En la historia criminal del Perú, podemos encontrar muchos casos de asesinos seriales que en su determinado momento fueron la principal noticia. Todos se ganaron el desprecio de la sociedad por lo execrable de sus actos Pero muy pocas, o nunca, se ha visto que dos hermanos hayan sido condenados por lo mismo.
Es por eso que la historia de los hermanos Nakada Ludeña es todo un hito que merece más atención para tratar de prevenir estos casos en donde queda evidenciada la falta de una política clara en lo que respecta a la salud mental en el Perú.
Hermano de Pedro Pablo Nakada Ludeña, más conocido como ‘El Apóstol de la Muerte’, Vayron Jonathan también fue capaz de escribir su propia historia de muerte y horror.
Pero mientras el mayor aterrorizó el norte chico de Lima, el menor se fue hasta Japón para darle rienda suelta a sus instintos asesinos.
Difícil infancia
Desde sus primeros años de vida, las circunstancias fueron muy complicadas para Vayron. Cuando tenía tan solo tres quedó huérfano de padre y madre. Cuando cumplió seis se fue a vivir a Mala con una de sus hermanas mayores. Al llegar a los 13 volvió a Lima para instalarse con su otra media hermana de nombre María Elena.
No logró culminar sus estudios secundarios y, de acuerdo con algunos que lo llegaron a conocer, nunca fue una persona muy social.
Cuando tan solo tenía 18 años de edad, y aprovechando que Pedro Pablo había ‘comprado’ el apellido Nakada para intentar viajar al país del Sol Naciente, Vayron Jonathan sí fue capaz de lograr el objetivo de salir del Perú.
Los hechos
En apariencia todo iba bien hasta que el 14 de diciembre de 2015, una década después de los macabros hechos de su hermano, comenzó a escribir su propia historia.
Esa vez, entró a la fuerza a la casa de una anciana de 84 años llamada Kazuyo Shirai, en la ciudad de Kumagaya (Saitama). Según su declaración inicial la única intención que tenía era robarle. Pero terminó matándola a cuchillazos.
Sin embargo, ese fue solo el inicio de una barbarie que duró un par de días, cobrando más víctimas que tuvieron la desgraciada suerte de cruzarse en su camino.
Tras su primer ataque, las autoridades de Kumagaya fueron alertadas por un familiar de la mujer que la halló agonizando tirada en el piso del baño de su casa.
Tan solo una hora después, otra llamada a la policía dio cuenta que unos vecinos de la zona habían escuchado unos gritos poco usuales por la zona que parecían ser indicios de violencia. Todo en una casa cercana al origen de la llamada.
Hasta el 16 de setiembre, Vayron Jonathan se cobró la vida de los esposos Minoru y Misae Tasaki, de 55 y 53 años; luego a Miwako Kato, de 41 años, y a sus dos hijas Misaki y Haruka, de 10 y 7 años, respectivamente. Los seis asesinatos ocurrieron en un radio no mayor de los 1,3 kilómetros.
Precisamente en el último lugar de sus fechorías fue hallado. Cuando se vio rodeado por la policía en la casa de Kato, trató de huir saltando por una de las ventanas del segundo piso. Todo esto fue grabado por un vecino que usó la cámara de su teléfono celular para registrar toda la acción.
En las imágenes se pueden ver al psicópata con el arma homicida en su mano izquierda, mientras que con la derecha se santigua antes de dar el salto con el que buscaba su libertad.
Pero por poco casi todo da un giro inesperado. Ocurre que tras su caída, el sujeto quedó inconsciente al sufrir traumatismo encéfalo craneano, por lo que tuvo que ser llevado al hospital más cercano.
Ironías de la vida, en el centro de salud los doctores hicieron hasta lo imposible por salvarlo de lo que parecía una muerte segura. A pesar de estar varias semanas en coma, finalmente reaccionó para ser llevado ante los tribunales nipones.
Condenado a muerte
Luego de un largo juicio, en marzo del 2018, Nakada Ludeña fue sentenciado a la pena de muerte. Pero su defensa apeló esgrimió el recurso que el ciudadano peruano padecía de esquizofrenia, por lo que no era capaz de hacerse responsable de sus actos.
Además, sus abogados señalaron que el imputado presentaba antecedentes familiares de esquizofrenia y que no recordaba lo que había hecho ya que en el momento de los ataques sufrió de “shinshinsoushitsu”, pérdida de la mente.
De igual manera, durante el proceso judicial la Fiscalía le preguntó por el lugar de su residencia, a lo que Nakada respondió que el infierno
Así que luego de esta situación, se salvó de ser ejecutado y su sentencia fue cambiada a prisión indefinida.
Enfermo o buen actor
La fiscalía encargada de la acusación señaló que el peruano solo sufría de alucinaciones y de delirios de persecución, mas no de ninguna alucinación.
Esta afirmación está basada en la manera como fueron hallados los cuerpos de sus víctimas y en que no se robó nada de las casas a las que entró.
También consideraron que tomó las debidas precauciones para protegerse e intentar ocultar los cadáveres. Es decir, tenía la suficiente capacidad para de discernir entre lo que era bueno y malo.
La opinión de la defensa dice todo lo contrario pues de acuerdo con Ichiro Muraki, uno de los tres abogados que asumieron la defensa de Nakada, el Código Penal de Japón cualquier ciudadano que tenga problemas mentales no puede ser declarado culpable. Y ese era el caso de Nakada tras pasar por los exámenes correspondientes.
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