Disidentes de las FARC obligan a comunidades de Putumayo a cultivar coca para producir cocaína

Los exmiembros del grupo guerrillero ocuparon tierra peruana y se aprovechan de la extrema pobreza de la zona para ofrecer una buena cantidad de dinero, sin embargo, las personas que realizan esta labor son explotados y amenazados de muerte si denuncian.

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Las comunidades de Putumayo no denuncian a los disidentes de las FARC porque los pueden matar. Foto: Andina
Las comunidades de Putumayo no denuncian a los disidentes de las FARC porque los pueden matar. Foto: Andina

Los Comandos de la Frontera del Ejército Bolivariano (CDF-EB), exintegrantes de las disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), mantienen el poder en las comunidades de Putumayo (Loreto).

La República, que estuvo como incógnita durante 15 días, incursionó en las grandes extensiones de cultivos de hoja de coca en los distritos loretanos de El Estrecho y Teniente Manuel Clavero.

Ahora llamados el Frente48, los terroristas no se acogieron al acuerdo de paz del gobierno del expresidente colombiano Juan Manuel Santos. Debido a que se quedaron sin dinero la única forma de obtener este crédito eran los cultivos de coca para producir cocaína y encontraron en tierra peruana lo que estaban buscando.

Los grupos armados reclutan a trabajadores ofreciendo una mensualidad de 2.400 soles, algo que llama la atención en un lugar de extrema pobreza. Sin embargo, cuando comienzan a laborar, los llamados “raspachines”, están prohibidos de salir del lugar. Trabajan desde la madrugada hasta la noche siendo explotados con trabajo forzoso y el esclavismo, penado por la ley peruana desde 2017. Incluso, si quieren renunciar son amenazados e intimidados.

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Decenas de personas trabajan en los cultivos de coca que les proporciona un buen dinero. Foto: Andina
Decenas de personas trabajan en los cultivos de coca que les proporciona un buen dinero. Foto: Andina

Los exguerrilleros de las FARC siempre están con ellos, armados con fusiles, y les advierten, amenazando con matarlos, que no hablen acerca del lugar de los cocales. Tampoco pueden conversar con personas extrañas, por lo tanto La República tuvo que ingresar incógnitamente.

A los cosechadores se les paga 18 soles aproximadamente por una arroba (11.5 kilos). Pueden hacer entre 17 a 20 arrobas, 340 a 360 soles, al día. Todo es por categorías. Lo máximo que pueden ganar es, tal como se explicó anteriormente, 2.400 soles.

Otro se dedican a comprar unos kilos de cocaína mientras que algunos se meten a estos grupos para matar; estos últimos van armados a la zona que se conoce como Pacora, relató un testigo al diario peruano.

Debido a la extrema pobreza de la mayoría de los pobladores, los terroristas colombianos entregan un dinero como garantía a los padres de los jóvenes para que sean llevados a los cultivos de hoja de coca. Eso tiene que ser devuelto cuando regresan a sus hijos, pero los expertencientes a las FARC se aprovechan porque saben que los progenitores se van a gastar ese monto, lo cual sucede, y los muchachos tiene que ser llevados otra vez a la zona de los sembríos hasta que paguen la deuda con su trabajo.

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Los pobladores de Putumayo no hablan con las fuerzas del orden por temor a ser asesinados.
Los pobladores de Putumayo no hablan con las fuerzas del orden por temor a ser asesinados.

Aumento de narcotráfico en la zona

Putumayo se ha convertido en alta zona de narcotráfico. Un alto mando de la Dirección Antidrogas de Iquitos, con jurisdicción en ese lugar, informó que los dueños de los sembríos van a las comunidades a reclutar a los pobladores a cambio de un pago, por consiguiente no es considerado como secuestro.

En la zona fronteriza, como el Alto Putumayo, todos los pobladores se conocen. Esto dificulta la labor de la Policía Nacional del Perú (PNP) y las Fuerzas Armadas porque no pueden recoger información debido a que son amenazados y reciben un pago y, pese a que califica como trabajo forzoso, algunos estudiantes se animan a ingresar a este mundo para obtener ingresos económicos para sus familias.

Incluso, un profesor de la zona explicó que permite que sus alumnos se ausenten a sus clases porque ese dinero es necesario para las familias de las comunidades de Putumayo; y también para no meterse en problemas. Admitió que él, en algún momento, también ha laborado en los cultivos de coca porque gana más que como docente.

Inseguridad en la zona

La República accedió a las localidades y comunidades de Putumayo. Hay demasiada inseguridad. “Aquí matan”, dijo un líder secoya incógnito. Denunció que los guerrilleros llegan con fusiles y hacen reuniones para explicarles que los van a cuidar; una gran mentira, pues si alguien habla lo matan.

Les han prohibido pescar, quieren que trabajen en los cultivos de coca para producir más cocaína. Tienen miedo porque no pueden acusarlos, no hay autoridad, y han matado a varias personas.

Los secoyas no son los únicos: los huitotos también han sido amenazados por los disidentes de las FARC. No hay trabajo y el único sustento es que cada uno tenga su chacra. No llega el gobierno y viven con mucho miedo.

Una autoridad local contó al diario que a un amigo lo habían descuartizado frente a él, pero no comentó más porque no quería que lo detecten, ya que podían atentar contra su familia.

Las fuerzas policiales incautaron 2.3 toneladas de cocaína el pasado 25 de octubre, que confirma cuánta influencia tiene el narcotráfico en la zona.

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