina o Emiliano, o los dos, me digan: “papá, cuando nosotros nacimos, tú sabías que esto estaba mal y no hiciste nada para corregirlo”. Bueno, pues. Lo voy a hacer, aunque tenga que fajarme. Mucha gente me escribe: “¿de qué te preocupas?”, “váyanse a otro país”, “¿por qué quieren cambiar la ley? La ley es la ley y se respeta”. No, señores, la ley se cambia. Se cambia para ajustarse a los tiempos. Los tiempos cambiaron hace más de 30 años y la ley peruana no cambió. Si alguien tiene que inmolarse para cambiarla, seré yo, porque yo quiero que cuando mis hijos sean grandes, volteen y digan: “oye, papá, cuando pasó esto, ¿qué hiciste? Y yo les responderé: “Me saqué la mugre porque ustedes tengan la nacionalidad que les corresponde por sangre. Son hijos míos y son peruanos”.
— ¿Qué se siente lidiar con todo este peso legal que, incluso, podría llegar a instancias internacionales?
— Detrás de mí, de mi familia, de Catalina, Emiliano y yo, vienen otras familias; con dos papás, con dos mamás, con padres solos, con madres solas, que necesitan que esto ocurra. Tengo el rol público que la gente me dio. Eso trae una responsabilidad y una obligación. Yo soy un personaje público y tengo que usarlo para hacer algo bueno. Quiero decirle a todas esas personas que vienen detrás, que sus familias son bienvenidas, son queridas, son amadas, son familias que se han formado por decisión, no por accidente, porque hubo una voluntad de amor. Tienen que sentirse orgullosos y felices. Nosotros seremos la punta de lanza para que otras familias no pasen lo mismo. Vamos a ser muy felices porque ya conozco y sé de casos que me van a a permitir voltear atrás y cuando esos niños pisen territorio peruano hemos resuelto este tema.
Vamos a resolverlo por todes los que estamos en esto. Nosotros no queremos ninguna medallita. Queremos tener un país donde todas las familias sean bienvenidas. Incluso cuando el Estado nos da la espalda. Eso va a cambiar, créanlo.
Que esto sirva como un mensaje de esperanza e ilusión. Escúchenme jóvenes, parejas jóvenes, mujeres solteras, hombres que no tiene como proyecto formar una familia: no se asusten por lo que está pasando, por lo que la ley nos está diciendo o la sociedad los critica porque todo va a estar bien. Tenga esperanzas.
Sé que no depende de mí, pero hay gente trabajando. Tenemos abogados, representantes legales, jueces que están de acuerdo. Somos más los que estamos de acuerdo con que el Perú tiene que ir hacia el progreso. Por eso, es bueno ser progre porque lo contrario es ser reaccionario. Somos progres y vamos para el progreso.
— Este proceso representa también un gasto emocional. ¿Quién es tu mayor soporte en este camino?
— Tengo tengo tres pilares. El primero son Catalina y Emiliano que no saben nada de lo que está ocurriendo. El segundo es mi hermana que es mi “airbag” emocional. Yo soy una persona complicada. Sufro de trastornos de ansiedad generalizada impulsiva. A veces, digo lo que no debería cuando no debería y mi hermana está allí para inflarse como una bolsa, cuidarme y protegerme. Mi tercer soporte es mi abogado Óscar Cubas, una persona a la que tengo la fortuna de haber conocido en un momento de mi vida en el cual necesitaba ayuda y una asesoría; él ha dado el todo por el todo por mi familia.
Nunca voy a tener suficientes palabras para agradecerle a Óscar, a mi hermana, a mis hijos, porque solo no hubiera podido. Puedo poner cara de malo, hablar bonito y explicarlo muy bien, pero llevo una procesión por dentro.
— ¿Cómo describirías este proceso?
— A veces es un viaje muy solo. No es que esté solo, tengo a mis hijos. La pelea, el día a día del documento o el papel. ¿Sabes lo que es sentarse delante de un juez y que hable con un tono poco empático, de una manera muy fría y que luego diga cosas equivocadas, una tras otra en la audiencia de amparo? Era el abogado de Reniec, una persona sumamente poco empática y muy hostil, pero lo aguanté.
En la audiencia cuando fallaron en nuestra contra, pasamos a la audiencia de apelación. Allí habían tres jueces que decidían. El juez principal tenía una postura formal e imparcial, la segunda magistrada también, sin embargo, el tercer juez parecía que no tenía idea de dónde se había sentado. Y eso fue doloroso. Yo voy a acudir al Poder Judicial para que los tres jueces hagan preguntas pertinentes y lleven todo por la senda de la justicia.
Fue frustrante ese proceso pese a que tienes a tu abogado que te apoya y a tus hijos que solo quieren ver dibujos animados, tú tienes que pasar solo este proceso. Pero si el que tiene que quemarse haciéndolo soy yo, pues así será, por algo la vida me puso en este rol público.
Soy el padre de dos niños maravillosos. ¿Qué mayor felicidad puede haber?
— ¿Cómo ha impactado este proceso en tu salud mental?
— Cuando tomo la decisión de ser papá, una de las cosas que me empieza a preocupar es que no estaba bien. Exhibía comportamientos sociales negativos y eso se debía a que no estaba siendo tratado adecuadamente. No iba a terapia ni tenía un psiquiatra o estaba medicado. No había una mirada sobre mí mismo.
Tres meses antes que nacieran los mellizos comencé una terapia cognitivo conductual y empecé a atenderme con una psiquiatra. El cambio fue radical y beneficioso. Después llegó la pandemia y, en simultáneo, se inició el proceso legal.
En diciembre de 2020 grabábamos con mascarillas. Había salido de un contagio de COVID muy grave que me tenía cansado, deprimido y dejado dolores musculares. Incluso, tuve una discusión en el trabajo que me hizo estallar y me tumbó. No pudieron sacarme del camerino. Hubo muchos aliados importantes como Johanna San Miguel, Ana Roca Rey y Sebastián Martins que me ayudaron en ese momento. Lloré por más de 45 minutos. Esto sucedió al día siguiente que el Reniec nos informara que no iba a inscribir a mis hijos después de una observación y una apelación.
Me había pasado toda la noche discutiendo en Twitter, donde me decían que tenían razón o que era un monstruo porque había privado a mis hijos de una madre. Para la salud mental el sueño es fundamental y no había dormido. Lo peor de todo es que no recibí ningún apoyo de las personas de alrededor, quienes me exigían que salga a grabar porque no se podía perder el tiempo.
Luego de este episodio, pedí permiso y tomé una licencia de siete semana que obligó al canal a buscar otras opciones que revitalizaron el programa como Mauri Stern y Tony Succar, quienes me hicieron felices porque son amigos que conozco.
Decidí operar la empresa, pero no volví a salir en televisión.
— ¿Sentiste el apoyo de parte de su equipo de trabajo?
— Sí, sentí todo el apoyo y el cariño porque entendían completamente lo que está ocurriendo.
— ¿Cómo manejas el tema laboral durante este proceso legal?
— He asumido un rol diferente dentro de la empresa. Antes era el productor que estaba metido todo el día en el estudio, pero ahora me ocupo de otros horizontes con la compañía. Queremos hacer más programas en Lima, en el interior del país y en el exterior.
Ahora soy un empresario que busca que mi empresa crezca y busque otros caminos, lo cual implica contratar a productores de otros países.
— Has cambiado tu trabajo, pero también tu imagen ante la sociedad...
— Soy otra persona, estoy viviendo otro momento en mi vida. Pido permiso al público para que me dejen ser otra persona, evolucionar. Yo no creo que nadie se mantenga igual en el tiempo. Todos hemos aprendido algo y estamos obligados a aprender antes de irnos.
— ¿Qué te gustaría decirle al Ricardo Morán de hace 10 años atrás? ¿A ese Ricardo Morán que muchas veces las personas lo conocían como el personaje malo de la serie?
— Le diría: “Oye, cálmate y cuídate”. Muchas de las cosas que me han pasado es porque no me he cuidado lo suficiente, específicamente, mi salud física o mental. Los primeros cinco o seis años en Rayo en la botella; las amanecidas de tres veces a la semana.
En general le diría a ese Ricardo Morán: “Cuida tu salud, tu alimentación y tu salud mental, así como tus relaciones. Las personas merecen ser bien tratadas, necesitan cariño y afecto”.
Todos vivimos batallas de las que no sabes nada, así que, al final, hay que ser amables con los demás y contigo mismo. Y, sobre todo, hay que aprender a perdonarse. En eso estoy.
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