Expropiaciones, alianzas fallidas y el deseo chileno de expandirse a otros territorios fueron algunos de los pilares que marcaron el inicio de la Guerra del Pacífico, un periodo de violencia entre las invasiones y conflictos que dejaron una marca de sangre imborrable en la historia del Perú.
La historia de la guerra con Chile se vivió entre 1879 y 1883. En la primera etapa se organizaron las primeras campañas militares, entre ellas el Combate de Angamos (con la captura del monitor Huáscar y la muerte de Miguel Grau), la batalla de Tarapacá,la batalla de Los Ángeles, entre otros sucesos importantes.
Los actos heroicos y personajes que entregaron sus vidas por la patria marcaron otro capítulo en este escenario de lucha. Pese a que los miembros de las Fuerzas Armadas de aquella época tenían bajo su conocimiento los riesgos que enfrentarían, esta figura no la vivieron los otros peruanos que fueron reclutados para apoyar la causa de defensa.
Clima de desconocimiento, miedo e inexperiencia
En enero de 1881 se ejecutó la Campaña de Lima. El ejército chileno llegó a Chincha y Lurín. Su poder armamentista y estratégico superaron al peruano, logrando vencer la resistencia en las batallas de San Juan y Miraflores. De este episodio se recuerda la gran cantidad de personas que fueron reunidas para vestir uniforme y tomar armamento en manos para enfrentar a los invasores. Este fue un mandato para llamar a reservistas, se estima que el 50% de ellos eran indígenas, explicó la historiadora Patricia Temoche para el Congreso.
Los registros sostienen que fueron más de 15 mil habitantes incorporados a los batallones, quienes provenían de todas las regiones del territorio. Quechua hablantes, provincianos, mestizos y afrodescendientes significaron la mayoría de este grupo.
Las edades que tenían era entre los 16 y 18 años, muchos de ellos dedicaron sus días a las labores del campo. Estos fueron llevados con una orden de cumplido obligatorio, viéndose forzados a abandonar chacras y asciendas.
Ninguno de ellos tenía la mínima preparación militar. La guerra fue un campo totalmente ajeno a lo que ellos conocían. Chorrilos y Miraflores, fueron los ejes de sus operaciones, posiblemente improvisadas para sobrevivir y no dejar que el enemigo siga avanzando. Esos puntos fueron marcados por los chilenos para desembarcar en la costa limeña.
Estos reclutas se convirtieron en la primera línea de defensa, estando al mando de Andrés Avelino Cáceres. El español no era un idioma que todos manejaban, por lo que no pudieron entender con claridad para qué fueron convocados y qué causa defendían. Sumado a ello, desde los inicios de la República se establecieron las brechas sociales, apostando por un dominio centralizado enfocado solo en Lima.
Un recordatorio de los héroes anónimos
Para marzo de 1996 se descubrieron unos restos óseos en el cerro Gramadal, ubicado en lo que hoy es SJM y Chorrillos. Profesionales del Instituto de Estudios Históricos Del Pacifico se encargaron de analizar, dando como resultado que se trataba del cuerpo de un soldado adolescente con rasgos indígenas. Con él se halló un fusil con todos sus proyectiles disparados y un pequeño bolso con elementos personales para sobrevivir.
La causa de muerte fue un disparo a la altura del abdomen, proyectil que salió por debajo del hombro. El soldado, quien aún tenía sus huesos en formación, fue rematado con golpes en la cabeza, ocasionándole una fractura cuando aún estaba con vida.
En el gobierno de Augusto Bernardino Leguía y Salcedo se levantó un monumento a este personaje de la Guerra con Chile en el Morro Solar de Chorrillos. Este se convirtió en un símbolo de aquellos jóvenes que lucharon por el país. En la placa que hace mención a los héroes defensores figuran nombres de los altos mandos participantes. Al final de la lista, en el área de tropa, solo se señala una cifra, 6000 muertos. Sin más datos, sin un nombre o registro para ser identificados.
Cripta en el Congreso
Años más tarde se eligió a la Plaza Bolívar, que se encuentra en el territorio del Congreso de la República, como el espacio para colocar la cripta en homenaje a ese adolescente sin rostro de la Guerra del Pacífico. Se construyó en 23 días, 12 metros cuadrados y una profundidad de dos metros. Cadetes de los Húsares de Junín y autoridades locales recibieron los restos que fueron trasladados para que reposen en una suerte de urna protegida por un vidrio de gran tamaño. En las paredes se acomodaron todas las pertenencias que se encontraron con su cadáver.
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