El Cristo del Penal: La imagen que casi le hace la competencia al ‘Señor de los Milagros’

Esta imagen fue hallada dentro del antiguo penal llamado ‘El Panóptico’ y hasta hoy es motivo de culto.

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Uno de los lugares más tenebrosos que nadie en el mundo quisiera pisar son las prisiones. Alrededor del mundo hay verdaderas construcciones que se han convertido en leyenda por lo que pasaba en su interior.

Obviamente el Perú no podría quedarse atrás en este aspecto y durante 100 años el centro de Lima (la capital) fue el lugar donde se ubicó la antigua Penitenciaria de Lima, conocida como El Panóptico por su forma de construcción.

En este lugar, durante su existencia, pasaron delincuentes de todo calibre para pagar sus penas. Acaso el ‘visitante’ más ilustre que haya tenido esta prisión haya sido el expresidente Augusto B. Leguía, quien fue enviado ahí luego del golpe de Estado que lo sacó del poder, aunque luego moriría en el Hospital Naval de Bellavista.

La hora del adiós

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Comenzando la década de 1960, se inició su destrucción para la posterior construcción del Centro Cívico de Lima y el Hotel Sheraton. También se había planteado la creación del Museo Arqueológico, haciendo tono con el Museo de Arte y el Museo de Arte Italiano, pero esta última idea ya no prosperó

Cuando llega marzo de 1964, se da inicio a la última parte de la demolición y retiro de los escombros que aún quedaban, una de las últimas paredes que todavía quedaba en pie era el muro de una antigua celda que había perdurado a pesar de los trabajos y del tiempo. Sobre él, había una pintura un Cristo flagelado poco antes de ser crucificado.

Hasta que llegó el 22 de junio el 1964, ese día se dio el primer ‘milagro’ oficial. Ocurre que durante la destrucción, el maquinista de la potente grúa que debía derriba esa pared dijo sentir una extraña sensación cuando estuvo a punto de dar el golpe final.

“Fue como si hubiese recibido un anuncio del cielo. Sentí un frío sudor que recorría mi frente”, dijo Teobaldo Ward Menchola, de 27 años, según los diarios de la época.

Entonces los rumores de milagro comenzaron a recorrer la ciudad entera. La imagen fue bautizada como “El Cristo del Penal” y hasta el lugar llegaba la gente para dejar flores, velas, rezar y realizar todo tipo de manifestaciones católicas. Es más, hasta se organizaron hermandades y cuadrillas de vigilancia nocturna, para evitar que el muro fuese derribado. Y para hacerse cargo de las limosnas que pedían a los creyentes que se acercaban.

Negocio de la fe

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Una de esas personas que vio una gran oportunidad para hacer negocio con la incredulidad ajena fue Rosa Chávez Salaverry, quien durante un mes entero ‘encerró’ prácticamente en la improvisada capilla mientras vendía flores, estampas y fotografías del “Cristo del penal”.

Cuando fue interrogada por la prensa, sobre su accionar, la mujer señalaba que había sido capaz hablar con el Cristo de la pared: “Estaba con un manto blanco y le faltaba un pedazo a la altura del pecho”.

Todo terminó de manera abrupta para Chávez Salaverry cuando una noche, dos asaltantes la golpearon y le quitaron todo lo que tenía: el dinero y sus productos. Tras la denuncia respectiva, la policía la sacó del lugar.

Por esta y otras situaciones de similar índole, la autoridades de la iglesia católica pidió que se derrumbara ese muro de una vez. En el otro bando, los creyentes exigían que se quedase dónde estaba y se construya una capilla. La competencia del Señor de los Milagros estaba por nacer.

Ni para ti, ni para mí

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Entonces las autoridades locales optaron por dar gusto a ambas parte. A finales de agosto de ese año, se anunció que la polémica pared sería llevada a la zona de Canto Grande, en terrenos en donde se construiría el penal de Lurigancho.

Así fue que el 23 de septiembre de 1964, y con la presencia de una gran cantidad de curiosos, se dio paso al traslado del pedazo de concreto.

Fueron necesarios 15 obreros, una potente grúa y dos camiones para mover la pared. Fue un trabajo de artesanos, pues el muro no sufrió ninguna rajadura.

Lo raro es que a pesar de la histeria colectiva por la pared milagrosa vista al comienzo de esta historia, se fue diluyendo con el pasar del tiempo poco a poco.

De vuelta a la memoria

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Tanto que la mencionada obra de arte se mantuvo en el olvido sobre un viejo camión, al aire libre siendo víctima de la arena que vuela por los cerros de Canto Grande.

Hasta que fue redescubierta por los primeros pobladores de la zona que comenzaron a rendirle culto con diferentes ceremonias religiosas.

Y una vez más la iglesia intentó que el populacho se olvide de darle pleitesía a una pintura que no era sagrada.

Es más, con la ayuda de la prensa, ubicó al autor de la obra de arte en la lejana, para ese entonces, Iquitos. Su nombre era Rubén Darío Muñiz Calvo y dijo a la prensa que él solamente había reproducido una estampa que le había sido obsequiada por el sacerdote del penal.

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Pero esto no fue suficiente para ponerle fin a la leyenda creada y el frenesí generado por el ‘Cristo del Penal’ provocó que los fieles mandaran a restaurar la imagen. De igual manera, mandaron a construir una pequeña capilla que sirve como protección.

Se podría decir que las intenciones de las autoridades eclesiásticas de la época vieron cumplidas a medias la idea terminar con la nueva versión del Señor de los Milagros.

Y es que si bien, la veneración del ‘Cristo del penal’ no llegó a tales niveles, tampoco se pudieron deshacer totalmente de ella. Es por eso que hasta el día de hoy, la misma capilla recibe a cientos de devotos que dejan sus ofrendas para agradecer el milagro concedido o para pedir uno.

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