Que levante la mano quien no haya hecho cometido una locura de amor en su vida. No importa si esta fue una gran demostración o una pequeña. Una locura de amor se resume en esos actos que se hacen sin pensar. Y algunas veces, estas locuras nos podrían llevar hasta la misma muerte.
Y en Lima, a través de toda su historia tenemos muchos ejemplos de amores prohibidos que terminaron mal. Un gran ejemplo es el sonado amorío que sostuvieron el Virrey Manuel Amat y Juniet con Micaela Villegas, quien pasaría a la posteridad como ‘La Perricholi’.Pero ellos no sería la única pareja que haría historia en el Perú.
También hubo otra que por su fin trágico se ganó un lugar en la memoria colectiva de los ciudadanos de la capital peruana y que ha sido repetida por generaciones desde que se dio a conocer.
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Hablamos de famoso salto que dio un fraile desde un peñasco en el distrito de Chorrillos para fundirse en un abrazo con su amada para toda la eternidad.
Nace el amor
Según los relatos, la historia comienza en la década de 1860, cuando en la Lima aristocrática vivía el marqués de Sarria con su familia, en la que destacaba su hija Clara. Una niña muy vivaz que era la engreída del noble limeño.
Lamentablemente, un día su esposa falleció y esto trajo una profunda y lógica tristeza en él. Ante su dolor, halló refugió en el amor incondicional de la pequeña Clarita. De igual manera, el hombre también encontró el apoyo que necesitaba para que las labores de la casa no lo sobrepasen en una nana. El detalle era que ella también un hijo, unos tres años mayor que Clara. Su nombre era Francisco.
El pequeño también supo ganarse el cariño del marqués de Sarria que, al no tener hijo varón, casi lo adoptó como un hijo más y junto a Clara pasaban los días jugando y correteando por toda la casa.
Pero un día, los niños dejaron de serlo y las miradas que Francisco y Clara se regalaban durante buena parte de su vida fueron cambiando tono hasta convertirse en amor de pareja.
Como si fuera una travesura que no le cuentas a nadie, a pesar de no hacer daño a los demás, el romance fue mantenido en secreto por un buen tiempo. Hasta que ocurrió cuando pasa que el amor es más fuerte que los prejuicios: ella salió embarazada.
Es un escándalo
Esta situación trajo un cambió de opinión muy drásticos del marqués de Sarria para con el joven Francisco. Pues más allá que era muy querido, el joven seguía siendo el hijo de la criada de la casa. Y una situación así era un verdadero escándalo para la sociedad clasista de la época. Algo que el ilustre limeño no estaría dispuesto a permitir y ordenó una serie de acciones para tratar de arreglar el orgullo dañado.
Lo primero que decidió fue mandar a encerrar al joven Francisco al Convento de La Recoleta. En esos tiempos no era necesario ser juez para mandar a encerrar a cualquiera. Bastaba con tener algo de dinero.
Una vez condenado en su nueva prisión, el muchacho se convirtió en monje dominico y salía ayuda ayudar al padre Mendoza en las misas dominicales.
Con relación a la que un día fue la niña de sus ojos, el enojado padre resolvió mandar al bella Clarita a un largo viaje por España y que la distancia haga olvidar tamaña deshonra.
El momento de la partida
Un tiempo después, y cuando la pancita de embarazada comenzaba a notarse cada vez más, el marqués de Sarria hizo la orden de mandar a su hija al Viejo Continente se cumpla. No le importó el amor de los dos jóvenes, solo ‘limpiar’ su apellido.
Ese momento llegó un 17 de octubre, cuando padre e hija se embarcaron juntos en una fragata en el puerto del Callao.
La carita de la despechada mujer solo denotaba una tristeza enorme al saber que nunca más volvería a ver a su amado y que su retoño crecería sin conocer a su verdadero padre. Entre sollozos, comenzó la triste partida.
Pero todo daría un giro repentino cuando la embarcación pasaba por la zona de Chorrillos casi a las cinco de la tarde.
Ocurre que Clara, advertida por su nueva nana de nombre Evarista, se ha había provisto de un catalejo (una especie de telescopio de la época) pues sabía que Francisco estaría en el morro para despedirla a lo lejos.
La mujer logró ver a su amor como agitaba con desesperación su manto de fraile para hacerse notar. Además estaba parado en la peña más alta para que lo vean mejor.
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Para sorpresa de la mujer, y en un acto desesperado, el monje se lanzó al mar. Clara, al ser testigo de esta acción, no lo pensó dos veces y también saltó de la fragata para, en el frío mar, darle el encuentro al amor de su vida.
Y solo así, por medio de la muerte conjunta, estas dos almas enamoradas pudieron unirse para toda la eternidad sin reglas ni ataduras de ningún tipo.
Como recuerdo, y homenaje, a esta dolorosa historia de amor, es que ya en siglo XX se construyó un restaurante cerca al lugar donde esto habría pasado y muy apropiadamente le pusieron ‘El salto del fraile’.
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